En su obra Literaturas germánicas medievales, Jorge Luis Borges refiere a un episodio contenido en una antigua saga medieval islandesa, y lo utiliza como ejemplo para su argumento de que tales narraciones prefiguran de algún modo la moderna novela de suspense.
En la historia, un hombre llamado Gunnar se defiende a flechazos de un grupo de agresores que rodean su casa, en la que se encuentra junto a Hallgerd, su esposa.
“Está con su perro y su mujer. Ya han matado a los otros. Pero él sigue defendiéndose con las flechas, y una de las flechas de los que rodean la casa rompe la cuerda del arco de Gunnar. Gunnar necesita otra cuerda, la necesita inmediatamente y le pide a su mujer —se ha hablado muchas veces de su larga y rubia cabellera— que le teja una cuerda con su pelo.
‘Téjeme una cuerda con tu pelo’, le dice a Hallgerd.
‘¿Es cuestión de vida o muerte?’, pregunta ella.
‘Sí’, responde Gunnar.
‘Entonces recuerdo esa bofetada que me diste una vez y te veré morir’, dice Hallgerd.
[…] El narrador no nos había dicho que Hallgerd guardase rencor a su marido; ahora lo sabemos bruscamente, como suelen revelarse las cosas en la realidad”, escribía Borges.
Un caso similar de rencor de pareja, mortal e ignorado por su destinatario, acaba de saltar a las páginas de la crónica roja en Missouri, Estados Unidos.
El pasado 24 de junio, un hombre —cuya identidad no se divulgó— notificó a la Policía del condado de Laclede que tenía motivos para creer que su esposa estaba tratando de envenenarlo.
Según informara la televisora ABC 7 Chicago, el hombre había notado que las botellas de gaseosa Mountain Dew que había en la heladera de su garaje tenían un sabor extraño. Tras consumir la bebida, experimentaba síntomas preocupantes como diarrea y vómitos.
La víctima le dijo a la Policía que notó por primera vez el sabor “extraño” de la Mountain Dew en el refrigerador de su garaje el 1º de mayo, pero decidió ignorarlo. Después de aproximadamente un par de semanas, comenzó a vomitar, toser, expulsar “mocos marrones y amarillos”, y a experimentar diarrea y dolor de garganta. Luego cayó en la cuenta de que cada vez que bebía Mountain Dew fuera de casa, la gaseosa tenía un sabor normal, mientras que las botellas de la heladera de su garaje siempre tenían el mismo gusto raro.
Fue entonces que decidió revisar las cámaras de vigilancia de la casa. Lo que vio lo dejó pasmado: su esposa, Michelle, de 47 años, manipulaba la botella de refresco, a la que agregaba contenido de un frasco de herbicida Roundup. Tras completar la operación, guardaba cada recipiente en su respectivo lugar.
De inmediato, el hombre hizo una copia del video y se la envió a alguien de su confianza, como prueba en caso de que muriera a causa del envenenamiento. También cambió su rutina, pero cada vez que ponía una botella nueva de Mountain Dew en el refrigerador del garaje, su esposa le echaba herbicida. El envenenamiento se prolongó por semanas. De hecho, la mujer gastó todo el herbicida y tuvo que comprar otro frasco.
Finalmente, el pasado 24 de junio el envenenado se decidido a acudir a la Policía. Llevó una grabación del día anterior, en la que se veía a su esposa contaminando la bebida.
La mujer fue detenida e interrogada. En un primer momento negó haber intentado envenenar a su esposo, y alegó que estaba combinando Mountain Dew con Roundup para probar una nueva receta de herbicida que había encontrado en Pinterest.
Obviamente los policías no le creyeron, y supusieron que una hipótesis más plausible consistía en que la mujer sencillamente iba detrás del medio millón de dólares del seguro de vida de su marido. O que tenía un romance con otra persona y quería quitar al esposo de en medio.
Sin embargo, cuando Michelle finalmente se decidió a confesar, reveló un motivo inesperado, algo que dejó a su esposo tan perplejo como sin duda quedó Gunnar ante las palabras de Hallgerd. Dijo que estaba enojada con su marido porque, meses atrás, cuando este cumplió 50 años, ella le organizó una fiesta de cumpleaños y él no se mostró para nada agradecido.
En su declaración, la envenenadora aseguró que no quería matar a su compañero, sino “ser mala” con él.
Curiosamente, cuando su esposo decía que no se sentía bien, Michelle le decía que probablemente tenía covid y le recomendaba que se mantuviera alejado de los nietos de ambos, pese a saber que los síntomas se debían al veneno que le estaba administrando.