Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Juan Manuel López
Ian Duddy (47) nació en Harbledown, un pueblito típicamente british cercano a Canterbury, en el sur de Inglaterra y no muy lejos de Londres. A los 5 años fue tocado por la bendición de la vocación y su padre tuvo mucho que ver: le mostraba un mapa enorme, le enseñaba dónde estaban los países y cómo se llamaban sus capitales. Del interés geográfico, Ian pasó al interés por conocer las culturas y tradiciones de otros países. También por viajar y aprender idiomas para poder comunicarse con extranjeros en otras lenguas. Hoy, este diplomático de carrera, habla francés, alemán, español y japonés, además de su lengua madre, el inglés.
Duddy camufló su orientación sexual en la secundaria y la universidad, pero comenzó su carrera laboral tras una visible apertura de la diplomacia británica y mundial, en el año 2000. Desde 2016 y hasta este 2020 en que abandona su puesto en la Embajada del Reino Unido en Uruguay ha trabajado junto a su esposo, Neil Morrison, quien oficia de gerente de la residencia diplomática y organizador de eventos. Le gustaría -confiesa- pensar en adoptar un hijo con su pareja, pero sabe que la vida nómade de los diplomáticos no sería óptima para ningún niño.
Por su aparición en los medios sabemos que es hincha del Totthenham Hotspur, que recorrió bares y restoranes buscando el mejor chivito y se apasionó por conocer los refranes más repetidos del Cono Sur. A un tris de terminar su periplo oriental y mudarse a Chile por una vacante de unos meses antes de regresar a Londres, Duddy elogió a Uruguay, su impecable transición de mando y el manejo de la pandemia, le agradeció a Ernesto Talvi y apuntó que en Gran Bretaña una coalición de partidos en el gobierno sería una rareza.
-¿Cómo se despierta su vocación por la diplomacia?
-Yo tenía 5 años. Mi papá tenía un mapa, y me enseñaba dónde estaba el Reino Unido. Ahí empieza mi gusto por la geografía, aprendiendo los nombres de los países y las capitales. Yo ya estaba obsesionado con ese mapa. Después vinieron mi fascinación por viajar y explorar, hablar otros idiomas, y en la escuela me enseñaron francés también.
-Fue a escuela y universidad pública. ¿Es mito eso de que hay que ser de clase alta y acomodada para llegar lejos en las relaciones exteriores?
-Capaz que anteriormente la ruta clásica era escuela privada, Oxford o Cambridge y de ahí al ministerio. Pero eso cambió en los últimos 20 o 30 años. Yo fui el primero de mi familia que llegó a la universidad. Mi papá no pudo, porque sus padres no podían pagárselo. Yo ingresé en la Cancillería en el año 2000, y fue una competencia abierta a todos, así que no importaba dónde estudiaste. En los últimos 20 años en la Cancillería ha cambiado mucho esa imagen que tenés.
-¿Sufrió bullying en la escuela o el liceo por su orientación sexual?
-No, porque en los 90 yo no era abiertamente gay en la universidad. Esa es otra cosa que cambió mucho en el Reino Unido en los últimos 20 años. Ya no es nada especial ser abiertamente gay en la universidad, pero en los 80 y 90 sí. Quizás si yo hubiese sido gay declarado, hubiera sufrido bullying.
-¿Gran Bretaña es una isla respetuosa con la diversidad sexual y progresista, o es más bien una sociedad conservadora?
-Creo que es progresista. Tenemos una legislación muy parecida a la uruguaya. En Europa es uno de los países más avanzados en ese tema (matrimonio gay, adopción, los derechos trans), pero capaz que hace 50 o 60 años el Reino Unido era de los países más conservadores de Europa. Ha sido un cambio radical, de dos generaciones a esta parte. Ahora lo veo como uno de los países más avanzados. Yo no he tenido problemas en la Cancillería. Es algo que encuentro en otros países: una cosa es la legislación, otra cosa es la implementación. De hecho, con respecto a eso, encuentro a Uruguay un poquito más conservador que el Reino Unido en la sociedad, en la implementación.
-Usted es un diplomático de carrera. Le dijo a la revista Galería que hasta el año 91 un gay no podía trabajar en el Ministerio de Relaciones Exteriores, en Inglaterra, y eso fue cambiando con los años. ¿Se enfrentó a muchos obstáculos en la diplomacia por su orientación sexual, o no?
-No, porque yo entré en el año 2000 y la legislación ya era clara (aceptándonos), pero al principio conocí personas que tuvieron que ocultar su identidad sexual. Lo que pasa a veces es que hay que explicarle a gente, tratando de evitar inconvenientes o que alguien se sienta incómodo. Por ejemplo, cuando recibí invitaciones del tipo: "Quiero invitar al embajador y su señora". Para evitar malentendidos, yo llamo antes y aviso que el embajador irá con su esposo, Neil, y ambos asistiremos gustosos. Y nunca tuve una mala respuesta. Tuve la suerte de trabajar en Buenos Aires y en Ginebra antes y no tuve inconvenientes... Si hubiera estado en Rusia, por ejemplo, o en Medio Oriente, habría sido realmente difícil. Pero yo he tenido suerte por los destinos a donde fui. Y es un tema de elección también: prefiero trabajar en países donde mi esposo puede trabajar y los dos somos reconocidos.
-Fernando Amado, en su libro La máscara de la diversidad (2019), cuenta que el ámbito diplomático ha sido históricamente protagonizado por gays, por lo menos en Uruguay. Y que eso recién cambió hace pocos años. ¿Qué lo hace un ambiente más tolerante con las personas homosexuales?
-Una parte importante de la diplomacia es que tenemos que viajar, soltar los lazos con la familia, instalarte en otro país, y capaz que eso es más fácil cuando sos soltero: no tenés que pensar en otras personas, en hijos, en el colegio de los niños... Es verdad que la diplomacia ha sido históricamente un lugar fácil para las personas gays, pero ahora ha cambiado. Hay muchos con niños, con parejas, pero entiendo lo que él dice.
"He recibido invitaciones del tipo: 'Quiero invitar al embajador y su señora'. Para evitar malentendidos, yo llamo antes y aviso que el embajador irá con su esposo, Neil. Antes trabajé en Buenos Aires y Ginebra y no tuve inconvenientes"
-¿Y Uruguay? Porque acá en los últimos años se votaron leyes progresistas, se votó una agenda de derechos que permite el casamiento entre personas del mismo sexo, se permite la adopción de un niño por personas del mismo sexo, se votó una ley trans. Pero otra cosa es el día a día. ¿Qué vio usted durante sus cuatro años de estadía? ¿Somos tan progresistas y respetuosos como nos vemos?
-En primer lugar, hay que reconocer los esfuerzos en la legislación. Antes de llegar a Uruguay yo trabajé cinco años en Ginebra, Suiza, con derechos humanos, y hay que tener en cuenta que en algunos países todavía hay pena de muerte por ser homosexual. Así que quiero destacar que tengan leyes progresistas, y más progresistas que el promedio de los países europeos. Pero como te dije: una cosa es la legislación y otra es la implementación. Y a veces lo que veo es que eso implica un cambio en la forma de pensar, y eso lleva años... A otras generaciones capaz que les cuesta más.
Lo que marca Uruguay en mi opinión es el liderazgo, no sólo en lo político, sino en lo empresarial, en lo gremial, en los medios. Es un país liderado por hombres capaz que más mayores que los que uno encuentra en el Reino Unido. Para darte un ejemplo, si llegás a tener 80 años en Inglaterra es muy difícil postularte como candidato a algo para una elección o liderar una empresa. Aquí no es problema ser muy mayor. Allá tenés 50 años y si no sos CEO, capaz que ya pasó tu momento. Y acá todavía no hay muchas mujeres en puestos de poder. Por eso, a veces lleva tiempo, una generación, ver los cambios. Si vas a hablar con mis abuelos o bisabuelos, no te dirán que Inglaterra fuera un país progresista.
-El año pasado, para el Día contra la Homofobia y la Transfobia escribió un artículo sobre la discriminación en el medio laboral. ¿Por qué?
-Estaba tratando de explicar que cuando en los ámbitos de trabajo son más diversos, normalmente son más exitosos, y se puede ver en las cuentas de la empresa. Lo que los estudios muestran en las empresas grandes, y también de las pymes en el Reino Unido es que si tenés los empleados más diversos en todos los contextos, normalmente la empresa es más más exitosa. No sólo mejora por la forma de pensar, sino que tiene implicancias en las finanzas.
-Siempre le ha interesado la lucha por los derechos humanos. ¿En qué actividades ha participado en tal sentido?
-El gran aprendizaje en ese tema fue trabajando cinco años en Ginebra, trabajando como representante británico en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Se pueden ver desde ahí las posturas de los países en cosas que en Uruguay tanto como en Reino Unido se dan por sentado: la participación de mujeres en elecciones, la libertad de expresión, libertad de religión, el derecho a no tener fe o creencia, que en algunos países es obligatorio. Eso me abrió los ojos a las dificultades que hay en el mundo y en cierto modo, noté un pequeño retraso en algunos países en derechos humanos.
Así que una de las cosas que trabajé con Uruguay en esos cinco años fue para que Uruguay tenga el primer mandato a nivel de la ONU de los derechos de la comunidad LGBTI en el mundo. Eso fue aprobado en 2016, en mi última sesión en el consejo, pero después de años de trabajo. Había otros países que querían frenar ese trabajo, frenar ese voto. Cuando uno ve el impacto de las políticas en las personas más afectadas, realmente te moviliza.
-Me enteré por la periodista Florencia Pujadas, en la mencionada entrevista con Galería, que su historia familiar está signada por la Segunda Guerra Mundial. Cuénteme por qué.
-Yo soy judío, pero no soy religioso para nada. Pero cada año hay un acto en algunas instituciones israelíes acá para la shoá para recordar el Holocausto. Y hace poco, en un aniversario de la Noche de los Cristales Rotos, conocí a Isaac Borojovich, que era sobreviviente del campo de concentración de Bergen-Belsen, el campo de concentración que mi abuelo liberó como soldado británico. Fue muy emocionante conocer a Isaac, conocer su historia. Fui a visitarlo a su casa, hablamos de mi abuelo, y él me contó de sus primeros años en Uruguay como refugiado y su lucha personal por construir una familia en Uruguay.
-¿Cuándo comenzó a hablar fluido el español? Lo domina muy bien...
-Tuve la suerte de que mi primer puesto como diplomático fue en Buenos Aires, entre 2003 y 2006. Desde ahí aprendí el español rioplatense. Siempre trato de mantenerlo. Me costó al principio llegar a Uruguay hablando español después de años de hablar en francés (en Ginebra). Es importante hablarlo bien como diplomático porque un rol de cualquier embajador es alcanzar nuevas audiencias, y no todos hablan inglés. Máxime si querés alcanzar audiencias que anteriormente han sido ignoradas por las embajadas.
-¿Qué ha recorrido de Uruguay en estos cuatro años?
-Todo, visité los 19 departamentos. Un primer consejo que recibí cuando llegué a Montevideo es: "Hay que conocer todo el interior". Es fácil como diplomático quedarse en Montevideo donde están todas las instituciones, el gobierno, los medios, la vida social, pero es solo una parte del país. Es como si estuvieras en Londres y no salieras a conocer todo el Reino Unido. Y uno ve las diferencias entre la capital y el interior.
-¿Qué opinión tiene del Brexit? ¿Inicialmente estaba a favor o en contra de que el Reino Unido se saliera de la Comunidad Europea, lo que desde febrero ya es una realidad?
-Yo estuve en Ginebra durante el referéndum, por el voto... Fue una sorpresa el resultado. Yo pensé que el voto iba a ser distinto. Al final pensé que iba a estar parejo, pero fue una sorpresa que hubiera una pequeña mayoría a favor del Brexit. Soy diplomático y diplomático de carrera: tengo que defender la postura del gobierno, de cualquier gobierno que sea electo. En el Reino Unido hay una muy clara separación -no hay áreas grises- entre los funcionarios y los políticos, así que como funcionario de la Cancillería no puedo revelar mi opinión personal. Tengo la obligación de promover la política del gobierno actual, y si no puedo hacerlo, tengo que renunciar.
-¿Ve al Reino Unido negociando acuerdos comerciales bilaterales con Uruguay o con el Mercosur?
-Para ser honesto: bilateral con Uruguay lo veo muy difícil, dado que hay otras prioridades, especialmente para 2020 y 2021. La primera obligación para el Reino Unido es negociar nuevos acuerdos comerciales con nuestros aliados europeos, y tenemos hasta diciembre para lograrlo. Y hace poco hemos largado nuevas negociaciones con Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Japón. Hay una cuestión de capacidad. Con el Mercosur sería más fácil, es una propuesta más atractiva, por el tamaño del mercado.
"Una de las cosas que trabajé fue para que Uruguay tenga el primer mandato a nivel de la ONU de los derechos de la comunidad LGBTI en el mundo. Fue aprobado en 2016, en mi última sesión en el consejo, pero después de muchos años de trabajo"
Entiendo muy bien que Uruguay está a favor del libre comercio, como el Reino Unido, pero el mercado doméstico es bastante chico. La pregunta que tengo yo es: ¿el Mercosur tiene la voluntad de negociar un acuerdo con el Reino Unido? Es tarea de sus países evaluar con quién se van a dar el tiempo, los recursos, y los esfuerzos para lograr algo, cuáles son las posibilidades, las expectativas. Así que para este año el gobierno del Reino Unido ya está a pleno con otras negociaciones. Lo veo más para 2021 o 2022 mejor, pero dependerá de las voluntades de los otros países también.
-No es un mero simpatizante del Tottenham Hotspur. Es un verdadero fanático. ¿Lo sigue a distancia todos los fines de semana? ¿No se pierde un partido?
-Trato de ver los partidos. Obviamente hubo muchos partidos suspendidos por el coronavirus, la Liga inglesa empezó hace tres semanas y es un poco distinto ver los estadios sin público. Pero lo sigo por las redes. Si es un gran partido, intento no fijarme otra cosa en la agenda para ver el partido. Cuando la final de la Champions League contra el Liverpool no había nada que se metiera en mi agenda: había que verlo.
-Y acá es de Peñarol, me imagino... por la herencia británica, el ferrocarril, el CURCC...
-Yo no puedo meterme en problemas domésticos. Traté de visitar a algunos clubes, no sólo Peñarol tiene origen inglés, están también Wanderers, Albion... también es lindo apoyar los equipos chicos. Yo fui a ver un clásico, pero sin meterme en el debate de qué lado estoy.
-¿Qué recuerda de sus últimos encuentros con la reina Isabel, quien ya tiene 94 años? Recreeme cómo es ella.
-La reina no tiene ningún poder político. A un país bien republicano como Uruguay le puede costar entenderlo, pero ella tiene un trabajo de protocolo. Así que según el protocolo, yo soy un enviado de Su Majestad, y cada embajador tiene que presentarse a la reina para explicarle un poco de su trabajo y su mandato. Yo fui al Palacio de Buckinham en 2018 para presentarme. Obviamente ella estaba informada -la conversación es discreta y privada-, pero estuve impresionado por su ritmo de trabajo. Al día siguiente de mi visita iba el presidente (Donald) Trump a Londres, fue su primera visita, y ella se reunió antes conmigo, y sabía mucho de América Latina y Uruguay, del campo, de la carne, de los caballos... Estaba interesada y tiene experiencia en que sus visitantes se sientan a gusto.
-Me imagino que se colgó con la serie The Crown...
-Sí, me gusta... Si me vas a preguntar qué es ficción y qué es historia real, no sé. Pero lo que hace muy bien esa serie es marcar algunos momentos históricos durante los años, como la visita del hombre a la luna en 1969, por ejemplo.
"Firmar un acuerdo bilateral con Uruguay lo veo muy difícil, dado que hay otras prioridades. La primera obligación es negociar nuevos acuerdos comerciales con nuestros aliados europeos. Con el Mercosur es una propuesta más atractiva".
-¿Cómo ha lidiado el Reino Unido con la pandemia del Covid-19?
-Por suerte ahora los casos están bajando en el Reino Unido como en toda Europa. Hemos anunciado una cuarentena obligatoria a fines de marzo, distanciamiento social, y recién ahora estamos abriéndonos paulatinamente, paso a paso. El brote llegó un poco después de los brotes en España o Italia. Estamos saliendo un poco después que ellos de la situación. El último sábado fue la primera vez en meses que algunos negocios como bares tuvieron permitido abrir, pero con distanciamiento social.
Un desafío para todos los gobiernos, incluyendo el de Uruguay, es tratar de encontrar un buen equilibrio entre proteger la salud inmediata después del brote, el impacto económico, y también el impacto en la salud a largo plazo. Mientras estamos enfocados en el Covid, y todos los hospitales enfocados en el Covid, hay otros pacientes que necesitan tratamientos oncológicos o atención en la salud mental. Ningún país sabe cuál será el impacto a largo plazo.
-¿Y cómo valora usted el manejo uruguayo de la pandemia?
-Muy bien. Muy clara la comunicación y no fue una cuarentena obligatoria, pero se nota que el pueblo cumplió los consejos del gobierno. Desde el primer día que hubo casos confirmados en Uruguay el gobierno tomó medidas, fue claro en su comunicación. Hemos trabajado mucho con la Cancillería y el MSP con la repatriación de los cruceros, respetando las normas de seguridad y sanidad, y hay que tomar en cuenta que Uruguay tiene algunas ventajas respecto a la pandemia. Tienen más tierra sin habitantes, y las ciudades grandes como Nueva York o Londres la van a tener siempre más difícil por la concentración de gente, el transporte público... Uruguay tiene un sistema de salud bien hecho, bien capacitado; tenemos el mismo sistema en el Reino Unido. Es más fácil para los gobiernos manejar y dirigir los recursos cuando uno tiene un sistema de salud pública y cobertura en todo el país. Así que chapeau Uruguay. El próximo desafío es evitar un próximo brote, y hasta que tengamos una vacuna aprender a vivir con el virus.
-El Reino Unido envió 90.000 dólares para colaborar con proyectos contra el Covid-19, ¿no es así?
-Hemos recibido fondos para ayudar a Uruguay a enfrentar el coronavirus. En vez de donar equipamiento, tenemos una visión más de largo plazo, tratando de reforzar el sistema de salud en Uruguay, reforzando el país antes de otro brote, otra pandemia que va a llegar. Hemos decidido donar 60.000 dólares al Institut Pasteur (para un nuevo centro de epidemiología que fue lanzado hace dos semanas) y otros 30.000 dólares para otro proyecto, de escala menor. Para investigación y comunicación, investigación no sólo sobre el coronavirus, sino sobre otras pandemias que van a llegar en el futuro.
-En marzo en Uruguay hubo un cambio de gobierno y cambio de signo político también. ¿Cómo vio esa transición, siendo un observador y diplomático británico?
-Otra cosa que marca a Uruguay como un país republicano, democrático. Hubo una transición limpia, ordenada, muy bien hecha. Hay que tomar en cuenta que muchos países no tienen elecciones libres, con una prensa libre, donde por cada persona haya un voto. Así que es algo importante a defender, y también es para promover al mundo.
-Kenneth George, el embajador de Estados Unidos en Uruguay, me decía para este espacio que considerando que el vencedor (Luis Lacalle Pou) ganó por un escaso margen de 1,5%, en otros países se habrían suscitado revueltas y movilizaciones violentas, y aquí no, se aceptó la derrota y el cambio de mando se dio de forma muy pacífica. Elogió eso.
-Yo también. Y para mí el momento más lindo de la asunción fue cuando el presidente actual bajó del escenario del brazo del presidente anterior, mostrando no solo al país sino al mundo una transición bien ordenada.
"Desde el primer día que hubo casos confirmados en Uruguay el gobierno tomó medidas, fue claro en su comunicación. Hemos trabajado mucho con la Cancillería y el MSP con la repatriación de los cruceros. Chapeau Uruguay".
-Supongo que como embajador del Reino Unido conoció a Ernesto Talvi, quien hace unos días renunció a la cancillería tras solo cuatro meses en el cargo. ¿Le sorprendió este cambio de canciller en un gobierno que apenas tiene 100 días?
-Primero quiero agradecerle a Talvi y a la Cancillería por el trabajo que hemos hecho juntos, y la repatriación de 500 británicos y personas de la mancomunidad a sus lugares. No solo del Greg Mortimer, hubo 11 cruceros de los cuales repatriar gente (el Greg Mortimer fue el más reconocido), pero fueron muchos pasajeros varados y la Cancillería y el canciller hicieron muy bien su trabajo en ayudarnos a repatriar tanta gente.
Yo no voy a meterme en la política uruguaya, pero cuando uno está en una coalición es inevitable que cada partido, cada líder político, quiera tener su propia postura. Una coalición para un británico es algo raro... No pasa mucho allá.
-En pleno 2020, ¿qué queda de la histórica monarquía británica? ¿Se ha modernizado?
-La reina tiene 94 años. La familia tiene varias generaciones. Hay que tener en cuenta que no tienen poder político y la reina nunca se metió en asuntos políticos...
-Bueno... mire que yo también vi The Crown...
-Es una serie documental de ficción... (se ríe). Pero lo que la monarquía representa para el pueblo británico es estabilidad. Así que estamos acostumbrados a que los gobiernos cambien cada cuatro o cinco años. Creo que no hay muchos británicos a favor de cambiar ese sistema, porque tampoco queremos presidentes que se perpetúen en el gobierno, como vemos en otras partes del mundo. La familia real representa la estabilidad, y el servicio por su pueblo, por el país. Obviamente no sabemos, pero la reina tiene 94 años y en algún momento pasará a la próxima generación, a Carlos, y será un momento de mucha reflexión sobre el futuro. Pero creo que se ha ido modernizado, sí. Para dar algunos ejemplos: el rey tuvo que abdicar en 1936 para casarse con una persona de Estados Unidos, divorciada, hace unos años el príncipe Harry se casó con (la actriz) Meghan Markle, una mujer estadounidense divorciada y de raza afrocaribe, una cosa que no podríamos ni imaginar en los años 30 o 40. Y para darte otro ejemplo concreto: el príncipe William o Guillermo salió en una revista famosa LGBTI de Inglaterra para decir: "Si mi hijo es gay estará todo bien". Son mensajes claros de una generación nueva.
-¿Dónde probó el mejor chivito?
-Jaja... No sé si puedo revelarlo. Probé varios. El del bar Tinkal es muy bueno, también el del bar Arocena de Carrasco. Me faltan probar algunos en el interior, pero ya tengo dos o tres en mi ránking.
-Y no pudo con el mate...
-No, tengo que admitir que el mate me costó. Yo crecí con el té.
-¿Y cuántos refranes rioplatenses se lleva anotados?
-Ya recibí dos libros llenos de refranes. El desafío para mí es recordarlos. Si pudiera recordar 15 o 20, me los llevaré para el futuro.
-En cuanto pueda volverá a Londres. Pero ahora viajará para llenar una vacante en Chile...
-Yo voy a ser embajador interino en Chile por seis o hasta ocho meses, cubriendo un puesto vacante, y luego volveré a Londres. Llevo casi 10 años lejos de mi país, así que es normal que me tome un momento para estar en Londres. Creo que después de tantos años afuera, es un buen momento para volver. Cuando estás muchos años afuera, el país cambia y capaz que no te das cuenta. Si querés representar a tu país cómo es hoy en día, mejor estar unos años ahí, pero estoy seguro que después de dos o tres años tendré ganas de salir de nuevo.
"Yo no voy a meterme en la política uruguaya, pero cuando uno está en una coalición es inevitable que cada partido, cada líder político, quiera tener su propia postura. Una coalición para un británico es algo raro... No pasa mucho allá".
-¿Qué impresión se lleva de Uruguay y los uruguayos?
-Es un país encantador, abierto, a la gente le gusta hablar, conocer extranjeros. Es bastante fácil conocer gente. Hemos hablado del tamaño de Uruguay, lo cual es un desafío en términos comerciales, pero es una ventaja para conocer gente. Si quieres conectarte con alguien, es muy fácil: con dos o tres contactos llegás a esa persona. Y como país: el cielo, el campo, las estancias, las bodegas... Tenemos escenarios muy lindos en Inglaterra, pero hay mucha gente. Lo que te da Uruguay es un momento para respirar y conectarse de vuelta con el campo.
-¿Es feliz?
-Mmmm.... (piensa). No quiero decir que soy pesimista, pero un poco exigente conmigo mismo. Aquí estuve feliz, y ahora un poco triste de tener que irme, y sobre todo por el momento, donde no puedo despedirme de tanta gente. Eso me da pena. Yo soy muy chato, creo, estoy siempre buscando problemas, los puntos difíciles, en vez de abrazarme a la comodidad. A mí me gustan los desafíos, así que eso implica aceptar los momentos difíciles también.
Por César Bianchi
@Chechobianchi
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