Por The New York Times | Kate Zernike
Durante las décadas en las que el fallo en el caso de Roe contra Wade era ley en el país, los grupos defensores del derecho al aborto buscaron reforzar el apoyo a este declarando que: “El aborto es un tema de salud”.
Pero no fue sino hasta ahora —dos años después de que la Corte Suprema eliminó el derecho constitucional al aborto y a escasos seis meses de la elección presidencial— que el lema cobró relevancia en la realidad.
La conversación pública sobre el aborto ha evolucionado para convertirse en un diálogo colectivo sobre las complejidades del embarazo y la reproducción, conforme las noticias muestran las consecuencias de las prohibiciones en todo el país. La cuestión ya no es si puedes practicarte un aborto, sino: ¿puedes hacerlo si las complicaciones del embarazo te provocan un choque séptico? ¿Puedes encontrar un obstetra cuando muchos están abandonando los estados que impusieron prohibiciones? Si sufres un aborto espontáneo, ¿el hospital te va a mandar a sangrar a tu casa? ¿Tu pareja y tú pueden hacer una fecundación “in vitro”?
Ese cambio ayuda a explicar por qué un porcentaje histórico de estadounidenses se declaran votantes de un solo tema y ese tema es el derecho al aborto, sobre todo entre electores negros, demócratas, mujeres y personas de 18 a 29 años. Cada vez más mujeres republicanas opinan que la oposición de su partido al aborto es demasiado extrema, y los demócratas usan el tema en sus campañas luego de haberle huido durante años.
“Cuando se dio el veredicto del caso Dobbs, les dije a mis amigos —medio en broma, pero no tanto— que los estadounidenses estaban a punto de ser testigos de un seminario extenso de obstetricia”, comentó Elaine Kamarck, investigadora de la Institución Brookings, en referencia a la decisión de la Corte Suprema que revocó el fallo en el caso de Roe contra Wade.
Los opositores al aborto sostienen que las historias sobre mujeres que enfrentan complicaciones médicas son exageradas y que las mujeres que de verdad necesitan un aborto por motivos médicos han tenido acceso al servicio mediante excepciones a las prohibiciones.
Sin embargo, una encuesta de abril reveló que el 46 por ciento de los votantes registrados había escuchado historias de mujeres que se vieron obligadas a cruzar fronteras estatales para practicarse abortos que necesitaban debido a complicaciones en su embarazo, una cifra 11 puntos mayor que la de septiembre. En el último caso de aborto que se presentó ante la Corte Suprema, magistrados de ambos extremos del espectro ideológico presionaron a los abogados de Idaho para que explicaran cómo el estado fue capaz de negarle el procedimiento a una mujer que tenía una hemorragia incontrolable luego de que se le rompiera la fuente antes de tiempo.
La campaña de Joe Biden envió a seis mujeres a estados indecisos con el objetivo de movilizar a los votantes en relación al segundo aniversario del fallo que revocó la sentencia del caso de Roe contra Wade, que será el lunes: a cinco de ellas se les negó el aborto luego de sufrir un choque séptico, quedar inconscientes, padecer un aborto espontáneo o descubrir un feto sin cráneo; la sexta no pudo concretar sus planes de tener un segundo hijo mediante la fecundación “in vitro” luego de que un dictamen de la Corte Suprema de Alabama provocó el cierre de estas clínicas en el estado.
Tresa Undem, que realiza encuestas sobre el aborto desde hace 25 años, estimó que antes del fallo de la Corte Suprema en el caso Dobbs contra Jackson Women’s Health Organization, el caso que revocó el de Roe contra Wade, menos del 15 por ciento de la ciudadanía consideraba el aborto un tema de relevancia personal, se trataba solo de las mujeres con capacidad de embarazarse y que optarían por el aborto.
“Ahora se trata del embarazo, y todo el mundo conoce a alguien que tuvo un bebé o quiere tener un hijo o planea embarazarse”, señaló. “Es un tema profundamente personal para una mayoría de los ciudadanos”.
En las encuestas y grupos de diálogo de Undem, los votantes relacionan el aborto con preocupaciones de seguridad, salud y atención médica. El 73 por ciento de los votantes independientes que apoyan el derecho al aborto comentaron que las historias sobre mujeres que casi mueren como consecuencia de estas prohibiciones afectarían su voto.
“Antes, la gente hablaba de cómo los políticos intentaban controlar nuestros cuerpos”, recordó Undem. “Ahora, se plantea cómo estos políticos no tienen ningún derecho a intervenir en estas decisiones médicas, puesto que no tienen conocimientos médicos, redactan estas leyes y no las fundamentan en la ciencia ni en la salud”.
Por lo general, los estadounidenses no tienen claros los detalles del proceso de reproducción. Cuando Undem les preguntó a adultos en una encuesta realizada en agosto de 2020 si era verdad que “a la mayoría de las mujeres les viene su periodo el primer día de cada mes”, el 75 por ciento respondió correctamente —que eso es falso— pero un impresionante 21 por ciento dijo “no estar seguro”. Dos meses después del fallo Dobbs, el 22 por ciento de los adultos admitieron no estar seguros de si los huevos dentro de los ovarios de las mujeres tenían cascarón (no, no lo tienen).
Aunque en este momento millones de mujeres no tienen acceso al aborto, sobre todo aquellas de escasos recursos, las que quedan embarazadas sin desearlo pueden usar pruebas caseras que les permiten confirmarlo con anticipación y pueden pedir pastillas abortivas en línea.
Sin embargo, las mujeres que padecen complicaciones en el embarazo enfrentan nuevos retos. Antes de que el veredicto del caso Roe contra Wade legalizara el aborto a nivel nacional en 1973, la ley era más permisiva con respecto a los que se consideraban “abortos terapéuticos”. Los médicos, a menudo en consultorios privados, tenían permitido usar su criterio de buena fe para practicarlos. Hasta la Convención Bautista del Sur respaldaba el aborto en casos de deformidad fetal grave o cuando la salud física o mental de una mujer estaba en riesgo.
Ahora, el riesgo de ser enjuiciados, las multas de 100.000 dólares y la pérdida de licencias médicas han generado temor en los médicos y los sistemas hospitalarios al momento de atender a mujeres con complicaciones del embarazo. En algunos estados, casi siempre son los abogados quienes terminan tomando estas decisiones.
“La gente está empezando a darse cuenta del alcance de las repercusiones, más allá de los llamados ‘servicios de aborto’”, mencionó Nisha Verma, especialista en planificación familiar compleja en Georgia y miembro del Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos que ha testificado ante el Congreso.
En Georgia, indicó Verma, más personas se oponían a la prohibición del aborto a las seis semanas de gestación que impone el estado cuando se enteraban de que esto equivalía a dos semanas luego de la fecha en que debía llegar el periodo de una mujer promedio, no seis semanas tras la concepción, como creía su propia pareja. Verma señaló que algunos votantes creían que esas seis semanas se contaban a partir de que la mujer se enteraba de que estaba embarazada.
“No queremos que solo ciertos abortos se consideren justificados”, comentó Verma. Al mismo tiempo, agregó: “El lema de ‘mi cuerpo, mi decisión’ que usamos durante mucho tiempo, no funcionó. El mensaje histórico de nuestro movimiento tiene su lugar, pero puede ser muy polarizador para las personas que tienen dificultades con la complejidad del aborto, que son la mayoría de los estadounidenses”.
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