El "Año del Conejo" comenzó trágicamente para los habitantes de Monterey Park, en California. La noche del sábado, un hombre asesinó al menos a 10 personas durante una masacre en una discoteca de este suburbio asiático de Los Ángeles, habitualmente apacible, que seguía conmocionado el domingo.
Linternas rojas y pancartas llenas de ideogramas permanecen colgadas en la ciudad de 60.000 habitantes. Pero en lugar de residentes que celebran el Año Nuevo Lunar chino, se observan cordones de policiales fuertemente armados custodiando el lugar del drama.
"Ese tipo de cosa no ocurre aquí", murmura Wynn Liaw, una vecina que trata de entender lo sucedido en el salón de baile al que suelen acudir los adultos mayores del barrio.
A sus 57 años, 40 de ellos vividos en Monterey Park, esta veterinaria china jubilada aún no logra asimilar que una masacre tuvo lugar detrás del toldo verde y blanco frente al que pasa todos los días para ir a hacer sus compras.
"Es un barrio muy seguro, en el que puedo caminar de noche y en donde no tengo que preocuparme para nada de la violencia con armas de fuego", confía a la AFP, mientras helicópteros de la policía surcan el cielo.
Según las autoridades, un sospechoso de origen asiático entró en la discoteca y abrió fuego, dejando 10 muertos -cinco hombres y cinco mujeres- y 10 heridos, algunos graves.
Esta matanza, la más mortífera en Estados Unidos desde la masacre de Uvalde, cuando murieron 19 niños y dos profesoras en una escuela de Texas en mayo de 2022, cogió a la ciudad por sorpresa.
A una decena de kilómetros del centro de Los Angeles, Monterey Park, con chalés y prolijos céspedes, se considera la "Nueva Chinatown" de la megalópolis californiana.
Aquí se lee el periódico en mandarín y los carteles de los comercios están escritos en chino. La inmensa mayoría de los habitantes con los que se cruzó la AFP no habla inglés.
"Es un lugar en el que normalmente no ocurre" casi nada, resume el informático Ken Nim, mientras pasea a su perro.
Especulaciones
En los 20 años que lleva viviendo acá, le robaron un vez el catalizador de su coche. Y nada más.
La maquinita en la lavandería local equipada con el juego "Streetfighter II", parece ser la experiencia más violenta disponible para los residentes del barrio.
"Es realmente triste, este país se está volviendo loco", lamenta Nim, incrédulo. "Hemos visto asesinatos en masa en muchas ciudades y estados diferentes, y ahora llegó hasta nosotros".
En medio de las calles cerradas, los habitantes buscan darle sentido a la violencia. En los teléfonos circulan fotografías de cadáveres en el piso de una sala alumbrada por luces multicolores.
En un principio, muchos creyeron que se trataba de un crimen racista. Pero el origen asiático del sospechoso, revelado en la mañana por la policía, sembró dudas y alimenta las especulaciones de cada quien.
"Tengo la sensación de que se trata de una historia personal", revela Jerry Liu, camionero de 26 años, cerca de las cientos de tiendas de campaña blanca alineadas en el mercado para la celebración del Año Nuevo Lunar.
Antes del drama, miles de personas se reunieron en la arteria principal de la ciudad, entre pinchos de carne y la feria.
"Hay una razón por la que apuntó al salón de baile. Si no podría haber ido al mercado más temprano y causar muchas más muertes", dice Liu.
Frente al cordón policial, Chester Chong cree más bien que se trata de un tema de celos, de parte de un hombre que no fue invitado a una fiesta en la que participaba su mujer.
"El problema es que tenemos muchas armas de fuego en este país", suspira el presidente de la Cámara de Comercio china de Los Angeles, quien asegura conocer al dueño del salón de baile. "Es tan fácil tomar una arma y cometer un acto estúpido".