Por Nicolás Dovat

El Maestro Internacional (MI) uruguayo Bernardo Roselli (Carmelo, 1965) batió su propio récord y alcanzó los 21 títulos de campeón uruguayo absoluto de ajedrez. La hazaña será difícil de igualar porque no hay ningún jugador nacional vigente que tenga más de tres títulos en su haber, además de que no hay un candidato claro a ganar de manera continua. Esta es la era Roselli, y eso a Roselli lo pone muy feliz: se le nota en la sonrisa cuando llega aireado a la cafetería del Museo Nacional de Artes Visuales en el Parque Rodó. La escena es bien otoñal, tirando a invernal, con más árboles que personas. En una de las mesas, una joven se aparta por un rato de su computadora y trata de captar algo de lo que dice Roselli a Montevideo Portal.

El jugador —también profesor— habló de las exigentes rutinas de entrenamiento que tuvo durante este torneo, y de cómo la fortaleza mental y espiritual juegan un papel clave en su formación como deportista de competencia. Hay noches que repasa en su cabeza partes de la película El padrino I para distenderse, porque no puede estar todo el día pensando en ajedrez. También considera que su récord es más que suficiente, y por eso adelantó —tímidamente, con ligeras dudas— que planea retirarse del circuito local para liderar un proyecto deportivo con futuros ajedrecistas.

“Como nunca en toda mi carrera ajedrecística, terminé una final pudiendo jugar cuatro rondas más. Estoy entero”, expresó Roselli, que ya se prepara —aprovechando el gran momento deportivo— para ir a competir a Centroamérica y Estados Unidos. El sábado 8 de abril obtuvo el título del Campeonato Uruguayo Absoluto de Ajedrez, tras anotar 8,5 puntos y quedar así puntero en la llave de 12 finalistas. Con este sumó 21 títulos desde aquel logro en 1984, cuando con 19 años jugó por primera vez el torneo nacional y lo ganó.

“Hoy en día estoy afiliado a la teoría de la iniciativa: prefiero una posición igualada a recibir ataques foribundos y tener que sacar la pelota del área todo el tiempo”, confiesa.

En la llave final del Campeonato Uruguayo Absoluto de Ajedrez 2023, que se disputó en el Club Trebejos (Andes 1412), tuviste algunos puntos bajos y después te recuperaste.

El torneo es un todo desde la primera ronda hasta la última, pero vos lo planificás partida a partida; y dentro de cada partida lo planificás jugada a jugada. Cuando aparece una oportunidad nueva vas construyendo posiciones. Si hay una pieza que está mal, y la vas mejorando, y le vas causando algún problema al adversario, esa sumatoria de atributos, en un momento, te va a dar una ventaja que podés transformar en una victoria. Si cumplís ese proceso, en las 11 partidas vas a hacer más puntos que los demás y vas a ganar. El torneo no se gana, cada partida es un mundo, es nueva. La gente dice “ganó el campeonato”, y no, no se ganan los campeonatos, se ganan las partidas.

¿Pudiste analizar todas las partidas de la final?

Tengo la rutina de que termino la partida, voy y reviso aciertos y errores. Chequeo la información con algún motor y reviso bien la apertura, asegurándome que hice las cosas bien. Y, además, los momentos que tuve dudas, los reviso. La partida que yo más recuerdo es la de la última ronda: es la más importante. Es muy emocionante entrar en la última ronda jugando por algo, eso está escrito en mi libro Viajando por el ajedrez uruguayo 1980-1989. Si en la última ronda yo empato, ningún sistema de desempate me servía. Para eso utilicé un truco que ya lo había usado [Gari] Kasparov en 1987: esconder todas mis piezas y evitar que mi adversario me las cambiara. Por eso elegí una apertura en la que no hay punto de contacto con las piezas, y fui haciéndolas evolucionar lentamente. Saliendo totalmente de la teoría: no hay jugadas nuevas, inventadas, ni temas tácticos importantes. Además, me había hecho la nota mental: no vas a ceder la iniciativa a cualquier precio. Como mucho, que esté igualado, pero no se cede la iniciativa en la última ronda. Lo planteé como una máxima, y en ninguna partida de la final estuve inferior, ni en problemas graves, algo que se vio en el resto de los compañeros que tenían ventajas de +3 o +5 según la computadora.

¿Te generó nerviosismo esta máxima de no ceder la iniciativa?

Me preguntaron sobre los nervios, y yo pienso que uno está nervioso las primeras veces, pero cuando ya son 37 o 38 finales de campeonato uruguayo, y más de 20 momentos cumbres, ya hay suficiente experiencia. Lo recomendable es preocuparte solo por tu partida, no podés hacer nada por las partidas de los demás. Hay que mantenerse fuertemente concentrado en lo que vos tenés que hacer. En la partida de la última ronda me interesaba ir generando tensiones, presionar todo el tiempo, porque en la presión el rival en un momento baja la guardia y pierde. Sucede en cualquier disciplina deportiva.

¿Qué momentos destacás de esta llave final?

Hubo momentos muy buenos, como la partida ante el MI Claudio Coppola, que tuvo un buen remate. Estuve acertado en las decisiones que tomé al empatar con el Gran Maestro (GM) Alejandro Hoffman, luego de perder en la mañana con el Maestro FIDE (MF) Diego Carbone. Al empatar con el MF Nicolás López no me sentía bien de salud; en la mañana no juego bien, ya lo sé, entonces decidí empatar. También elegí jugar una línea de igualdad con el MF Facundo Vázquez y tratar de ganar las últimas dos rondas, algo más sencillo que quebrar a Vázquez de negras.

¿Pensaste en tomar el peón en g4 en la variante de la defensa Bogoindia que te propuso el MF Diego Carbone?

Vos tenés tres minutos, cinco minutos para tomar la decisión. A veces esa decisión te puede repercutir durante todo el juego. Son los famosos puntos de inflexión en las partidas que son bastante difíciles.

¿Hay partidas fáciles?

No importa el jugador que tenga en frente, que sea un jugador bisoño, que recién comienza, siempre hago mi mayor esfuerzo para hacer la mejor jugada independientemente del rival. Todo eso me ayuda a mantenerme fuerte como ajedrecista y, además, me ayuda a ganar las partidas. Aquello de subestimar y decir “esta partida la gano fácil” no existe para mí. Hay una posición en frente y juego la mejor jugada. También es cierto que elijo una jugada de acuerdo a los rivales, pero eso de acuerdo al estilo del rival: si le gusta atacar, no le permito atacar; si le gusta defenderse, a veces le cedo la iniciativa para que exprese sus ideas y se sienta incómodo. Es una característica de estilo universal en ajedrez.

¿Querés tomar un café?

El café lo tengo suspendido. Hace muchos años tomaba mate cuando jugada al ajedrez, pero qué pasa, se enfriaba el agua y me dispersaba, me ponía nervioso. Después pasé al café para mantenerme despierto. El problema del café es que te mantiene atento, pero vos para jugar al ajedrez precisás dos dimensiones: la profundidad y estar alerta. Si vos estás solo alerta, ves variantes de dos jugadas para adelante y dejás de analizar. Entonces, tenés que tener la suficiente serenidad para que tu jugada sea profunda y, además, tenés que estar alerta. Por eso hay que alimentarse bien. Me pasaba lo mismo con el refresco cola: me di cuenta que me ponía nervioso, me dificultaba para dormir. Así que me dediqué a llevar otra bebida, con frutos secos, un par de bananas para estar bien energizado. Estuve 40 días antes haciendo ejercicios, no solo de táctica, sino físicos.

¿En qué consistió tu rutina de entrenamiento para todo el ciclo del campeonato uruguayo 2023?

Hacer ejercicio físico entre 30 y 50 minutos diariamente. Miraba todos los días una o dos partidas del libro de Paul Keres El ajedrez como yo lo juego. Keres fue un auténtico campeón del mundo sin corona. Ese libro me ayuda a ver cómo pensaba él. Eso es muy importante: los libros de partidas comentadas, donde te explican el proceso de razonamiento para llegar a esas conclusiones, son los libros ideales para leer. El ajedrez no es una cosa que se aprenden recetas, jugadas o trucos. Es una concepción filosófica de cómo se tiene que tomar una decisión en cierto momento y qué elementos hay tener en cuenta. No es mover unas maderas en el tablero; es un tema bastante complejo el ajedrez bien comprendido. Después podemos jugar como lo hacemos nosotros habitualmente.

¿Jugabas ajedez online en la preparación del torneo?

Previo a una semana antes del torneo yo jugaba muchas partidas blitz [o relámpagos, que se juegan por lo general online] y revisaba una línea de apertura que tenía. Además de los ejercicios tácticos de todos los días. Faltando una semana, suspendí el ajedrez blitz, que te da mucho de repentización, y pasé a hacer ejercicios de táctica, de esos que hay que tomarse varios minutos para encontrar buenas jugadas. Eso ayudó a fortalecer la capacidad de concentración y la profundidad de cálculo. Si uno está jugando blitz todo el tiempo se convierte en un jugador superficial. Si uno hace solo ejercicios, 20 minutos pensando, entonces te convertís en un jugador sin reflejos. Creo que hice un buen equilibrio.

También conté con el apoyo incondicional de mi familia. Cuando juego un torneo es como cuando alguien tiene un examen; está todo el mundo pendiente y lo cuidan para que le vaya bien. Es fundamental, fundamental, fundamental. Y, además, el cariño recibido de tantos amigos y alumnos, que todos los días previos al torneo me aconsejaban, me sugerían. Eso es muy gratificante, siento que no estoy jugando solo.

¿Cómo descansás la mente?

Yo lavaba mi cerebro… Llegaba a mi casa a las 7 de la tarde, e inmediatamente reviso la partida; me lleva una hora y media. Luego la quito de mi mente, voy a cenar, pienso más o menos lo que voy a jugar a mi rival al otro día, y, antes de dormir, cambio el chip mirando la serie inglesa El joven Morse, que a mí me gusta mucho todo lo que sea resolver misterios; muy ajedrecístico lo mío. Me ayudaba mucho que era la última acción del día, entonces antes de dormir me quedaba pensando en la película y ahí me dormía tranquilo. Si no hago eso, me siguen girando las jugadas. Uno tiene que buscar apagar el cerebro de alguna manera.

¿Podés no pensar?

(Silencio.)

¿No podés no pensar?

No…, yo no. Me tengo que ir a algún rincón de mi mente, algo placentero, y soñar o recordar algunas cosas totalmente fuera del ajedrez, para bajar la ansiedad. No pensar no puedo, pero sí puedo pensar en cosas distintas, en algunos paisajes, momentos interesantes, diálogos con personas interesantes. A veces lo que hago es repasar algunos guiones de películas que me encantan, como Casablanca o El padrino I, imagino ciertas escenas. Como es una cosa conocida, el cerebro empieza a apagarse. No puedo hacer nada que sean cosas nuevas, me volvería a sobregirar. Es difícil para el ajedrecista apagar el cerebro.

¿Hay literatura sobre eso?

No conozco literatura en el tema. Estoy pensando en artículos en relación al asunto y no recuerdo. Sí hay recomendaciones de algunos maestros, de hacer ejercicios después. [Bobby] Fischer se iba a la piscina, qué sé yo. Eso va en cada uno. Está todo vinculado a la fortaleza mental. Muchas veces no me puedo sacar de la cabeza tal tema: tengo cuatro o cinco trucos para sacarme los problemas de encima. Los tengo. Es muy difícil sacarse frustraciones de la noche a la mañana. Ojo, me ha pasado de tener una frustración muy grande una noche y al otro día sigue funcionando el problema: “¡Cómo pude haber hecho tal cosa!”. Eso sucede, pero son las menos veces comparado con lo que le sucede a otras personas que pierden una partida en la ronda 2, y después en la ronda 11 se siguen quejando de la misma partida.

Cuando te quedás repasando las jugadas del primer tiempo…

Exactamente. Mi gurú, mi guía espiritual es el MF Daniel Izquierdo, gran jugador de ajedrez. Jugador por jugadas, no por conocimiento; es una persona que se da cuenta qué es lo que está sintiendo el rival en las partidas y se da cuenta qué jugadas pueden molestarle. Él me aconsejaba siempre: “No te aflijas, yo tengo más experiencia que vos en este tema, vos solo preocupate por la próxima jugada. Si te equivocaste, no pasa nada, ya pasó”.

Es interesante esa capacidad de cortar con el pasado y no concatenarlo con lo que sigue. El GM argentino Oscar Panno decía que el tenis es mucho más divertido que el ajedrez, porque en el ajedrez cometés un error ahora y eso te condena para las próximas jugadas. Me parece que la teoría de Izquierdo es más certera: la partida empieza en la jugada siguiente. Hay una oportunidad en cada jugada nueva, y creo que esa es una buena visión porque te ayuda a romper con el pasado; de acá en adelante este es mi momento y lo puedo solucionar. Mi mejor momento ajedrecístico es este, siempre es este. Aunque me vaya mal, el momento siempre es este porque tengo la oportunidad de cambiarlo.

Hay una analogía clara con la vida.

En realidad, el ajedrez es un pequeño escenario de la vida. Tiene la enorme virtud que uno puede hacer transferencias a la vida. Tengo mis discusiones con algunos entrenadores que solo se ponen a enseñar jugadas. El ajedrez no es enseñar jugadas, variantes o posiciones; es una filosofía, es una manera de ver el juego, de tomar decisiones.

Hablaste de fortaleza mental, después hablaste de lo espiritual. ¿En qué creés?

Soy creyente, creo en Dios todopoderoso, tengo una formación católica de muchos años. El espíritu es lo que nos hace distintos de otros seres. No se puede no incluir el espíritu en el ajedrez.

¿Qué papel juega lo espiritual en la competencia?

Es complejo el tema; no es fácil la respuesta. En las decisiones que se toman hay una mezcla de racionalidad y emocionalidad, si es que se puede decir así. A veces hago una jugada porque me gusta, o porque alguna vez gané con esa jugada, o me la recomendaron. O con esta jugada gané el campeonato y la elijo siempre. Pero, desde el punto de vista racional, me he encontrado que jugadas que me gustan hacer después las analizo y están mal. Pero también es cierto que si vos lo hacés pura y exclusivamente racional le falta un poco de vida. Si vos mirás las piezas que tenemos en el tablero, son de madera, y en ciertos momentos las piezas parecen que cobran vida. Y vos tenés que capturar el alma de las piezas y ponerla en los mejores lugares, y que tengan una coordinación perfecta. Todos los elementos combinando entre sí. Ahí hay un aspecto, como decías vos, espiritual, veo que las piezas cobran vida. A veces uno juega una partida espantosa y son pedazos de plástico arriba de la mesa. Creo que el arte de este juego es darles vida a los pedazos de madera.

Bernardo Roselli. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Bernardo Roselli. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Jugaste tu primer campeonato uruguayo en 1984 y, para sorpresa de todos, lo ganaste. Tenías 19 años.

La primera vez nunca se olvida. Aparte fue sorpresiva. El mejor era el MI Daniel Rivera. Yo era un muchacho muy aguerrido, muy calculador, tenía un muy mal repertorio. Tenía esa garra de la frustración de no haber jugado la final de 1983. Eso que tenemos las personas del interior, nos sentimos olvidados respecto a Montevideo. Hace 40 años que vivo en Montevideo, y yo sé que la gente del interior se siente postergada en estos casos. La mentalidad sigue siendo centralista, eso está claro.

A partir de ahí se abrió una puerta.

Tuve también torneos difíciles de ganar, otros más fáciles. Tuve una década prodigiosa a comienzos del 2000. Gané el 2000, 2001, 2002; no jugué el 2003; gané el 2004, 2005; segundo en el 2006; gané el 2007, 2008 y 2009. De los 10 campeonatos, jugué nueve y gané ocho. En un principio la gente no estaba tan contenta, pero después empezó a gustarle que ganara yo. Del 1998 al 2021 nunca bajé del tercer puesto. Recién el año pasado perdí la última ronda con el MI Nahuel Díaz… En fin, un accidente ajedrecístico.

Recuerdo el 2017, que gané en la última ronda y se dieron tres resultados distintos que me favorecieron. Tuve frustraciones muy grandes, como la de 1987: salí vicecampeón teniendo una partida ganada y perdí por tiempo, porque el reloj tenía un mal funcionamiento. Dejé el ajedrez por 20 minutos; fue insólito. Y triste. Pero de cada frustración hay un aprendizaje; te hacés fuerte, no queda otra.

¿Cuántas finales jugaste?

Jugué 37 finales: 23 veces llegué primero, 21 títulos y uno que nunca terminamos de jugar con Izquierdo. Empaté el primer puesto con Enrique Almada en 1989, y él ganó por sistema de desempate. Salí siete veces segundo; unas tres o cuatro veces tercero; dos veces cuarto; dos veces quinto y una vez sexto. También estoy clasificado para los equipos olímpicos uruguayos desde 1984 hasta la fecha, absolutamente para todos. Me parece que llegó el momento de analizar si no llegó la oportunidad de decir “hasta acá llegué” y ponerme a hacer otras cosas vinculadas al ajedrez.

¿Qué ideas tenés?

El ajedrez es de los jóvenes. Tenemos que trabajar ahí, con chicos de ocho a 18 años. Hay que apuntar a eso. No puede ser que el año que viene vaya a jugar la Olimpíada con 58 años. No creo que pueda dar mucho más de lo que di. Vos podés tener dos o tres partidas buenas, pero necesitás una buena dosis de energía para competir a un alto nivel. Hay que trabajar en las generaciones futuras; tal vez sea el momento de volcar intensamente mi experiencia en las nuevas generaciones. Tal vez sea un cierre de mi carrera, tal vez haya jugado la última final del campeonato uruguayo. Estoy más para decir “hasta aquí llegué” que para seguir alimentando la leyenda.

¿Pensás en un proyecto de ajedrez a nivel nacional?

Personalmente tengo la visión que nosotros nos movemos según la cantidad de piezas que tenemos en el tablero. En este momento no hay muchas piezas en el tablero para armar grandes proyectos, entonces uno tiene que hacerlo de acuerdo a las piezas que tenés. Tengo una idea de desarrollar encuentros de ajedrez infantil y movilizar la masa, generar una movida importante. Además de seguir apuntando a la Copa Duchamp para jugadores de primera categoría.

Cerrarías con 21 títulos de Campeonato Absoluto Uruguayo.

El récord mundial de campeones del país lo tiene el MI guatemalteco Carlos Juárez, con 27 títulos ganados entre la década del 80 y la actualidad. Yo estoy en 21 o 22, según cómo se lea; tendría que jugar más, me tengo fe. Yo tengo el récord de ser el campeón más joven y también el más longevo; me parece que ya cumplí. Después, cuando apaguemos, te pregunto qué opinás.

¿Por qué no juegan el campeonato nacional Georg Meier y Andrés Rodríguez, los dos jugadores mejor rankeados de Uruguay?

Meier vive en Alemania, trabaja allá y tiene la capacidad para jugar un par de torneos en el año; no tiene para mucho. Nos prometimos para el año que viene que venga a jugar el Duchamp. Tenemos una buena relación con Jorge, lo conozco hace 12 años, un tipazo. Lo de Andrés Rodríguez es una pena, porque él vino en 2018 y 2019, y el resultado fue que ya se había comprometido con Mar del Plata; fue lo que nos comentaron. Entonces no vino a jugar la final. Lo de Meier lo veo difícil; lo de Andrés es más sencillo. Ellos aman jugar por Uruguay, yo sé que es así.

¿Cómo se sale a dar pelea en la competencia regional e internacional?

La gente en este país es de elogio fácil: hay un chico que da unos jaques lindos y dicen “qué bien que juega”. Los que nos hemos dedicado al ajedrez, dedicamos entre cuatro y cinco horas de estudio diario durante mucho tiempo para llegar a la experticia. Uno necesita unas 10 mil horas de trabajo para eso. Como este país es tan pequeño, uno llega a los primeros planos fácilmente y se conforma con ser campeón de la cuadra, del barrio, de la zona, del departamento y hasta campeón uruguayo. Y nuestra meta tiene que ser ir a Argentina y Brasil para ser más competitivos. Y después al mundo. A América no le va bien en las Olimpíadas, solo a Estados Unidos. América solo le gana a África, pero no le gana a Asia. Esa mentalidad conformista conspira un poco contra nosotros, por eso hay que transmitir un espíritu ético: no basta ganar, hay que comprender el juego para vencer internacionalmente.

El entrenador del GM indio Gukesh D es el GM indio Vishnu Prasanna, quien señaló en una entrevista al sitio chessmood que enseña a su alumno a reflexionar sobre el juego: ¿cómo estoy jugando?, ¿qué es lo que estoy haciendo?

Brillante. Por fin alguien dice lo que yo digo; así ya somos dos. El mejor entrenador de ajedrez que tenemos en Uruguay es Gustavo Rivas, de Nueva Helvecia. Es un entrenado de básquetbol. Sabe poco de ajedrez. No compite en internet. Ha leído; yo le presté mucho material. Entiende de entrenamiento, de motivación, estímulo, compromiso y disciplina. Entonces, todos sus chicos manejan una ética de trabajo que no la manejan los demás, que solo se dedican a cuestiones técnicas. Y, además, trabaja mucho con el compromiso de los padres; es el mejor entrenador que tenemos, lejos.

¿En qué consiste el compromiso con la familia?

Si viene mi hijo un día y me dice que quiere hacer ballet, bueno, vas a hacer ballet. Pasan dos semanas y me dice que ahora quiere canto, y después karate. Entonces le digo: “Momento. Dijiste que ibas a ser tal cosa, te comprometiste. Yo te voy a acompañar”. De esa manera los formamos en que tomen decisiones que no sean a la ligera. Si en el trabajo me hablan un poco firme porque llegué tarde y ya quiero renunciar, no. Si hay un torneo de ajedrez y el niño se comprometió a ir, los padres lo tienen que acompañar. No soy quién para meterme en la vida de las decisiones de los padres, pero trabajar con familia que acompaña es fundamental. Porque a veces ganar o perder es una de las cosas más terribles que tenemos los occidentales; muy yanqui eso del loser y el winner. Eso hace muchas veces que la gente quiera abandonar. Una de las cosas que aprendí del GM ítalo-argentino Carlos García Palermo tiene que ver con lo siguiente: cuando perdés una partida de ajedrez es porque te plantearon un problema y no lo pudiste resolver. No te diste cuenta de una amenaza, un truco. Te ganaron, terminó el asunto, no fuiste más astuto.

Eso te pasa a vos; los maestros también caen en trucos.

Todo el tiempo. Somos seres humanos. El ajedrez son 600 bolillas que tenés que estudiar; capaz que hay un tema que dominás mejor que otro. Te voy a contar una anécdota de don Jorge Vega, recientemente fallecido, presidente de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) América. Una vez estaba en Cuba con los históricos Mikhail Tal y Paul Keres, que estaban dando una exhibición simultánea. Como recibía la revista Shakhmati rusa, había encontrado la variante Polugaievski, una variante de la Najdorf, y había una secuencia que se sabía de memoria. No sabía otra cosa. Entonces, resulta que juega la simultánea con Tal, que comete un error justo en lo que sabía y queda ganado. Al final termina la simultánea, pero tenés que seguir jugando con Tal, que había salido campeón del mundo, y Vega terminó perdiendo. Keres le dice en un claro español: “Señor Jorge Vega, qué malo es usted”. En esa situación lo dominó a Tal durante cuatro o cinco jugadas; después, cuando tuvo que poner su cabeza, fue un desastre.

¿Has seguido de cerca la rivalidad entre los históricos Tal y Víctor Korchnói?

No. Sé que en un momento Korchnói lo tenía 14 a 2. Tal no podía porque siempre hacía sacrificios dudosos y Korchnói calculaba muy bien. Era de una enorme tenacidad. Yo tengo una teoría en relación al error: los errores uno los va provocando. Si yo te amenazo algo, vos respondés bien, pero en un momento bajás la guardia. Lo podés hacer creando caos como hacía Tal, que lo creaba en tu enroque, nunca con las piezas de él. Su rey siempre estaba muy seguro. Era un juego extremadamente arriesgado, y jugadores como Korchnói le habían calzado los puntos. Si vos le regalás un peón a Korchnói, él lo capturaba y se ponía a defender con tenacidad. Es tan importante el ataque como la defensa. Una defensa firme durante 10 jugadas le gana a cualquier ataque, porque el ataque en algún momento se diluye. Cuando tenía nervios suficientes era bueno defendiéndome, porque tenía la capacidad de ver por dónde iba a llegar el ataque, arriesgaba sin problemas, porque el ataque yo veía que no llegaba.

¿Qué recordás de las tablas que le sacaste a Korchnói jugando de negras en la Olimpíada de Dresde de 2008?

Habíamos leído que Korchnói le dijo a un jugador que hay que ponerse de pie cuando recibe a un ajedrecista mayor en el tablero. Entonces, yo lo que hice cuando llegó Korchnói fue ponerme de pie y darle la mano. Después, para no faltarle el respeto en ningún momento, como yo era el capitán del equipo en 2008, iba a buscar los refrescos o jugos a los compañeros. Pero con Korchnói no me levanté nunca para que no sintiera una falta de respeto.

El otro tema: cuando juega con el GM argentino Rubén Felgaer, y este le entrega un peón en el gambito Volga (o gambito Benko), Korchnói le dijo después de la partida: “¿Cómo le vas a entregar un peón a un Gran Maestro?”. En un momento, en la apertura yo había preparado una línea donde entregaba un peón, y cuando llego a esa posición pensé que ni loco le iba a entregar a Korchnói el peón. Entonces me acomodé, sostuve la posición, pero no entregué el peón, porque hubiera capturado y se hubiera impuesto. En un momento de la partida tuve la oportunidad de ir con mi dama adelante, pero era arriesgado y elegí sostener la posición. Al teminar el juego hablamos un poco en inglés y me dijo que había jugado esa misma posición contra la Gran Maestro china Xie Jun, pero me dice que no se acordaba cómo fue. Yo tenía el chiste: “Entre vos que no te acordás y yo que no sé…”, pero no se lo dije a él.

Hay una anécdota muy linda con él. Vos sabés que era archienemigo del campeón del mundo soviético Anatoli Karpov. Durante la partida en Dresde, la última de la ronda, habían no menos de 50 personas amontonadas mirando. Y una viene y le da un libro a Korchnói para que lo firmara, lo mira y dice sorprendido: “It’s Karpov”. Enseguida lo cierra y lo devuelve. En ese momento yo estaba jugando muy bien, después me deflequé. De los momentos más lindos que he tenido a nivel personal.

También jugué una partida digna con el campeón del mundo ruso Vladimir Kramnik, jugué con el ucraniano Aleksandr Beliaski y ese día no jugué bien. Esas oportunidades que a uno le da lástima desaprovecharlas; hay que darle pelea a un Gran Maestro.

¿A qué otro jugador histórico te hubiese gustado enfrentar?

Me hubiera gustado conocer al cubano José Raúl Capablanca, hablar con él, ser amigo de él. No me emociona Fischer, porque era otra cosa, un obsesivo, no es una personalidad que me atrape. Pero Capablanca sí, era un guía. Conozco muchísimas partidas de él, las tengo como ejemplo de lo que hay que hacer. De hecho, he leído tanto de partidas de Capablanca que cuando arranqué a jugar peón de dama yo ya sabía de qué se trataba.

Vos igual decís que Capablanca era brillante, pero le faltó estudio.

Estamos hablando de una persona que a los cuatro años aprende a mover las piezas. En 1909 juega más o menos de calle contra el campeón de Estados Unidos, Frank Marshall, y le gana un match 8 a 1 y no sé cuántas tablas. Después, en 1911, no lo quieren aceptar en San Sebastián y termina ganando el torneo. Unos años después está en San Petersburgo, y de 1916 al 1924 perdió una sola partida. Todos le dicen todo el tiempo que es una máquina invencible. No hay ser humano que no se lo crea. Jugaba fácilmente y entendía todo antes que los demás. Era un genio. El asunto es que él había dicho que no quería estudiar mucho ajedrez, sino el juego se convertiría en algo estereotipado. Pensó que había descubierto todos los secretos; no tenía una mentalidad de científico, era un pragmático. Y, además, no le gustaba esforzarse: andaba con la raqueta de tenis abajo del brazo, y se sentaba a jugar al ajedrez sin preparar nada. Estudiaba ajedrez analizando las partidas de los demás durante los torneos. Un tipo extremadamente inteligente, con mucha gente alrededor diciéndole que era el mejor. No se lo puede culpar por eso. Después estamos nosotros que pusimos el trabajo, porque si no, no funciona.

¿Cuál es tu fórmula del éxito?

Yo tengo escrita una fórmula que le ponía a los chicos: esfuerzo más talento más trabajo es igual éxito. Es una fórmula que acá no se usa mucho. ¿Por qué los jugadores uruguayos no destacan? Deberían tener todos los meses una Copa Duchamp. Y en vez de repartir US$ 5.000 una vez al año, tendríamos que repartir US$ 10.000 todos los meses. Ahí tendríamos el compromiso de los padres: estudiá para la facultad, pero también jugá al ajedrez. Mientras que juguemos una sola Duchamp en el año, no van a progresar mucho.

Te voy a poner mi ejemplo: yo hice mi primera norma de Maestro Internacional el 30 de noviembre de 1990, el día que nacía Magnus Carlsen, en la ex Yugoslavia. En los tres años siguientes hice otras dos normas en Buenos Aires y Montevideo, en dos magistrales. Conseguí el título con los dirigentes de la Federación Uruguaya de Ajedrez (FUA), con dos personas valiosas como Pedro Lamas y David Laphitz. Después de eso no hubo más torneos internacionales. La única manera de ver un GM de ajedrez era saliendo del país o por fotos.

Cuando asumí la presidencia de la FUA en 2010, hasta que me retiré en 2022, participaron más de 100 Grandes Maestros en Uruguay. Lo que precisamos es una fuerte inyección económica para tener todos los meses torneos y encuentros de ajedrez, porque el problema más grande que tiene este país es la falta de masa crítica de conocimiento. Somos muy pocos los que hablamos el idioma ajedrez con cierto nivel, entonces no podemos despegar mucho. Si en cambio hubiera 50 GM que hablan el mismo idioma, todos van creciendo a la par. Esto sucede en cualquier disciplina. Además, el uruguayo siempre se conforma con ser el campeón del pueblo. Con eso ya se dan por satisfechos.

Yo estoy en contra de las medallas y los trofeos, porque el elogio te pone muy blando. La crítica te pone un poco más firme. Deberíamos ir por el camino del esfuerzo y de levantar la mira y poner la vara un poco más alta. ¿Soy 21 veces campeón uruguayo? No pasa nada.

Bernardo Roselli. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

Bernardo Roselli. Foto: Javier Noceti / Montevideo Portal

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Abriendo columnas

Bernardo Roselli conoció el ajedrez gracias a la influencia de su padre, que le regaló un set de plástico marca Líder y le enseñó sus libros. Un día, entusiasmado por su creciente nivel de juego, Roselli adolescente le dice a su padre: “Ya sé todo de ajedrez y no veo que estoy progresando”. La frase puede ser escuchada en el mundo del ajedrez cuando un jugador —generalmente ignorante de otras cuestiones— cree que ha alcanzado un tope. Esto puede derivar en la frustración o directamente en la reorientación del individuo hacia otras actividades. En el caso del protagonista, obtuvo una respuesta maestra, y a partir de ahí continuó la historia.

“Nosotros le hubiéramos dicho: ‘¡Callate, estúpido, no sabés nada!’”, especuló Roselli, pero su padre  actuó diferente, con otro nivel pedagógico. Ante la ostentosa afirmación del Roselli adolescente, su padre se quedó pensando y caminó hacia la biblioteca de su casa. Revisó unos ejemplares, se dio media vuelta y le preguntó a su hijo: “¿Vos sabés cómo se abre una columna para atacar un enroque?”. Es algo que Bernardo Roselli nunca se había preguntado.

“Lo que hizo mi viejo es de crack”, dice Roselli visiblemente emocionado.