Por The New York Times | Tariq Panja
El teléfono sonó a las ocho de la mañana y el responsable de comunicación del Manchester City contestó enseguida. Un periodista estaba en la línea, solicitando un comentario sobre la noticia que llegó del Medio Oriente aquella mañana de 2008: que un acaudalado jeque árabe, el hermano del gobernante de los Emiratos Árabes Unidos, acababa de comprar al City, un equipo de fútbol de la Liga Premier con una historia nada destacada y polvo acumulándose en sus vitrinas.
“¿Ah, sí?”, respondió la persona del City, quien al parecer no estaba al tanto de que el acuerdo que iba a transformar la fortuna del City y poner de cabeza el fútbol europeo se había cerrado de la noche a la mañana. “Voy a tener que regresarte la llamada”.
En una hora, se supo que el jeque Mansour bin Zayed al Nahyan se había convertido en el dueño del Manchester City. Había empezado una nueva era. De un plumazo, un miembro venerable, bienquisto y a veces tragicómico de la vieja escuela del fútbol inglés se había convertido en uno de los equipos más ricos del planeta, un usurpador en ciernes de la élite del juego.
Durante la década siguiente, eso es justo lo que ha ocurrido.
Con financiamiento de la ambición y la riqueza en apariencia ilimitada de sus dueños del golfo Pérsico, el City empezó a fichar estrellas y a coleccionar trofeos de uno, dos y tres a la vez. Al hacerlo, no solo derrocó a su vecino y rival, el Manchester United, como la fuerza deportiva preeminente en su ciudad, sino que también dejó detrás de sí al resto de la Liga Premier.
Sin embargo, sus éxitos y su gasto han generado años de escrutinio y quejas de que el Manchester City —por medio de patrocinios inflados, contratos secretos y poderosas maniobras legales— no estaba jugando con las mismas reglas financieras que los demás.
El 6 de febrero, la Liga Premier también se sumó a ese argumento, cuando subió con discreción un comunicado a su sitio web en el que anunciaba que había acusado al City de una lista interminable de violaciones de las reglas financieras. En su interpretación más básica, las 115 acusaciones representan un asombroso alegato: el campeón en serie de la liga también es un tramposo en serie.
El City ha expresado su sorpresa por las acusaciones. El club ha rechazado durante mucho tiempo las acusaciones de irregularidades financieras como un “intento organizado y claro” de dañar su reputación. La semana pasada, señaló que recibía con gusto la oportunidad de presentar su “extensa colección de evidencias irrefutables” de que no había hecho nada malo.
Es difícil exagerar lo que está en juego. Según las reglas de la Liga Premier, el City, si es declarado culpable, se enfrenta a una serie de castigos que pueden llegar hasta la expulsión de la liga. Por lo tanto, no es de extrañar que un club que ha estado años librando guerras legales clandestinas para defender sus intereses y su nombre ahora se atrinchere en su lucha más seria hasta la fecha, una que amenaza con derrumbar todo lo que ha construido.
Un ejército legal
Tal vez el Manchester City es el único club de fútbol de Inglaterra con aficionados capaces de desplegar una pancarta de 30 metros para proclamar la contratación del nuevo abogado del equipo. Sin embargo, ahí estaba el domingo: unas letras mayúsculas de 2 metros de alto del azul celeste del City, flanqueadas de un lado por el escudo del club y del otro por la foto del abogado, que declaraban: “Pannick en las calles de Londres”.
La pancarta, un guiño a una canción de The Smiths, celebraba la noticia de que el City, en su preparación para la batalla con la Liga Premier, había contratado los servicios del respetado abogado británico David Pannick. Y aunque la devoción pública de los aficionados a la nueva causa del club y a su nuevo campeón fue original, no fue particularmente inusual.
Muchos de esos mismos aficionados han aplaudido durante mucho tiempo la postura pendenciera del City frente a las acusaciones y su dependencia de un ejército de abogados para defender los intereses del club, ya sea en los casos financieros que ha presentado el órgano rector del fútbol europeo, la UEFA, las acusaciones de que su riqueza ha inclinado de manera injusta el campo de juego o las amenazas de sanciones deportivas de parte de la Liga Premier o cualquier organismo.
El desdén de los aficionados corresponde con la línea oficial del club: la semana pasada, el entrenador Pep Guardiola retrató al club como una víctima de los intentos de sus rivales para socavarlo, días antes de que el público en el estadio del City abucheara el himno de la Liga Premier previo al partido —y así sumarlo a la versión de la UEFA, que ha abucheado durante años— y cantara: “¡Somos el Man City y haremos trampa cuando queramos!”.
Pannick, un hombre de 66 años, con gafas y egresado de Oxford, no es ajeno a este tipo de luchas. En 2020, asesoró al Manchester City en su apelación exitosa contra una de las sanciones más duras que hayan presentado los reguladores financieros del fútbol: una suspensión de dos años de la Liga de Campeones, la competencia de clubes más rica del deporte.
Ese caso había surgido de una filtración infame de una serie de correos electrónicos, mensajes y documentos del City, conocida como Football Leaks. Los documentos, el producto de una campaña de hackeo que encabezó un desertor universitario de origen portugués, parecían revelar años de prestidigitación financiera en los que el City evadió las reglas de control de costos del fútbol inflando el valor de sus ingresos por patrocinio al mismo tiempo que ocultaba los crecientes costos de su balance.
No obstante, las filtraciones también abrieron la cortina de mucho más: el desprecio que los ejecutivos del City y sus abogados sentían por las reglas financieras del fútbol y las personas encargadas de hacerlas cumplir; una estrategia legal agresiva para abrumar a sus oponentes con expedientes y gastos en una guerra legal de desgaste, y una voluntad, dirigida desde las altas esferas del club, de luchar contra cualquier desafío a su negocio y sus ambiciones, hasta el amargo final. Bolsillos llenos
Los nuevos dueños del Manchester City pusieron manos a la obra.
Tan solo unas horas después de que se anunció la compra de Mansour, el club indicó que nada se interpondría en su plan de unirse a la élite del fútbol al adquirir a Robinho, un delantero brasileño quien en aquel entonces militaba en el Real Madrid. El precio fue el más alto que hubiera pagado un club británico por un solo jugador.
En meses, los bolsillos llenos de Abu Dhabi United Group, el vehículo de inversión de los nuevos dueños, y una nueva clase de propietarios acaudalados ya estaban elevando los precios de los jugadores en toda Europa. Y la vieja guardia del fútbol empezó a oponer resistencia.
Preocupadas por las pérdidas crecientes en toda la industria y alarmadas por la capacidad de gasto en apariencia ilimitada de multimillonarios rusos como Román Abramóvich del Chelsea y de fondos de inversión multimillonarios del golfo como el que controlaba el City, las autoridades del fútbol europeo anunciaron planes para nuevas regulaciones de control de costos destinadas a enfrentar las pérdidas elevadas y deudas en aumento de los clubes. La Liga Premier también empezó a formular sus propias regulaciones financieras.
Para el City, los límites al gasto sin restricciones representaban obstáculos evidentes en su búsqueda de rivalidades más arraigadas, pues las regulaciones —en su forma más cruda— limitaban la cantidad de dinero que podían perder los clubes en su búsqueda del éxito en el terreno de juego. Por lo tanto, se volvió imperativo encontrar nuevas fuentes de ingresos antes de que las regulaciones entraran en vigor.
La gerencia del City sabía exactamente dónde buscar. Una tras otra, empresas vinculadas con Abu Dabi y los Emiratos Árabes Unidos firmaron como patrocinadores del City. La aerolínea nacional Etihad Airways pronto vería su nombre estampado en los uniformes celestes del City. El estadio en el que juega sus partidos de local también cambiaría pronto de nombre. Etisalat, una empresa de telecomunicaciones cuya propiedad mayoritaria pertenece al gobierno emiratí, también se unió, al igual que varias otras.
Los acuerdos ayudaron a financiar el ascenso repentino del equipo —el City ganó el título de la Liga Premier en la última jornada de la temporada 2012 y luego sumó otro dos años después—, pero no cubrieron todo el gasto del equipo, lo que llamó la atención de los reguladores financieros del fútbol. En 2014, el Manchester City y otro club con respaldo de países del golfo y grandes ambiciones, el Paris Saint-Germain, propiedad de Catar, llegaron a un acuerdo con la UEFA después de que se descubrió que habían incumplido las regulaciones financieras del órgano rector.
Se impuso una multa multimillonaria, un resultado aceptable para el City, pero el investigador jefe del caso estaba tan enojado a causa del acuerdo que renunció el día mismo que se anunció. Mientras tanto, el City siguió gastando: en jugadores, entrenadores y abogados.
En 2018, meses después de que el último fichaje estrella del Manchester City, Guardiola, lograra el primero de sus cuatro títulos de liga en el club, la revista alemana Der Spiegel publicó una serie de cuatro partes en la aseguraba exponer los cimientos que forma la base del ascenso del City.
Citando muchos documentos y correos electrónicos filtrados, Der Spiegel hizo una revelación tras otra. En un artículo, informó que uno de los antiguos entrenadores del City supuestamente había cobrado más de su salario anual —casi 2 millones de dólares— por un contrato de consultoría de cuatro días con otro equipo de fútbol, uno con sede en Abu Dabi y también propiedad de Mansour. En otro, decía que Etihad, el principal patrocinador del City, pagaba solo una fracción de un contrato de patrocinio que en teoría era de 67,5 millones de libras (81 millones de dólares) por temporada. Según el artículo, otras entidades vinculadas con los dueños del City o al gobierno de los EAU cubrían una inmensa mayoría del dinero. La UEFA se fijó en los artículos y, a finales de 2018, anunció que había abierto una investigación sobre las finanzas del City. La Liga Premier, con mucha menos fanfarria, hizo lo mismo.
Un patrón de obstrucción
Los investigadores de la UEFA descubrieron casi de inmediato que conseguir que el City cooperara en su investigación —ayuda que exigían los estatutos del órgano rector— iba a ser uno de sus mayores problemas. Sin embargo, para cuando los investigadores de la UEFA terminaron su trabajo, estaban convencidos de que el City había cometido “una serie de violaciones muy graves” entre 2012 y 2016. Calcularon que los ingresos por patrocinio se habían sobrevalorado en más de 200 millones de libras (unos 243 millones de dólares) tan solo en ese periodo de cuatro años. Unos meses más tarde, una cámara judicial emitió su fallo en el caso y coincidió con la sugerencia de Leterme, que el City fuera expulsado de la Liga de Campeones, la competencia más rica de la UEFA, durante dos años.
La sanción habría sido la más dura en la historia por infringir las regulaciones fiscales, pero el City no tardó en iniciar una nueva batalla legal, tras presentar una apelación ante el Tribunal de Arbitraje del Deporte.
Desde entonces, el City ha asegurado que el fallo consecuente es una reivindicación total de sus operaciones financieras, pero el tribunal no se había pronunciado sobre los detalles de las acusaciones más graves. En cambio, el City había persuadido a los jueces de que la mayoría del caso había prescrito conforme las propias reglas de la UEFA.
El tecnicismo que invocaron los abogados del City cerró el caso. Se anuló la sanción de la Liga de Campeones.
Una nueva pelea
Aunque la UEFA primero ganó y luego perdió su pelea con el Manchester City, la Liga Premier había recibido presión de sus propios equipos para que investigara los libros del City. En 2019, la liga por fin confirmó que lo estaba haciendo. El lunes de la semana pasada, presentó sus cargos: el producto de más de cuatro años de un combate agotador, costoso y de desgaste con los abogados del City.
No obstante, a diferencia de la UEFA, las investigaciones de la Liga Premier no tienen límite de tiempo en cuanto hasta dónde pueden llegar en el pasado. Se convocó un panel disciplinario independiente para escuchar el caso del City. Su resultado podría no conocerse hasta dentro de meses o incluso años.
Sin embargo, Leterme comentó que esperaba que la investigación de la liga —sin importar cuánto tiempo le tome— a la postre llegue a la misma conclusión que él y sus colegas. “Estoy convencido de que han hecho trampas y estoy convencido al menos de que no han cooperado como deberían”.
Mientras tanto, el City se está atrincherando en su última lucha y está contratando a abogados como Pannick para que lo guíen. Entre los cargos que enfrenta hay varios que sugieren que ha obstruido la investigación de la Liga Premier, acusaciones que se parecen a las del caso de la UEFA. El club ya acudió a los tribunales para impugnar la jurisdicción que tiene la liga para investigarlo y luego, regresó para intentar mantener en silencio los detalles de esas audiencias. “Han intentado enterrarlos en papel”, opinó una persona familiarizada con el caso de la Liga Premier.
Stephen Males, uno de los jueces del Tribunal Superior que escuchó el intento del City por mantener en secreto los detalles de su desafío a la autoridad de la Liga Premier, hizo notar el paso lento de la investigación.
“Esta investigación comenzó en diciembre de 2018”, escribió Males. “Es sorprendente y una cuestión de legítima preocupación pública que se haya avanzado tan poco después de dos años y medio, durante los cuales, cabe señalar, el club se ha coronado dos veces como campeón de la Liga Premier”.
El City sumó otro título antes de que la Liga Premier anunciara sus cargos, el sexto en poco más de una década. Para cuando llegue el veredicto del caso Manchester City vs. la Liga Premier, tal vez tenga más. Sin embargo, hasta dentro de algún tiempo, quedará claro si son dignos de celebrar.