El lugar de trabajo del médico Guido Berro no es, como algún adicto a CSI podría sospechar, una sala mortuoria de corte frankeisteiniano en la que se combinan los instrumentos quirúrgicos, camillas cubiertas y tubos de laboratorio. Su despacho, contiguo al living de su casa, está repleto de muebles artesonados, tapados de legajos y expedientes de un grosor que desalienta la sola idea de ponerse a trabajar.

Guido Berro no es un médico solemne e introvertido, oscurecido por años de trabajo macabro. Es un tipo amable y franco, con la sonrisa en disparador automático y un aire satisfecho y poco conflictuado. Tiene largas estanterías con libros dedicados a su especialización médica, entre los que se cuelan novelas de Graham Greene y Patricia Cornwell, la escritora que diera vida a la investigadora y médica forense Kay Scarpetta para beneplácito de los vendedores de best sellers de todas partes del mundo

Berro se retiró hace pocos meses del Poder Judicial, donde trabajó 36 años como médico forense, tomando parte en algunos de los casos más notorios de la historia criminal del Uruguay. Berro se recibió en 1979, luego de lo cual realizó un posgrado en medicina legal, hizo toda la carrera docente hasta llegar al grado 5 en la Facultad de Medicina y se transformó en el único médico legista en integrar la Academia Nacional de Medicina. Catedrático reconocido, fue también director del departamento de medicina forense, entre otras actividades que hoy en día lo mantienen tanto o más ocupado que en su pasado en el Poder Judicial.

Montevideo Portal conversó con Guido Berro sobre los pormenores de su profesión mitificada y deformada por el cine y la TV, así como su participación en los casos de Natalia Martínez, Pamela Silva, Pablo Goncalvez y Cecilia Cubas, entre otros asuntos que nos tocan de cerca a todos.

¿Cómo y cuándo decidió dedicarse a la medicina forense?

Yo ya era empleado judicial, y había empezado como administrativo muy de chiquilín. Estaba estudiando medicina, que siempre me había gustado, y cuando terminé la carrera opté por medicina legal, un poco influenciado porque ya estaba en el departamento judicial y otro poco por mi familia. Pienso ahora que quizá fue porque ya manejaba expedientes, me gustaban los casos y veía en la medicina forense un atractivo que iba por el lado científico y de la investigación. En aquel momento pensaban que estaba loco, porque en ese momento la medicina forense era muy pequeña...

¿La gente tiene una idea deformada de lo que hace un médico forense?

La gente suele confundir lo que es médico legista y forense. El forense es un cargo de funcionario del Poder Judicial, al servicio de los juzgados, y el legista es el que hace la especialidad en la Universidad. Es el especialista en la materia, que es la medicina legal. Después se podrá ser forense o no, pero una cosa es ser especialista y otra tener un cargo.

Sí, la gente piensa siempre en lo macabro, lo morboso, algo que está, pero nosotros nos dedicamos a tener otros objetivos: búsqueda de la verdad, asesoramiento al juez... lo otro queda en un segundo plano. El trabajo no es desagradable ni macabro sino lo contrario. Como decía un viejo profesor francés, Camilo Simenin, autor de una de las biblias de la medicina forense, "es una ciencia amiga de la verdad, auxiliadora de la Justicia". Claro que hay pericias que son muy fuertes, como las reautopsias, las exhumaciones, cuerpos que ya estuvieron sepultados. Ésas sí son fuleras de hacer, pero igual aún en esas uno busca, por ejemplo, un determinado proyectil, un veneno del que se sospecha o, por el contrario, comprobar que no tiene nada.

Estudio en escarlata

¿Cómo es un caso típico en el que lo llaman para trabajar? ¿Cómo es el paso por paso?

Los pasos clásicos, si nos referimos a pericias en muertos (porque el médico forense o legista tiene también muchas pericias en vivo, más que las otras) son los siguientes: la policía avisa al juez por denuncia de algún familiar o vecino o por indicios sospechosos, se le advierte al juez penal de turno, y el juez aclara que se va a constituir en la escena con su forense. No a todos casos se va, naturalmente. Hay ocasiones que en asiste la policía técnica. Cuando hay sospecha de homicidio, sin embargo, generalmente va el forense junto a su equipo, constituyéndose en el lugar. Ahí comienza la investigación del hecho o el encuentro, ya que el cuerpo pudo haber sido movilizado. Ese primer estudio es una pericia que se llama "levantamiento de cadáver", aunque no hay levantamiento ninguno. Viene del francés "levée du corps", que significa más bien "relevamiento. Es un estudio de la escena.

Ahí ya empieza conceptualmente la autopsia, ya que ésta, aislada del lugar del hecho, habla poco. Lo que más dice es un buen estudio del lugar del hecho. Como decía Lacassagne, médico legista y famoso criminólogo de principios del siglo pasado, nacido en Lyon, "las dos terceras partes de los crímenes se esclarecen por un buen levantamiento de cadáver", más que por la autopsia. El juez penal de turno, que tiene la noticia, le lleva los antecedentes a la policía mediante un memorándum con el recuento de lo que pasó, los testigos, las circunstancias del hecho. El cuerpo es llevado entonces al Instituto Médico Forense para que el forense haga la autopsia o reconocimiento.

No siempre se abre completamente el cuerpo en búsqueda de la causa de muerte, sino que muchas veces el forense lo deja afirmada como una muerte natural porque no se encuentra ni en el parte policial ni en el examen externo del cuerpo ningún indicio que lo haga pensar en muerte violenta. Asume un cierto riesgo, porque puede haber alguna lesión violenta que pase desapercibida en el examen externo, como la presencia de tóxicos.

¿Además del examen del cuerpo, hay un examen de la escena de la muerte?

Sí, es muy apasionante la investigación porque es muy científica y se comparte además con policía técnica, que tiene sus propios peritos. El médico se centra en el cuerpo pero va a compartir el resto de la escena con los expertos de la policía. Mira el alrededor inmediato al cuerpo y más alejado, buscando indicios de crimen, atentado o algún tipo de hecho violento, o la comprobación de que se trata de una muerte natural, suicidio o accidente. Se buscan manchas de sangre, tóxicos, pisadas, todo lo que se ve usualmente en las películas. El "dueño" de la escena es el juez, al que permanentemente le estamos refiriendo lo que encontramos o le realizamos sugerencias. Se forma una especie de relacionamiento juez-perito que tiene que ser permanente y muy bueno.

En ocasiones, el juez también nos pregunta si hay concordancia entre lo que un testigo declara y los hallazgos forenses, algo que se ve mucho en las reconstrucciones de hecho. Por ejemplo, si por la autopsia nosotros tenemos el dato de que el disparo que dio muerte a una persona fue de larga distancia y vino de derecha a izquierda, o de abajo hacia arriba, porque así habló el cuerpo. Como decía el ya citado Simenin, "el arte de la autopsia es hacer hablar al cadáver". Entonces en estos casos tenemos que compatibilizar con lo que dice el testigo.

Grissom busca empleo

¿Vio alguna vez CSI u otras series del mismo tipo, que han tenido tanto éxito basándose en el estudio forense?

Sí, me calientan bastante (ríe.) No, son buenas y no son irreales, pero allí se muestra como que son infalibles, y en Estados Unidos como en cualquier parte del mundo, muchos casos quedan sin aclararse. O en Europa, como el caso Madeleine Mc Cann. Y ahí parece siempre que se aclara todo con un pelo...

De todos modos, tienen veracidad y se nota que están bien asesorados. La mejor de todas esas, en realidad, es una que se llamaba Quincy Médico Forense (1976) Estaba muy bien hecha porque de hecho se basaba en casos reales del archivo de Thomas Noguchi, un médico forense que tuvo la casualidad de ser doctor en California en época de casos muy famosos, como el de Marilyn Monroe. Un tipo polémico, porque le vendió la autopsia a la revista Life por mucho dinero, lo que le valió un juicio.

Y con respecto a los instrumentales que usan, ¿tienen algún asidero?

Sí, claro, pero ojalá los tuviéramos acá. Es más rudimentario y a esfuerzo personal que se trabaja. Es Uruguay. Acá se adquieren destrezas y se inventa siempre, se suple con el ingenio. Ahora, si uno pudiera contar con todos esos equipos sería otra cosa, que es lo que da un poco de bronca.

¿Cree que fomentan una imagen incorrecta del forense?

Claro, da la sensación de que todo lo pueden con un solo pelo o una pequeña célula, y eso no es tan así. La otra cosa que transmiten es que hay una dedicación total y absoluta a un caso, cuando aquí tenés en simultáneo muchas cosas, entre los que hay casos comunes, además del ejercicio normal de la medicina. A eso le sumamos el multi empleo, la mala remuneración...
De todos modos, en medicina ese tipo de series ha provocado que haya mucho más interés por la materia forense, a nivel de posgrado. Antes eran muy pocos en la cátedra sobre médicos legistas y ahora hubo que limitarlo.

¿Cómo se prepara psicológicamente para un trabajo de este tipo, teniendo en cuenta que para mucha gente es difícil ver su trabajo como una rutina de todos los días?

Creo que nos hace bien no abandonar el resto de las actividades. No hacer en forma exclusiva esto, sino también dedicarse a otros ámbitos. Por ejemplo, la docencia en Facultad, que es muy estimulante, o mantener la medicina general. De cualquier forma, en otros países a un forense no lo mantienen más de cinco años haciendo autopsias. Lo rotan o le dan un año sabático en el que tiene que dedicarse a estudiar y escribir. Lo que pasa sino es que te podés "quemar", "insensibilizarte", pero acompañado de una serie de síntomas que alteran el carácter, el sueño, una serie de repercusiones psicológicas.

Historia del crimen

¿Recuerda el primer caso serio en que le tocó trabajar?

Recuerdo que en mi primer turno, le avisan al juez Juan Mariño Charlone sobre un caso particular en momentos en que yo estaba con el entonces director de la Morgue, Lorenzo Chapapietra, al que luego sucedí en el cargo. Yo era nuevito, tan joven que me había dejado bigote para aparentar más edad (ríe).

Fue un caso de un suicidio por parte de un enfermo mental que se abrió el abdomen con una hoja de afeitar. Se cortó el intestino, una cosa tan increíble que no volvió a pasar más. En la escena, estaba el cuerpo del hombre -que era bastante joven y con antecedentes de enfermedad mental- en un charco de sangre, con el abdomen abierto del que salía un poco el intestino: se había desangrado a sí mismo. La impresión era para todos de un homicidio terrible.

Sin embargo, de a poco fuimos viendo la escena: la casa estaba cerrada, no había robo, fue en su cuarto, estaba acostado (se veía que había sentado en la cama), cayó al piso. Pudimos encontrar la hoja de afeitar -de las antiguas, con filo de los dos lados- y comprobamos que se había cortado un poco la mano. Fue un caso único, que debimos llevar luego a interpretación del psiquiatra, con el que a veces se trabaja.

Se trataba de un paciente con esquizofrenia. Nosotros llamamos al caso el "harakiri", pero no porque fuera un suicidio por una cuestión e honor, sino que descubrimos que se había cortado porque sentía algo adentro del vientre, fuera el diablo o lo que sea que quiso sacar. Además en la inspección encontramos gran cantidad fármacos para el aparato digestivo, lo que comprobó que ya tenía antecedentes de dolores en el vientre.

¿Alguna vez se impresionó con algún caso, a pesar de que sean parte de su rutina laboral?

Hay muchos casos, algunos de los que uno no se puede olvidar nunca. Cosas que quedan grabadas definitivamente, o cosas que uno cree que olvidó y vuelven a la cabeza a veces cuando uno pasa por un lugar determinado.

Por ejemplo, el incendio en el Palacio de la Luz en 1993, cuando siete mujeres limpiadoras fallecieron. Se prendieron fuego varios pisos, y siete limpiadoras aparecieron en un cuartito. Se ve que quisieron escaparse o refugiarse y finalmente quedaron carbonizadas, fue un caso muy duro. Otro fue el de una familia en el barrio Sur en que una hermanita con su novio mata a los padres y la hermana.

Uno que me impresionó mucho fue una autopsia impactante que hicimos en el caso de una mujer que había aparecido muerta cerca de la estación de AFE. Nos trajeron el cuerpo y nos dijeron que lo habían encontrado en una volqueta en la calle Rondeau. Era una mujer de edad mediana, de la que salía por vagina un toquito, un pedazo de palo. Lo otro que se veía en el examen externo, que nos llamaba la atención, era un bulto en el hueco supra clavicular izquierdo, una protuberancia totalmente dura. Cuando hacemos el examen interno, descubrimos que el palo que yo te decía había sido introducido y llegaba hasta la clavícula, atravesando fondo de vagina, abdomen, diafragma y pulmones: había sido empalada. Como el palo tenía la punta roma no había generado orificio de salida. Ese caso, sin embargo, nunca se esclareció... son ese tipo de casos terribles que quedan impunes

La conexión paraguaya

Además de los innumerables casos de la historia criminal en los que se desempeñó, Berro participó también en dos episodios de importancia internacional que se produjeron en Paraguay. El primero de ellos fue el del secuestro de Cecilia Cubas, hija del ex presidente paraguayo Raúl Cubas. En febrero del 2004 su cuerpo apareció en un pozo de un metro de ancho debajo de una casa de Asunción, cinco meses después de su secuestro. Sus padres pagaron US$ 800.000 por su rescate, a pesar de lo cual Cecilia murió abandonada en su calabozo. El segundo de estos casos, vinculado lateralmente con el primero, fue la muerte del ex vicepresidente paraguayo Luis Argaña, asesinado por un grupo armado que se desplazaba en un automóvil. Del crimen fue sospechoso como autor moral el ex dictador Lino Oviedo.

¿Qué recuerda del caso de Cubas?

Bueno, fue todo medio secreto, no sé cuánto se puede decir. Recibí una consulta de José Vellasai, profesor de anatomía patológica, porque allá estaba muy en pañales lo que venía a ser el departamento de medicina forense. Vellasai, al que había conocido en algunos congresos, le había tocado ese caso y me hizo una consulta, por lo que al final tuve que viajar.
Se manejó todo con mucha discreción, pero yo coincidí con su diagnóstico e interpretación (Cubas murió por asfixia dos meses antes de que encontraras su cuerpo) Fue una consulta de colega a colega.

El caso de Argaña fue más complicado. Ahí el general Lino Oviedo y su gente decían que probablemente no fuera un atentado, que Argaña ya estaba muerto y que lo habían puesto en una camioneta para simular. Decían que ya era cadáver antes del supuesto atentado.

Lo que pasaba es que si había un asesinato se afirmaba que los probables responsables podían ser de la fracción de Oviedo. Por lo tanto, tuve que examinar todas las lesiones de Argaña para descubrir si eran vitales -en el sentido de hechas con vida- o si eran post mortem. Y pude concluir que estaba con vida en el momento en que le dispararon, ya que las lesiones tenían infiltrado sanguíneo. Cuando la persona es cadáver, la lesión es distinta, ya que no hay sangre que infiltre los tejidos. Finalmente, por suerte, y lo puedo decir con cierto orgullo, un senador oviedista manifestó que si yo había dicho que eran vitales tenía que asumir que era verdad.

La conexión fernandina

En los últimos años, dos casos de Maldonado causaron conmoción en la opinión pública y acapararon las portadas de casi todos los medios durante un buen tiempo. El primero de ellos fue la desaparición de la joven Natalia Martínez en Piriápolis en enero del 2007, caso no resuelto y que aún está bajo investigación. El segundo fue el de Pamela Silva, una niña de 11 años que fue violada y brutalmente asesinada en Maldonado por una persona cercana a la familia, quien la mató a golpes con un martillo y luego le clavó una estaca en el cráneo. Berro participó en ambas autopsias, aunque hoy en día, a tres años del hallazgo del cuerpo de Natalia Martínez, parece sentirse incómodo cuando se le nombran los hechos


¿Por qué cree usted que no se ha podido avanzar en el caso de Natalia Martínez, a tres años del hallazgo de su cuerpo?

Temo que en este caso te voy a defraudar porque es un caso abierto, del que prácticamente no podemos hablar A pesar de los tres años que pasaron, se sigue investigando desde el punto de vista policial y judicial. Nosotros dimos todo lo que pudimos dar e incluso hicimos una junta de muchos forenses, de Maldonado y Montevideo. Llegamos hasta donde pudimos llegar, pero en el caso se sigue trabajando, aunque yo no esté allí. A veces se nos llama para alguna ampliación, para ver si coincide lo que informamos con lo que están declarando los testigos, pero incluso en estos momentos hay gente realizando testimonios. Es una investigación que sigue a nivel policial, claro...

Pero con respecto a la autopsia que ustedes realizaron hace tres años, ¿no se pueden aportar datos?

Tú me preguntabas antes al respecto de qué se hizo mal o qué se pudo haber hecho mejor. Yo creo que se habló demasiado, y eso puede perjudicar cualquier investigación. Porque si yo te digo que al cuerpo no se le encontró la causa de muerte o que murió de tal cual manera, y todavía está suelto el autor del crimen, lo podemos ayudar a cambiar su testimonio en el caso de ser detenido. Le damos letra sobre cómo tiene que declarar para no inculparse. Por ejemplo, si yo te digo que el cuerpo estaba atado con tal material, eso es un dato precioso que no debe trascender, porque si después encuentran algún presunto autor, lo llevan al juzgado y le preguntan qué hizo con el cuerpo, si no sabe nada de lo ya investigado se puede pisar el palito él mismo.

¿Cómo pudo haberse filtrado información?

Yo creo que fue por buena voluntad de la gente en intentar esclarecer e informar y colaborar. No pienso que haya sido en forma malintencionada.

¿La escena policial no estaba muy contaminada, no perjudicó la investigación?

Es cierto que había muchísima gente, pero no creo que haya perturbado demasiado. Estaba la jueza, el fiscal y la policía tratando de que por lo menos el lugar más cercano al cuerpo no se perturbara. Nosotros, para que no ocurriera eso, tratamos de cercar el cuerpo -o lo que quedaba, porque estaba bastante descompuesto. Intentamos sacarlo en forma íntegra, excavando los alrededores y pasando bien por debajo una tabla, cosa de levantarlo -en este caso sí un "levantamiento de cuerpo- para traerlo a Montevideo y encerrarnos en su estudio. Ahora sí, en los alrededores, no sobre el cuerpo, había mucha gente, y pudo haber descoordinación en ese sentido, porque recuerdo que en un momento se esperaba que hubiera policía técnica de Montevideo, y después comenzó a llegar policía de otros departamentos, como Maldonado y Canelones. Eso es muy importante -no lo digo en este caos en particular porque no perturbó tanto- pero una regla de oro es el aislamiento de la escena y que entre sólo el equipo policial

¿Hubo conclusiones respecto a si hubo violencia sexual, o si había ingerido veneno o drogas?

Nosotros sacamos todas las muestras pero el procesamiento lo hace el departamento de toxicología del instituto. Los resultados los envía el juez directamente, pero no me pidas que te diga nada, porque no puedo. Es decir, algunos de mis colegas de la Junta hablaron, pero esto es una posición personal.

¿Y el caso de Pamela Silva?

En el caso de Pamela Silva, el juez Federico Álvarez Petraglia me llamó a ver si podían remitirme el cuerpo, porque no le conformaba totalmente lo que le había informado su forense en primera instancia, y tenía sospechas de que el cuerpo pudiera "hablar" algo más. Para no perturbar a la familia y el ambiente público al traer el cuerpo a Montevideo, yo me fui para Maldonado. Hicimos una reautopsia -que nunca son buenas, porque uno tropieza con el fenómeno de evolución de la descomposición y con lo que ya hizo el anterior forense- con los dos forenses que estaban allí, y la verdad es que aportamos algunas cosas más a lo que había hecho el primer médico.

Por ejemplo, el cuerpo confirmó la violación, porque encontramos rastros de violencia sexual, muy mínimos, pero el primer forense afirmaba que no había lesiones a nivel genital. Y es verdad, no había lesiones, pero pudimos, a través del pasaje de isopos, confirmar la presencia de semen. Y después hicimos una interpretación de los golpes en la cabeza y de las lesiones, de cómo podían haber sido, que fueron útiles al momento. Con lo primero se abrió una línea de investigación que terminó con el procesamiento del padrastro, que tuvo que admitir que había tenido relaciones con ella.
Cuando luego nos llaman, porque aparece un sospechoso al que le imputaban la muerte, el hombre finalmente confiesa y manifiesta cómo fue. En aquella ocasión el juez nos pregunta si concuerda con lo que habíamos encontrado y todo coincidía plenamente.... la misma forma del golpe y de la introducción de un trozo de madera en el cráneo.

¿Y en los casos de Pablo Goncalvez?

Mirá, ahí tenés un ejemplo de lo del filtrado de información. Ahí, en las muertes de Goncalvez, la fiscal vio un informe que yo había hecho con un dato muy preciso, en el que yo describía que determinada marca en el cuerpo de una de las chicas estaba hecho con un cordón redondo, pero no de tipo cinta. La fiscal me comentó luego que una de las cosas que le miró ella a Goncalvez, a la hora de declarar, eran los mocasines que tenía, que eran tipo náuticos con cordones redondos. Por lo tanto, inevitablemente asoció con lo que yo había informado. Después me preguntó si podía ser ese tipo de cordones y claramente podía serlo: no tendrá valor como prueba, pero por ejemplo, si hubiera salido en la prensa que el forense decía que las lesiones eran hechas con un cordón de mocasín, al juzgado Goncalvez unca hubiera ido con ese tipo de calzado.


¿Suele escucharse que Pablo Goncalvez no era responsable de todas las muertes que se le imputaron, y que de cierta manera aprovecharon para "colgarle" algunos crímenes no resueltos, ¿qué se deduce de su trabajo?

Hicimos una reconstrucción en aquel momento, y el doctor Wiliam Corujo (juez que tuvo la causa) era categórico en ese sentido: decía que había probanzas muy buenas y suficientes para achacarle las tres muertes. Había más en las de dos de los casos, el de Victoria Wiliiams y Andrea Castro, En el de Ana Luisa Miller no era tan claro, costaba más, aunque el modelo y la forma eran iguales: un feriado o domingo lluvioso, chicas jóvenes todas de la misma zona, todas de buen posición, con el mismo mecanismo de la muerte, que es lo que se juzga cuando hay un homicida serial, algo que se da generalmente en las grandes urbes. En Uruguay nunca habíamos tenido. Y además está el dicho de "muerto el perro se acabó la rabia". No hubo otros casos después que fue detenido.