|| LA FICHA
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Cuenta la magia y complicidad entre un abuelo y su nieto y la relaciona con aventuras de piratas. Delgado Aparaín afirma que su historia contada tiene "una dosis de adultez, sin moralejas" y coloca al lector -considerado entre 8 y 88 años- frente a un pacto donde "tú me cuentas y yo te creo".
El autor convoca a los escritores de cuentos para niños a "ser genuinos" y a "contar buenas historias" para aprovechar el boom de la lectura en chicos, que ha generado la magia de Harry Potter.
Como "coincidencias fantásticas" denomina el autor a los hechos que generó el cuento antes de llegar a México, luego con la editora y el dibujante y finalmente la propuesta de que La taberna del loro se convierta en un texto escolar, tras ser elegido por el Ministerio de Instrucción Pública mexicano.
De estos hechos, su infancia y la literatura infantil, habló con Montevideo COMM, Mario Delgado Aparaín.
¿'La taberna del loro en el hombro' es el cuento que le hubiera gustado que
le leyeran cuando era niño?
Exactamente. Esa fue la razón para escribirlo porque siempre sentí una sensación
muy rara desde que era niño, de que había una subestimación por parte del autor.
Sobre todo de los autores europeos, con una posición paternalista o maternalista,
como que el niño fuera tonto. Como que les hacía falta una dosis de adultez.
¿Y cómo es el cuento que usted escribió?
Es un cuento en dos tiempos: presente y pretérito con una relación mágica
entre los dos a través de los años del abuelo. Al tirarse hacia atrás en la
silla, es como si traspasara la barrera del tiempo. Además siempre me gustaron
las historias de piratas; inclusive tuve la oportunidad de conocer Willemstad,
la capital de Curaçao (uno de los escenarios del cuento) en las antillas holandesas
en las que todavía sobreviven las viejas tabernas donde se enfrentan los piratas.
Me gustó la idea de vincular el mundo de las aventuras de piratas por lo transgresoras
que son.
El cuento es un homenaje a los abuelos... es el único vínculo que tienen
los niños con el pasado. Yo no tuve la oportunidad de disfrutar de mis abuelos.
Yo tenía tres años cuando dejé de ver a uno de ellos. Los recuerdos que tengo
es cuando me sostenía en sus hombros y yo lo agarraba de la mandíbula e iba
con él al arado. Siempre me gustaron los viejitos y siempre me llevé bien con
ellos, por esa forma que tienen de recrear el pasado a través de la narración.
¿Cuáles son los principales ingredientes para producir un cuento infantil?
Primero una buena historia para contar y un parentesco real entre lenguaje
escrito y lenguaje hablado. Una buena literatura es aquella susceptible de leerse
en voz alta porque eso facilita el pacto de ficción entre quien habla y quien
escucha. Ese pacto consiste en aceptar como reales ciertas reglas de la magia:
tú me cuentas y yo te creo. Eso es lo que dibuja la atmósfera por ejemplo si
el cuento está destinado a generarte inquietud o miedo, la atmósfera tiene que
transferirte eso. No me gustan los cuentos con moraleja. En este caso, el personaje
del abuelo es un pícaro imperfecto que es tremendamente humano, eso lo hace
más verosímil, más creíble como ser humano.
¿Qué espacio cree que hay para la lectura en una generación marcada por medios
y juegos electrónicos, al mismo tiempo que surgió una fiebre por los libros
de Harry Potter?
Yo tuve la oportunidad de conocer a la señora Rowling, autora de Harry
Potter, es una persona formidable que hizo todo esto con mucha humildad y hay
que agradecérselo. Pero esto no alcanza tiene que haber un toque de preocupación
de los escritores a ser genuinos y no plegarse al mercado editorial y a las
modas, sino tener buenas historias para aprovechar el fenómeno generado por
Harry Potter. Nunca había visto niños de 10 años leyendo un libro de 400 páginas,
me quedé asombrado y me pregunto qué ha ocurrido.
¿Y qué ha ocurrido?
Una gran habilidad mecánica para contar una historia compleja, una
tela de araña donde estás atrapado pero podés caminar en distintas direcciones,
es muy hábil y lo usa con total soltura y desenfreno. La magia como vehículo
del conocimiento que ha estado muy mal usado.
No. Lo escribí para mí mismo, para probarme. Para saber si era
capaz de escribir una historia así pero no pensaba publicarlo. Fue entonces
que un gran maestro como Augusto Monterroso, escritor fallecido guatemalteco,
me habla de una editorial mexicana que tiene una colección de cuentos de escritores
que no escriben para niños. Entonces me dice que estaría buena una historia
de piratas. 'Justamente acabo de terminar uno', le dije aunque no sabía qué
valor tenía el cuento. Ahí se da otro fenómeno porque la editora que queda encantada,
se llama Patricia Van Rhijn y el padre Leendert Van Rhijn, igual que el personaje
de pirata del cuento. Ella me pidió autorización para que el dibujante Gabriel
Pacheco, ilustrador del libro toma como modelo para el pirata, una fotografía
del padre de Patricia Van Rhijn.
Es un cuento que ha desencadenado otras historias...
Sí, se dan coincidencias muy lindas. Además, el cuento ha sido seleccionado
por 122 escritores mexicanos para ser incorporado por el Ministerio de Instrucción
Pública de México en los programas escolares. Después de todo esto estoy sorprendido
de la repercusión y dije: '¡caramba!' y se me fueron los miedos de escribir
para niños.