Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
Emilia habló y habló sin parar y sin concesiones, como si estuviera en el patio de su casa. Estaba, de hecho, ahí. En ese patio, debajo de un sol fuerte, pero tomando mate -con un termo con pegotines de murga y del Sí rosado-, Emilia Díaz (46), actriz, conductora, autora, operadora en psicología social y estudiante de licenciatura de Educación en Humanidades, escupió palabras, se indignó, se rió a carcajadas, se puso intransigente y vehemente, pero volvió a reírse.
Por estos días de verano se luce en el personaje de la ministra Achurena en la murga Doña Bastarda, en su regreso al carnaval tras 20 años. Sobre el carnaval dijo que le parece “obvio” que las murgas como expresión “de izquierda” le peguen más a un gobierno de centroderecha, y que vaya si ha dado motivos esta administración. También que hace tiempo no se sentía tan bien trabajando junto a varones talentosos arriba del escenario. Reivindica, en una canción, que no se barra bajo la alfombra con los casos de #VaronesCarnaval.
Sobre el feminismo también habló, y mucho. Dijo que es una revolución “silenciosa” que todavía construye y deconstruye, que educa y da nuevas formas. Que los hombres están (estamos) aprendiendo a relacionarnos con las mujeres y las personas no binarias, pero que todavía falta. Habla con cierta admiración de esas chicas que protestan semidesnudas con el pecho pintado con reivindicaciones, algo que ella, por pudor, no se anima.
Con la voz entrecortada y un nudo en la garganta, también recordó un episodio de abuso sexual que sufrió en su niñez y adolescencia, que aún hoy intenta superar con terapia, amor familiar y contención de sus seres queridos.
Dijo que “¡presunta víctima las pelotas!” a propósito de la denuncia de violación grupal que presentó una mujer de 30 años a la salida de un boliche del Cordón. Que la víctima asistió al “show de su descarne” divulgado y multiplicado por diversos medios, y que los periodistas deben (debemos) ampliar la agenda y sumar voces feministas, no sólo para contemplar esta visión, sino para “abrir el abanico” y no caer en los mismos de siempre, muchas veces varones, muchas veces machistas.
Esta entrevista fue realizada el 27 de enero antes de conocerse los audios de ese encuentro -hoy bajo investigación- divulgados por el programa La Pecera de Azul FM. Ayer miércoles 16, con la intención de actualizar la charla, Emilia decidió que la entrevista se publicara tal como fue, dijo que no quería agregar ni sacar nada. “Sigo pensando así”, agregó, antes de subirse a un tablado.
-¿Qué querias ser cuando fueras grande?
-Primero quise ser escritora, después quise ser psicóloga, y siempre quise ser actriz, antes que todo. Pero sabía que era difícil vivir de eso.
-En tu cuenta de Twitter te definís de varias formas, pero, ¿qué te define más? ¿Actriz, conductora de TV o escritora?
-Yo creo que actriz, porque desde ahí es la piedra madre de donde nace todo lo demás. Desde mi primera formación en la adolescencia hasta mi formación después en la juventud y en la adultez, fui desarrollando cierta sensibilidad que me ayuda después a desarrollarme en otros ámbitos, como estar frente a una cámara. Entiendo que no le debería suceder eso a todos los actores o actrices, pero a mí sí.
"Yo creo que la tele tiene sus ciclos. Consentidas dio la posibilidad de ver a tres mujeres conduciendo en horario central un programa que no era solo para mujeres, sino para toda la familia, y que marcó un mojón"
Y escribir. A mí me gusta escribir como sanación… es como un acto sanador poner en palabras, tejer un mundo que parece disociado: vivimos por un lado emociones, pensamos otras cosas, somos incoherentes, llevamos vidas incoherentes, que no tienen una racionalidad orgánica. Entonces para mí escribir es unir, es unir mis pedazos rotos, y los pedazos rotos que siento que tiene el mundo. Y en ese tejer también me tejo a mí, tejo mis heridas, y voy sanando. Es un acto de sanación, lo ha sido siempre, desde que escribía diarios íntimos siendo chiquita.
-Estuviste 15 años en la conducción de Consentidas en canal 10. ¿Qué valoración hacés de esa década y media, donde fuiste la conductora de mayor permanencia en el programa?
-Para mí fue como un perfeccionamiento en comunicación, un Phd en comunicación televisiva. María Estela Moreno (productora general de la productora Vitamina) es una maestra, además de ser mi amiga. Es sparring, madrina, una persona con la cual se debate y se crece, al mismo tiempo. Yo entré jugando a la radio, para mí era un juego… primero fue radio, en 2006. Pero en 2007 ya nos proponen hacer TV a las tres. Empecé a aprender mucho con Carolina (García) esto de cómo preguntar, la humildad de cómo preguntar, la empatía necesaria en una entrevista para que se puedan abrir las verdades necesarias, desde dónde uno pregunta, también. Es un arte encontrarte con otro y dialogar, para un medio. Eso yo no lo tenía, y lo aprendí en Consentidas radio durante cuatro años, y en la tele.
"Son dos libros desde una voz feminista, feminista libertaria. Hay distintos feminismos. Guardianas invita a mostrar otras formas de habitar el mundo, de ser más coherentes en relación con nuestra naturaleza humana, animal, vegetal"
Reconocerme en la calle ya pasaba, porque yo hice El teléfono con el negro (Ruben) Rada en el 97 y 98, ya venía de Plop, de un canal 12 que apostaba a producciones de humor nacional producido y guionado por uruguayos. Yo ya había pasado por esto de la popularidad. Pero sí es verdad que yo no había desarrollado posibilidad de ser conductora de televisión. Lo había hecho más desde el lado de la actriz, antes.
-¿Por qué terminó? ¿Se había cumplido un ciclo, como suele decirse?
-Es que sí… Yo creo que la tele tiene sus ciclos. También creo que dio la posibilidad de ver a tres mujeres conduciendo en horario central un programa que no era solo para mujeres, sino para toda la familia, y que marcó un mojón. Creo que fue una referencia a fines de la primera década de este milenio. Y yo estoy muy orgullosa de haber participado de esa huella en la industria de la televisión uruguaya.
¿Por qué terminó? Bueno, todo tiene su tiempo, y creo que era hora de cambiar de formato. También coincidió con un cambio en la televisión en general, con pases de canales a otros, con cambios en las gerencias de programación, con cambios en la política, con cambios en el gobierno… Todo eso mezclado, más una fuerte crisis sanitaria, que dio coletazos en la parte de auspiciantes, fue muy difícil salir a vender un producto nacional (Consentidas era una producción independiente). Una mezcla de todo eso hizo que no alcanzaran las pilas para arrancar.
-¿Qué tienen en común tus libros Guardianas y Cuestión de Díaz? Por lo pronto, son libros donde la mujer y el feminismo cobran un rol protagónico.
-Sí, el feminismo tiene que ver… Ganas de mostrar y de poner sobre la mesa algunas cosas que parecen obvias, o no solemos ver con detalle, o no nos partamos a ver en su justa medida. En Cuestión de Díaz: el trabajo no remunerado de la mujer, la feminización de ciertos hechos sociales, o personas, feminización en el sentido de “te pongo abajo”, porque está feminizado el hecho. Yo traté traducir un feminismo en el que yo ya venía estudiando y capacitándome al lenguaje de doña Tota, no sé si lo logré. El otro día agarré el libro y pensé que actualizaría algunas cosas. Porque, además, fue tres años antes que el #NiUnaMenos. Fue en el 2015 ese libro. Fue valiente también: ahora que lo miro, veo lo que me animé a decir. Ahora tenemos la piel bastante curtida de feminismo algunos (no la mayoría, como a mí me gustaría), ya nos golpeamos bastante… Ahora ya no resulta extraño que alguien te pare el carro en un asado y te diga: “Che, ese chiste ya no da… ya no da gracia”. Hoy ya te cuidás, de no exponerte.
Son dos libros desde una voz feminista, feminista libertaria. Hay distintos feminismos. El segundo libro, Guardianas, es más desde el eco-feminismo, o que invita a mostrar otras formas de habitar el mundo, de ser más coherentes en relación con nuestra naturaleza humana, animal, vegetal, de que a los territorios no les pasan cosas distintas que a nuestros cuerpos, y que nuestros cuerpos también son territorios vulnerables y violentados, por nosotros mismos en cuanto humanos, y después con la gran máquina de un mercado que nos está haciendo carne de cañón.
-Sos una feminista declarada. ¿Recordás el germen de esa convicción? ¿En qué momento te hiciste feminista?
-Primero lo desee. Primero se desea, porque uno no se descubre feminista, se construye, se desarma, no es un acto mágico y de alegría llegar a serlo. Es un acto de dolor. Primero el dolor de reconocer que lo que me pasó fue un abuso, que lo que me pasó fue una violencia de género, que si yo hubiera sido un varón a mí no me hubiera pasado cuando era niña y cuando era adolescente. Primero, reconocer que eso fue un abuso, ponerle un nombre a eso. Y después, entender que eso es una pieza de una gran estructura de la que formo parte, y de la que ya no queremos formar parte, ni las mujeres ni los cuerpos generizados, queremos formar parte.
A partir de ahí empezás a ver que hay cosas que pasan porque hay ciertas personas que tienen determinados privilegios, que también lo sufren y también la pasan mal. Porque esos privilegios, de la masculinidad hegemónica, también a ustedes, los varones cis(género) seguro les duele. Seguro no está estudiado lo suficiente, y seguro es hora de que ustedes empiecen a hablar entre ustedes cuánto les duele a ustedes la masculinidad hegemónica. Pero no nos pueden pedir a nosotras que, además, nos sentemos a conversar y a decirle a ustedes cuánto les duele, porque sólo ustedes tienen que hablar sobre cuánto les duele y cuánto daño hacen, también desde ahí, sin pretender dañar muchas veces.
-El micromachismo que está instaurado, y hasta naturalizado…
-Sí, y de ahí pasás -porque es la misma línea, el mismo camino- a la cultura de la violación. Porque la mujer es un objeto a través del cual confirmo mi masculinidad, en compañía con otros. Siempre la masculinidad y la fratría se confirma en relación a otro que te está pidiendo que vos confirmes tu masculinidad, y no pertenecer a ese grupo de varones fuertes, poderosos, ganadores, que tienen una lista de minas que se mueren por ellos, que tienen una listita de minas que violaron a veces en conjunto, a veces solos, o a veces nunca quisieron violar, pero se pasan fotitos por Whatsapp, ¿entendés? Eso forma parte de una cultura de pertenencia al grupo de poderosos, privilegiados, que vos no te das cuenta, que puede ser un chiste, pero estás utilizando la carne, el cuerpo y el territorio simbólico, psicológico y corporal de una mujer para autoempoderarte siempre en relación a otros varones. Sería bueno que aparezcan los que les paran el carro a esos y les digan: “Che, no da… No lo hagas más”.
-En Caras y Caretas definiste al feminismo como la "revolución silenciosa más profunda que atravesamos en estos tiempos". Que es una revolución y profunda, no hay dudas. ¿Te parece que es silenciosa?
-Me gustaría que hiciera más ruido. Puede ser ruidosa, pero tiene toda una parte silenciosa que te empieza a comer la cabeza cuando te acostás. Empezás a percibir tu cuerpo distinto, si estás soltero ya no sabés cómo encarar a una mujer, tenés miedo de que tus patrones de conducta anteriores a la revolución del #NiUnaMenos sean percibidos como violentos y alejen a tu compañera de salida… Yo conozco parejas que hace años que están juntas, y están reviendo su forma de relacionarse sexualmente, a partir de esto. Revelaciones que cómo criás a tus hijos varones, cómo criás a tus hijas mujeres. Sí, hay que empoderarlas, pero yo tampoco les quiero inyectar el miedo a mi gurisa, quiero que sea libre, que se sienta fuerte, pero también me da miedo todo lo que está pasando.
Es eso que pasa entre los muebles de la casa, es lo silenciosos, lo chiquito, el cambio cultural. Lo silencioso en el sentido de lo pacífico, lo reflexivo, lo sensato, lo sensible. En contraposición a otras revoluciones que prenden fuego una ciudad, o también son silenciosas y son malas. No por ser silenciosa es buena. Me parece una cagada eso que estamos viviendo, esa revolución digital, donde no estamos preguntándonos lo suficiente qué tipo de relación queremos establecer y estamos llevados por la nariz. Estamos más tiempo frente a una pantalla que mirando a los ojos a nuestros hijos.
-"Estoy en deconstrucción. No adhiero a todas las formas de expresión de los feminismos, pero a pesar de eso, el feminismo no me expulsa", dijiste en esa entrevista. ¿A qué expresiones no adherís? ¿A las más agresivas, a los carteles de "muerte al macho", quizás?
-No, no… Yo apoyo todas esas expresiones, no las censuro. No digo: “Ay, qué mal eso, ay qué horror”. No adhiero en el sentido de que yo no lo haría. Yo no saldría en bolas así por la calle con el cuerpo pintado, pero porque soy pudorosa, o no sé… Lo de “muerte al macho” lo entiendo, lo comprendo, entiendo que el macho quiere matar. Es muerte al machismo, muerte al macho poderosa que coloniza cuerpos, que mira por el bien preciado y por su deseo por encima del bien común de la comunidad. Ahí está el patriarcado, el machismo, la colonización, el extractivismo. Y ahí, si seguís la misma línea, llegás a las corrientes vegetarianas, veganas…
Es una revolución muy linda de estudiar. A mí me gusta estudiar los fenómenos sociales, los movimientos. A mí, lejos de sentirme agredida cuando veo una mujer en bolas con el pecho pintado en la primera plana de un diario, digo: “Yo no lo haría, pero qué bueno que esa gurisa esté ahí”. Yo no me animo, porque nací en el 75, pero qué bueno que las nietas de las brujas no se van a dejar quemar.
-He conversado con mujeres, algunas políticas, que me dijeron que no se sienten identificadas con el feminismo, y que descreen de la cuota de género en el Parlamento. Que cada uno debe llegar a donde quiera por sus méritos y que las mujeres capaces llegan. ¿Cómo las convencés de que si no fuera por la lucha del feminismo, quizás ellas no habrían llegado a donde están?
-Yo no convenzo a nadie para que sea feminista, ni para que tengan el parto en casa. Yo no quiero convencer a nadie de nada. Y tampoco tengo claro que gracias al feminismo hayan llegado ahí (al Parlamento), lo más probable que sí, pero no se los voy a echar en cara. No es algo que ellas tengan que agradecerle al feminismo. Lo que sí queda claro, y no es de menor envergadura, es que las corrientes conservadoras políticas en Latinoamérica tienen un financiamiento material y toman de una fuente ideológica que tienen mucho que ver con sectores conservadores y reaccionarios de la Iglesia Católica y del protestantismo.
Ahí se crea el concepto de ideología de género, que en realidad es primo hermano de la ideología concebida como algo que te encierra, te limita, te evangeliza y que atenta contra los derechos. Pero, además, es primo hermano también de hace 70 años de la lucha anticomunista en Latinoamérica… Además, están tratando de hermanar al feminismo con la izquierda, con el comunismo. Es bastante inteligente lo que están haciendo. Esto me ha llevado a leer más: Nicolás Iglesias en Uruguay ha investigado mucho esta corriente conservadora, de derecha. Es interesante lo que él y otros investigadores han develado: estas corrientes tienen un objetivo económico y político, con su base ideológica, claro. Pasa en Perú, en Brasil, acá también…
-En octubre hiciste una confesión en Polémica en el bar (canal 10), contaste que habías sido abusada sexualmente. ¿Cómo podrías definirme las consecuencias sobre todo emocionales que le quedan a una superviviente de abuso? Hablo de la culpa, del estigma...
-Como dije, llegar a reconocer que eso fue un abuso toma un montón de tiempo. Por eso me enojo mucho cuando dicen: “Uh, ¡pero pasó en el 98 y recién ahora lo está diciendo!” No es fácil, porque para poder sobrevivir vos tenés que minimizar esa cuestión. La minimizás tanto que llega un momento en que se transforma en un polvito que pasa por un caño y se va. Crees que se va. Si no hacés terapia, análisis, que yo por suerte tuve el privilegio de haber podido hacer (muchas personas no tienen ese privilegio)… te hablo de distintas terapias, y además ser acompañada por mi familia.
Las secuelas psicológicas… hasta el día de hoy. Yo me nutro de la rabia para poder sacar fuerzas para un montón de cosas, y la puedo transformar en creatividad, en algo positivo. Pero después hay toda una zona de mi vida que es una zona oscura… yo sigo yendo a terapia… (Se quiebra) Es una violencia sobre tu cuerpo que te hace sentir un ser despreciable, violentable, manipulable, menos que nada. Ese menos que nada vos lo podés remontar con terapia, con amor familiar, con un montón de cosas, pero hay un software ahí que se te instaló en el disco duro, que por más que vos apretes skip, skip, y formatees… es un virus de mierda que te queda para toda la vida. Y es muy duro para una pareja volver a estar de vuelta sexualmente bien. Es re lindo poder encontrar varones que entendiendo esa situación desarrollan una sensibilidad suprema, y atraviesan contigo esa oscuridad. Eso es precioso… cuando encontrás varones así.
-¿Cómo reaccionaste ante la denuncia de una mujer violada grupalmente en el Cordón, a la salida de un baile, por tres hombres?
-Piré, piré, piré… Lloré, hablé con amigas… Piré. Piré de rabia. Y después uno le pide los medios de comunicación cosas. Le pedís a los comunicadores. Le pedís que le den voz a tu voz, a tu indignación, le pedís a la Justicia, al fiscal, al notero, que querés que diga tal cosa, que esté formado, capacitado, que sea sensible, que siga el caso, que llamen a personas que tratan estas cuestiones. No sólo a la Unidad de Víctimas de Fiscalía. ¿Por qué no citan a psicólogas especialistas? ¿Por qué llaman al mismo forense varón que dice “presunta víctima”? ¿Por qué tengo que escuchar “presunta víctima” en todos lados? ¡”Presunta víctima” las pelotas! Amplíen su agenda…
¿Por qué no llamaron a la Intersocial Feminista, o a abogadas feministas? ¿Por qué no llamaron a la Red de Violencia Sexual? La víctima estaba mirando todo eso, estaba mirando el show de su descarne. Si nadie la protege, si nadie le apaga la tele, la víctima está ahí. La víctima, las futuras víctimas y las actuales víctimas de violación están ahí. En tele también le estás haciendo un bien a la comunidad, y vos no le estás haciendo un bien a la comunidad si en una nota de 30’, en 20’ hablás del perfil de los violadores, como si fueran “enfermos mentales”, “casos aislados”… Tenés a Rita Segado que habla de la cultura de la violación y sus libros se venden como pan caliente. No lo digo solo por dar la visión feminista, sino para abrir el abanico.
-Hablemos de carnaval. Este febrero salís en la murga Doña Bastarda. ¿Es tu regreso al carnaval tras 20 años? ¿Te picaba el bichito de integrar una murga? ¿Por qué la Bastarda?
-Había salido con Tabaré Cardozo en Curtidores de Hongos, en 2002. Hicimos el espectáculo de “La Noche”. Yo me crié en Punta del Este, nunca había visto una murga en mi vida hasta el año 97, cuando vi Araca la cana. Salí en la bañadera, ganamos el primer premio, y para mí eso era el carnaval. Y a partir de ahí me encantó el fenómeno cultural, pero yo estaba muy lejos de ser cupletera.
Ahora pasó que lo que yo viví hace 20 años fue la conjunción del arte escénico en su máxima expresión. Yo había hecho comedia del arte, estos cómicos que iban por el pueblo en el medioevo, y eso lo viví subiéndome al bondi en 2001, 2002, y la conjunción de danza, humor comprometido y arte escénico para mí fue fenómeno. En un momento del país en el que las papas ardían, donde hacer reír era una inyección de sanación para la gente, poder exorcizar ahí el dolor. Y ahora… va por ese lado: hemos pasado encerrados, hemos perdido gente querida, hemos perdido trabajo, hemos perdido capacidad de bienestar. Hemos perdido mucho, entonces ya es momento de empezar a ganar, no sé si plata, pero sí conciencia. La murga es un fenómeno re lindo para mostrarte dónde estás: te hace reír, te emociona, te lleva por distintos viajes en 45’, te pueden pasar cosas. A mí me pasan cosas en el tablado, que nunca me pasaron en el teatro. Como espectadora, eh. Yo he llorado en cuplés, en despedidas, en saludos. Me pasan cosas cuando escucho una murga. Y en el escenario también, me lleva el cuerpo…
-Algunas murgas y algunos componentes no salieron este carnaval por haber sido salpicados por las denuncias de Varones Carnaval. Vos escribiste al respecto para Doña Bastarda. ¿no?
-Yo co-escribí la canción de la “fiesta igualitaria”, y pasa por cuidar la fiesta, por cuidar el carnaval y qué implica cuidar el carnaval. Ya no podemos seguir barriendo para debajo de la alfombra, no podemos seguir haciendo como que no pasó. Hay que hablar sobre lo que nos pasa. Me importa más cómo cada conjunto elabora su varón escrachado, me importa mucho eso. Me importa mucho cómo se trabaja eso. (Saber) qué seguridad tienen las mujeres en los conjuntos de poder hablar, qué respaldo del resto de las personas del grupo le dan a su palabra, qué se hace después que esa mujer habla, porque esa es la verdadera revolución para mí. Cómo tramitamos, entre todos y todas (todes) esta cuestión, y ahí es quizás con lo que no estoy de acuerdo con la herramienta del escrache. Es decir, no sólo con la herramienta del escrache basta, si no pasa todo lo que tiene que pasar después: judicialización, terapia, terapia grupal, talleres de sensibilización… Si no pasa todo lo otro, ok, por lo menos se dijo. Pero no alcanza con eso.
-¿Son más duras, más ácidas, las murgas con un gobierno de centroderecha y un Lacalle como presidente?
-Yo creo que sí, y es necesario. También me estoy llevando algunas sorpresas… esperaba que alguna fuera más dura. Sólo eso voy a decir.
-Suponete que soy un extranjero que acaba de llegar a Montevideo y a la noche va a un tablado: explicame por qué hay que pegarle más a un gobierno de centroderecha que a uno de izquierda.
-El carnaval en Montevideo, y las murgas en particular, representan desde la dictadura para acá, la murga es una expresión de izquierda. ¿Hay murgas de derecha o centroderecha? Sí, las hay, las ha habido… claro que sí. Para mí es obvio que ahora tengan más tela para cortar, por una cuestión de sensibilidad, ideológica. Todo lo que nos pasó en estos últimos dos años, más un gobierno que desde algunas perspectivas no garantiza los derechos básicos, o que reduce la capacidad de compra de tu salario, o que criminaliza movimientos sindicales, que persigue periodistas, y seguiría… Me parece que no está nada mal que uno se suba al tablado y diga que eso no está bueno. Es explícita la persecución.
-¿Y con el FA? ¿Hay palos también para el Frente?
-No he visto mucho carnaval, sé que hay palos para el Frente.
-¿Y Doña Bastarda?
-Doña Bastarda hace “la fiesta clandestina”, que es la fiesta de los poderosos, se refiere a los que están en el poder en este momento. El espectáculo es de Camilo Abellá, suya es la idea original, las puntas y el cuplé del medio, en coautoría con Imanol Sibes. Camilo está despegado, Imanol también, pero Camilo me tiene anonadada. Junto a Pinocho (Routin) hacen un trío excepcional. Nunca trabajé tan bien con varones…
-Se ha discutido mucho lo light que estuvieron las murgas durante los gobiernos del Frente... Tantol Coco Echagüe como Cata Ferrand me lo expresaron para este espacio. ¿Lo viste así?
-Sí, quizás, puede ser… A mí las murgas, en los últimos tiempos, me pareció que habían dejado de decir cosas que a mí me conmovieran. Había dejado de ir al tablado con mis hijos. De 2016 en adelante dejé de ir. También empecé a sentir esa incoherencia entre lo que decían algunas y lo que yo sabía que eran, y que pasaba detrás de bambalinas. Y tuve ganas de ver a mujeres, y cada vez veía menos y en los textos menos representadas. Había perdido sentido cultural para mí.
-Sos madre de dos varones, Vicente (11) y Felipe (8). Te imagino una docente en tu casa hablándoles de cómo deben respetar a la mujer y cómo eliminar los micromachismos cuando sean grandes... ¿Me equivoco?
-Es un trabajo conjunto entre Fernando, mi marido, y yo, porque ahí está el padre deconstruyendo algunas cuestiones, yo construyendo otras, y también revisándonos. Y después están los pibes que andan volando, y si te quieren hacer enojar, se mandan una frasecita machista. “¿Cómo hago enojar a mamá? ¿Así que no me querés alquilar la play?” Y se mandan alguna frase machista. Pero es interesante ver cómo a determinada edad en los gurises es indistinto tener amigos nena o varón, y la escuela es un instrumento generalizador potente. Las filas de nenas y filas de varones, o en los campamentos veo niñas por un lado y niños por el otro; hay un refuerzo del binarismo que tiene consecuencias. Y todo eso es una discusión en casa.
-¿Qué conservás de la joven humorista de Plop!?
-Sigo siendo distraída, colgada, me gusta mucho festejar los chistes de mis colegas. Ahí aprendí, sobre todo con Diego (Delgrossi) y Maxi (De la Cruz), que eran grandes festejadores de chistes de mujeres. Con ellos aprendí que es un trabajo darle para adelante a tus compañeros colegas. La claque la hacíamos nosotros mismos (en Plop!), aunque el otro no dijera nada gracioso, te reías. Eso te potencia en escena. En eso sigo siendo la misma: me gusta decirles a mis colegas que está bueno lo que hacen, sobre todo a las mujeres.
-¿Sos feliz?
-A veces, como todo el mundo. Cuando estoy con mis hijos, soy más feliz todavía.
Por César Bianchi
@Chechobianchi
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