“Tomarme un mate, bizcochear, chistarle al guarda”, canta Ruben Rada en su clásico “Mi país”.
El tradicional chistido del pasajero para informar al trabajador que deseaba descender desapareció gradualmente allá por los años 90, con la incorporación de timbres accionados por botones. Poco después, y de forma también lenta e inexorable, el guarda también fue desapareciendo de las unidades transporte. En la actualidad, ver a uno de ellos en su asiento es una auténtica rareza.
La desaparición de estos profesionales no es un fenómeno exclusivo de Montevideo, sino algo que sucede en casi todo el planeta. De hecho, en lugares tan cercanos como Argentina, el conductor del bus siempre viajó solo y con la tarea adicional de cobrar el boleto.
Sin embargo, la tarea del guarda no se limitaba al expendio de pasajes. Era en rigor el responsable del coche y se encargaba de verificar que se cediera el asiento a minusválidos o embarazadas, alentar a los pasajeros a moverse con su latiguillo “pasando al fondo que hay lugar”, así como “poner en vereda” a pasajeros díscolos y hasta decidir —en situaciones complicadas— el momento en el que bus debía poner rumbo a la comisaria más cercana.
Pablo Romero, docente de Ética en el Claeh, utilizó su cuenta en la red social X para un planteo ucrónico acerca del reciente y trágico accidente de un bus de la línea 121 en la rambla montevideana.
“Pensando en el trágico caso del ómnibus de Cutcsa que terminó en la playa, qué importante es (haya sido un accionar deliberado, una falla mecánica o un problema de salud) que los conductores estén acompañados por otro trabajador”, escribió el docente.
“Por un ahorro económico se sacó la figura del guarda (probablemente hubiese sido fundamental en esta situación) de casi todas las unidades de transporte”, lamentó.
Según Romero, en virtud de este cambio, “los conductores no solo se han convertido en una especie de ‘hombre orquesta’ que maneja, trata con el público, cobra boleto y varias tareas más en simultáneo (y con una carga de atención y estrés importante)”, sino que “en situaciones límites como las del otro día no se cuenta con la posibilidad de un apoyo (y hasta contralor, diría) que es vital”.
“Pensemos que en una situación de problema repentino de salud de un conductor llevando decenas de pasajeros, un guarda asumiendo el manejo de la situación muy probablemente haría toda la diferencia a favor”, propuso.
“Por esto mismo, desde hace muchos años los aviones de vuelo comercial, por ejemplo, tienen siempre compañía de otro trabajador en la cabina”, argumentó.
“Quizás habría que repensar estas cuestiones, incluyendo el peso económico para la empresa, pero priorizando la seguridad del transporte público”, concluyó.