Por Valentina Temesio
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Apenas pasaron minutos de que en todo el territorio nacional los circuitos de votación que definirán quién será el presidente de los uruguayos desde el próximo 1° de marzo cerraron. El atardecer de un domingo electoral caluroso, con poco viento primaveral, cae.
Sobre 18 de Julio esquina Mario Cassinoni se ven dos mediotanques prendidos, aún sin los chorizos que pronto comerán los delegados de Identidad Soberana, así como los militantes en el lugar. Mientras, los preparativos para una jornada que podría dar resultados esperanzadores, los del “sallazo”: que Gustavo Salle llegue al Senado, ese lugar en el que sostiene que pasan cosas “inconfesables” para el pueblo uruguayo.
En frente a la sede pintada de azul está estacionada la “salleneta”, el vehículo con el que el abogado penalista creó sus nuevas andanzas durante la campaña electoral. Con el tinte azulado que representa a su partido, se lee: “Contra la corrupción, Salle es la solución”.
Primero, el presidenciable antisistema dice a Montevideo Portal que no hablará sobre sus expectativas. Aunque “le salen por los poros”, prefiere esperar. Después, el clima cambia cuando a las 20:30 las encuestadoras comparten sus resultados con los canales de televisión, que le quitan las esperanzas de ser senador con la proyección de un 2,3%.
La alegría, por momentos, baja. Salle se sienta y habla por teléfono con Richard Galeano, el conductor de Hacemos lo que podemos, en el que el candidato es habitué. Hasta que los gráficos de otro canal aumentan la chance perdida que solo lo había dejado con dos diputados: los votos de Identidad Soberana alcanzan el 2,5%, que después llegará a 2,8%.
A la “cueva de los vende patria”
Salle pensó qué se iba a poner este 27 de octubre: viste una remera negra con la frase “métanse vuestra agenda por el culo” —en referencia a los 17 objetivos propuestos por Naciones Unidas para un “futuro sostenible”— y una camisa con su rostro, su megáfono y la frase “que Salle no se calle”.
“Estamos en Diputados, carajo, vamos por más”, grita a sus militantes, que aplauden al mismo tiempo que lamentan que el plebiscito por el Sí impulsado por el Pit-Cnt no haya sido apoyado por la mayoría de los uruguayos.
En la sede de paredes amarillas abundan papeletas blancas del Sí, que estaban ensobradas en todas las listas del candidato de Identidad Soberana. La televisión marca, en algún punto, cómo se comportarán en la sede.
Cuando aparece Jorge Gandini, Salle se para y grita: “Por algo me quiere echar. No entré y me quiere echar”. También, los militantes reaccionan a los otros políticos, como a Pablo Mieres, del Partido Independiente, al que Salle “se comió”.
La sede comienza a llenarse. Llegan niños, jóvenes y adultos mayores. A Salle le piden fotos como si lo idolatraran. Le cuentan cómo influyeron a sus familias para que lo votaran, desde dónde vinieron, quiénes son. Y él escucha y sonríe, con un tono tranquilo que dista mucho del que adopta cuando nombra al foro de Davos, a la Agenda 2030, a la “casta política”. Como si el enojo lo tomara.
Entre los militantes que se acercan a Cordón, hay dos jóvenes que este domingo votaron por primera vez y eligieron al candidato de Identidad Soberana por su “honestidad”. Se conocen desde que nacieron, fueron juntas con su familia. Están contentas. Llegaron a la sede después de su jornada laboral.
Un hombre de Paysandú que viste de azul dice que votó temprano y después viajó hacia Montevideo para acompañar al líder de Identidad Soberana. Es la primera vez que vota a Salle, cuenta.
Con un niño en brazos, entra a la sede la primera persona que hará emocionar al ahora diputado durante la jornada. Es la esposa del fallecido exfiscal Enrique Viana, que fue parte de la fórmula del Partido Verde Animalista en las elecciones de 2019. Las paredes amarillas llevan una foto de ellos juntos, del día que defendieron a otro abogado que amenazó de muerte al exfiscal de Corte Jorge Díaz.
Los ojos de Salle se empañan. Mira a la mujer, mira al niño. Se queda en silencio: el de la melancolía, el de extrañar a quien ya no está físicamente.
El megáfono
Apenas llegan los medios, Salle sabe qué es lo que tiene que agarrar. Apenas aparecen las cámaras que transmiten en vivo para las televisiones uruguayas, toma su megáfono blanco.
“Surte efecto. Prende en el pueblo, en mi gente, prende mediáticamente; esta es la herramienta, y esta es la metodología”, dice a Montevideo Portal mientras señala ese objeto que por momentos parece una extensión de su cuerpo.
Y con el megáfono llega la verborragia. Primero, adentro de la sede: contra los “vendepatria”, contra los otros partidos políticos, contra el sistema.
A las 21:00, Salle sale al mundo exterior, donde lo esperan el resto de sus votantes. Al son de “Everybody Wants to Rule the World”, de Tears for Fears, el candidato abraza a sus compañeros de partido que le piden que se suba al escenario con luces azuladas.
Ya arriba, con un micrófono y el megáfono en el piso, Salle sonríe mientras sus militantes le insisten con lo que deseó y podría haber sido una posibilidad: la de ser senador.
Aunque con euforia dice a sus seguidores que los resultados de este domingo “son un triunfo”. “Tenemos dos diputados en la cueva de los vendepatria. Por lo tanto, ya estamos cambiando la historia”, expresa con un tono sólido y lento.
Pero enseguida vuelve el otro Salle y asegura que Identidad Soberana irá “al Parlamento a luchar por los uruguayos de a pie para que la putrefacta casta política no siga vendiendo la patria y empobreciendo, endeudando y degradando al pueblo uruguayo”.
“¡Qué huevos que tenés, Gustavo!”, le dice un hombre allí presente. Pero Salle también recuerda a los que no están, a los de los otros 18 departamentos que “se la jugaron” y a quienes hay que agradecerles “igual” que a los de Montevideo.
El último día sin ser un legislador
Este domingo fue el último día que Salle podrá presentarse hacia sus votantes como un outsider, como alguien por fuera del sistema político. Porque, aunque resista, pasará sus días en el Parlamento, donde cree que tendrá que pagar un “derecho de piso carísimo”.
Es que el abogado sostiene que irá “al terreno donde la putrefacta casta política tiene experiencia desde 1825”. Allí, será nuevo: no tiene experiencia legislativa, va al lugar de sus “enemigos”, a un “campo minado”.
“La élite no me quiere. No llegué y ya me amenazaron con echarme. Entonces, pagaré un derecho de piso. La gente tendrá que esperar a que nosotros nos asentemos, paguemos ese derecho de piso, para después comenzar a dar la batalla sin arriesgar que me echen, porque sé que es lo que quieren hacer. Sé que soy la piedra en el zapato y que en ese ámbito se hunden cosas inconfesables contra el pueblo uruguayo”, insiste.
En el escenario, solo, el candidato de 66 años disimula el cansancio evidente de un día agitado, que comenzó sobre las 6:23 de la madrugada, implicó recorridas por el oeste de Montevideo, un chivito para dos en un bar de bulevar Artigas y San Martín, ser delegado, votar y un discurso con “declaraciones fuertes”.
Las mismas que repitió durante la campaña electoral, las que dice sobre el escenario azul rodeado de una bandera de Palestina, de papeletas del sí, de carteles con su nombre, de fotos con su cara y de su vice, María Elvira Canoniero Castagnola.
En contra de todos
Salle, que votó al Frente Amplio muchas veces en su vida, dice que no transa. Que aunque haya balotaje, es “hombre de una sola palabra” y tiene “una trayectoria intachable”.
Se jacta de que quisieron difamarlo, pero no pudieron. Dice que llegó al Parlamento después de denunciar desde hace 20 años tanto a la oposición como al oficialismo.
Por eso, dice que en las elecciones del próximo 24 de noviembre los uruguayos elegirán entre “dos asociaciones para delinquir que entregaron la patria”: el Partido Nacional y el Frente Amplio.
Pero como ahora está adentro del sistema, tiene que hackearlo. Ahora que es legislador, no tiene otra opción. “Ante la problemática de pagar la multa y no poder acceder a la banca, pero reafirmando la palabra de no votar sicarios del pueblo uruguayo, votaré y firmaré la lista de modo tal que en ese circuito aparecerá una boleta de Identidad Soberana con la firma del doctor Gustavo Salle, diputado”.
Y dice que esto, a media hora de los primeros resultados, recién empezó. Que ya le ganó a Cabildo Abierto, que pagó su precio por la “traición” —la gestión del exministro Daniel Salinas y su gestión durante la pandemia, que Salle considera un “genocidio”—. Que siguió, que se opuso, que llegó.
Entonces, Salle asumirá como un nuevo legislador: uno que no transa, que no calla, que tiene el desafío de moverse donde piensa que no es querido, donde trabajan aquellos a los que insulta a diario.
El abogado penalista ocupa los primeros lugares en las listas al Senado y Diputados del partido que lidera, por lo que los actuales resultados lo ubican como legislador seguro. Al cierre de esta edición, no estaba aún descartado su ingreso a la Cámara alta.
Por Valentina Temesio
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