Suena como el argumento de una película, y ni siquiera una de las buenas. Eso no debería sorprender, dado que Woody Allen ya lo advirtió hace años: la vida no imita al arte, sino a la mala televisión.
Digna de un libreto es la historia de Maurizio Calorio, un hombre de 47 años, que se casó dentro una unidad de terapia intensiva, intubado y a punto de despedirse del mundo de los vivos. Sin embargo, la rueda de la fortuna dio un giro y la historia tuvo un final feliz, como último gesto antes de despedirse de su pareja y su hijo. Pero a las pocas horas de la ceremonia, llegó la buena noticia.
En junio, el hombre fue hospitalizado en Cúneo, Piamonte, por un infarto del ventrículo izquierdo. Luego, la gravedad de su estado hizo que lo trasladaran a la unidad de cuidados intensivos poscirugía cardíaca del Hospital Molinette, en Turín.
La salud de Maurizio se deterioraba rápidamente, y pronto se hizo necesario conectarlo un sistema de asistencia circulatoria mecánica para estabilizarlo, según informara el medio local Virgilio Notizie.
Poco después, sin embargo, surgieron problemas relacionados con la terapia de anticoagulación y el hombre de 47 años fue incluido en la lista para un trasplante urgente, trámite que era como lanzar una botella al mar o una bengala en la noche del desierto.
En serio peligro de muerte, y desolado porque no vería crecer a su hija de tres meses, Maurizio quiso contraer matrimonio in extremis con su compañera Silvia Duca, de 42 años. La mujer aceptó y —con la premura del caso— se organizó una sencilla ceremonia nupcial en el mismo CTI.
Sin embargo, la suerte tenía reservada una sorpresa: apenas horas antes de la boda se supo que en Nápoles, en el otro extremo del país, había aparecido un corazón compatible.
La suerte de Maurizio se debía a la desgracia de Antonio Marino, un joven de 19 años que había sufrido un accidente y que, tras diez días en coma farmacológico, acabó por fallecer. Marino no estaba por defecto en la lista de donantes, pero cuando sus padres supieron que el corazón de su amado hijo podría salvarle la vida al padre de una bebé, firmaron de inmediato la donación.
El órgano llegó al hospital en un vuelo especial poco después de que los novios se transformaran en esposos. La cirugía duró siete horas y fue un éxito absoluto. El nuevo corazón latió de inmediato por su cuenta y el paciente pudo ser desconectado de los dispositivos de asistencia.
Maurizio pasó varios días internado y luego fue dado de alta. Y aunque le restan meses de seguimientos y controles, no le bastan las palabras para agradecer a la vida —y a la familia Marino— el regalo de recibir de nuevo la vida cuando ya estaba a punto de perderla.