Cintas amarillas preservan la escena del crimen. Con atención, los peritos recorren el lugar, fotografían, recogen todo aquello, por mínimo que sea, que pueda resultar un indicio para la investigación. El cuadro, que nos resulta familiar, repetido hasta la saciedad, guardado en la retina de millares de telespectadores a lo largo y ancho del mundo, cambia de locación. Esta es la realidad: los muertos de verdad no respiran, y la sangre es eso, simple, roja, duramente sangre. Ni Las Vegas, ni Miami, ni Nueva York. Cualquier punto del país puede ser el decorado involuntario de un accidente, un suicidio, un crimen que debe ser aclarado.
El Inspector Principal Artigas Ayala dirige la Dirección Nacional de Policía Técnica desde hace un año y medio. La repartición, cuenta, “tiene 38 años, y fue creada por la Ley Orgánica Policial de 1971, aunque demoró unos años en instrumentarse como Dirección Nacional. Su rol fundamental es auxiliar a la Justicia. Esto significa que una vez que la cadena de la prevención ha sido rota y se comete el delito, en la escena, o presunta escena del crimen se recogen indicios, que luego se trasladan a los laboratorios policiales, se procesan, y esa respuesta surgida de los mismos se le da al juez de la causa. Somos netamente auxiliares de la Justicia, lo que no quita que trabajemos en colaboración con nuestros colegas en investigaciones que, a veces, son netamente de índole policial. Es muy común trabajar con INTERPOL, en la investigación de delitos informáticos, sobre todo en la nueva modalidad de delito que es la pornografía infantil; nuestro laboratorio hace las comprobaciones in situ en el terreno, para que INTERPOL proceda a la incautación de elementos. También se trabaja mucho en documentación fotográfica, por ejemplo de allanamientos, que es muy en común en el caso de drogas, que hay que ‘fijar’ en el lugar lo que se incauta”.
La historia de la Dirección, sin embargo, se remonta más de un siglo atrás, cuando en 1905 se inauguró la Oficina de Identificación Dactiloscópica de la Jefatura de Política y de Policía de Montevideo, a iniciativa del doctor Alejandro Sarachaga, amigo personal y seguidor del húngaro argentino Juan Vucetich, que perfeccionó la disciplina. Ayala agrega a este dato que, actualmente, se encuentra en estudio del Poder Ejecutivo un proyecto de ley que permite la creación del archivo de huellas genéticas, o ADN, “la incorporación más reciente a la investigación criminal”.
La carrera de Ayala estuvo marcada por la diversidad y el movimiento. Trabajó en la Escuela Nacional de Policía, en las Naciones Unidas, colaboró en la investigación sobre violaciones a los Derechos Humanos y formó profesionales en distintos puntos de África. Nunca antes había tenido contacto con la tarea de la Policía Técnica, pero explica que la formación que recibió “es integral, y a los de nuestra jerarquía nos pueden convocar para dirigir Caminera, Interpol, Inteligencia, una Jefatura de Policía… estamos formados para dirigir. A veces se produce una confusión en el común de la gente, estas son ‘empresas’; los gerentes no son los técnicos, sino quienes administran la técnica, yo tengo que llevar adelante las políticas que impulsen y desarrollen nuestra Dirección Nacional de Policía Técnica”.
El funcionario señala que el personal que trabaja en la dependencia es “muy exigido”, y que una de sus obligaciones es velar por que las condiciones laborales sean las mejores, tanto en relacionamiento y comodidad como en infraestructura. Este personal es “premiado” con la posibilidad de realizar cursos de capacitación, tanto en el Uruguay como en el exterior, que, no sólo los benefician personalmente en cuanto a la mayor especialización, sino que además, permite articular el funcionamiento con otras Policías Técnicas de Iberoamérica. Ayala mismo es miembro activo de la Academia Iberoamericana de Criminalística y Ciencia Forense, y, orgulloso, alegra que “Uruguay está a la cabeza; somos el primer país en tener una ley que protege la escena del hecho, además de la reciente aprobación del protocolo de protección de la escena del hecho por el Ministerio del Interior, y la cadena de custodia del indicio”.
Más vale maña que fuerza
La Dirección Nacional de Policía Técnica no sólo se dedica a recoger y analizar evidencias en accidentes y muertes dudosas. Una de sus principales tareas es emitir “certificados de antecedentes judiciales”, los antes llamados “certificados de buena conducta”. Estos certificados se requieren para ingresar a la administración pública, para la emisión de pasaportes y para trámites de radicación en el exterior, lo que lleva a la DNPT a expedir un promedio de entre 120.000 y 130.000 certificados al año, lo que representa unas 200.000 consultas anuales, que se atienden en apenas dos oficinas. “Hay turnos que son permanentes, como el caso legajos, porque a veces la Policía, en ocasión de detenciones preguntan si el demorado tiene antecedentes, y eso requiere una atención las 24 horas. Es la única de nuestras dependencias que atiende directamente al público, y pusimos énfasis en ese punto. En acuerdo con la Escuela de Funcionarios Públicos Aquiles Lanza se hizo un curso de atención, lo que ha motivado al personal, le ha dado técnicas de relacionamiento, porque los policías no están preparados, si no es por capacidades naturales, no las tienen. Ese curso les brindó herramientas para responder ante casos concretos, o salir a veces, de situaciones embarazosas”.
Gracias a la labor de los funcionarios, la Dirección obtuvo recientemente el Premio de Calidad de Atención al Público. Ayala dice que “esas solicitudes a veces son situaciones muy delicadas que hay que atender, para nosotros de repente no es ninguna dificultad, es apenas una pequeña carga en el horario de trabajo, y en cambio para el que lo solicita representa el futuro”. El director de Policía Técnica cree que, pese a los logros, la labor de perfeccionamiento y optimización de los recursos, humanos y materiales, no debe cesar en ningún momento.
Who are you?
Evidencia, ADN, residuos de pólvora, huellas dactilares, palabras a las que el promedio de los televidentes se acostumbró a oír en los últimos años. El trabajo de recoger indicios y procesarlos llega a nosotros con la nitidez de la televisión digital, la asepsia del quirófano y la percepción de una simpleza que no es tal. La Dirección Nacional de Policía Técnica, día a día, lejos de las cámaras, realiza su trabajo con tesón de hormiga. 190 funcionarios, repartidos en laboratorios biológico, químico, pericial, fotográfico, de planimetría, documentología, accidentología e informática forense, colectan y analizan los indicios con obsesión. La comparación con las series televisivas es obvia, pero, “el gran problema de las seriales es que exageran”, opina la química Fernández. En relación con los análisis de ADN que se practican, marca que la tecnología que se emplea en nuestro país es de última generación, similar a la que puede verse en el cine y la TV, pero que los tiempos no son los mismos. “Se puede llegar a un perfil, que, si encuentra otro con el que comparar, puede orientarnos para saber a quién corresponde. Pero no es en diez minutos, ni se hace de a uno, por un tema de costos”.
En su laboratorio se reciben indicios biológicos, y allí se busca sangre y rastros epiteliales para llegar, en algunos casos, al ADN; “en otros no es necesario llegar a ese punto, simplemente basta con confirmar, por ejemplo, que se trata de sangre humana”, acota. “Si tenemos el sospechoso y tenemos la muestra, es casi el 100 por ciento, generalmente depende la calidad de la muestra que recibimos en el laboratorio. A veces la muestra llega muy degradada, por lo que es muy difícil obtener un perfil ‘limpio’ para poder comparar. Depende, también, de cómo llega al laboratorio; de su conservación, de la forma en que la enviaron, se puede perder por la naturaleza misma del indicio o por más que lo hayan tomado con el mejor protocolo. Puede pasar que siendo un inicio originalmente rico se perdiera. Esa última parte nunca la sabemos”.
El laboratorio biológico no tiene casos pendientes, y sus funcionarias se quejan de que la prensa, muchas veces, confunde los términos y genera dudas entre la opinión pública. “En la televisión salen más casos de los que deberían salir”, grafica Fernández, y agrega que “como es algo que es parte de las ciencias naturales, no es exacto, podemos hacer todos los procedimientos correctos, pero hay una serie de parámetros no contabilizados, que nos pueden llevar a no tener el resultado que la prensa o la opinión pública esperan. Para nosotros, muchas veces, un caso exitoso no representa un éxito para la gente, que quiere que apuntemos a alguien y digamos ‘él es el delincuente’. El caso de Pamela Silva ha tenido muchísimos éxitos de cosas que se han ido resuelto, que eso no lleve a saber quién es el asesino es otro problema”.
A la huella, a la huella
La huella dactilar es la impresión visible que produce el contacto de las crestas papilares de los dedos, y es única e irrepetible, por lo que permite identificar sin errores al propietario de la misma. Héctor Figueroa es uno de los responsables del Sistema Automático de Identificación Dactilar, y explica que su laboratorio analiza, mediante un moderno sistema informático, las huellas dactilares colectadas en la escena.
"Trabajamos con este sistema desde 2002”, señala, “pero venimos de la vieja escuela. Llevo 23 años trabajando en esta oficina, pero ahora tenemos 'los ojos más aliviados'. Antes había que aplicarles la clave a las muestras, recortarlas individualmente, y pegarlas. Con eso se tomaban todos los registros de la misma clave, se ponía la fotografía del rastro frente a los ojos, y se buscaba con una lupa. Con este sistema, este año pasamos a resolver unos 200 casos, entre copamientos, rapiñas, cuando en el pasado, como récord, aclaramos 90 casos por año, de forma manual. El interior del país también aumentó la cantidad de casos aclarados, porque a través de la Escuela, funcionarios adquirieron el conocimiento, y envían los rastros que levantan para acá”.
Figueroa aclara que las huellas que existen en la base de datos corresponden a las personas con antecedentes penales, y a aquellas, que, pese a haber pasado impunes por el Sistema Judicial, ameritan “estar fichados”.
Veo gente muerta
"Nos llaman de la seccional para avisarnos de un accidente, o un crimen. ¿Qué es lo que hacemos nosotros? Llenamos un cuestionario”, explica Fernando Noble, del laboratorio pericial. “Si es un accidente de tránsito concurrimos por orden judicial, si hay menores, o por las lesiones, como fracturas, pérdida de conocimiento, amputaciones. Si hay menores, concurrimos porque una lesión que, en primera instancia puede parecer leve, puede ser causa de fallecimiento después. En el caso de un hurto, se consulta antes si hay elementos para procesar. Por ejemplo, si las personas que ingresaron a la finca desordenaron, manipularon cosas, buscamos siempre algún elemento que nos permita ir esos indicios: rastros dactilares, saliva, materia fecal, sangre, indicios biológicos que puedan determinar la identidad de una persona”.
Noble señala que una vez conocida la novedad, se conforma un grupo que va al lugar de los hechos, y que esos funcionarios, cada uno con su impronta, “va a marcar su distinta manera de trabajar, por más que siempre lo abordemos con el mismo fin: tratar de identificar, en el caso de un hurto, al autor del hecho, en caso de un accidente determinar las direcciones, la zona donde colisionaron y demás”.
En esta dependencia trabajan 20 personas divididas en turnos las 24 horas, y a veces deben atender a todo el interior del país, además de Montevideo. Junto a ellos, fotógrafos y planimetristas recogen los indicios que son volcados al laboratorio.