Por Federico Pereira y Paula Barquet
Por la puerta giratoria de la política, Benjamín Netanyahu, una de las figuras más relevantes de la historia reciente de Israel, vuelve a entrar a escena para convertirse otra vez en primer ministro, cargo que ocupó en dos ocasiones, entre 1996 y 1999 y de 2009 a 2021.
Sin embargo, esta vez, otras caras lo acompañan. El líder del partido conservador Likud (“La consolidación”, en hebreo) encabeza una coalición de cuatro partidos, junto a tres grupos provenientes de la ortodoxia y la derecha israelí: el Partido Sionista Religioso, Shas (Asociación Internacional de los Sefardíes Observantes de la Torá) y el Judaísmo Unido de la Torá.
Según los resultados definitivos que se conocieron este jueves, entre las cuatro fuerzas alcanzaron los 61 escaños de los 120 de la Knéset (Parlamento) necesarios para formar gobierno, superando esa línea con cuatro diputados más.
Alberto Spektorovski, uruguayo radicado en Israel y profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Tel Aviv, considera que el gobierno electo será “la coalición más de derecha de toda la historia de Israel”.
El experto apunta que es una coalición homogénea, aunque dice que esa paridad ideológica no significa que no se augure una “gobernabilidad muy difícil” u obstáculos en materia de relaciones exteriores. “Para Netanyahu va a ser muy difícil, especialmente porque tiene extremistas en la coalición”, previó el politólogo en conversación con Montevideo Portal.
“Netanyahu, que es una persona de derecha, en esta coalición es el vértice izquierdista de la coalición gubernamental. Con eso ya le digo todo”, agregó.
Ana Jerozolimski, periodista uruguaya también residente en Israel, comparte la idea de que la coalición será la “más conservadora de la historia política de Israel”, pero que “contrariamente a la primera impresión de muchos” —que la comparan con la variada alianza que lideró el primer ministro en funciones Yair Lapid— “no será una coalición homogénea”.
La editora del medio uruguayo Semanario Hebreo apuntó que las principales diferencias entre Likud —un partido secular y laico— y sus socios estarán en la distribución de ministerios, el estatus de los asentamientos judíos en Cisjordania, la concepción de Israel como “estado judío” y la realidad de la comunidad LGBT+ en el país.
Por su parte, el periodista argentino e israelí Gabriel Ben-Tasgal, especialista en Medio Oriente, entiende que esta “contundente victoria para el bloque nacionalista” significa un triunfo de la “extrema derecha” que “capta el voto de descontento de parte de la población”.
Además del triunfo y el regreso de la figura de Netanyahu —“Bibi”, como es conocido en su país—, otro de los protagonistas de estas elecciones fue Itamar Ben-Gvir, líder de Otsmá Yehudit (“Poder Judío”), uno de los partidos minoritarios integrantes de la alianza conocida como Sionismo Religioso, que conquistó 14 bancas en la Knéset.
Para Ben-Tasgal, otro de los factores que benefició al ascenso de esta fuerza política fue “la última ola de violencia, donde árabes-israelíes atacaron a civiles judíos defendiendo la postura palestina”.
“Eso ha provocado un enojo, especialmente entre los más jóvenes, que se ha condensado, ha hecho catarsis, en el voto a Ben-Gvir. Dentro del Sionismo Religioso tienes partes más moderadas y un sector, de más o menos seis diputados de 14, que son más radicales”, comentó, y señaló también que desde la alianza electoral “no esperaban tener esa cantidad de votos”.
Jerozolimski manifestó que dentro de Sionismo Religioso hay quienes tienen "posiciones muy complicadas" sobre "cómo limitar al sistema judicial" con el deseo de que "Israel sea regido por la ley de la Torá".
Al hablar de Ben-Gvir, Spektorovski advierte que es “un personaje muy problemático” y se retrotrae a su militancia durante los años 90.
“Él fue uno de los instigadores de los militantes contra el gobierno de Isaac Rabin (primer ministro entre 1974 y 1977, y de 1992 a 1995). Se podría decir que fue uno de los que instigó su muerte, no indirectamente el asesinato, pero fue de los móviles de las manifestaciones violentas que crearon el mar de fondo para el asesinato del premier Rabin”, aseveró el politólogo.
Spektorovski definió al político sionista como “un ultranacionalista racista” que se fue moderando “un poco” con los años, pero que “va mucho más allá que cualquier persona de derecha normal”, con un discurso tanto contra la comunidad LGBT+ como hacia los árabes, aunque sean ciudadanos israelíes.
El académico apuntó, al igual que el periodista, que muchos jóvenes, “inclusive gente que no era demasiado ideológica”, votó por él debido a que lo toman como “una persona con mucha valentía” y “muy directo”. También se volcaron por el Sionismo Religioso “muchísimos granjeros de la zona del Neguev”, área donde “bandas de beduinos asaltan”. Además de eso, en los asentamientos judíos en Cisjordania, la derecha —explicó Spektorovski— se lleva prácticamente el 100% de los votos, tanto Likud como sus socios ortodoxos.
Lapid y su coalición
El primer ministro en funciones alcanzó 24 escaños con su partido, Yesh Atid (“Hay un futuro”), que sumados a los de sus socios de la coalición que ahora sale del gobierno, lograron 51 bancas en el parlamento unicameral.
Para Spektorovski, a pesar del compartido sentimiento “anti-Bibi”, la desunión de esta alianza heterogénea que mezcló partidos de izquierda y derecha fue uno de los grandes factores que causó la derrota electoral del bloque. “Tenés ideas demasiado contrarias. Las podes llevar a cabo (como gobierno), una vez, dos veces, pero los conflictos surgen inmediatamente. Aguantaron bastante bien el tiempo que aguantaron, pero llegado el momento se entendió que no iba para más: una gran diferencia con la coalición de Netanyahu, una muy homogénea”.
“Con todo, preferiría que fuera menos homogénea y más abierta al mundo. Porque esta coalición de Netanyahu con los religiosos es como para encerrarse, no para abrirse. A mí no me gusta, le tengo mucho miedo a eso”, opinó.
Ben-Tasgal sostuvo que “cada vez que había un problema ideológico entre ellos, enseguida se destartalaba la coalición” y dijo que se explica debido a que el gobierno de Lapid no estaba unido por ideas, sino por “el odio hacia otro”.
Jerozolimski compartió y dijo que el punto central de las elecciones era "sí o no Netanyahu", en comparación con otras elecciones donde el conflicto con Palestina o la economía eran el tema preponderante.
Por otro lado, el periodista dijo que la derrota electoral del bloque de Lapid se debe en gran medida a otro factor: la situación económica mundial y cómo afecta a Israel.
“Hay cierto sentimiento de que se necesita un adulto responsable que sea capaz de poder enfrentar la inflación y ven a Netanyahu como esa persona con mayor capacidad económica. Es el que ha logrado de alguna manera liderar un país que ha cambiado económicamente para mejor. Entonces, ese adulto responsable recibe nuevamente la confianza”, expresó Ben Tasgal.
Sobre el propio Lapid, Spektorovski dijo que la derrota no significa una salida de la escena política, sino que por el contrario, la estrategia del premier saliente es “construirse como figura”, como “la palabra de la oposición” y como la contrapartida del Netanyahu, ya con la mira en las próximas elecciones.
El Parlamento se corre a la diestra
Una de las características más notorias de estas elecciones es que Meretz, uno de los partidos de izquierda más relevantes, no logró ningún escaño en la Knéset, por pocos votos. En las pasadas elecciones la fuerza obtuvo seis bancas, que se redujeron a cero este año, al obtener 3,16% de los votos.
Jerozolimski apuntó que “le faltaron algo menos de 4.000 votos” para poder alcanzar el “ajuz jasimá”, el mínimo de votos necesario para ingresar al Parlamento, que es 3,25%.
Spektorovski opinó que el hecho de que Meretz no entrara “fue muy dramático”, porque “es un partido muy importante en la vida israelí, más que en la vida parlamentaria en la lucha civil”.
“Perdió por bobadas; no entró por el ajuste de la cantidad de votos que uno debe tener para superar la valla y tener cuatro mandatos”, apuntó y añadió que si Meretz hubiese alcanzado el porcentaje necesario, Netanyahu habría obtenido solo 61 bancas.
“Meretz quería volver en conjunto con el Partido Laborista (también de izquierda) y ellos se negaron. Ese fue el error, y fue absolutamente fatal porque perdieron los dos. Si se hubiesen unido, no había ningún problema”, concluyó Spektorovski.
De los 40 partidos existentes en Israel, solo 10 pasarán a integrar la próxima legislatura, de ellos, solo dos de carácter árabe islámico: Ra'am (la Lista Arabe Unida), dentro de la coalición liderada por Lapid y Hadash-Ta'al (Frente Democrático para la Paz y la Igualdad), único fuera de las dos alianzas protagonistas.
Los 40 partidos se podrían clasificar, según Ben-Tasgal, de acuerdo con cinco ejes, y cada uno con dos “extremos”. Las definiciones y los matices en estas coordenadas podrían explicar, según la llamada “teoría del espacio”, la elección de los votantes.
Así, el primer eje determina qué tipo de estado de Israel se quiere, desde lo más “europeísta” a lo más “árabe”; el segundo contempla qué participación de los palestinos se desea; un tercer eje tiene que ver con la dimensión religiosa del país: si, por lo contrario, se aspira a un estado laico; en cuarto lugar se recurre a una distinción tradicional, como es comunista o liberal; por último, los votantes se dividen entre quienes adoptan una postura de “halcón” respecto a los territorios en disputa (no están dispuestos a ceder terrenos para alcanzar un acuerdo) y quienes se identifican como “palomas” (sí están dispuestos a otorgar tierras a un eventual estado palestino).