Es por ello que desde hace 12 años participa en el directorio de la rama uruguaya de Endeavor , una organización que funciona en 25 países , dedicada a promover la creación de nuevas empresas y empleos como "una forma diferente de hacer crecer la torta". También es activo en YPO, Young Presidents' Organization y apoya a otras organizaciones en Uruguay de carácter emprendedor, como SocialLabs o Empresas B . Asimismo , en el Piso 40 del World Trade Center formaron un club de "inversores ángeles" para recibir propuestas de emprendedores que están buscando capital. Dedica también horas a "coaching" y asesoría a jóvenes emprendedores que intentan abrirse camino.
Esto es un resumen de la entrevista publicada en "Semanario Hebreo"
Ariel, busco un título que resuma tu trayectoria y me pregunto si acaso la presentación de emprendedor es la más adecuada. ¿Cómo lo ves?
Yo me identifico mucho con la palabra emprendedor, y eso yo creo que no es un título sino una actitud, las ganas de hacer, de innovar. Es algo que se lleva en el ADN de cada uno, es las ganas de hacer cosas, de probar, de arriesgar, las ganas de no quedarse con las ganas. Algunas veces a uno le va bien, otras no. Me quedó muy marcado, tuve la oportunidad de tener un encuentro con Olavo Setubal, el fundador del banco Itau, en San Pablo, ya en el final de su vida, una persona exitosísima desde todo punto de vista, y él decía que el único mérito de su vida era haber acertado el 51% de las veces y que su 49% de errores no era menor, sino relevante e importante.
¿Es imprescindible saber caer y saber levantarse después de la caída?
A nadie le gusta caer ni fracasar, nadie pasa buenos momentos cuando en algo no te va bien. Lo que pasa cuando tenés una actitud emprendedora es que muchas veces arriesgas sin considerar todos los elementos o todas las variables que pueden influenciar tu decisión. Entonces a veces muchas de esas variables aparecen, influencian y terminan creando un fracaso. A nadie le gusta cuando pasan esas situaciones, pero creo que es parte de, justamente, el ADN de ser emprendedor, porque si uno considerara todas las posibles variables que puede enfrentar cualquier proyecto -no solo los empresariales sino también a nivel personal o familiar-, probablemente uno no terminaría haciendo nada.
Me imagino que en eso puede incidir inclusive la idiosincracia de cada país, de la sociedad en la que uno vive.
Sin duda. Uruguay, por ejemplo, es un país poco emprendedor, poco ambicioso y extremadamente conservador. Si yo me siento en una charla de café a hablar de un proyecto que quiero hacer en determinada cosa, si yo planteo mi idea dentro de mi ámbito social -amigos, conocidos, referentes- lo más probable es que todo el mundo me termine tirando abajo la idea y diciéndome que eso no es posible. Es cierto que algunas cosas en este sentido han ido cambiando porque Uruguay se ha ido globalizando. De todos modos, si yo tengo la misma conversación en Israel o en Sillicon Valley, probablemente el tipo de feedback que reciba sea muy diferente, probablemente sea mucho más estimulante que el que reciba acá.
Imagino que un desafío no menor es encontrar el equilibrio entre emprender a pesar de los riesgos y ser irresponsable, no hay una fórmula sencilla.
No, por supuesto que no, es un arte, va mucho en el feeling o en el estómago, hay un punto que es ser emprendedor y otro que es ser irresponsable. Pero es un caso a caso, no hay una fórmula, definitivamente.
QUEDARSE EN LA QUEJA, NO LLEVA A NADA
Tu primer gran negocio, en Brasil, con la actitud apropiada, te marcó para siempre. Los detalles van aquí, aparte. Fue una lección ¿verdad?
Sin duda. Aquello me marcó, fue fundamental para mi camino. Si vos recibís un email mío vas a ver que abajo está mi firma, que tengo configurada en mi mail, y debajo de mi firma está la frase "Life rewards action", la vida recompensa la acción. Esa frase no la tengo ahí por casualidad ni para transmitirla a los receptores del mail sino para leerla yo mismo cada vez que escribo un mail, para tener siempre claro cuál es el rumbo y la actitud. Como todo ser humano, también yo tengo mis días buenos y mis días que no lo son tanto. Pero lo que siempre tengo claro es que si me quedo en la queja, me quedo en el problema o en el lamento, no voy a hacer nada. Todos los grandes logros que he tenido en la vida han sido producto y resultado de tomar el toro por los cuernos y decir: "Bueno, tengo esta situación, enfoco este problema y tomo las acciones necesarias para poder avanzar". Algunas cosas me han salido muy bien y otras no me han salido, pero por lo menos lo intenté. En mi oficina en San Pablo había mandado pintar en portugués una frase con el mismo objetivo que tiene la que acompaña mi firma en los mails: "Muchos hombres tienen grandes sueños, pero muy pocos se quedan despiertos y los ejecutan".
EL ORGULLO FAMILIAR
¿Sentís que tu familia es parte de tu éxito?
Sin duda, la familia es parte de eso. Acabamos de cumplir 25 años de casado con Rosario. Y siento que tengo la bendición de haberme casado con una mujer maravillosa. Más allá del amor, que obviamente es relevante e importante- y yo me casé pensando en que eso sea para toda la vida-, el tema es que mi mujer me entiende y es parte de todos mis procesos. Es que otra de las cosas que le agradezco a la vida es que me ha permitido hacer siempre las cosas que a mí me gustaban. O sea, todos mis trabajos, todo lo que yo he hecho han sido cosas en las cuales les he puesto gran pasión y lo he disfrutado y lo continúo disfrutando muchísimo. Entonces cuando estoy a veces a las 3 o 4 de la mañana trabajando ni mi familia me pasa una factura por eso, ni yo tampoco me la paso a mí mismo porque lo estoy haciendo con gusto y con placer. Nadie me obliga a mí a estar a las 3 o 4 de la mañana trabajando, pero si lo estoy haciendo...
Esto no es cuestión de workoholic, sino que amás lo que hacés.
Claro, es disfrutar lo que uno hace. Si eso implica que me tengo que quedar hasta las 3 o 4 de la mañana trabajando, lo hago con gusto y con placer. Muchas veces me quedo hasta horas más tarde en una fiesta, y bueno, para mí es una fiesta estar disfrutando. Es disfrutarlo al mismo nivel. Así como a veces me puedo pasar el fin de semana entero trabajando, o trabajando en horarios no habituales para el que está acostumbrado a ir a la oficina de 9 a 17 horas, o ese estilo de vida, también me puedo dar el lujo al contrario, de decir un martes o un miércoles: "Hoy no trabajo porque no estoy con la cabeza tranquila para hacerlo, porque quiero hacer alguna otra cosa que en su momento tiene un poco más prioridad que el estar trabajando". ¿No?
¿Esto tiene también que ser un proyecto de educación en la familia, para los hijos? O sea, te es importante, me imagino, transmitir esa actitud ante la vida a tus hijos. En eso debés comulgar con tu esposa.
Sí, pero con algunos límites. Y el límite es respetar la idiosincrasia de los hijos. O sea, no porque yo tenga pasión por el emprendedurismo significa que ellos tienen que tenerla. Lo cual no significa que de alguna forma ellos se terminen contagiando por la convivencia o por los diálogos en común. Están las propias situaciones emocionales vinculadas a la experiencia de los hijos. Un hijo, obviamente, cuando está pasando por la adolescencia, está en rebeldía y todo lo que hacen sus padres está equivocado y está mal por definición. Yo respeto muchísimo la idiosincrasia personal de cada uno de mis hijos, en hacer con su vida lo que a ellos mejor les parezca, por el mismo criterio, porque tienen que arriesgar, ejecutar, sacarse las ganas. No es que tienen que seguir lo que están haciendo sus padres, que encuentren su propio camino. Si de alguna forma yo después los puedo ayudar, encaminar o apoyar, lo haré con el mayor placer. Lo hago con el mayor placer.
Recordame las edades de tus hijos.
Tengo tres hijos: Daniela, Gabriel y Micaela, 23, 21 y 19 años. Los tres están estudiando, dos de ellos lo hacen afuera en estos momentos, y están recorriendo sus primeros caminos. Obviamente que yo comparto mucho con ellos todo lo que hago, los aciertos y los fracasos, siempre les recomiendo leer determinados libros -a veces los leen, a veces no-, les recomiendo ver determinadas charlas -a veces las miras, a veces no-. Durante una época en la que estaban viviendo los tres acá teníamos una costumbre familiar que era todos los miércoles de 8 a 9 de la noche -y era ese horario, porque fue el único que logramos conciliar todas las agendas de los cinco- una hora en la cual todos juntos mirábamos una charla, una conferencia por televisión. Que a veces podía ser una charla TED, a veces eran conferencias de otros congresos, íbamos eligiendo material de acuerdo a determinados criterios. Obviamente, la mayoría de las veces las elegía yo esas charlas. Y la propuesta era reunirnos los cinco y ver esa charla. Habíamos marcado una hora porque las charlas generalmente duran 20 minutos, media hora o 40 minutos. A veces, si eran charlas cortas de 15 o 20 minutos, en algunos casos veíamos dos...
Para poder discutirlas.
Sí. Y después el debate era opcional. El tema era verlo, después si queríamos comentar, seguíamos el debate y lo comentábamos, y a veces no, porque otros tenían algún compromiso, o no tenía ganas o humor. Esa es una experiencia que, mientras duró, porque ellos se fueron a estudiar afuera, fue muy enriquecedora y muy didáctica, porque no era lo que el padre o la madre estaban diciendo, sino que éramos los cinco aprendiendo juntos de alguien, supuestamente un experto en algún área relevante.
ORGANIZACIÓN DE PRIORIDADES
¿Se te ocurre algún buen consejo para compartir con los lectores?
Haría un último apunte sobre el tema de las metas que uno se plantea. Hay que asumir que uno no puede hacer todo, por más que le gustaría, y que es relevante definir lo que es relevante para uno y lo que no lo es, lo que puede ser colocado en una lista de las cosas que le hacen a uno la diferencia.Y no estoy hablando de diferencia económica, sino en términos de felicidad y de satisfacción por estar haciendo lo que a uno le gusta.Y otra lista que tenga todo lo demás, donde va lo que si uno puede lo hace y si no, no pasa nada. A mí me llevó mucho tiempo tener la claridad para este tipo de cosas y saber dónde tengo que poner el foco y la prioridad y dónde tengo que poner mi tiempo más importante del día, en comparación con la situación previa, en la que tenía, como la mayoría de las personas, mi lista de cosas para hacer, donde cada renglón tenía la misma importancia que otro. Yo durante mucho tiempo era reactivo, me llaman de la oficina que hay un problema, solucionarlo, me llaman mis hijos que precisan tal cosa, me ocupo, me llama mi esposa por tal situación, me ocupo de eso, lo mismo si me piden una reunión de coaching o mentoría. Todo tenía la misma importancia y lo trataba de hacer todo con la mejor voluntad para ir tachando las cosas en la lista, pero a su vez se iban sumando más.
Suena frustrante.
Por supuesto. Me pasaba mucho que llegado el final del día yo decía: No hice nada y me llevó todo el día, cuando el "no hice nada" se refería a las cosas que para mí son relevantes, no digo que el resto no lo fuera. Después de mucho tiempo logré estructurar mi agenda con esa visión y me ocupo primero de las cosas que son importantes y relevantes para mí y después de todo el resto, que si lo puedo hacer, genial, si no, bueno, se pasa para el día siguiente o la semana siguiente, no pasa nada. Muy vinculado a esto está el tema de poder definirse metas muy concretas y específicas. Creo que la clave de eso es realmente... Hay un ejercicio que estoy haciendo, con muy buenos resultados, que es escribir las metas, porque cuando uno las piensa o promete que va a hacer algo se pierden, pero si uno se plantea metas específicas y logra escribirlas... Es lo que yo hago, escribo la meta, planteo un plan de acción para esa meta y trato de hacer un seguimiento semanal del estatus de esa meta. Creo que de esa forma se logran cosas muy relevantes, concretas y satisfactorias.
Una lección de vida.
Además las metas siempre me las planteo a nivel personal, empresarial y familiar. Estoy tratando de ir concretamente atrás de cada una porque si termina tal período y yo logré esto o aquello, me voy a sentir muy feliz. Ser el capitán de tu propio barco en vez de dejarse llevar por la corriente.
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