Por The New York Times | María Abi-Habib
Funcionarios estadounidenses dijeron que el comportamiento de Ronald Johnson durante su encargo como embajador de Estados Unidos en El Salvador estuvo más enfocado en proteger al presidente de ese país que los intereses de EE. UU.
Poco después de que asumió su cargo en El Salvador, el embajador de Estados Unidos en el país, Ronald Johnson, forjó una relación inusualmente cercana con el presidente salvadoreño.
El presidente Donald Trump había nominado a Johnson en 2019 como su embajador en el país centroamericano poco después de que la Casa Blanca declarara la guerra a las pandillas de El Salvador conocidas por su violencia, entre ellas la MS-13.
La relación entre Johnson y el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, era tan cercana que preocupó a algunos funcionarios. Ambos publicaron en las redes sociales fotos de sus familias pasando juntos los fines de semana y tuits en los que destacaban su “amistad personal”.
El vínculo siguió firme incluso en 2020, cuando el presidente Bukele fue acusado de coludirse en secreto con las pandillas locales, de acuerdo a lo que dijeron siete funcionarios y exfuncionarios. Johnson lo defendió y públicamente desestimó una carta de congresistas republicanos estadounidenses que expresaron preocupación ante la denuncia.
Luego, sin motivo claro, un miembro del personal de la embajada estadounidense que investigaba los posibles vínculos entre el gobierno y las pandillas fue enviado anticipadamente de regreso a casa.
Las acciones del embajador parecían contradecir los intereses del gobierno de Trump, argumentaron tres funcionarios y exfuncionarios estadounidenses que trabajaron directamente con Johnson. Parecía estar más concentrado en proteger a un líder extranjero, a decir de los funcionarios, que en desmantelar a las organizaciones delictivas salvadoreñas que operan ahí y en Estados Unidos.
Ahora Johnson ha vuelto a ser elegido por Trump, en esta ocasión para ser el embajador de Estados Unidos en México. Se espera que su nominación pase a votación en el Senado el miércoles.
En una respuesta por correo electrónico, Johnson describió su relación con Bukele como “cordial”, una caracterización tímida del vínculo que sugieren las publicaciones de redes sociales, como la que los muestra juntos, sonrientes y comiendo cangrejos.
Johnson también dijo que estaba comprometido a desmantelar las pandillas salvadoreñas. “El desmantelamiento de la cruel pandilla MS-13, y de otras pandillas salvadoreñas, comenzó durante mi mandato y continúa al día de hoy bajo el liderazgo del presidente Trump”, indicó.
La Casa Blanca no respondió a una solicitud de comentarios, pero es evidente que Trump apoyó lo suficiente el desempeño de Johnson en El Salvador como para ofrecerle un nuevo puesto, y más importante.
Como militar veterano y oficial de la CIA, Johnson hizo una larga carrera desde América Latina hasta Asia, pero su paso por El Salvador, entre septiembre de 2019 y enero de 2021, fue su único cargo diplomático.
México es un puesto mucho más importante, pues es un socio comercial clave estadounidense, y Johnson llegará en uno de los capítulos más tensos de las relaciones del país con Estados Unidos.
Trump ha amenazado con enviar tropas a territorio mexicano para destruir a los cárteles del narcotráfico del país, denominados como organizaciones terroristas por su gobierno recientemente. La presidenta de México advierte que cualquier acción militar unilateral sería una violación de la soberanía.
La experiencia de Johnson con operaciones encubiertas de la CIA podría explicar la razón por la que fue seleccionado para la embajada, dicen personas cercanas a él, para que defienda una política que conoce bien.
“Su experiencia como boina verde y oficial experimentado de la CIA en América Latina y otros lugares significa que conoce los temas, de seguridad, defensa y especialmente contraterrorismo”, dijo Mick Mulroy, funcionario sénior del Pentágono durante la primera gestión de Trump y amigo de Johnson.
Sin embargo, durante su época en El Salvador, dos miembros del personal de la embajada de Estados Unidos y dos diplomáticos de alto rango estadounidenses dijeron haberle advertido a Johnson que él y su esposa se estaban acercando demasiado a Bukele, pero que el embajador desestimó esas preocupaciones. Johnson incluso le dijo a algunos colegas que era el padrino de la hija mayor de Bukele, según dos exdiplomáticos.
Johnson negó haber recibido dichas advertencias y ser el padrino de la hija de Bukele.
Bukele creó un premio nacional para Johnson justo antes de que dejara de ser embajador, presea que sigue siendo la mayor distinción de El Salvador y solo se ha otorgado en dos ocasiones.
Si bien cultivar relaciones es parte de la labor de los diplomáticos, por lo general se les insta a no formar vínculos personales con los políticos de los países en los que se desempeñan, por temor a que dichos vínculos pueden usarse para manipularlos.
“Necesitamos que nuestros embajadores tengan una relación cercana con los jefes de Estado, pero necesitamos asegurarnos de que primero estén al servicio del pueblo estadounidense”, dijo Eric Olson, analista enfocado en Centroamérica.
Johnson también tuvo confrontaciones con su personal por la participación de su esposa, Alina Johnson, en asuntos diplomáticos, según tres funcionarios estadounidenses.
El embajador presentaba a Alina Johnson como su “coembajadora” en reuniones oficiales, lo que a menudo confundía a los funcionarios salvadoreños, según dos funcionarios de la embajada de Estados Unidos y un empresario local que se reunió con ellos. Johnson a veces también rechazaba al intérprete oficial de la embajada para que fuera su esposa, nacida en Cuba, quien hiciera para él esa labor en reuniones formales, según dos empleados de la embajada. Su esposa también dijo al personal de la embajada que daba su opinión en asuntos legislativos de El Salvador con Bukele, añadieron.
Johnson rechazó dichas afirmaciones y dijo que su esposa estaba “consciente del papel de un cónyuge” en su respuesta a The New York Times.
En 2020, el medio salvadoreño El Faro denunció a Bukele de coludirse en secreto con las pandillas del país, al acceder a dar beneficios y mejor trato a los pandilleros en prisión, como celulares y visitas de prostitutas. A cambio, decía el reportaje, las pandillas reducirían los homicidios y apoyarían al partido de Bukele en las siguientes elecciones.
Tales negociaciones violarían las leyes salvadoreñas, que tipificaban a las pandillas como organizaciones terroristas y prohíben que los políticos negocien con ellas. Cuando Bukele se convirtió en presidente en 2019, prometió que arremetería con fuerza contra las pandillas, como ningún otro líder antes.
La investigación de El Faro desafiaba el mensaje de mano dura con el crimen de Bukele.
También llamó la atención de seis congresistas republicanos que escribieron una dura carta al presidente salvadoreño en la que decían estar “atribulados por los reportes de que el gobierno de El Salvador pudiera estar legitimando a la MS-13”.
Bukele despreció la carta en televisión nacional, diciendo que los congresistas signatarios “no representan ni el 5 o al 3 por ciento del Congreso” de Estados Unidos. Johnson replicó lo dicho por Bukele y destacó que la misiva había sido firmada por una “pequeña porción” del Congreso.
Poco después, la fiscalía general de El Salvador hizo un cateo de la oficina a cargo de las cárceles, incautando discos duros, cuadernos de entradas y salidas y videos de cámaras de circuito cerrado, según los informes de los medios en ese momento. Se acumulaba la presión para Bukele, pues parecía que fiscales salvadoreños y estadounidenses preparaban por separado acusaciones para procesar a su gobierno, según dos funcionarios estadounidenses.
Fue entonces cuando un diplomático estadounidense que investigaba las acusaciones de un pacto secreto con las pandillas fue enviado abruptamente de regreso a Estados Unidos, según funcionarios tanto de Estados Unidos como de El Salvador.
Cuando aterrizó en Washington, al diplomático se le dijo que tanto el gobierno salvadoreño como su propio jefe, el embajador Johnson, lo querían fuera del país, según tres personas que interrogaron al diplomático a su regreso.
“Por lo que sabemos de la naturaleza de la gestión de Bukele y sus tratos con las pandillas, enviar a alguien a casa en medio de su labor en una investigación así sería disruptivo”, dijo Mark Feierstein, quien trabajó para varios gobiernos estadounidenses desde la década de 1990.
El mes pasado, en una audiencia de comité en el Senado, Johnson dijo que el funcionario que investigaba los vínculos del gobierno con las pandillas fue despedido porque estaba sosteniendo “reuniones no autorizadas” con periodistas, pero brindó pocos detalles. Johnson negó haber tenido algo que ver con la decisión y dijo que se había “adherido a su jefe” respecto al tema de enviar al diplomático a casa, sin explicar más.
En su respuesta al Times, Johnson dijo que no había “ni despedido ni penalizado profesionalmente a personal de la embajada de Estados Unidos”.
Pero tres de los superiores del diplomático se molestaron de que fuera devuelto anticipadamente al país, según personas que hablaron con ellos en ese momento.
La salida del diplomático estadounidense generó conmoción tanto en la embajada de EE. UU. como en la unidad de investigación que indagaba las denuncias de colusión entre el gobierno y las pandillas, de acuerdo con funcionarios estadounidenses.
Después de eso, el gobierno de Bukele pareció obstaculizar los esfuerzos de Estados Unidos dirigidos al desmantelamiento de las pandillas salvadoreñas. En noviembre de 2021, el gobierno liberó en secreto a un alto dirigente de la MS-13 a pesar de que existía un pedido de extradición de Estados Unidos, según una orden de detención del Departamento de Justicia que el Times revisó.
El gobierno de Bukele no respondió a preguntas para este artículo, pero en el pasado ha negado cualquier vínculo con las pandillas.
Los funcionarios se preguntan por qué Johnson defendía tanto a Bukele.
Para algunos, el criterio de Johnson estaba sesgado por la amistad. Para otros, era el éxito de Bukele en el descenso de homicidios en El Salvador, que había sido denominada la capital de asesinatos del mundo antes de que estos cayeran en un 45 por ciento de 2019 a 2020.
Otros más señalan el acuerdo de Bukele con el primer gobierno de Trump para establecer un requisito a los migrantes centroamericanos que pasaran por El Salvador a que solicitaran asilo ahí en lugar de en Estados Unidos, un tratado que se firmó semanas después de la llegada de Johnson. Según dos exfuncionarios estadounidenses, el embajador regularmente le decía al personal de la sede diplomática que no emprendieran proyectos que pudieran molestar a Bukele y arriesgar el acuerdo, que calificaba de logro bilateral importante.
El mandato de Johnson como embajador concluyó en enero de 2021, cuando el presidente Joe Biden asumió la presidencia. El mes siguiente, el partido de Bukele ganó una mayoría en el Congreso y pronto disolvió la unidad de investigación salvadoreña que indagaba las negociaciones con las pandillas. Eso afectó a otra investigación del Departamento de Justicia, según dos exfuncionarios estadounidenses.
Sin embargo, en diciembre de ese año el Departamento del Tesoro de Estados Unidos impuso sanciones a dos altos funcionarios salvadoreños después de que sus propias investigaciones confirmaran que habían planeado acuerdos encubiertos con líderes de las bandas delictivas.
Unos meses después, cualquier acuerdo entre las pandillas y el gobierno pareció derrumbarse, lo que desencadenó una matanza en la capital del país que dejó decenas de muertos.
El gobierno impuso con rapidez un régimen de excepción que sigue vigente hasta el día de hoy, movilizando a la policía y a las fuerzas militares para ejecutar detenciones masivas.
Si bien ya no ocupaba ningún cargo público, Johnson siguió
intercediendo por Bukele, incluso cuando Bukele empezó a referirse a sí
mismo como el “dictador más
cool
del mundo”.
Johnson le acarreó apoyo durante su campaña de reelección el año pasado, según un amigo de Johnson y un funcionario estadounidense. Esto incluyó convocar a republicanos notables como Donald Trump Jr. para que asistieran a su toma de posesión. (Hay juristas que afirman que Bukele infringió la Constitución de su país al volver a postularse).
El mes pasado, el gobierno de Trump envió migrantes a El Salvador como parte de un nuevo acuerdo para alojar a presuntos miembros de pandillas venezolanas y salvadoreñas en la megacárcel de El Salvador. Como parte del acuerdo, Bukele ha presionado a Washington para que devuelva a El Salvador a los líderes de la MS-13 que están bajo custodia estadounidense, aunque hasta ahora solo se ha devuelto a uno.
“Si Estados Unidos envía de regreso a líderes de la MS-13 a El Salvador, sería un desastre para investigaciones del Departamento de Justicia que están en curso examinando las pandillas y los pactos que hicieron con el gobierno de Bukele”, dijo Olson, el analista. “Bukele tiene todo el interés de asegurarse que su información no vaya a usarse en casos de tribunales en Estados Unidos o en procesos y va a encerrarlos y tirar la llave”.
Gabriel Labrador colaboró con reportería desde San Salvador. Alain Delaquérière colaboró con investigación.
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