El senador Jorge Larrañaga (57) recibió a días atrás a Ana Jerozolimski, columnista de nuestro portal e integrante del Semanario Hebreo, para dialogar sobre sus planes, su visión del país, los temas que le causan alegría (y también aquellos que le resultan dolorosos), explicando de dónde viene y adónde va.

El siguiente texto es un resumen de la entrevista completa, publicada en "Semanario Hebreo", cortesía de la periodista Ana Jerozolimski.

-¿Cómo se siente estos días? ¿Cómo lo va tratando la campaña?


Con la energía que da el entusiasmo y el convencimiento, con la responsabilidad que nos impone la confianza de quienes nos acompañan.

- Hasta el mes de junio, el "campo de batalla" es la interna... Las cifras han ido cambiando. ¿Cómo ve el cuadro interno?

Somos hijos de las urnas y nos exponemos a ellas con confianza. Lo que importa es el empuje del Partido Nacional de cara a la elección nacional.

-Siempre me pareció problemático lo de la elecciones internas porque uno tiene que mostrarse como mejor que el candidato alternativo y luego se le pide a la ciudadanía que dé el voto al Partido Nacional, independientemente de quién haya ganado la interna. ¿El hecho que haya diferentes lemas no puede confundir al ciudadano?

No, no genera problemas, máxime cuando hemos construido una cultura de internas. La primera en 1999 fue una interna tremendamente dura dentro del Partido Nacional, pero esta es la tercera interna en la cual participo directamente como candidato. Fui candidato en el 2004 del partido con el 35%. En el 2009 perdí frente al Dr Lacalle Herrera y ésta es la tercera. Creo que hay que cuidar los equilibrios y el respeto por los compañeros porque es la forma de preservar el partido. Siempre he sostenido que la gente no puede confiar en un partido cuyo integrantes se pelean, se enfrentan y se dividen y esto para mí es central expresarlo y es por esto que procuro aportarle a esta campaña las diferencias que podamos dar, pero en el entendido que el primero de junio vamos a estar juntos.

- ¿No le pasa que en algún momento, en ocasión de algún pronunciamiento, hoy del Dr. Lacalle Pou o en otro momento de otro, que escucha un discurso y se dice: "ese no es el Partido Nacional que yo quiero"?

Uno puede tener diferencias. De hecho, las diferencias abonan y justifican las distintas postulaciones dentro de nuestro partido. Yo creo en nuestro proyecto político. No creo que sea excluyente ni superador de todos los demás porque si no sería una pretensión de soberbia que no me podría permitir. Creo que el proyecto de nuestro partido lo procuramos defender desde todos los sectores del nacionalismo, más allá de las diferencias que podamos tener, de los matices que podamos exponer. Me parece que, por encima de cualquier cosa, lo que tiene que primar es la unidad. Por lo tanto, muchas veces no digo exactamente todo lo que pienso.

-Esta es una revelación interesante, porque el político tiene que saber "aguantarse" en muchas situaciones, especialmente en campaña.

Sin duda. Hay que tener la precaución como dice aquel viejo dicho: uno es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios. Con 57 años, soy una persona que estoy aprendiendo más todos los días a ser dueño de mis silencios, más que esclavo de mis palabras.

¿Por qué yo?

-¿Por qué considera que la ciudadanía debería optar por Jorge Larrañaga? ¿Podría resumirlo en pocas frases?

Tenemos un proyecto colectivo, nacional, respaldado por un equipo de hombres y mujeres, de propuestas para mejorar la educación, la seguridad, la salud que, a pesar del crecimiento económico de los últimos diez años, están peor que antes.

Con la actitud de recuperar un sistema de valores devaluado, donde no se estimula el espíritu de trabajo y superación. Ese es quizás el desafío fundamental. Revertir el proceso de relativismo moral, donde todo parece dar lo mismo.

Tenemos un proyecto genuinamente productivo, integrador, que busca el equilibrio entre Montevideo e interior; inclusivo, humanista y solidario.

El país necesita tener rumbo, guía, recuperar el sentido de orden, ejerciéndose el sentido de autoridad. Sentimos que podemos asumir ese compromiso.

-¿Sería malo para el país que ganase Lacalle Pou? ¿Cree que hay diferencias sustanciales entre ambas propuestas?

El país necesita un gobierno del Partido Nacional. Pertenecemos, ambos, a una colectividad de casi 200 años. El partido es más importante que las personas. En modo alguno puedo contestar en forma afirmativa su pregunta. Las diferencias, los énfasis, los equipos que respaldan cada una de nuestros proyectos, no tienen el alcance de divergencias que existen en el seno mismo del Frente Amplio por ejemplo.

Ganar y gobernar

-Usted ha dicho que el Partido Nacional está pronto para ganar y gobernar. ¿Realmente siente que esto es factible? ¿Siente que es un horizonte que siente que puede tocar?

El Partido Nacional está pronto. Pronto para ganar y gobernar. Las agujas de las encuestas han comenzado a marcar lo que sentimos en nuestras permanentes recorridas por el país: la ciudadanía espera un cambio, y la esperanza de cambio es la que encarna nuestra colectividad política.

- ¿No le asusta también un poco pensar en la eventualidad que sea presidente de la República?

Me tocó ser intendente con 32 años. Era algo que nos imponía una enorme responsabilidad. Manejar expectativas, ilusiones, respuestas, demandas y mucho más.

Hoy sentimos que tenemos la experiencia y el temple para asumir el desafío de la presidencia. Venimos con este proyecto nacional desde 1999. No es temor lo que nos toca sentir en este momento. Es ilusión y compromiso lo que nos impulsa.

Cambiar lo que está mal

- Si usted ganara la presidencia del Uruguay...¿podría tomar los logros del FA como base para seguir adelante o cambiaría cosas de raíz?

No somos ni refundacionales ni restauradores. Lo que se ha hecho bien se debe continuar. Lo que está mal, cambiarlo. Es la política de sensatez, de la inteligencia aplicada a la gestión. No tenemos una visión extremista. La política de seguridad se cambia totalmente por ejemplo.

- Quizás habría sido mejor preguntarle antes cuál es el balance que usted hace de la gestión del gobierno de Mujica. ¿Ve luces y sombras, aciertos y no solamente errores? Es que usted ha dicho que el FA tiene al país en un desorden perfecto, que "estamos frente a un verdadero show del caos". ¿Realmente cree que no hicieron nada bien?


No he dicho que no ha hecho nada bien. No somos necios. Pero para hacer las cosas bien está el gobierno. Nosotros tenemos que marcarle las falencias, los errores, y también las alternativas. Eso hemos hecho. Hemos expresado sí que ha dominado la desprolijidad, el desorden, la falta de eficacia y eficiencia. Con oportunidades desaprovechadas. Repito, tuvimos la década de mayor crecimiento económico y hemos recogido los peores resultados en seguridad, educación, deterioro de la escala de valores. Pero también señalamos el camino de alternativa, el rumbo que se necesita.

No sólo político

- Cuando se participa en una elección y no se sale electo, ¿qué es lo que empuja a intentarlo nuevamente?

Una enorme e inquebrantable voluntad que tengo heredada de mi madre, aprendida de mi padre, por la que siempre me permití reafirmar un concepto que para mí es muy fuerte y que lo he dicho muchas veces: no hay derecho a salir y no llegar. Lo experimenté en 1997 cuando fui a caballo a Asunción del Paraguay, 1280 km, 23 días de marcha, durmiendo a la intemperie con 22 paisanos de mi pueblo porque queríamos tributarle un homenaje al mejor de los uruguayos, al jefe Artigas allá en el lugar de su última morada, y la fuerzas flaqueaban y siempre salía eso que "cuando se sale, se llega". Es lo que le digo a mis hijos: ustedes cuando salgan a un lado, tienen que llegar. Es el imperativo y es lo que me permite levantarme al otro día, imaginariamente golpearme la ropa, sacarme los polvos de la derrota y seguir.

- ¿De dónde proviene el apodo de "Guapo"?

Me dicen desde gurí chico, de mis tiempos de haberme criado en el hipódromo San Félix de Paysandú, del que mi padre fue fundador y presidente durante 25 años. Yo con cinco o seis años estaba en los studs y me quedaba solo en los hipódromos con cuidadores de caballos, con peones, con jockeys y dos por tres bandideaba, dejaba abierta la puerta de algún stud, tiraba algún tarro- cosas de niño - y por eso me ligaba algún alpargatazo. Entonces yo me ponía en pose de pelea, pero nunca le contaba a mi padre porque si no, tenía ración doble. De ahí salió el apodo de "El Guapo" que se conocía exclusivamente en el ámbito del hipódromo. Mi padre, cuando yo tenía diez años le puso a un caballo el nombre "El Guapo".Me quedó y se hizo nacional en función de mi actividad política.

- A veces esos sobrenombres crean problemas de imagen a los políticos ¿no?

Lo que pasa es que yo tengo una fama de ser una persona firme, de voz gruesa, gritona y si encima le agregás el apodo de "Guapo", creás un personaje rústico que también se termina agravando muchas veces por el hecho que en la entrevistas, fundamentalmente televisivas, hay tan poco tiempo que tenés que apurarte y decir mucho en poco espacio. Entonces salgo serio. Pero en realidad soy una persona que me río permanentemente, soy hombre de chanzas.

Política, padres e hijos

- ¿Qué es lo que más le motiva a dedicarse a la actividad pública, qué le inspira?

A mí hay cosas que me marcaron de niño. Nunca me voy a poder olvidar de la imagen grabada cuando tenía diez años y mi padre sale representante, diputado por el departamento de Paysandú. Esa mañana llegan algunas centenas de personas a la casa de mi padre y se produce una enorme manifestación de afecto, de vivas... y me impactó. Al otro día le dije a mi padre: "papá, yo voy a ser político".

- ¿Recuerda qué le respondió?

"Será lo que tú quieras que sea". Trabajé siempre en la actividad política. Cuando tenía 15 años, en el 71, hicimos la campaña electoral con Wilson Ferreira. Nos enamoramos de aquel caudillo fantástico que impregnó a generaciones y sigue viviendo en la evocación cotidiana, permanente y eterna de tantos uruguayos... y trabajamos mucho.

De acusaciones y mentiras

- Senador, la familia es un marco que apoya e inspira, y en su caso, también ha surgido en otros contextos de acusaciones en su contra. ¿Cómo vive un político cuando se le mancha el nombre?

A mí no se me mancha. Nadie puede manchar lo que no tiene la posibilidad de hacer. Nadie puede manchar con mentiras. La mentira no mancha, simplemente acusa y uno soporta porque sabe dónde está la verdad, sabe cuál es la construcción de esa verdad y sabe cuáles son los hechos.

Yo soy divorciado y tengo una relación excepcional con la madre de mis tres hijos a quien ayudo permanentemente, con quien converso permanentemente. Es una estupenda profesional de la educación, una mujer extraordinaria a quien le tengo un enorme cariño .Pasamos una vida juntos. Por lo tanto, a mí no me mancha.

- Pero sí le hieren, me imagino...

Simplemente, son los cascarones de las heridas que dejan las batallas políticas hechas sobre la base de los infundios, de las mentiras repetidas, de los fuegos que intentan avivar cada tanto a ver si se puede reflotar esa suerte de leyenda. Yo miro hacia adelante porque mis hijos saben dónde está la verdad; ellos me defienden, lo han hecho en forma increíblemente valiente hasta en esa lucha que se genera en Facebook donde han callado a muchos simplemente por medio de las palabras, el razonamiento y la expresión.