Por The New York Times | Julian E. Barnes
WASHINGTON — Cuando el Ejército ruso tomó Jersón, al sur de Ucrania, las autoridades de ocupación le ofrecieron a Anastasia, de 16 años, la posibilidad de ir a Crimea, unas vacaciones lejos de la guerra, le dijeron las autoridades a su madre.
Sin embargo, cuando los días se convirtieron en semanas, Anastasia se dio cuenta de que no le habían dado vacaciones y de que los rusos tal vez no iban a dejarla regresar a casa.
Solo pudo salir de allí cuando un grupo sin fines de lucro, Salvar a Ucrania, envió a la madre de Anastasia en autobús a buscarla. Ahora viven en un refugio que la organización maneja en Kiev, la capital.
Anastasia dice que se alegra de estar viva y con su familia, al igual que otros niños que viven allí.
“Hay gente que lamenta haber tenido que dejar su casa”, comentó, con la condición de que no se utilizara su apellido. “Pero también estamos muy contentos porque entendemos que la vida es mucho más que una casa que puede quedar destruida. Ahora tenemos la oportunidad de seguir adelante, de avanzar de nuevo”.
En los 14 meses que han pasado desde que comenzó la invasión rusa, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por su sigla en inglés) ha otorgado 18.000 millones de dólares en ayuda humanitaria a Ucrania, incluidos unos 15.500 millones en apoyo directo al gobierno para apuntalar sus sistemas sanitario y educativo y reparar su red eléctrica, la cual ha sido atacada por las fuerzas rusas en repetidas ocasiones.
Más allá de esa ayuda, la agencia de asistencia también ha enviado donaciones a organizaciones sin fines de lucro ucranianas que atienden a la población asolada por la guerra. Salvar a Ucrania, fundada después de que las fuerzas rusas atacaron el país en 2014, es una de ellas.
Desde el inicio, su objetivo ha sido trasladar a los ucranianos que viven en zonas ocupadas o cerca de intensos combates a refugios o nuevos hogares.
En mayo, con una donación de la agencia de ayuda, Salvar a Ucrania creó una línea telefónica para que las personas afectadas por la invasión se pongan en contacto con servicios de atención médica y mental. El dinero también ha ayudado al grupo a gestionar las solicitudes de evacuación y a proporcionar asesoramiento psicológico y asistencia jurídica.
Con una segunda donación, Salvar a Ucrania abrió una guardería en Jersón para niños traumatizados por la ocupación.
En total, USAID le ha dado 290.000 dólares a Salvar a Ucrania, apenas una gota en el cubo de la ayuda global de Estados Unidos. Sin embargo, según las autoridades estadounidenses, los ucranianos han demostrado lo mucho que pueden hacer con lo que se les da.
“Una de las respuestas más inspiradoras que hemos visto de los ucranianos es que son capaces de hacer cosas con muy poco dinero”, comentó Isobel Coleman, subadministradora de la agencia. “El dinero que hemos aportado, en el contexto de los miles de millones que hemos proporcionado al gobierno, es pequeño. Pero es una organización pequeña que puede hacer cosas muy eficaces con cantidades pequeñas de dinero”.
Empresas y donantes privados de Estados Unidos también han donado unos 7 millones de dólares a Salvar a Ucrania. Una organización estadounidense sin fines de lucro, All Hands and Hearts, ha dado dinero para 100 refugios y los autobuses, coches y ambulancias blindados que el grupo utilizó para trasladar a 74.000 ucranianos lejos del frente.
Con la guerra ya en su segundo año, Salvar a Ucrania ha expandido su misión. Cuando se volvió evidente la campaña rusa para deportar a los niños de las zonas ocupadas de Ucrania, el grupo empezó a organizar rescates.
El financiamiento estadounidense no ha llegado directamente a esas iniciativas, pero el gobierno de Estados Unidos las apoya.
“No hay nada más desesperado que un padre al que han separado de su hijo; estas personas van a hacer todo lo posible para recuperar a ese niño”, opinó Coleman. “Y en la niebla de la guerra, hay muy pocas instituciones capaces de ayudar a estos padres y Salvar a Ucrania ha sido un salvavidas que ha podido localizar a los niños y en verdad encontrar una manera de regresarlos a sus padres”.
El gobierno ucraniano calcula que al menos 16.000 niños han sido secuestrados. Salvar a Ucrania ha rescatado a casi cien de ellos.
En marzo, la Corte Penal Internacional dictó una orden de detención en contra del presidente ruso, Vladimir Putin, por considerar que tenía responsabilidad penal en los secuestros.
El impacto de Salvar a Ucrania tal vez sea pequeño en términos de cifras, pero sus rescates les han dado esperanza a padres como Veronika Tsymbolar, cuya hija de 8 años, Marharyta Matiunina, fue secuestrada.
Marharyta vivía con su padre —el exmarido de Tsymbolar— en una ciudad cercana al río Dniéper, al sur de Ucrania, cuando el Ejército ruso tomó el control el año pasado.
Los rusos bloquearon las comunicaciones e impidieron que Tsymbolar se pusiera en contacto con su hija durante meses. En otoño, cuando los ucranianos empezaron a hacer retroceder a los rusos por el río, Tsymbolar por fin se puso en contacto con su exmarido.
En un inicio, el exmarido dio excusas para no poner a Marharyta al teléfono, comentó Tsymbolar, quien entonces llamó a sus antiguos vecinos y se enteró de una historia terrorífica: su hija había desaparecido.
“Lo único que puedo decirles es que odio a Rusia y a todos ellos con todo mi corazón”, afirmó.
Una vecina simpatizante de Moscú había huido con Marharyta cuando las fuerzas rusas comenzaron a retirarse.
En una entrevista, Oleksii Mitiunin, exmarido de Tsymbolar, dijo que empezó a buscar a su hija pocas horas después de que desapareció. Se enteró de que las fuerzas rusas no dejaron pasar a Marharyta por un puesto de control, por lo que la mujer que se había llevado a la niña la dejó allí.
Mitiunin mencionó que había intentado recuperar a Marharyta, pero “los rusos me atacaron y me dijeron que me fuera”.
Incapaz de buscar a su hija por su cuenta, Tsymbolar se puso en contacto con Salvar a Ucrania. El grupo encontró a la niña en Feodosia, una ciudad turística de Crimea.
En febrero, Tsymbolar subió a un autobús con otras madres que buscaban a sus hijos. Una vez en Crimea, las autoridades rusas se negaron a liberar a Marharyta, pero Tsymbolar insistió y cedieron.
Tsymbolar cree que el secuestro de su hija fue parte de una campaña rusa más amplia para lavarles el cerebro a los niños y borrar la identidad ucraniana. Sin embargo, comentó que se sintió enormemente afortunada de que ambas se hubieran reunido, contra todo pronóstico.
“Marharyta está bien”, mencionó Tsymbolar. “Está en casa”. La agrupación Salvar a Ucrania regresa a Kiev a un grupo de dieciséis niños que fueron llevados desde Ucrania a un territorio ruso, el 2 de febrero de 2023. (Brendan Hoffman/The New York Times) Veronika Tsymbolar y su hija, Marharyta Matiunina, quien estaba desaparecida antes de que el grupo Salvar a Ucrania la localizara en Feodosia, una ciudad turística de Crimea, sentadas juntas en el asiento trasero de un auto en Kiev, Ucrania, el 2 de febrero de 2023. (Brendan Hoffman/The New York Times)