Audi, la mamá de Víctor, vino a Uruguay cuando él tenía apenas nueve meses. Llegaron desde Venezuela en 2018 y, a los pocos meses, notó que su hijo se golpeaba, que no respondía a su nombre y que tenía actitudes distintas a las que tenía antes.
“Comenzamos a investigar y sospechábamos que tenía algún espectro de autismo. Lo llevamos a su mutualista y nos dijeron que sí, que los síntomas que tenía eran de eso”, dijo Audi.
El niño fue tratado con médicos especializados en fonoaudiología y psicomotricistas, pero meses después, cuando él ya tenía aproximadamente dos años, su cuerpo comenzó a debilitarse. Hacía fiebre y, según la madre, no se encontraba bien. Al llevarlo al médico le diagnosticaron cáncer de médula y le dijeron a Audi que la esperanza de vida del niño era muy poca.
Luego de seis sesiones de quimioterapia, numerosas radiografías y trasplantes de médula, le extirparon el tumor, pero aún le quedaban lesiones en los huesos y en distintas partes del cuerpo. Ahora, Víctor asiste a sus tratamientos con su peluche favorito “Horse”, un caballo que lo acompaña desde que es pequeño.
“A medida que fue creciendo vimos que no había un avance en cuanto a su lenguaje. El niño no hablaba y era como que vivía en su mundo aislado”. A partir de este momento, comenzaron a buscar alternativas. Audi y el padre de Víctor encontraron un centro de equinoterapia y sin dudar, fueron a la entrevista. “Yo quería era que a mi hijo le transmitieran amor porque nos dijeron como que lo disfrutáramos, le hicieron muchas cosas y el cáncer aún continuaba”, dijo.
Según la Dirección Nacional de Impresiones y Publicaciones Oficiales (IMPO), hasta 2017 había 41 centros de Equinoterapia en funcionamiento en el país y define a los Centros de Rehabilitación Ecuestre como aquellos que utilizan al caballo y las técnicas de equitación como mediadores o co-terapeutas en los procesos de rehabilitación bio-psico-social de los pacientes. En esta línea, Virginia, una de las dueñas de Maranathá, -centro en el que se trata Víctor-, complementa la definición añadiendo que es un método terapéutico y educacional que utiliza al caballo como co-terapeuta, dentro de un abordaje interdisciplinario en las áreas de la salud, educación y equitación, buscando el desenvolvimiento biopsicosocial de las personas con discapacidad.
“La equinoterapia mejora la coordinación motriz y de los movimientos. Fortalece la musculatura, equilibrio. Regula el tono muscular. Ayuda en lo cognitivo, en la comunicación, el lenguaje, la sociabilización, el crecimiento de la autoestima y la confianza. El alumno genera un vínculo muy lindo con su caballo, los instructores y el entorno, ya que es al aire libre, en contacto con la naturaleza, lo que beneficia mucho la realización de la terapia y sus resultados, ya que el alumno disfruta de la misma y la realiza con mucha disposición y alegría”, señaló.
“Dioscidencias”
El lugar está ubicado en Jacksonville y transmite calma. El cielo parece hacerse más celeste a medida que las palmeras del camino van quedando atrás y se ve a lo lejos a los niños y niñas sobre los caballos. “Lo que nos movió a iniciar este proyecto es la pasión que nos une, por los caballos, por los niños y adultos que se benefician de esta terapia. El poder lograr que esta actividad con caballos no sea algo ‘elitista’ como está asociado el deporte ecuestre en algunos casos y que pueda ser una actividad que puedan disfrutar y beneficiarse todos. Tanto Virginia como Carolina dejaron sus trabajos anteriores como grafóloga y como psicomotricista para dedicarse a este nuevo proyecto que lo llamamos Maranathá, que quiere decir ‘Ven Espíritu Santo’ en arameo”.
El inicio de este proyecto se remonta a fines del 2014. Carolina, embarazada de 8 meses, estaba en misa, y en ese entonces trabajaba como equinoterapeuta en Maldonado. Desde hacía tiempo quería seguir trabajando en esto pero en Montevideo, para no seguir trasladándose a Maldonado luego del nacimiento del bebe.
Durante la misa vio a una mujer vestida de equitación con una campera que decía “Equinoterapia Uruguay”, que era Virginia.
Al finalizar la misa, Carolina buscó a esa mujer para presentarse y preguntarle en dónde estaba realizando equinoterapia. Virginia había terminado el instructorado recientemente y estaba buscando armar un proyecto de un centro de equinoterapia. “Gracias a esta charla y a todas las casualidades que se dieron, que nosotras las llamamos ‘Dioscidencias’ se formó el proyecto de Maranathá, que lo presentamos en distintos clubes, y finalmente se confirmó en el Centro Ecuestre Jacksonville”.
Beneficios de la equinoterapia
Virginia aseguró que el caballo es tan importante como los instructores que realizan la terapia y dijo que este animal transmite tres beneficios principales a quien lo monta. En primer lugar, sus impulsos rítmicos. “El caballo genera entre 90 y 110 impulsos por minuto, estimulando así nuestro sistema nervioso central”, informó.
Agregó que el segundo beneficio es la temperatura del caballo, que es de 38 grados al paso. “Tiene dos grados más de temperatura que nosotros, esto hace que nuestra musculatura afloje, aumentando el flujo sanguíneo”.
Por último, comentó que su marcha es igual al patrón locomotor del ser humano: “La persona se mueve y desplaza sin usar las piernas, por lo tanto, estimula y favorece todos los procesos de rehabilitación”.
La mamá de Víctor recuerda que él comenzó su tratamiento hace un año. “El cambio se notó rápidamente. Él te miraba a los ojos, que antes no lo hacía. No dejo esto por nada, avanzó muchísimo” dijo y añadió que hace poco le hicieron un centellograma óseo de control y que la Doctora le expresó que lo disfrutáramos porque “no le daba mucho tiempo”. Semanas después, los resultados de los estudios empezaron a mejorar. "No lo podían creer”, contó Audi.
Guadalupe, la instructora de Víctor, dijo que cuando él arrancó la terapia, se planificó para que él pueda disfrutar. “Lo agarramos para el disfrute y que él pase bien y, si además se puede trabajar en algún objetivo para el autismo, mejor”. Ella asegura que su objetivo es que encuentren un lugar donde se sientan cómodos, seguros en el vínculo con ella y con el caballo, que es el protagonista.
Ser terapeuta conlleva muchos desafíos y mucha carga emocional y, sobre este caso particular, Guadalupe comentó: “Lo agarramos desde la vida y a full para el disfrute. El médico hablaba de tiempo. Acá no nos importa el tiempo, acá no hay tiempo, el tiempo solo lo sabe Dios que, para nosotros, es el eje de todo”.
La equinoterapia es recibida con mucho entusiasmo en nuestro país, indica Virginia y agrega que “Uruguay tiene una cultura de a caballo muy arraigada, por lo que el caballo despierta afinidad y afecto en todas las personas”. También comentó que esta actividad ha tenido un muy buen desarrollo y que existe una buena formación de Instructor en Rehabilitación Ecuestre. La formación aborda todas las áreas necesarias para trabajar en la terapia.
Se estudia todo lo referente a las patologías y su abordaje, también se estudia al caballo y cómo trabajar con él. Virginia destaca que, en Uruguay, la equinoterapia tiene muy buena aceptación por profesionales de la salud y de la educación, que les derivan pacientes y que, en muchas oportunidades, les proponen trabajar en conjunto.
La equinoterapia está indicada a partir de los 3 años, aunque Virginia informa que en este Centro hay algunos alumnos “con alguna discapacidad puntual que comenzaron antes de los 3 años por indicación de sus médicos tratantes”. Actualmente, el rango de edad va desde los 3 hasta los 75 años.
Cuando Audi iba a inscribir a Víctor, le dijeron que había un grupo de jóvenes que lo querían apadrinar y costear su tratamiento.”Maranathá tiene algunos alumnos que son privados y pagan su cuota mensual y otros que son apadrinados. El 80% de los alumnos de Maranathá son familias trabajadoras que deben afrontar muchos gastos y se les hace muy difícil poder pagar la cuota mensual de la equinoterapia”, comentó Virginia.
Ana, una de las madrinas de Víctor en el centro, contó que cuando se comunicaron con Virginia para apadrinar a quien lo necesitara, “justo estaba en discusión que Víctor tenía que tratarse y no encontraban madrinas. Así que caímos en un momento perfecto para Víctor y para Vir que estaba tratando de conseguir madrinas”.
Esta decisión de apadrinar se dio por tener “la posibilidad de poder ayudar desde algo mínimo” para ellas y “algo tan grande para otro”, comentó.
En Maranathá, los padrinos reciben un informe de presentación de su ahijado/a y, de esa forma, conocen a quién están apoyando y su situación. Saben el día y la hora que ese alumno asiste al centro y si quieren ir a verlo o conocer a la familia y vincularse son siempre bienvenidos. “Las familias son súper agradecidas de esta oportunidad que se les brinda y se comprometen a no faltar y aprovechar al máximo este espacio que se les dio”, añadió.
Si bien los doctores le dijeron a Audi que a su hijo no le quedaba mucho tiempo de vida, Víctor, luego de la equinoterapia, ha mejorado en muchos aspectos. Ahora, Victor puede hablar, saluda a las personas, no se golpea más y, cuando se baja del caballo, lo acompaña una sonrisa contagiosa que, aunque su futuro sea incierto, tratarán de preservar.