Por The New York Times | Jason Horowitz

ROMA — El día posterior a la invasión rusa de Ucrania, el papa Francisco rompió la norma y acudió directamente a la Embajada de Rusia en la Santa Sede para hacer un llamamiento por la paz. Al día siguiente, habló con el presidente de Ucrania Volodímir Zelenski y le ofreció apoyo espiritual. Conforme escalaba la guerra, alzó la voz contra la “agresión armada inaceptable” y la “barbarie del asesinato de niños”.

“En el nombre de Dios, pido: ¡Detengan esta masacre!”, declaró el domingo.

Pero ¿a quién le hablaba Francisco?

El papa ha sido muy cuidadoso de no mencionar al presidente de Rusia Vladimir Putin, ni a la propia nación rusa, como el agresor. Y aunque ha declarado que cualquiera que justifique la violencia por motivos religiosos “profana el nombre” de Dios, ha evitado criticar al promotor y apologista de la guerra, el patriarca Cirilo de la Iglesia ortodoxa rusa.

A diferencia de algunos nacionalistas europeos, que de pronto se han olvidado del nombre de Putin a fin de no recordarle al electorado que alguna vez pertenecieron al club de fans del líder ruso, la motivación de Francisco tiene que ver con la delgada línea que camina entre ser la conciencia del mundo, un actor diplomático de la vida real y un líder religioso responsable de la seguridad de su propio rebaño.

Sin embargo, algunos de sus propios obispos y otros partidarios dentro de la Iglesia católica romana quieren que especifique esos nombres, y los historiadores aseveran que el pontífice corre el riesgo de perder su autoridad moral y caer en un espacio turbio cuyo ocupante más destacado es el papa Pío XII, quien, en tiempos de guerra, se abstuvo de criticar a Adolf Hitler y a las potencias del Eje mientras Alemania invadía Polonia y, a la larga, perpetraba el Holocausto.

“En muchos aspectos, el dilema actual del papa recuerda a la situación que enfrentó Pío XII”, comentó David I. Kertzer, historiador del Vaticano e Italia cuyo libro más reciente, “The Pope at War”, sobre Pío XII, Benito Mussolini y Hitler, será publicado en junio.

Kertzer afirmó que Pío XII también buscó equilibrar los intereses internos y las demandas públicas de que alzara la voz mientras enfrentaba una presión tremenda para denunciar a Hitler. En cambio, optó por usar un lenguaje genérico sobre los horrores de la guerra, algo que, según Kertzer, Francisco está emulando ahora. “La postura que está asumiendo, o dejando de asumir, también implica riesgos”, señaló Kertzer.

Hace poco, un editorial del periódico National Catholic Reporter, que suele solidarizarse con Francisco, instó al papa a denunciar a Putin. “Sin importar lo que esté sucediendo tras bambalinas, es hora de que Francisco hable con la verdad sobre el mortífero ataque contra Ucrania”, declaraba, y agregaba: “Es hora de llamar las cosas por su nombre. Esta es la guerra de Putin y es maligna”.

El Vaticano defendió con vehemencia a Francisco. El lunes, un editorial de portada en el diario de la Ciudad del Vaticano, L’Osservatore Romano, declaró: “Francisco ha sido criticado por personas que desean que nombre a Vladimir Putin y a Rusia de manera explícita en sus declaraciones públicas, como si las palabras del pastor de la Iglesia universal tuvieran que reflejar los comentarios de un noticiario de la televisión”.

El editorial, escrito por Andrea Tornielli, un periodista influyente del Vaticano, mantuvo un tono cortante. Argumentó que los papas evitan nombrar a los agresores “no por cobardía o un exceso de prudencia diplomática, sino para no cerrar la puerta, para dejar siempre una rendija abierta a la posibilidad de detener la maldad y salvar vidas humanas”.

De hecho, por lo general, los pontífices evitan tomar partido en los conflictos para preservar las oportunidades de la Iglesia de desempeñar un papel constructivo en posibles negociaciones de paz. Hay católicos romanos en todo el mundo, y elegir un bando u otro en una posible conflagración global podría poner a millones en peligro. Además, criticar a Cirilo, a quien Francisco ha estado persuadiendo desde hace años para que reparen una ruptura entre las Iglesias de Occidente y Oriente que se remonta al año 1054, podría agravar una situación que ya es bastante terrible al agregarle la dimensión de una guerra religiosa.

No obstante, el editorial expresó más de lo que Francisco ha llegado pronunciar en público, pues arguyó que el papa buscó revelar la “hipocresía del gobierno ruso” cuando él dijo, en su declaración del 6 de marzo: “Este no es solo un operativo militar, sino una guerra, que siembra muerte, destrucción y miseria”. El miércoles, Francisco y Cirilo charlaron por videoconferencia y ambos expresaron “la esperanza de que se pueda lograr una paz justa lo antes posible”, según una declaración del patriarcado de Moscú.

“Eso me sonó muy familiar”, comentó Kertzer, quien destacó que, durante la Segunda Guerra Mundial, el papa Pío XII a menudo añadía la advertencia de que la verdadera paz requería justicia. Pero Kertzer dijo que “en realidad, ese era el lenguaje que usaban Hitler y Mussolini”, ya que ambos dictadores se quejaban de que la injusticia del Tratado de Versalles era un obstáculo para la paz verdadera, para luego aprovechar el lenguaje cuidadoso y neutro del pontífice como evidencia de que estaba de acuerdo con ellos.

Kertzer indicó que, aunque Francisco era distinto a Pío XII en muchos aspectos, “en este momento, ya sea consciente o inconscientemente, él también se está prestando a que los rusos lo usen para respaldar su postura”. El papel de los dirigentes religiosos podría parecer secundario a las atrocidades que están ocurriendo en suelo ucraniano. Pero la religión, o el misticismo cristiano, han sido centrales en el proyecto nacionalista de Putin en su país y en el extranjero. Durante años, los populistas europeos e incluso algunos tradicionalistas de la Iglesia católica romana vieron a Putin, quien se reunió con Francisco en tres ocasiones, como un verdadero defensor de la cristiandad, debido a su aceptación del patrimonio cristiano y su oposición a los valores liberales y progresistas.

Los admiradores católicos de Putin a veces lo comparaban con el papa Juan Pablo II, a quien a menudo se le atribuye haber ayudado a derrocar el comunismo soviético, ya que tanto Putin como Juan Pablo exaltaban la herencia cristiana compartida de Oriente y Occidente en términos de valores seculares, ya fueran comunistas o liberales.

La visión nacionalista e imbuida de religión de Putin para un “Russky Mir”, o un “mundo ruso”, se basa más en el mito que en la historia real, pero Cirilo la ha apoyado. También ha sido una parte central de la justificación que Putin ha ofrecido para la guerra.

En su ensayo de julio de 2021 “On the Historical Unity of Russians and Ukrainians” (Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos), Putin menciona al príncipe Vladimir, un vikingo y caudillo militar que pertenecía a la tribu de los rus en Kiev y que se convirtió al cristianismo en el año 988. A san Vladimir de Kiev, como llegaron a llamarlo los rusos, se le atribuyó la cristianización de Rusia. Putin ha argumentado que este antiguo vínculo entre Ucrania y Rusia “determina en gran medida nuestra afinidad en la actualidad”, lo cual justifica la invasión.

El historiador Timothy D. Snyder explicó que la conexión entre Kiev y Moscú en realidad surgió a finales del siglo XVII, cuando los sacerdotes de Kiev les contaron a sus homólogos de Moscú sobre la conversión de Vladimir y la herencia rus de ambos pueblos para mejorar las conexiones con Rusia, que en aquel entonces iba en ascenso.

Más de 300 años después, en medio de una ruptura entre las Iglesias rusa y ucraniana, Francisco se convirtió en el primer pontífice en reunirse con un patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa. En esa reunión con Cirilo realizada en Cuba en 2016, los líderes firmaron una declaración de objetivos comunes, que incluían evitar una confrontación en Ucrania.

Ahora que Rusia ha iniciado esa confrontación a la fuerza y de manera unilateral, al parecer el costo del proyecto del pontificado de Francisco de sanar las heridas entre las Iglesias de Oriente y Occidente es no culpar públicamente a Putin y a Cirilo por abrir heridas reales y derramar sangre real. No está claro cuánto tiempo podrá sostenerse esta neutralidad papal.

“Sin duda está bajo mucha presión”, concluyó Kertzer sobre Francisco. Una mujer reza en la Iglesia de la Guarnición de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo en Leópolis, Ucrania, el 4 de marzo de 2022. La religión, o el misticismo cristiano, han sido centrales en el proyecto nacionalista del presidente ruso Vladimir Putin en su país y en el extranjero. (Ivor Prickett/The New York Times) Un edificio residencial afectado tras un atentado en la parte oeste de Kiev, Ucrania, el martes 15 de marzo de 2022. Por lo general, los pontífices evitan tomar partido en los conflictos para preservar las oportunidades de la Iglesia católica romana de desempeñar un papel constructivo en posibles negociaciones de paz. (Lynsey Addario/The New York Times)