Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
Estoy a minutos de encontrarme con el actor del momento en el mundo entero. Su imagen se viraliza día a día en Instagram, X y TikTok: él guiñando un ojo, él en trajes caros de telas italianas posando para alguna marca, él siempre fotogénico, sonriendo. Es el muchacho que ha elogiado su colega Javier Bardem, el que cenó con Tom Holland y al que revistas como Hola califican como “el nuevo crush del internet”. Basta teclear “Enzo Vogrincic” en Google y saltan notas de publicaciones en cualquier país de continentes varios.
Si fuera —pongamos— un producto genuino de Hollywood, estadounidense, seguramente llegaría escoltado por guardaespaldas, con anteojos negros, como camuflando su presencia, y seguramente descendería de un coche deportivo de alta gama. Pero se trata de Montevideo, plena Ciudad Vieja, y llega un muchacho con remera tipo Hering verde, joggineta y championes que alguna vez fueron blancos. Antes de las fotos, antes de la charla y el café, el muchacho tiene una preocupación: en qué columna dejará su bici, asegurada con candado. Una primera cafetería no tenía barista, una segunda estaba cerrada, por lo que termina dejando la chiva (sin marca visible) frente a Puro Verso, e ingresamos.
Mientras la mayoría de las notas sobre él se titulan en formato adivinanza —“¿Quién es Enzo Vogrincic, el actor de La sociedad de la nieve?” es un titular típico—, por estos lares algunas cosas se saben y generaron clics: que es montevideano, que creció en Gruta de Lourdes y cursó sus estudios en el liceo Jubilar, una institución ejemplarizante por su educación gratuita gracias a la solidaridad privada en un barrio complicado como Casavalle. Y que fue el elegido por J. A. Bayona para ser el narrador y cara más visible de la película que ha batido récords en Netflix y será candidata en los premios Óscar: La sociedad de la nieve, el filme basado en el libro homónimo de Pablo Vierci que recrea la tragedia/milagro de los Andes, la increíble epopeya que vivieron y padecieron 16 sobrevivientes, y otros que no lo lograron, a fines de 1972.
En minutos comprobaré algunas cosas: que se llama Enzo porque su padre, un exfutbolista, jugó con Francescoli en Wanderers, donde se hicieron muy amigos; que cuando descubrió la actuación, supo que a eso se dedicaría, costara lo que costara. Y que hizo algunos bolos, arrastró muebles en bici para hacer obras, hasta que la varita del destino hizo que una directora de castings, argentina ella, lo viera en Buenos Aires. A menos de un mes de haberse estrenado la película en Netflix, Vogrincic (30) disfruta —con la mesura del país tibio del “tirando pa’ no aflojar”— de las mieles del éxito, y analiza por estas horas qué nuevas propuestas aceptará porque tiene que seguir pagando el alquiler de su apartamento.
Él dice que, por ahora, no ve la necesidad de mudarse a otro país, ya que quienes lo quieran contratar ya saben cómo conseguir el teléfono de su agente (argentino). Tampoco ve imprescindible tener un auto, ya que en la bici puede llegar a todos lados. El chico de perfil bajo que hace un par de años atrás se sentía “invisible”, hoy tiene todas las miradas puestas en él, y dice que ha sabido adaptarse a cada escenario. De eso se trata ser actor, en definitiva.
¿Te criaste en el seno de una familia trabajadora, clase media baja?
Súper trabajadora. Mi mamá es limpiadora de toda la vida, y mi papá trabajó de cualquier cosa. Tuvo su época de futbolista, salió campeón en Cannes en su momento, y después tuvo todo tipo de trabajo, de lo que fue encontrando. Se fue a Estados Unidos buscando suerte, volvió…
¿Fue futbolista tu viejo?
Sí, salió campeón con Uruguay en Cannes, en una sub-19. Jugaba de jas izquierdo [N. de R.: lateral o carrilero izquierdo, dirían hoy].
¿Y vos te llamás Enzo por Francescoli?
Jugaron juntos en Wanderers, y ta. Todos los Enzo somos por Francescoli.
Estudiaste en el liceo Jubilar de Casavalle, un centro educativo considerado modélico en medio de una zona de barrios carenciados como Casavalle. ¿Qué te dejó el Jubilar? ¿Cómo evaluás la educación que obtuviste allí?
Es loco lo que pasa ahí porque, por un lado, el proyecto busca dar una oportunidad que no existe ahí en el barrio, y fomentar una educación diferente y tratar de que la cuestión sea integradora. Pero si me remito a mi experiencia, pasaba que yo llegaba de uniforme, corbatita, camisita, pantaloncito y zapatos, y te esperaban en la puerta los amigos del barrio y te robaban, había mucho hurto, robos con arma, de todo.
¿Te pasó?
Sí, sí… en una época estaba complicado. No sé en qué andará ahí la zona, con la gente que va al liceo, pero para nosotros era difícil ese pasaje, porque te diferenciaban, sentían que vos no eras del barrio, que eras un “cheto”, no sé.
“Para nosotros era difícil ese pasaje hacia el liceo en Casavalle, porque te diferenciaban, sentían que vos no eras del barrio, que eras un ‘cheto’, porque te veían de uniforme. Por un lado, era el terror de sentirte diferente y, por otro, darte cuenta de que ahí adentro había una cosa de comunidad”
Pero vos sí eras del barrio…
Sí, por supuesto. Pero te veían de uniforme. Entonces, por un lado, era el terror de sentirte diferente dentro del barrio y, por otro lado, darte cuenta de que ahí adentro había una cosa de comunidad, de familia, que a nivel educativo funcionaba.
¿Te costó “salir” del barrio? No lo digo por lo geográfico, hablo del estigma de vivir en un barrio malhadado… Me contó el músico Facundo Balta, para este espacio, que le costó mucho salir del barrio Lavalleja, al lado del 40 Semanas, donde a las seis de la tarde ya escuchaba tiros. ¿A vos te pasó algo parecido?
Hay un parte de eso que yo ya lo había visto en mis hermanos —tengo dos hermanos más grandes— y, cuando yo era muy chiquito, veía que ellos tenían que cambiar la dirección de donde vivíamos cuando iban a tener una entrevista de trabajo porque si no ni le tomaban la entrevista, directamente lo tiraban a un costado porque vivíamos en “zona roja”. “Ta, ta, cualquier cosa te llamamos”. Entonces yo, sabiendo eso, asumí una actitud de rebeldía y dije: “Yo eso no lo voy a tener en cuenta, voy a seguir adelante igual”. Y el día que encontré lo que quería ser [actor], dije: “A mí no me para nadie”. Dije: “Pase lo que pase, la gracia va a ser disfrutar de esto”.
Pensaste: “Mi talento le va a ganar a los estigmas”. ¿Entendí bien?
Más que el talento, las ganas de disfrutar lo que hago. Vi a mis viejos laburar toda la vida y quizás no trabajaron en algo que les apasionara, sino en un trabajo que necesitaban. Y por una necesidad lo hacían. Frente a eso yo dije: “No, yo quiero vivir de lo que me apasione, no quiero padecer un trabajo toda mi vida, todos los días”.
¿Y cuándo lo encontraste?
A los 15 años. Ahí me di cuenta de que se podía trabajar de actor. Que ser actor era una profesión. Entendí: “Ah, ta, yo puedo dedicarme a esto”. ¿Dónde tengo que estudiarlo? En la EMAD. Listo, espero a tener 18, me presento y entro.
¿Qué despertó esa vocación? ¿Una película en especial, un actor, una obra?
No me acuerdo… No tengo recuerdos de cómo llegué al escenario, para mí era natural llegar hasta ahí. Yo quería hacer teatro, el cine no existía. Porque era imposible pensar en cine como actor uruguayo, no estaba en el mapa. Capaz que hoy en día, un niño o adolescente ve Netflix y dice: “quiero ser actor de cine”, o lo imagina. Pero cuando yo arranqué siento que no, que eso era imposible.
Has dicho que nunca tuviste un plan B: ser actor era la única opción. ¿Jugar al fútbol, como tu padre, no era una opción?
Nunca hubo un plan B. ¿Futbolista? Cero… A mí me llevaron a jugar al baby fútbol desde los 5 años hasta los 12 y nunca quise ir a jugar. No me animaba a decirle a mi viejo que no quería, entonces iba a las prácticas, iba a los partidos, pero no quería. Rezaba para que se suspendieran los partidos. Hasta que pude zafar y dije: “Ta, chau, termino acá”.
¿Habías leído Viven de Piers Paul Read y la propia Sociedad de la nieve de Vierci? Porque sé que te habías obsesionado con la historia mucho antes de presentarte al casting. Precisamente, ¿qué te lleva a presentarte en el casting?
Es que el casting me llega a mí. Se dio una cosa medio mágica, de esas que empezás a dudar si es destino o suerte o qué es: yo estaba haciendo una obra de teatro con [el dramaturgo] Sergio Blanco en Buenos Aires por tres días, nos fuimos de gira al FIBA [Festival Internacional de Buenos Aires] y ahí María Laura [Berch], la encargada de casting de la película, fanática de Sergio, fue a ver la obra y me vio actuar. Teníamos una cámara en vivo donde se proyectaba la obra, ella me vio, pidió mi mail y después me sumó al casting… porque me vio de casualidad. Se ve que ella vio algo ahí…
Ese casting fue en 2021. ¿Cómo era tu vida hace tres años, antes del casting para La sociedad de la nieve?
Yo estaba con mi novia Sofi —hoy ex—, habíamos terminado de estrenar 9, que todavía no se había estrenado en el cine, yo estaba trabajando con Sergio [Blanco], giras, y la remaba mucho para hacer teatro con amigos… Llevando muebles de un lado a otro en la bici para hacer la obra. Estaba en ese plan. ¡La vida normal de un actor de teatro under acá en Uruguay!
“Hace tres años habíamos terminado de estrenar ‘9’, todavía no se había estrenado, yo estaba trabajando con Sergio [Blanco], giras, y la remaba mucho para hacer teatro con amigos… Llevando muebles de un lado a otro en la bici para hacer la obra”
La entrevista es interrumpida por primera vez. Se trata de una mujer española, una turista catalana que estaba en la librería y, de pronto, visualizó al actor uruguayo del momento. “Venga, Enzo, que ya le conté la historia y no puedo creerlo. Lo siento… Es que es mucha casualidad. Esto es muy loco. Y él se llama Enzo también”, dijo en alusión a su pequeño hijo. “Vaya, muchos éxitos, me emociona mucho”, se despidió, sin dejar de disculparse por la intromisión. “¡Que te vaya lindo, tocayo!”, le dijo Enzo al niño.
Al volver a la mesa de café para retomar el diálogo, Vogrincic reconoce que cosas como esas le están pasando todos los días, por estos días de enero, mes de la irrupción de la película de Bayona en Netflix. “Es nuevo, es raro, y es una devolución que de alguna manera la película conecta en algún lugar profundo porque las devoluciones son sentidas”, dice él.
Habías tenido apariciones en La noche de 12 años, la serie Iosi, el espía arrepentido, Porno y helado y El presidente. Pero fue en la película 9 que tuviste tu primer protagónico, donde interpretabas a un futbolista que tenía “cositas” de Luis Suárez. Un futbolista que no quería jugar al fútbol, y no sabía cómo decirle al padre que no quería jugar al fútbol. ¡Es autobiográfica!
Autobiográfica totalmente. Era la estrella de Uruguay, se mandó una macana en las Eliminatorias, lo suspenden y el padre compra una casa y lo encierra ahí para resguardarlo de la prensa un tiempo. La peli es sobre él y su interior. Mostraba toda la interna del fútbol, y toda esa burbuja.
Lo curioso es que 9 no explotó en los cines, no funcionó. ¿Qué te dejó esa película y por qué pensás que no tuvo éxito, siendo que contaba una historia universal como la de un jugador de fútbol?
“Iba pasando los castings, y nos iban dando en cuentagotas la información: quién la dirigía en un momento, cuál era mi historia, en qué libro se basaba, y allá, adelante, para qué personaje estaba ‘castineando’. Y sobre el final del proceso, me contaron la importancia de Numa en la historia”
Pasó sin pena ni gloria por los cines. Creo que estuvo mal estrenada, se estrenó en pandemia, no iba nadie al cine. Estuvo muy poquito, apenas dos semanas en cartel, como pasa con todas las películas uruguayas.
Hablemos de La sociedad de la nieve: ¿cómo empieza esta aventura para vos? ¿Cómo nace la idea de que seas el narrador y el protagonista principal?
Yo me entero sobre el final de eso, porque no nos iban dando información. Iba pasando los castings, las etapas, y nos iban dando en cuentagotas la información: quién la dirigía en un momento, cuál era mi historia, en qué libro se basaba, y allá, muy adelante, para qué personaje estaba “castineando”. Y sobre el final del proceso de casting, me contaron la importancia de Numa en la historia. Fueron siete meses de casting: entregándote ahí, sin saber de qué iba.
¿En qué consistió el casting?
Lo primero fueron monólogos: te tenías que grabar, te daban una semana para mandar el video, desde mi casa. Me filmé 10 veces el primer día, hice otras 10 tomas el segundo día y así. Hasta que encontré una que me gustó y la mandé, pensando: “Esto ya está, termina acá. Si me eligen, genial, estaré en algún momento en la peli, algún minuto”. Pero fui pasando etapas: haciendo una escena, después otra, después con el director de casting, después con todos los directores de casting, las mismas escenas; después tres escenas nuevas con el director y el director de casting, y así. Y la última etapa fue todo en vivo: vino [Juan Antonio] Bayona con un equipo profesional, con cámaras, todo, e hicimos una especie de rodaje de las escenas de todos los castings que yo había hecho. Fui durante dos semanas, todos los días tenía nueve escenas y hacía la misma escena con diferentes actores, y ya con cámara profesional, volvíamos a tirar tomas, indicaciones, ya en modo rodaje. Fue increíble…
¿Cómo fue tu trabajo de investigación sobre tu personaje, Numa Turcatti?
Me puse a investigar y era poquita la información que había de Numa: nadie lo conocía, en el libro suena poco su nombre. Después, a partir de la producción de Bayona me empiezan a contactar con la familia, con los hermanos, fui a la casa y recorrí la casa de Numa. Ellos no hablaban del tema hacía mil años, y de repente estaban conmigo contándome, al recorrer cada pieza de la casa, qué recordaban de Numa, a qué jugaban cuando eran niños y de adolescentes. Hicimos un repaso de la vida de Numa a través de la casa. Con el hermano fuimos en auto a recorrer algunos lugares importantes para Numa: la ex casa de los abuelos, dónde estudiaba… Y era tremendo porque todo lo que el hermano quería mostrarme ya no estaba ahí. Íbamos a una cancha donde él jugaba al fútbol y ahora ya no había más una cancha, fuimos a donde era la casa de los abuelos y no pudimos entrar porque se había vendido la casa. O me decía: “Acá antes había un manzano” y ya no estaba más el manzano. Todo lo que él me quería mostrar ya no estaba ahí, y todo era insumo para mi papel.
Y te terminás encariñando… de tanto rato juntos. Además, me decían Numa. Los hermanos me decían Numa. Ya después de la peli, me invitaron a comer, y fui con todos los Turcatti a comer a una casa de ellos en El Pinar. Divino todo.
¿Sentiste la comunión de ustedes, los actores, con los propios sobrevivientes y, sobre todo, con los familiares de los que no llegaron?
Absolutamente. Fue increíble el preestreno, cuando ellos ven, todos juntos, la peli. Es decir, las familias de los sobrevivientes y los que no sobrevivieron. Al principio querían hacer dos funciones separadas y [el sobreviviente Gustavo] Zerbino dijo: “No, no, dejemos de separar a las familias, hagamos una función para todos”. De repente se reencontraron algunas familias que hacía 50 años que no se veían o tenían alguna reticencia, algún dolor, y de repente estaban llorando todos juntos y diciendo cosas como: “Ahora entiendo lo importante que fue mi hermano para que ustedes vuelvan”. Gente que decía: “No sé si lloro por mi hermano o lloro por vos”. Entonces, cuando una peli mueve hilos de la realidad es alucinante. Decís: “Ahí está el valor de esto”.
¿Cómo es Bayona como director? Me contó Pablo Vierci que estaba asombrado de su profesionalismo y cómo está encima de cada detalle, en busca de la verosimilitud de lo que cuenta. ¿Es así?
Está encima de todo. Si tiene que hacer 55 tomas para elegir la mejor, lo hace. No afloja. Es impresionante, él está en todos los aspectos del proyecto; no solo dirige, además regula y ve y propone sobre cada área, desde el vestuario, la luz, todo. Te comento una toma para que veas la obsesión de él por el cine: era la avalancha, que a mí me entierra la nieve. En esa toma yo tengo una estructura hasta el pecho, arriba nieve, y cuando estamos por tirar toma, me cubren totalmente de nieve. Yo empiezo a respirar a través de la nieve, y Bayona se toma su tiempo para ir a acomodar los grumitos de la nieve. Yo ahí abajo quemándome o frizándome con la nieve y diciendo por lo bajo: “Daaaale” y él, sin apuro, dedicado a mover los grumos para que la toma sirva. Porque él sabe que si sale mal, esa toma no la va a usar.
Otra interrupción: esta vez se trata de un grupo de cinco personas, jóvenes varones y chicas. Ninguno se excusa por la descortesía. Uno de ellos dice: “¿Una foto?”, y Enzo dice “sí, claro”, se disculpa conmigo y accede, gentil y halagado. Se saca una foto grupal y otras por separado. Los muchachos se van, copados con su foto digital.
“De repente se reencontraron algunas familias que hacía 50 años que no se veían o tenían algún dolor, y estaban llorando todos juntos, y diciendo cosas como: ‘Ahora entiendo lo importante que fue mi hermano para que ustedes vuelvan’”
Maxi de la Cruz me contó que grabó un montón de horas, unas cuantas escenas que finalmente no entraron, y él sale apenas un minuto y medio…
Es que hay unas 600 horas de material. Para filmar una serie de ocho capítulos se graban entre 200 y 300 horas, y la peli dura 2 horas y 20 minutos. Dejó 597 horas y media afuera.
¿Qué esfuerzos físicos tuviste que realizar para interpretar el papel?
Tuve que subir de peso primero, y después bajar. Primero subí de 63 a 70 kilos, o sea que tuve que subir siete. Para mí fue más difícil subir que bajar de peso. Comer de más implica ampliar el estómago, entonces te tenés que forzar a comer. Encontré el mecanismo de levantarme a las 3 de la mañana, y cenar a las 3 de la mañana una doble cena. Y después tuve que bajar 20 kilos, hasta llegar a 49. Simplemente dejé de comer, fui dejando de comer poco a poco. Teníamos nutricionistas siguiéndonos. Lo que costaba era parar la mente, cuando te dice “comé, comé algo”. Hay un punto donde te acostumbrás y el hambre pasa a un lugar donde te habituás, y ahí ya está.
¿Tuviste que “mentir” el frío y el hambre?
En algunas escenas sí, porque ahí dependías del clima para eso. Y había instancias en la secuencia que no coincidía porque de repente en la montaña tenías un poco de sol y ya el clima está bastante bien, y con las tomas y los nervios, te empieza a dar calor. Pero si Bayona veía que te faltaba frío, no iba a dudar en ir a buscar nieve y ponértela entre la ropa y el cuerpo. Te pedía permiso y una vez que le diste el permiso, ya lo iba a hacer: te traía nieve y te la ponía en el cuerpo. Con la nieve dentro de la ropa no había forma de no sentir frío. Y el hambre te va aumentando todo el tiempo, era una cosa que no paraba de aumentar.
Hay una nota que encontraron en su lecho de muerte, y que fue el disparador de que Canessa, Parrado y Vizintín salieran a la última expedición, y que Netflix inteligentemente aprovechó para hacer marketing: “No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. ¿Qué resume esa frase para vos?
Toda la historia de la peli, porque es tan fuerte estar en un contexto de tanta miseria, donde estás en una circunstancia que no existe en la vida normal, ese nivel de miseria no existe, me refiero a ese nivel extremo de frío, hambre, no tener comida alrededor… Es eso que dice Nando [Parrado] de que tu cuerpo sabe que no hay nada para comer. Es más que hambre. Hambre ya tenés, pero encima sabés que no tenés nada para comer. Es un nivel de desesperación inimaginable. Y frente a esa situación, nace el amor. Lo que nace en este grupo es el amor por el otro. La necesidad de entender que ese otro sos vos y que, sin el otro, no salís de ahí. Ellos hablan de amor por la naturaleza. Nunca sintieron fastidio u odio hacia la montaña, sino amor.
De hecho, Coco Nicolich le enviaba cartas a su novia Rossina; a ocho días de haber caído el avión le escribió: “Estamos en un lugar divino, todo cerrado por montañas y con un lago en el fondo que se va a deshelar apenas comience el deshielo”. Todo lo contrario a estar enojados con el lugar donde estaban abandonados…
Y es cierto, es divino… Yo estuve dos días y dos noches, fuimos en octubre a filmar unos planos. Al otro día de habernos ido, cayó una avalancha donde estábamos acampando. Es un lugar muy peligroso para filmar. Pero es muy hermoso, se impone la belleza del lugar. Igual entiendo a lo que vas… Pensá que le estaba escribiendo una carta a la novia, no le iba a dejar una impresión fea de lo que estaba viviendo.
La iniciativa educativa del Jubilar ¿es modélica y digna de elogios?
Es interesantísima. A nivel práctico, en cuanto a la comunicación con el barrio yo no sé muy bien qué sucede hoy, porque yo solo pasé por ahí. Es cierto, yo era de la zona, de Gruta de Lourdes, pero no es lo mismo en mi cabeza, viviendo mi experiencia de vida y yendo a estudiar, que ver de afuera para analizar qué pasa con ese proyecto educativo. Pero siento que hay algo en lo que no termina de incluirse en el barrio, porque el barrio es complejo y el hecho del rechazo —porque no puede inscribir a todos los que se presentan— genera reacciones. Eso hace que sea selectivo…
El precandidato frentista Mario Bergara tuiteó respecto a la película y, entre otras cosas, hizo hincapié en que eran muchachos de clase acomodada, y recibió muchas críticas por eso, sobre todo por cómo redactó el tuit. ¿Cómo viste esa polémica?
No lo vi al tuit… No tengo Twitter. Estoy en Instagram y paso poquito por ahí.
Pero habrás leído la noticia en algún portal, o la habrás visto en el informativo…
No miro informativos. Soy muy desatento… no me enteré de nada de eso. Yo abro solo el Instagram, y te llega lo que te dice tu gente, tus contactos.
¿Cuánto aprendiste de cine haciendo La sociedad de la nieve?
Fue una escuela de cine, la verdad. Ciento cuarenta días de rodaje, rodando todos los días con gente clase A a nivel profesional. Mirá, los que nos tiraban el viento y el aire en la cara venían de hacer Matrix 4. Y así en cada área: eran los top de cada área. Aprendés sí o sí. Después, trabajás con cámaras que yo nunca había visto en mi vida, lentes que yo nunca había visto en mi vida, grúas, movimientos de cámaras imposibles. Todo eso te lo permite una producción con mucha guita, entonces… Ahí te toca aprender. Claro que, además, tenés que ser muy profesional y trabajar muy bien porque, si no, ese dinero lo podés desperdiciar. Pero primero hay que tenerlo.
¿Cuánto te importa que la película gane el Óscar?
A mí me pondría muy contento por Bayona, sobre todo, porque él ha trabajado tanto en esto. Para mí, como actor, es todo regalo. Si hubiera tenido solo un bolo, ya era ganancia. Todo el proceso fue un regalo, cada etapa lo fue. Todos estos viajes que estoy haciendo por la película, conocer lugares que nunca iba a conocer en la vida… Me gustaría que suceda porque esto sería un delirio total; este delirio sería un delirio completo. Por el equipo, por nosotros, por todo lo que dimos para esa peli, sería lindo.
“Hambre ya tenés, pero encima sabés que no tenés nada para comer. Es un nivel de desesperación inimaginable. Y frente a esa situación, nace el amor. La necesidad de entender que ese otro sos vos y que, sin el otro, no salís de ahí”
¿Cómo subyugó al pibe de Gruta de Lourdes que era actor under en Uruguay codearse ahora con Tom Holland o productores de Hollywood? ¿Asimilaste bien la fama?
Yo creo que falta tiempo… Igual soy un tipo tranquilo, que todo me lo tomo con mucha naturalidad y mucha calma. En los contextos en los que me encuentro, entiendo por qué estoy ahí, entonces no conecto en algo demasiado emocional por estar ahí, sino que disfruto de la experiencia y aprendo. Pero creo que falta tiempo para ir tomando dimensión… Recién ahora veo que todo el mundo vio la película, cualquiera vio la película, entonces, es algo nuevo, y no tengo… las ideas armadas.
Voy entendiendo qué le pasa a la gente cuando me ve. Hoy venía en la bici y pasa un grupo de adolescentes, y empezaron a gritar en el medio de la calle… Me pararon para pedirme una foto, y una de las chicas se empezó a descompensar un poquito. Ahí es cuando digo: “¿Qué está pasando acá?”. Es muy loco lo que le pasa a la gente cuando ve a alguien que vio en una película.
Hablemos del después, sabiendo que la película fue y todavía es (en la plataforma) un éxito total. Se te compara con Adam Driver y Keanu Reeves, estás en boca de todo el mundo, te han elogiado figuras del cine mundial, y vos seguís viviendo en Montevideo. ¿Estás preparado para todo lo que venga?
Es que… desconozco todo lo que va a venir, realmente. Sí es un poco delirante, porque, por ejemplo, me invitaron para ir dentro de unos días a un desfile en París. Entonces voy a ir a París, a hacer un acto de presencia, ver el desfile y conocer la marca. Es como que se abren unos mundos ahí, de los cuales yo soy apenas un testigo: voy a ver qué es. Me llegan invitaciones, pero elijo muy bien: elijo a dónde sí y a dónde no.
¿Sos consciente de que te transformaste en un ícono sexual y sos codiciado por mujeres y hombres? Basta ver las redes para notarlo... ¿Cómo llevás ser un sex symbol?
(Piensa) Es como si eso sucediera fuera de mí. Es como si yo entendiera que eso sucede con una especie de proyección de mí. La gente ve la película y a raíz de eso ve una foto mía, lee una nota, y se genera una proyección de lo que es el actor y la persona. Toman a Numa como personaje y es un punto de base, toman a la película como punto de base, donde hay un trabajo increíble atrás y me deja muy bien, pero a mí como persona yo sé que no me conocen. Tomo esos gestos lindos como un acto de cariño, mezcla con la película y el personaje, pero yo sé que no es por mí…
Más allá de tu humildad: que te digan todos los días que sos atractivo, ¿te gusta? ¿Te molesta? ¿Te genera un placer culposo?
Placer culposo no, tampoco es que me gusta, tampoco lo sufro… Entiendo que es una especie de momento en el que está la película, y que por eso pasa.
Decís que antes de que saliera la película, vos ibas por la calle y no pasaba nada, nadie te miraba.
Lo que pasó toda mi vida, claro. Exacto. Pero ahora me ven y pasa que… llama la atención… llama la atención que ven a alguien que salió en una película exitosa.
es un tipazo enzo iba andando en bici y paró para sacarse foto con las gurisas encima se le ríe lpm pic.twitter.com/Aoa9vHuEbD
— agu 11/11 (@harrytetooon) January 17, 2024
¿Qué sigue para vos? ¿Qué planes tenés para 2024?
Amigos, recuperar un poco a la gente que tengo abandonada. Y después, ver un poco qué pasa con los proyectos. Llega un punto en el que hay que pagar el alquiler y hay que ver qué se hace. Están apareciendo algunas propuestas, sí.
No son pocos los que señalan que das con el physique du rol de Alfredo Zitarrosa, y piden verte encarnándolo en una serie o película. ¿Te ves como Zitarrosa?
¡Sí y me encanta! Yo mismo lo he dicho. Ves fotos de él de adolescente y es muy impresionante el parecido. Me veo en una película, una serie no me gustaría. Quedaría más inmortalizado en una peli, una biopic.
¿Y con qué género te sentís cómodo actuando? Acabás de protagonizar un dramón, pero ¿te sentirías igual de cómodo haciendo una comedia?
Siento que tengo una fortaleza en lo emocional, en este tipo de historias como la que hice, que además, son las que más me gusta contar. Para actuar es muy divertido el drama, para actuarlo es un lugar espectacular. La comedia nunca la experimenté, muy poquito en la EMAD. No me siento habilidoso con el humor.
¿Cómo hacés para mantener los pies en la tierra y no creértela?
Siento que soy una persona que tiene mucho diálogo interno, que de alguna manera se conoce. A lo largo de mi vida siempre trabajé en eso de reconocerme, ver quién soy. En ese proceso espiritual uno va conociendo gente, y la gente que conozco son los de siempre: los amigos de siempre y mi familia. Y cada vez que vengo acá, me veo con ellos. Digo “cada vez que vengo” porque hoy estoy yendo y viniendo… Barcelona, Madrid, Londres, Los Ángeles, todo por promoción de la peli.
¿Pensás radicarte en el exterior?
Eso dependerá del laburo. Yo voy a donde me lleve la actuación, la verdad. Me gusta tener la base acá en Uruguay y tener un lugar a donde volver.
¿Sos feliz?
La mayor parte del tiempo, sí. La verdad que sí.
Por César Bianchi
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