Por The New York Times | Tommy Trenchard
Era una noche sin luna en el desierto del suroeste de Sudáfrica y Avrill Kaffer acababa de cerrar una venta cuando unos vehículos con luces parpadeantes salieron de la oscuridad y un agente de la Unidad de Robo de Valores y Especies en Peligro de Extinción saltó de detrás de un arbusto cercano y le ordenó que se tirara al suelo.
Para cuando Kaffer se dio cuenta de que le habían tendido una trampa, ya estaba esposado. Mientras veía lo que pasaba, unos oficiales de la policía procedieron a abrir las ocho cajas grandes de cartón que llevaba.
Dentro, encontraron miles de plantas pequeñas, cafés, como bolitas de masa —conofitos, nativas de esta parte de África— que evidentemente acababan de ser extraídas del suelo.
Los conofitos, un género de plantas con flores que consta de más de 100 especies —incluidas varias catalogadas como en peligro de extinción—, son las últimas víctimas de una oleada mundial de caza furtiva de suculentas impulsada por la creciente demanda de coleccionistas y aficionados de todo el mundo, pero especialmente de China y Corea, según los expertos.
Sudáfrica alberga aproximadamente un tercio de todas las especies de suculentas, según el Fondo Mundial para la Naturaleza, y los expertos afirman que esta oleada de caza furtiva supone una grave amenaza para la biodiversidad.
“Los conofitos ahora son de lo más popular”, dijo el capitán Karel Du Toit, el oficial detrás de la emboscada que condujo a la detención de Kaffer. Du Toit, él mismo un ávido admirador de conofitos, dijo que antes pasaba la mayor parte de su tiempo investigando casos de ganado robado, pero, desde 2018, la lucha contra la caza furtiva de suculentas se había convertido en un trabajo de tiempo completo.
“El 80 por ciento de esos son casos de plantas”, dijo ya en su oficina señalando una pila de archivos de casos apilados en el suelo junto a su escritorio. “El problema se está volviendo enorme”.
Las suculentas, que antes en Sudáfrica se consideraban plantas para los pobres, se han puesto de moda a nivel internacional en los últimos años, ya que son apreciadas por sus extravagantes y esculturales formas y por el hecho de que requieren relativamente poco mantenimiento. Una búsqueda de #Suculentas da lugar a más de 12 millones de resultados en Instagram.
La pandemia de COVID-19 ha impulsado una industria de plantas de interior que ya estaba en auge, y los centros de jardinería han informado de un notable aumento de las ventas de plantas de interior desde que se impusieron los confinamientos en muchos países en 2020.
La pandemia también ha cambiado la forma de operar de los cazadores furtivos de suculentas, según las autoridades. Hace unos años, las personas que Du Toit y sus colegas detenían eran casi todas extranjeras; sobre todo, titulares de pasaportes chinos y coreanos. Pero desde que la pandemia obligó a restringir los viajes, los compradores extranjeros han contratado a los locales para que se dediquen a la caza furtiva.
“Suministran a los lugareños las indicaciones de GPS de los lugares donde crecen las plantas”, explica Du Toit.
Este cambio ha enfrentado a las autoridades de conservación del país con un número creciente de jóvenes desempleados que ven en estas plantas la posibilidad de salir de la pobreza extrema.
“Es la cosa más estúpida que he hecho en toda mi vida”, comentó Kaffer tras su detención, mientras dos agentes contaban los conofitos que quería vender y los metían en bolsas para evidencia. Tan solo la primera caja contenía 1424 plantas.
Kaffer, de 40 años, esperaba obtener 160.000 rands, unos 11.000 dólares, por sus plantas, pero Du Toit dijo que su valor de mercado en el extranjero sería mucho mayor.
Kaffer, quien trabajaba como minero de diamantes, relató que llevaba más de un año sin trabajo y que tenía dificultades para mantener a su familia. La tasa de desempleo de Sudáfrica ha aumentado hasta casi un 33 por ciento durante la pandemia.
Normalmente, a los condenados se les ofrece la posibilidad de elegir entre pagar una multa y recibir una sentencia suspendida o, en su defecto, cumplir una breve pena de cárcel.
En los jardines botánicos e invernaderos en las provincias del Cabo Occidental y el Cabo Norte, donde la epidemia de la caza furtiva es más grave, los botánicos apenas y pueden lidiar con el influjo masivo de suculentas que han confiscado de cazadores furtivos. Puesto que son demasiadas como para volver a plantarlas en la naturaleza, y ante el riesgo de que hacerlo pueda contaminar las poblaciones salvajes del lugar, las autoridades ahora esperan mantener vivas la mayor cantidad posible de estas plantas hasta que se tome una decisión a largo plazo sobre qué hacer con ellas. La caza furtiva de plantas no es un fenómeno nuevo. Sin embargo, internet ha abierto por completo el mercado, según Carly Cowell, una científica sudafricana que trabaja en el Real Jardín Botánico de Kew, en Inglaterra. Ella participó en un proyecto reciente que usaba inteligencia artificial para rastrear el comercio ilegal en línea.
“El internet ha cambiado las reglas del juego de una manera muy muy importante”, dijo. “Descubrimos que hay un enorme comercio de plantas en línea”. Muchos compradores de plantas recolectadas de manera ilegal no parecían saber que estaban infringiendo la ley, dijo, y añadió que “la gente es bastante ignorante o ingenua sobre lo que constituye el comercio ilegal de plantas”.
Un estudio reciente de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas, una organización internacional que lucha contra el comercio ilegal de especies silvestres, descubrió que unas 365 plantas medicinales amenazadas se vendían abiertamente en Amazon y eBay.
Cowell afirma que tratar de solucionar el problema es más difícil debido a un fenómeno conocido como “ceguera vegetal”: la tendencia humana a ver las plantas como algo inherentemente menos importante que los animales.
Michelle Pfab, funcionaria del Instituto de Biodiversidad de Sudáfrica, dijo que muchas organizaciones sin fines de lucro se centran en los animales en peligro de extinción porque es más fácil recaudar fondos para especies “carismáticas”. “Usan fotografías de huérfanos y bebés bonitos y es muy fácil conseguir donaciones”, opinó. “Es bastante difícil hacerlo con las plantas”.
Pfab se mostró frustrada por el hecho de que, si bien el número de detenciones por caza furtiva está aumentando, se detiene a pocos de los implicados principales.
“La mayoría de las veces son los soldados de a pie los que son detenidos, los pobres que intentan llevar comida a la mesa”, explicó.
Sostiene que Sudáfrica tendrá dificultades para contener la ola de caza furtiva hasta que las especies demandadas estén más disponibles en fuentes legales, como los viveros. Esto podría llevar tiempo.
“Si empiezas de cero con un paquete de semillas, no ganarás ni un centavo hasta dentro de cuatro o cinco años”, afirma Minette Schwegmann, propietaria de un gran vivero de suculentas en Robertson, al este de Ciudad del Cabo.
Schwegmann dice que recibe con frecuencia pedidos de decenas de miles de conofitos maduros. Cuando responde que no puede suministrar esas cantidades desde su vivero, algunos posibles compradores le preguntan por qué no puede simplemente recogerlas en la naturaleza.