Cuando Andrés Abt y Analía Raurich salían a cenar, el alcalde del Municipio CH siempre llevaba una libretita. Y al ver un foco de luz roto, mientras manejaba, él le decía a su esposa la dirección y pedía que la anotara. Luego pasaban los reclamos a un funcionario encargado de la luminaria en la zona, que primero agradecía y después saludaba siempre con la misma frase: que Dios te bendiga.
Raurich narra con detalles esa anécdota, entre tantas que compartió con su esposo, mientras charla con Montevideo Portal en un café ubicado sobre la vereda de la calle Pedro Berro, a una cuadra del parque Villa Biarritz, en el corazón del Municipio CH. Ella dice que esas situaciones pintaban de cuerpo entero a su esposo y que así le gusta recordarlo.
“A veces se iban todos los funcionarios del municipio y él se quedaba con reuniones hasta tardísimo y de repente me llamaba para que lo fuera a buscar. Él era el que apagaba las luces del municipio, cerraba las puertas, el portón. Y allá salía con su matera a las mil y quinientas, pero salía siempre contento. Lo que Andrés tenía era que le fascinaba lo que hacía”, cuenta.
Otra vez, recuerda, recibió la llamada de Abt bajo el aviso de que no lo iba a poder creer. Él estaba caminando y una señora de más de 60 años lo había invitado a tomar un café a su casa. La doña tenía algunos reclamos y había conseguido unos minutos del alcalde.
Los llamados eran a toda hora. También le mandaban mensajes. “Él quedaba nervioso si no podía dar una respuesta”, afirma Raurich. Y cita más ejemplos.
La gente le reclamaba seguridad, y él iba a hablar con el ministro, que en ese momento era Eduardo Bonomi, para pedirle cámaras de seguridad para determinados puntos. Se caía un árbol dentro de un complejo de viviendas y allá iba. Llegó a salir a juntar basura, y eso trascendió mucho, pero también un día lo llamaron vecinos de la calle 26 de Marzo por un problema de ruidos molestos, y entonces salió con los inspectores de la intendencia.
“Me gusta valorar a Andrés por su forma de ser, por el optimismo que tenía, con esa sonrisa, con su proyecto político, fascinado por construir convivencia y comunidad. A él le decían el Hormiga por unas gorras que usaba cuando practicaba waterpolo, pero había también un trabajo de hormiga en lo político, tratando de imponer un modo que creo era muy peculiar de él”, dice su esposa.
Un equipo de tres
Abt y Raurich se conocieron militando por el Partido Nacional. En 2015 tuvieron a Felipe, su hijo, que la semana pasada cumplió ocho años. Los últimos días han sido muy removedores. Este domingo pasaron dos años desde que Abt murió a causa del coronavirus.
“Nosotros nos conocimos militando y desde el vamos hicimos esto muy en conjunto. Entonces teníamos muchos proyectos juntos. Felipe a los cinco días que nació estaba en su primer acto, en Ellauri y Montero, porque era el acto de proclamación de Andrés para ser alcalde por primera vez. Y después de ahí no salió más de los locales o de las reuniones con vecinos”, dice Raurich.
“Eso también llevó a que pudiéramos compartir entre los tres esa vida, que es una vida agitada, que lleva su tiempo poder cumplir con esa demanda. Pero llevó a que fuera un padre súper presente, porque compartíamos todos esos momentos con Felipe”, agrega.
Buscar el equilibrio
Abt tenía 47 años. Había sido reelecto alcalde de la zona de Pocitos, Punta Carretas, Parque Batlle, Buceo y La Blanqueada, por lo que renunció a su banca en Diputados para asumir en el tercer nivel de gobierno.
Socio del club Biguá, practicó waterpolo, militó desde joven en la Lista 71, y su muerte el 12 de marzo de 2021 causó conmoción en todo el sistema político.
“Cuando vino la ambulancia y se lo llevó de casa, salió con fiebre, y no volvió más. En nosotros generó un proceso que primero fue de shock total y de desarmar a ese equipo que los tres teníamos. Y por suerte en mi caso particular tengo alguien que ha sido el motor para que yo pueda salir adelante, que es Felipe, nuestro hijo. A los dos días que pasó todo tuve que salir de casa, empezar a mandarlo al colegio, y también tomar la decisión de empezar una terapia los dos”, dice Raurich.
“En el primer tiempo del duelo el tema fue poder salir de ese estado de shock. Después de que salimos de ese estado de shock, salir de la bronca, de la angustia. Después entrar en la etapa de la aceptación de lo que había pasado, y recién ahora, habiendo pasado el domingo ya dos años, estamos un poquito mejor, tratando de buscar un equilibrio como para recién empezar a decir qué vamos a hacer de ahora en más”, agrega.
Luego de morir, el exalcalde recibió distintos homenajes. Para Raurich, uno de los más especiales fue el de la Junta Departamental de Montevideo, donde ediles de distintos partidos políticos reconocieron a su esposo. En tanto, el Municipio CH lanzó las garitas Andrés Abt, para promocionar pequeños emprendimientos en casetas de Policía que por años quedaron abandonadas en la vía pública, y el Plenario de Municipios llevó su nombre.
Su posición sobre las vacunas
Raurich siempre se manifestó a favor de la vacunación. En abril de 2021, semanas después de la muerte de su esposo, convocó a los uruguayos a vacunarse durante una entrevista con Telenoche de Canal 4. Y a mediados de 2022 lo puso en estas palabras en un mensaje en Twitter: “Yo vacuné a mi hijo con las DOS dosis y si sale otra se la daría .Porque infelizmente mi esposo falleció habiendo contraído Covid y en aquel momento no existían las vacunas ‘Sr. Juez’”.
El juez mencionado es Alejandro Recarey, quien por entonces había hecho lugar a un pedido de amparo y ordenado el cese de la administración de la vacuna anticovid en niños.
Consultada sobre su posición acerca de las inyecciones, Raurich reflexiona que el fue un posicionamiento personal “desde el aporte” y ratifica su apoyo.
“Mi esposo falleció y las vacunas no estaban. No fue algo pro vacunas sino algo que hice porque sentía la necesidad de hacerlo en ese momento, porque sentía que era lo correcto. Era lo que recomendaba el MSP y era lo que sentía en esa situación”, dice. “Yo lo hice desde el lado de la construcción, desde el aporte. Era mi experiencia personal. Por supuesto que para vacunar a Felipe le consulté a su pediatra y a varios pediatras más”, agrega.
El sostén
Raurich dice que la palabra pandemia la “eriza”, al punto que prefiere no nombrarla. Y piensa también que la sociedad, los grupos de amigos, de familiares, deberían hablar más de las emociones después del shock colectivo que significó la situación.
Lo que también ve es que la vida volvió a “la rosca” de antes de marzo de 2020. Que esos encuentros tan anhelados, los que fueron por Zoom, ahora muchas veces se postergan por la vorágine de lo cotidiano.
Raurich, junto a su hijo, recuerdan a Abt todo el tiempo. Ella dice que lo más importante es poder acompañarlo y sostenerlo. Aunque, como reconoce, es recíproco.
“Compartimos el club donde él iba. A cada lugar donde vamos siempre encontramos algo que nos hace recordarlo y lo tenemos súper presente. Lo que sí, yo sigo pensando en la gente que tuvo la pérdida de un ser querido, y en cómo pudieron salir. Porque a mí no me fue fácil salir. Yo por suerte tengo la posibilidad de contar con profesionales que nos ayudaron. A mí me decían que no perdiera el barrio, el club, la escuela, y lo pudimos contener. Pero lo que digo es que no es fácil”, afirma.
Analía y Felipe también van de forma periódica a la rambla de Kibon. Allí hay plantada una palmera en homenaje a Abt. La riegan, la contemplan. Están con él.