Por The New York Times | Anatoly Kurmanaev
Mientras los soldados rusos se preparaban en sus trincheras en Ucrania, un líder militar carismático movilizó súbitamente a sus fuerzas con destino a la capital. Había prometido salvar a la nación de los traidores que la estaban empujando hacia una catastrófica derrota militar.
Los rebeldes se detuvieron justo antes de alcanzar su objetivo, pero las consecuencias del motín contribuyeron a separar a Rusia poco después. El Ejército ya debilitado colapsó, el gobierno se derrumbó y el país se sumió en una guerra civil devastadora.
Estos eventos tuvieron lugar en 1917, pero parecieron estar muy presentes en la mente del presidente Vladimir Putin el pasado fin de semana cuando reaccionó a un ataque relámpago hacia Moscú por parte de mercenarios amotinados. La rebelión había expuesto una vez más el peligro de la participación de Rusia en una guerra prolongada y al parecer imposible de ganar, y había mostrado cómo la tensión interna puede resquebrajar repentinamente la fachada autoritaria de estabilidad del país.
Putin, un historiador revisionista aficionado, le dedicó una parte importante de su discurso inicial televisado, ofrecido durante el motín, a la caída de Rusia en la Primera Guerra Mundial.
“Las intrigas, las luchas internas, los juegos políticos a espaldas del Ejército y el pueblo provocaron una conmoción inmensa, el colapso de las Fuerzas Armadas y del Estado”, dijo Putin el viernes por la noche.
Putin parecía estar refiriéndose a las secuelas de la Revolución de Febrero de 1917 en Rusia, cuando el descontento por la desastrosa prosecución de la guerra por parte de Rusia derrocó a la monarquía y allanó el camino para la toma del poder por parte de los bolcheviques ocho meses después, durante la más conocida Revolución de Octubre.
Fue durante ese período volátil que el carismático general nacionalista Lavr Kornílov marchó con sus fuerzas desde el frente en Petrogrado, Rusia, la actual San Petersburgo, la capital en ese momento. Su objetivo era tomar el poder y restablecer el orden.
Las acciones de Kornílov hacen eco de las decisiones tomadas por el líder mercenario rebelde Yevgueni Prigozhin. Ambos hombres autoritarios que se volvieron contra los gobernantes rusos que los habían cultivado para sus propios fines políticos, y se precipitaron a la toma del poder, con ayuda de las armas, como último recurso para evitar ser remplazados por adversarios.
Ambos hombres justificaron sus acciones presentándose como la última defensa de la nación contra el caos y utilizando los medios de comunicación de su tiempo para cultivar una imagen de misterio y fuerza.
Kornílov, un cosaco siberiano, apareció en público rodeado por una escolta de soldados tribales turcomanos de caballería, y carteles con su imagen adornaban las calles de Moscú en 1917. Por su parte, Prigozhin cautivó la imaginación de muchos rusos con los videos gráficos y cargados de improperios que publicó en las redes sociales desde el frente de guerra, rodeado por miembros de sus paramilitares Wagner fuertemente armados y con los rostros cubiertos.
Antón Denikin, un general que terminaría siendo el líder de los ejércitos antibolcheviques de Rusia, describió a Kornílov como “un estandarte. Para unos de la contrarrevolución, para otros de la salvación de la madre patria”.
Usando un simbolismo similar, Prigozhin llamó a la incursión de sus fuerzas en Moscú “la marcha de la justicia”.
A ambos hombres solo les faltaron pocas horas de viaje para llegar a sus destinos, pues no se detuvieron sino hasta que la posibilidad de una matanza masiva se volvió una certeza.
La división de caballería de élite de Kornílov se detuvo justo en las afueras de Petrogrado ante el sabotaje de los trabajadores ferroviarios de izquierda y las súplicas de los líderes de la sociedad civil. Su intento de golpe de Estado, aunque de corta duración, le asestó un impacto mortal al ya de por sí debilitado gobierno interino del socialista moderado Aleksandr Kérenski, dejándolo impotente para prevenir una insurrección bolchevique un mes después.
El fracaso del plan de Kornílov también aceleró la desintegración del Ejército ruso. Al igual que con la invasión de Ucrania por parte de Putin el año pasado, Rusia entró a la Primera Guerra Mundial en 1914 esperando un conflicto rápido. En cambio, su Ejército se empantanó en una guerra de desgaste ya perdida contra una Alemania mejor armada en los territorios de la actual Ucrania y otras partes occidentales de lo que había sido el imperio ruso.
“Las consecuencias para el mando del Ejército fueron catastróficas”, escribió la historiadora de la Universidad de Yale, Laura Engelstein, sobre el intento de golpe de Estado de Kornílov en su libro sobre la Revolución rusa, “Russia in Flames”.
El primer oficial de campo de Kornílov, Alexander Krymov, se pegó un tiro poco después. Kornílov y varios otros altos mandos militares fueron arrestados. En el frente de guerra, los soldados se negaron cada vez más a cumplir órdenes, desertaron y les dispararon a sus oficiales mientras Alemania se adentraba más en Rusia.
Del mismo modo, las columnas de batalla blindadas de Prigozhin viajaron desde la Ucrania ocupada y se detuvieron a unos 200 kilómetros de la capital moderna de Rusia, Moscú, tras encontrar una resistencia mínima de las fuerzas leales al Kremlin. La carrera de Prigozhin hacia Moscú perforó el aura de invencibilidad de Putin, exponiendo la inestabilidad del aparato de seguridad detrás de su gobierno y obligándolo a ofrecer amnistía a los rebeldes para evitar una batalla costosa.
“La esperanza de Rusia de que una guerra prolongada está a su favor y que puede soportar más tiempo que Ucrania es una ilusión peligrosa”, escribió Ruslan Pukhov, director del grupo de investigación de seguridad Centro de Análisis de Estrategias y Tecnologías, con sede en Moscú. “Prolongar la guerra conlleva grandes riesgos políticos para la Federación Rusa”.
Putin y la mayoría de los influyentes analistas militares proguerra de Rusia han denunciado el motín de Wagner como una puñalada por la espalda. Afirman que ha socavado al Ejército en su intento de repeler una amplia ofensiva de las divisiones de asalto ucranianas capacitadas y armadas por los Estados de la OTAN.
La destrucción por parte de Wagner de varios aviones militares rusos y su tripulación en su marcha hacia Moscú solo ha alimentado las acusaciones de traición.
“Todo está permitido ahora”, escribió Igor Girkin, exlíder paramilitar ruso y destacado bloguero de guerra, refiriéndose al motín de Wagner. La autoridad del gobierno de Putin ha sido “absolutamente destruida en casi todas partes”, agregó.
Es demasiado pronto para medir el impacto de la rebelión de Prigozhin en las Fuerzas Armadas rusas. Las principales defensas de Rusia en general se han mantenido desde que Ucrania lanzó la contraofensiva a principios de junio, pero el ritmo del avance ucraniano parece haberse acelerado ligeramente desde el motín. La analogía entre los dos líderes no es perfecta, aseveró Engelstein, la historiadora. Kornílov fue un oficial imperial que intentaba restaurar la autoridad central. Prigozhin, por otro lado, es un líder paramilitar rebelde que intentó derrocar al alto mando militar.
Sin embargo, ambos hombres adoptaron soluciones similares a los problemas percibidos de su país.
“Al igual que Prigozhin, Kornílov creía que los reveses de Rusia en la guerra que estaba librando eran causados por la debilidad de los líderes civiles”, dijo Engelstein.
Después de su arresto, Kornílov finalmente llegó al sur de Rusia, donde organizó una resistencia armada contra el gobierno bolchevique. Murió en una de las primeras batallas de la subsiguiente guerra civil de Rusia.
Tras la decisión de Rusia de no procesarlo por su insurrección, se dice que Prigozhin llegó el martes a Bielorrusia. Aunque no ha comentado nada sobre sus planes futuros, sus más recientes declaraciones sugieren que el fin del motín no ha atenuado sus ambiciones públicas.
“Muchos están decepcionados de que nos detuviéramos”, dijo Prigozhin en un mensaje de audio el lunes, refiriéndose a los rusos de a pie. “Porque en la marcha de la justicia vieron, además de nuestra lucha por la supervivencia, un apoyo a su lucha contra la burocracia y otros vicios que existen en nuestro país”. Soldados de la 28.° Brigada Mecanizada, desplegados varios kilómetros al sur de Bajmut, Ucrania, disparan un RPG hacia posiciones rusas, el 10 de junio de 2023. (Tyler Hicks/The New York Times).