Mariana Voetter | @mariVoett
“¡Venite ya que llamó una señora que dice que te ganaste el 5 de Oro!”, recuerda escuchar Sebastián. Al principio, no les creyó porque sus compañeros de trabajo eran muy de hacer bromas, pero insistieron tanto que tuvo que salir para ahí. El día anterior, Sebastián y Santiago habían entregado unos muebles en la casa de una señora que vivía sola. Los bajaron, los entraron y los acomodaron. Era el año 2008 y la señora, que atendía un kiosco en Pando, quiso darles propina, pero no tenía plata en ese momento. “Les regalo un 5 de Oro sorpresa”, les dijo.
Al día siguiente, los dos supuestos ganadores se encontraron en la mueblería donde trabajaban. Allí se habían juntado los vecinos de los comercios de alrededor que se habían enterado. Que los estaban esperando. “Imaginate, en el camino ya iba gastando la plata, para cuando llegué al kiosco ya estaba debiendo”, cuenta Sebastián.
Cuando llegaron a la casa, la señora estaba saliendo. Se agarraba la frente y empezó a pedirles disculpas de todas las formas posibles. No eran ellos los que habían ganado. Ese día había entregado dos 5 de Oro sorpresa, pero se había olvidado del otro. Se dio cuenta cuando los verdaderos ganadores llegaron unos minutos antes a reclamar el premio.
Sebastián se ríe cada vez que recuerda la anécdota porque lo vivió como un gran momento. Pasó de no creer que había ganado el 5 de Oro a comprar una casa en la playa en su mente, en cuestión de minutos. Si bien no recuerda cuánto era el monto de lo que habría ganado, recuerda que eran miles de dólares y que en su mente ya se lo había gastado todo antes de llegar al kiosco.
Esa misma persona, que casi gana el pozo del 5 de Oro, también recuerda la vez que su exsuegra llegó a la casa de su hija llorando desconsoladamente. Entre llanto y llanto, cuando pudo hablar, les contó lo sucedido: días atrás, había estado en su kiosco de confianza, y le comentó a su kiosquera que ya no jugaría más al 5 de Oro porque estaba cansada de jugar siempre los mismos números y que nunca salieran. Una señora que la escuchó, le preguntó si le daba permiso para seguir apostando por esa misma jugada, a lo que ella respondió que sí. El domingo siguiente, la segunda señora sacó el 5 de Oro con sus números, lo que explicaba la angustia de su exsuegra.
De estas historias hay miles.
Es alta la probabilidad de haber escuchado una parecida alguna vez, que hayamos soñado (dormidos o despiertos) con ganar el 5 de Oro, que hayamos pensado qué haríamos con la plata. Si la compartiríamos y con quién, cuántas casas podría comprarse uno, cuántos viajes podría hacer, y si da también para comprarse un auto y algún otro vehículo. Por qué no.
También, es posible, que conozcamos a alguna persona que sí lo ganó alguna vez. Pero, a menos que sea un familiar cercano, poco se sabe de ellos. Son como héroes invisibles que viven entre nosotros y que prefieren permanecer en el anonimato.
“Se ganó el 5 de Oro y con eso se hizo la casa”, es la oración más frecuente al escuchar el caso de algún afortunado. Pero no se sabe mucho más. Para esta investigación, se contactó a seis personas que ganaron el pozo de oro alguna vez. Ninguna de ellas quiso contar su historia, ni siquiera de manera anónima.
Solo Betty, que ganó el pozo de plata en 2019.
Betty se ríe cuando recuerda la noche que se enteró que había ganado. Fue el domingo del Día de la Madre y, apenas vio el sorteo, salió corriendo para la casa de su hijo, que vive al fondo de su casa: “saqué el pozo de plata, saqué el pozo de plata”, cuenta que le dijo. Su hijo no lo podía creer. Ganó 600.000 pesos uruguayos y recuerda que le descontaron el 19%, por lo que cobró cerca de 486.000 pesos en total.
Betty vive en Pando hace 50 años y hacía mucho tiempo que estaba ahorrando para remodelar la cocina, porque estaba muy fea: “para mí fue una salvación, porque estaba ahorrando pesito por pesito para poder hacerlo”. También le dio para hacer un viaje por el norte argentino: visitó Salta, Jujuy y Tucumán, en una excursión de 40 personas.
Se quedó con ganas de hacer más cosas, pero la plata no le dio para mucho más. Si lo sacara de nuevo, le gustaría arreglar la vereda de enfrente de su casa, que tiene algunas baldosas rotas, y también arreglar un poco el baño, que ya tiene unos cuantos años, dice.
La jugada del 5 de Oro era una que siguió desde que se jubiló. Trabajó 28 años en Caamepa y con un grupo de compañeros siempre jugaban. También siguió una jugada que hacía su esposo y hasta el día de hoy sigue con las mismas dos jugadas: “no me animo a cambiarlas ni me animo a dejarlas”.
“Hay tantas anécdotas de gente que lo ha sacado que uno los ve en ese momento y después nunca más”, cuenta Ricardo Berois, actual director de la Dirección de Loterías y Quinielas.
“En la mayoría de los casos lo va a cobrar el banco o lo cobra un testaferro, no aparecen los ganadores. Y eso ha pasado en casi todos, es muy raro que el ganador dé la cara porque sacas un millón de dólares y qué vas a dar la cara…”, agrega Berois.
Comenta que recuerda el caso insólito de una señora que fue a cobrar el 5 de Oro y el día que fue a cobrar se quedó al sorteo y sacó, además, el pozo de plata. Luis Gama, antecesor de Berois, coincide en que darse a conocer puede resultar contraproducente: “ahí se le empieza a complicar; se le acerca gente para ofrecer negocios de dudosa credibilidad, se acerca gente supuestamente amiga, familiares… por eso, actualmente se mantienen, yo diría que prácticamente todos, en el anonimato”.
Un poco de historia
El 5 de Oro existe como modalidad del juego de Quinielas desde el año 1990. “Había una necesidad de una nueva oferta de un juego de pozo que se vaya acumulando”, explica Luis Gama. Fue entonces que, a partir del Decreto N° 635/989, se estableció el inicio del que hoy es uno de los juegos más populares e importantes de La Banca, el segundo en ventas, después de la Quiniela.
En el inicio, la matriz del juego se estableció en 5/36, es decir, que los apostadores debían elegir 5 números de un universo de 36 números. En 1993, se lanzó un lotto adicional de matriz 5/44 que se denominó "5 de Oro Junior". Se sorteaba solo los miércoles y era más barato que el 5 de Oro común.
En 1998 se reformuló y nació el "5 de Oro con Revancha" con una matriz de 5/44 y con dos sorteos semanales (miércoles y domingos). La última modificación se realizó en 2014, ante una reducción de 33% en el precio de la apuesta: la matriz pasó a ser de 5/48 y se incorporó una nueva franja de premios al acierto de dos números.
Además, se estableció mediante resolución que los aciertos se pudieran cobrar en cualquier subagencia del país, independientemente de dónde se realizara la apuesta. “Esto fue en beneficio del apostador, para que recupere algo de sus apuestas”, indicó Gama, que fue quien introdujo estos últimos cambios. También contribuyó a que se disminuyeran notoriamente lo que se llaman “aciertos no cobrados”, porque la gente podía cobrar su apuesta en cualquier departamento del país.
Sin embargo, el ganador del Pozo de Oro del 16 de diciembre de 2020, correspondiente a $57.332.706, no se presentó a cobrar. El boleto se vendió en Tacuarembó, pero el premio no se reclamó antes de los 30 días, el plazo límite para cobrarlo.
Luis Gama indicó que el dinero de los aciertos no cobrados se reparte entre los funcionarios de Loterías y Quinielas, y una parte para los funcionarios del Ministerio de Economía y Finanzas. También hay un resto que va para rentas generales.
Berois señaló que el dinero no cobrado va, por una parte, a rentas generales y por otra a los Centros de Atención a la Infancia y la Familia (CAIF).
Según el reporte de sostenibilidad de La Banca correspondiente al año 2016, los aciertos no cobrados de ese año alcanzaron los $49.364.787, equivalentes a USD 1.160.000 aproximadamente.
Cómo funciona
El 5 de Oro no cuenta con ningún aporte; ni del Estado, ni de la Banca. Se autofinancia con las apuestas, que cubren todos los premios, a partir de los dos aciertos.
Del total de las apuestas hay una comisión para los vendedores y luego se destinan porcentajes para los pozos grandes, que son tres: el de Oro; el de Plata; y el Revancha. Los 50 pesos uruguayos apostados se dividen en dos: un porcentaje de los primeros 35 pesos se destinan al pozo de Oro y al pozo de Plata (31,9% y 3%, respectivamente); mientras que de los 15 pesos restantes, un 55% se destina al pozo Revancha.
Al momento de cobrar el premio, el 5 de Oro tiene, en el pozo de Oro, un descuento del 5% que va para el Fondo Nacional de Recursos. También, dependiendo del valor ganado, pueden aplicarse impuestos de IRPF.
La popularidad del juego ha ido creciendo, fundamentalmente, por la acumulación de los pozos. “Hay una cosa que es muy atractiva que es la relación de costo-beneficio; es decir, que por 50 pesos probar no cuesta nada y el premio puede ser mucho mayor”, opina Ricardo Berois.
De estadísticas y probabilidades
Ahora el pozo está saliendo más seguido; 3 sorteos y medio es el promedio actual para que hayan aciertos en algún pozo. “Es muy atractivo para gente que nunca juega a nada, y que solo juega cuando el pozo se acumula”. Normalmente, hay una cantidad de jugadas de 500 mil apuestas, aproximadamente, que se multiplican cuando el pozo está acumulado.
En el año 2020 se realizaron 104 sorteos y se registraron más de 73 millones de apuestas en total.
Teniendo en cuenta que en el 5 de Oro hay que elegir 5 números de un universo de 48, existen 1.712.304 combinaciones posibles, por lo que la probabilidad de ganarlo es de apenas 0,00006%, o de 1 en 1.712.304.
Desde el 9 de setiembre de 2020, el número que ha salido más veces en el pozo de Oro es el 18, en 31 ocasiones; mientras que en el pozo Revancha, la bolilla más sorteada fue la 47, que salió 25 veces.
Para el 5 de Oro, siempre habrá muchos tipos de usuarios: están los que juegan siempre la misma jugada; los que juegan ocasionalmente; los que eligen números según el sueño de la noche anterior; o los que directamente no creen que sea posible ganarlo, pero cada tanto juegan igual.
El abuelo de Pablo Meiras era uno de esos que hacían siempre la misma jugada. Trabajaba en la planta de Conaprole de Tarariras y, junto con once compañeros, tenían la costumbre de jugar al 5 de Oro. “Eran 2 jugadas, con los números más feos que podían existir, porque eran prácticamente todos corridos”, recuerda Pablo, que conoce la historia de cerca porque se crió con sus abuelos. “Una noche estábamos en casa por acostarnos, tocan a la puerta y…
- ¿Quién es?
- Meiras, soy yo, abrime hermano que sacamos el 5 de Oro.”
Fue en el año 1997, cuando Pablo tenía diez años. La jugada salió entre cuatro ganadores, uno de ellos eran su abuelo y los once compañeros, por lo que les tocó 6 mil o 7 mil dólares para cada uno. “En aquella época era un platal”, dice Pablo.
Recuerda que a su abuelo le alcanzó para pagar cuentas, para comprarse una camioneta usada y, como estaban también en el rubro de la apicultura, compró materiales para seguir produciendo con las abejas.
Pero lo que mejor recuerda Pablo es la manera en que su abuelo eligió para festejar el premio de esa jugada: compró cuatro lechones, invitó a toda la parentela (muchos tíos, muchos primos) y se armó una comida que duró casi todo el día. “Se hizo en el Club Plaza y había una sola mesa larga, con comida y bebida. En la tarde, se hicieron tortas fritas para el mate, un clásico de las abuelas y demás veteranas de la familia”, cuenta Pablo.
Hoy, 25 años después, el imaginario colectivo lleva a pensar que los parientes vendrán a reclamar algo si se gana el 5 de Oro, o que, de repente, aparecerán parientes nuevos a pedir plata; entonces, es mejor permanecer en el anonimato. Quizá habrá alguien que considere hacer como el abuelo de Pablo: invitarlos a todos a comer, en vez de esconderse.
Por ahora sus historias siguen siendo un misterio; seguirán siendo los héroes invisibles que lograron acertar esa combinación, la ganadora. Esas personas que lograron ser uno dentro de 1.712.304 posibilidades.