Como todos los años, a principios de octubre se realiza una nueva edición del Día del Patrimonio. En este 2024 se hará el primer fin de semana del mes, es decir, el sábado 5 y domingo 6.
Se trata del evento cultural con mayor participación de personas en el calendario de actividades. A lo largo y ancho de todo el territorio nacional, organismos oficiales, centros culturales, asociaciones, grupos de variado origen e instituciones culturales organizan actividades y eventos para celebrar un acontecimiento ligado a las tradiciones y a la identidad de los uruguayos.
Este año se celebra la 30ª edición del Día del Patrimonio. El lema elegido para este año es “El vino como tradición: inmigración, trabajo e innovación”.
Así, el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) decidió reconocer a “dos personalidades relevantes en la historia de la vitivinicultura” en el país: Francisco Vidiella y Pascual Harriague.
¿Quiénes son?
De acuerdo con la página web de la cartera, Vidiella nació en Montroig, Tarragona (España), el 21 de febrero de 1820. A los 17 años emigró junto con sus padres y llegaron, en primera instancia, a Montevideo, aunque “al poco tiempo” fueron a la entonces Villa de Salto; allí instalaron una pulpería en la plaza principal.
“Con inteligencia y contracción al trabajo, Vidiella logra expandir el negocio familiar a Uruguayana y acrecienta su fortuna, lo que le permite pasar a Montevideo y establecer la razón social Vidiella y Cía.”, recuenta la secretaría de Estado.
Así, a comienzos de 1870 realizó un “largo” viaje por Europa, en el que “se interesó especialmente por los establecimientos vitivinícolas” que observó en España, Portugal y las orillas del río Rín. “Allí elabora la idea de establecer en Uruguay una industria del vino. Trae de su viaje numerosos sarmientos que planta en su granja de la localidad de Colón. Luego de varios años y de numerosos ensayos y experimentos de aclimatación, logra dar por fin en 1883 con un tipo de cepa que se adapta a nuestro territorio, que se llamó ‘uva Vidiella’”, indica el MEC.
Falleció en febrero 1884 y algunos años después, en 1891, se inauguró un monumento en su honor en la plaza de Villa Colón.
Por su parte, Harriague nació en Hasparren, Francia, el 14 de abril de 1819. Emigró a Montevideo en 1838, donde trabajó primero como peón en un saladero del Cerro y luego como dependiente de pulpería en San José. Más tarde se trasladó a Salto y estableció “un pequeño comercio de curtiembre de cueros, transformado en grasería y fábrica de velas y jabones”.
“Ya dueño de un gran capital adquiere el establecimiento rural de La Caballada, y allí se dedica a la agricultura, su principal interés”, informa el ministerio.
En 1874 logró traer cepas francesas de Concordia (Argentina) tras “varios intentos con la vinicultura sin obtener los resultados esperados”. Esta variante —llamada “Lorda”— se aclimató a sus campos de Salto; dos años más tarde consiguió “la cosecha de las uvas aptas para realizar vino en su bodega”.
Según el MEC, estos vinos nacionales llegaron a varios puntos del país. “La nueva cepa empieza a ser conocida por su apellido, y hoy lo es como ‘tannat’.
Harriague falleció en París en abril de 1894.
El presidente Máximo Tajes (1886-1890) les concedió una “medalla especial” a Harriague y Vidiella “por su personal constancia y patriotismo en la solución de un problema que interesaba tanto al país”, recordó el MEC.
¿Por qué el vino?
Para este año, el Ministerio de Educación y Cultura eligió el vino como industria homenajeada en el Día del Patrimonio porque, tal como dijo su titular, Pablo da Silveira, se pretende “honrar una gran industria” de Uruguay, “una industria muy vieja, que tiene múltiples significados”.
“La identificación de distintos bienes con relación al vino, como parte de nuestro patrimonio cultural, es una tarea de larga proyección histórica, ya que pueden observarse valiosas piezas de los procesos productivos en distintos museos del país, un reservorio documental que se ubica en las sedes de los diferentes emprendimientos privados y en archivos públicos, así como también en la protección alcanzada por algunas antiguas bodegas como monumentos históricos. No obstante, es necesario un mayor esfuerzo para la valoración de diferentes paisajes culturales en relación con la producción vitivinícola, así como promover la puesta en valor de nuevos bienes asociados. El Día del Patrimonio es una buena oportunidad para estos propósitos”, reflexiona la secretaría de Estado en su comunicado.