Un curioso caso ocurrido en Tiringoulou, un pueblo de la República Africana Central, fue reportado esta semana por una antropóloga estadounidense llamada Louisa Lombard, de la Universidad de Berkley.

Sus hallazgos, publicados en el Pacific Standard Magazine y recogidos por el Huffington Post, intentan demostrar que una vieja costumbre vinculada al robo de los miembros sexuales masculinos se está extendiendo a otras regiones de África.

La antropóloga recogió varios testimonios que indican que se trata de un "crimen real", similar a una costumbre que se remonta al año 300 antes de Cristo, en China.

Lombard asegura que en este pueblo africano actúan ladrones que "se benefician del lucrativo e ilícito tráfico de órganos", en este caso usados para brujería.

El caso que narra, sin embargo, resulta difícil de comprender. De acuerdo a la narración de testigos, un extraño se detuvo a comprar una taza de té en el mercado local. Luego de entregar el dinero, estrechó la mano del vendedor, que sintió "un extraño cosquilleo eléctrico fluir por su cuerpo, y luego descubrió que su pene se había reducido al tamaño del de un bebé". Sus gritos lograron reunir una pequeña multitud, pero en ese caos un segundo hombre fue víctima del mismo procedimiento.

Se trate o no de un invento de los damnificados en cuestión, el viajante fue detenido e interrogado duramente por supuestas prácticas de brujería. El presunto ladrón fue ejecutado de un disparo poco más tarde, aunque los guardias de seguridad encargados de la ejecución aseguraron que se había "esfumado misteriosamente de su celda".