Contenido creado por Gerardo Carrasco
Entrevistas

Opciones y adopciones

Entrevista con Carlos Muñoz

La reciente reforma del Código de la Niñez, habilita la adopción de niños por parte de parejas de concubinos, tanto hetero como homosexuales. Montevideo Portal habló acerca del polémico cambio con el sociólogo y docente universitario Carlos Muñoz.

12.08.2008 16:37

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2008-08-12T16:37:00-03:00
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Es profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, donde dicta cátedra de Sociología de la Cultura y Teoría Sociológica III. Sin embargo, su indumentaria y aspecto juvenil contradice ciertos estereotipos asociados a la imagen del catedrático.

En 1996 publicó un ensayo titulado El Uruguay homosexual, y es coautor de la serie de libros titulada El Uruguay desde la sociología.
En conversación con Montevideo Portal, Carlos Basilio Muñoz habló acerca de la polémica suscitada acerca de la reforma del Código de la Niñez, analizando dichos cambios y sus consecuencias desde una perspectiva amplia. Se refirió asimismo al rechazo que la nueva situación genera en algunas tiendas políticas, y diseccionó los argumentos más usuales a la hora de referirse al polémico tema de la adopción y el género.

En tu condición de sociólogo ¿cuál es tu postura acerca de la posibilidad de que parejas homosexuales puedan adoptar niños, y la polémica suscitada al respecto?
El de hoy es un tema que se inscribe en una situación más a largo plazo, y a este respecto parto desde el abordaje de los derechos humanos que hace Foucault. No creo que haya derechos humanos eternos, esperando a ser reconocidos, sino que en todo caso, al igual que cualquier otro objeto de discurso es una construcción contextuada. En los años setenta Foucault señalaba que vivíamos una explosión discursiva no sólo sobre la sexualidad, sino sobre la homosexualidad en general, reconociendo también que, si bien se hablaba más de sexo, ello no constituía necesariamente una liberación. El poder en las sociedades que él había descrito, se ejercía en buena medida a través de la represión de la sexualidad. Evidentemente este principio está cambiando, y es lógico que las sociedades se readapten, quizá, en una situación donde el modelo ya no es el hombre y el ciudadano, sino el consumidor. Creo que si pensáramos en un estado que hoy día quisiera imponer su poder sobre los cuerpos mediante la sexualidad, no lo haría reprimiéndola sino todo lo contrario. Más bien o utilizaría como un sucedáneo del Valium.

Si Foucault leyera los diarios de estos tiempos, probablemente se sorprendería mucho por los reclamos actuales de las comunidades homosexuales, como el entrar a la familia de manera legal mediante la adopción, e ingresar al ejército. Se preguntaría “pero, ¿quién quiere eso?” . Una vez le preguntaron su opinión acerca de las familias gay, y el repreguntó por qué reproducir instituciones ya existentes, en lugar de crear otras nuevas, como por ejemplo, la adopción de un mayor por parte de otro mayor, y no era una broma.

Creo que en la práctica se está dando una mezcla de ambas cosas, porque lo que se plantea es la extensión de un derecho que estas personas ya tendrían como heterosexuales, pero a los que aspiran como homosexuales Entonces venimos a darnos cuenta de que eso que durante mucho tiempo fue nuestro sentido común, es discriminatorio, sólo que antes no lo veíamos como tal.

¿No es curioso que la Iglesia apelara justamente al sentido común en este tema?
El sentido común es una negociación. Por eso cuando surge la famosa pregunta sobre qué cosa es la homosexualidad, resulta que la homosexualidad no es cosa alguna, sino lo que se quiera hacer de ella. En ese sentido, lo que hicieron por regla general las sociedades de occidente fue transformarla en una condición secreta. El propio Foucault puntualizaba al respecto que, si bien el sentido común indica que “homosexualidad y homosexuales han existido siempre”, en realidad viene a ser un invento muy reciente, del siglo XIX, con su moda de las clasificaciones científicas, que agregó a los diccionarios conceptos como necrofilia, y tantos por el estilo. Esto originó nuevos tipos de persona, y el homosexual pasó a ser una especie, con determinadas características. A esto Foucault lo denominó como “implantación perversa”.

Esta construcción está cambiando. Por un lado aparece la extensión de derecho que se pensaban sólo para heterosexuales, con lo que nos damos cuenta de que que hay clases de ciudadanos, ya que hay personas que pueden casarse con quien lo deseen y otras que no. La ciudadanía siempre fue sexual y sexuada. Empezando por el hecho de que las mujeres no votaban, hasta llegar a la actualidad, donde los problemas vinculados a esa condición sexual de la ciudadanía pueden ser más sutiles, pero siguen existiendo.

Por otro lado está la apuesta a lo otro que decíamos al principio, la idea de crear otras instituciones que se adapten a formas de vida que no tienen por qué ser iguales a lo establecido hasta hoy. Recuerdo el caso de un juez canadiense que tuvo problemas para fallar en un caso, donde una pareja de lesbianas quería compartir la tenencia de su hijo con el donante de esperma, que había sido un amigo de ellas. El problema era la falta de jurisprudencia al respecto. Por tanto, no se trata de desafíos planteados sólo por la sexualidad, sino por todo lo que tiene que ver con las nuevas tecnologías aplicadas a la reproducción, que crean situaciones nuevas. Se produce un enfrentamiento entre lo consagrado jurídicamente, y el estilo de vida de las personas.

Uruguay tuvo que entrar también en esa discusión, y está bastante bien visto internacionalmente, a pesar de que algunas regiones de Argentina y Brasil están más adelantadas que nosotros. Estamos mejor porque en nuestro país, cada vez que se sanciona una ley es a nivel nacional, no como sucede en los países vecinos, donde una norma estatal, o provincial, no se transforma automáticamente en federal.

Ante el planteo de la posibilidad de adopción por parte de homosexuales, algunos líderes políticos más conservadores, como el nacionalista Francisco Gallinal y sus correligionarios, esgrimen la constitución, alegando que “no toda unión es familia”. ¿Qué opinás sobre un argumento como ese?
Me parece bien que se ponga la constitución por encima de todo. De hecho, si hubiera prosperado su iniciativa de poner una cláusula donde se impedía expresamente a los homosexuales adoptar, ahí sí se hubiera violado la constitución, transformando la ley en anticonstitucional, porque se estaría hablando ya de clases de ciudadanos.

¿O sea que su propio argumento podría jugarles en contra?
Definitivamente. Tampoco creo que estuvieran sosteniendo un punto de vista conservador, sino más bien reaccionario, intentando volver atrás en un tema en el que la opinión pública, que fue muy reacia durante años, ya no condenaba. Incluso se cargó el peso de modo desproporcionado hacia el tema de la orientación sexual, en una ley que en realidad, en lo que a adopción respecta, simplemente se ponía al día, y en sintonía con leyes ya existentes, porque no proponía nada distinto que no fuera legal. De hecho no existía ninguna ley que prohibiera a los homosexuales adoptar.

En el caso de la unión civil para las parejas, se trataba de un proyecto muy grande, que no pretendía servir sólo para las parejas homosexuales, pero se hizo hincapié en esa condición, por eso entiendo que estuvieron manteniendo un punto de vista reaccionario. Algo por el estilo de lo que en el 2003 exhibiera Cotugno con sus afirmaciones. Curiosamente, Así como Foucault acusaba a la medicina de crear la homosexualidad tal como la conocemos, de forma discriminatoria, en esa ocasión fueron los médicos los que aclararon que Cotugno hablaba de enfermedad porque él no sabía lo que era una enfermedad.

Según se informó desde el Inau, hoy día ya existen parejas de lesbianas y de hombres homosexuales que tienen hijos adoptivos. Son casos donde el niño fue adoptado por uno de los miembros de la pareja, para luego convivir con ambos. ¿existen en Uruguay datos respecto a la cantidad de estos casos, y sus resultados?
Datos estadísticos en cuanto a cantidades, no los hay hasta el momento. En el año 2002 hubo una gran discusión en Estados Unidos con la Asociación Nacional de Pediatras, que es una de las mayores del mundo, lo que me pareció muy sano, ya que pienso que es una de las entidades a las que vale la pena pedirle la opinión, si se trata de defender los derechos de los niños. Yo no vi directamente los estudios que manejaban, pero sí pude leer los resultados en la revista que publican (Pediatrix). Ahí se señalaba que los hijos de parejas homosexuales tenían las mismas oportunidades en salud y vida en general que los hijos de parejas heterosexuales.

También se argumenta que la homosexualidad de los padres adoptivos podría condicionar la sexualidad de su hijo ¿Cuál es tu opinión sobre eso?
En realidad, si se pudiera dirigir la orientación sexual de las personas, no habría homosexuales, porque al menos en generaciones anteriores, todos los homosexuales nacieron en hogares heterosexuales, y fueron educados como tales. El presupuesto del que se partía decía que todo el mundo era heterosexual, a menos que tuviera “algo raro”.

Sin oponerse abiertamente a la adopción por parte de homosexuales, hay quienes desde una postura más moderada, entienden que tal vez no sea tiempo de instrumentar un cambio de tal magnitud. Esto es, aun reconociendo el derecho que tienen estas personas a adoptar, temen que esa adopción expondría al niño a una enorme discriminación, tanto en la escuela como en otros ámbitos, donde sería señalado como “el hijo de los gays”, o “el hijo de las lesbianas”. ¿Cuál es tu parecer al respecto?
Es cierto, a veces se encuentra gente que dice “no miremos los derechos del adulto sino los del niño, que podría pasar mal al ser adoptado por un hogar no tradicional”. Yo pienso que con eso no hay que transigir, porque sucedería lo mismo que con el tema de las madres solteras, donde aparece ese mismo argumento.

Por ejemplo, yo le preguntaba a los jueces cuándo se institucionalizaba a un menor infractor, o cuándo, por el contrario, se decidía aplicar medidas alternativas. Entonces se me decía que eso dependía de si tenía una “familia continente”. Básicamente, se fijaban si tenía padre y madre. Entonces ¿qué es lo que se mide ahí? Porque si a los hijos de madre soltera los institucionalizás sistemáticamente, luego podés decir que dentro de los menores que están dentro de las instituciones, la mayoría son hijos de esa clase de familias, de donde deducís, erróneamente, que esas familias ejercen una mala influencia sobre los niños, lo cual es falso.

Pienso que lo mismo podría suceder con los niños adoptados por parejas homosexuales. La extensión de ese argumento resulta muy peligrosa, porque permitiría pensar que los pobres tampoco podrían adoptar, sino sólo los ricos, porque podrían darle mejor estilo de vida en lo económico a los niños.

La adopción de niños por parte de parejas homosexuales es considerada un derecho en pocos países, aunque la cifra se incrementa paulatinamente. Bélgica, los Países Bajos, Suecia, Noruega, Sudáfrica, España, Canadá, Islandia, Reino Unido, Israel y en algunas regiones Estados Unidos.
Países como Dinamarca, Francia y Alemania, permiten la adopción del hijo del otro miembro de una pareja de hecho o unión civil.

España fue el primer país que estableció igualdad competa en lo referente a la adopción y matrimonio de parejas del mismo sexo, poseyendo legislación al respecto desde el año 2005.


Gerardo Carrasco/Montevideo Portal