Este martes 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, que en este año tiene como tema central la lucha contra la contaminación de plásticos.
Nuestro país, en línea con la temática, discute en estos días la aprobación de la ley de uso sustentable de bolsas y lanza este martes la campaña "Sacá la bolsa del medio".
Para el analista ambiental Eduardo Gudynas, integrante del Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), este es un tema sin dudas importante pero no el más urgente que debe enfrentar Uruguay.
En su artículo Ecología de urgencia confeccionó un mapa (esquemático y no exacto) en el que señala cuáles son los mayores motivos de preocupación y dónde están ubicados en nuestro territorio (la bibliografía en la que se basó puede consultarse directamente en el artículo).
Gudynas apunta particularmente a tres "problemáticas de enorme gravedad" que pueden tener implicancias en la salud pública y en la economía futura del país: la crisis por contaminación de las grandes cuencas de agua, los efectos de la agricultura intensiva (y en especial aquellos ocasionados por el uso de agroquímicos), y el persistente deterioro de la fauna y flora nativa del país.
En conversación con Montevideo Portal, Gudynas amplió estos conceptos y explicó por qué la expansión productiva ya no es excusa para permitir el deterioro del medioambiente y cuáles son los cambios urgentes que debe iniciar Uruguay antes de que los daños -incluso los económicos- sean irreversibles.
¿Cuáles son los problemas ambientales más graves que enfrenta el país?
A mi modo de ver son tres los problemas más acuciantes: la contaminación de ríos, arroyos y lagunas; las consecuencias de la intensificación agrícola que se expresa tanto en contaminación como en degradación de suelos; y la continuada pérdida de la diversidad de la fauna y flora nativa.
Son los más graves porque ya no están acotados a un sitio específico sino que se han extendido a amplias zonas del país.
Por ejemplo, es innegable el estado de contaminación de casi todas las grandes cuencas; los ejemplos típicos son en las del Río Negro y Río Santa Lucía. A su vez, asumamos que hay casi unos dos millones de hectáreas bajo regímenes de una agropecuaria cada vez más intensiva, que recibe crecientes aportes de químicos, son fumigadas o presionan sobre la fertilidad de los suelos. Paralelamente, los ambientes de mayor riqueza ecológica del país, como las sierras y quebradas con todos sus montes, roquedales, praderas, etcétera, y los bañados y lagunas, son afectados por esas actividades, y las medidas para protegerlos siguen siendo insuficientes.
Entonces, cuando se coloca toda esta problemática sobre un mapa de Uruguay, lo que se observa es que buena parte del territorio nacional está afectado. Unos sitios con más intensidad, otros con menos. Pero estamos siendo testigos de un deterioro que es agudo y extendido.
¿Son los mismos que enfrenta el mundo?
En buena medida son muy similares. La presión ecológica por una agropecuaria intensiva se repite en muchas regiones del planeta. Esa intensificación y pongamos por caso, los excesos de fósforo, se han reportado en las áreas de cultivos intensivos en Europa y Estados Unidos. Impacta en muchos ríos e incluso tienen zonas costeras casi muertas en el verano. Pero en esos países hay una discusión más intensa sobre esta problemática y controles más rigurosos que en Uruguay. Incluso hay algunos que están pensando prohibir agroquímicos como el glifosato. Nada de esto pasa en Uruguay.
Por el contrario, nos estamos asemejando a los vecinos. Pongamos por caso Argentina. Allí se repiten los estudios y las denuncias por la contaminación de suelos, aguas y aire por los agroquímicos utilizados en la soja. El glifosato y sus derivados aparece en los ríos, en los alimentos, y hasta en la orina de quienes viven en ciudades. A su vez, la expansión de ese tipo de cultivos en algunas áreas pampeanas redujo ecosistemas que eran clave en amortiguar el agua superficial, como pajonales o montes sobre arroyos y cañadas, y se sospecha que esto acentuó los fenómenos de inundaciones y riadas.
¿Por qué te parece que estos son problemas más urgentes que la basura o el plástico, que a ojos del ciudadano son más "visibles"?
En el medio rural, la densidad de población es mucho más baja, y por ello la situación no genera tanta reacción social. Allí donde había más población afectada, como en Canelones, están en marcha potentes movilizaciones ciudadanas. De todas maneras, se espera que un gobierno pueda desplegar sus controles más allá de cuánta gente esté protestando, y lo haga además pensando en el futuro del país. Lo que sucede en estos momentos es que la continuada persistencia de estos impactos ambientales está poniendo en jaque la calidad de vida en un futuro inmediato.
De acuerdo a tu mapa, ¿cuáles son los sitios específicos que enfrentan problemas de a) contaminación de aguas, b) agricultura intensiva c) pérdida de biodiversidad?
Entiendo que es urgente revertir el deterioro de las aguas en las cuencas del Río Santa Lucía y del Río Negro. En el primer caso eso es indispensable para contar con una adecuada agua potable, y las metas podrían estar, por ejemplo, tanto en tributarios como los arroyos Canelón Grande y Chico, como en el propio embalse. Lo mismo ocurre con el Río Negro, donde se deben tomar medidas efectivas en sus grandes tributarios, y especialmente el Río Tacuarembó, ya que a los contaminantes derivados de la agropecuaria se deben sumar los de la industria local. Es más compleja la situación con el Río Uruguay, ya que por un lado a veces pasa más desapercibida por su enorme volumen de agua y por otro lado es más compleja de gestionar al necesitar el concurso de Argentina y Brasil.
La prioridad de lidiar con la agricultura intensiva está allí donde ella se superpone a zonas con suelos en riesgo de mayor erosión y a sitios donde los derivados de los agroquímicos termina afectando cuencas clave. Entonces, la emergencia está por ejemplo en las zonas sojeras de Canelones, San José, y adyacencias, que se corresponden con la cuenca del Río Santa Lucía. En muchos de esos lugares, se suman efectos negativos sobre la salud humana por las fumigaciones, la pérdida de colmenas, etcétera. Estamos ante impactos ecológicos que evidentemente también tienen costos en la salud pública y la economía.
En cuanto a la pérdida de biodiversidad, a mi modo de ver es de la mayor urgencia contar con verdaderas áreas protegidas que cubran sitios claves en las serranías y quebradas. Pondría la urgencia por un lado, hacia el oeste, en esos paisajes de cerros altos que encajonan estrechas quebradas, y hacia el este, en diversos puntos de las serranías. Hay intentos en ese sentido, como por ejemplo el área protegida del Valle del Lunarejo, pero el problema es que es muy dudoso que cumpla metas sustanciales de conservación por la coexistencia con usos agropecuarios.
¿Hay solución para estos problemas, teniendo en cuenta la expansión urbana y las necesidades productivas? ¿Por dónde va esa solución?
Todos estos problemas tienen soluciones. Por ejemplo, buena parte de la contaminación de las aguas no se debe estrictamente a efluentes cloacales de las ciudades, sino que derivan de agroquímicos y otras actividades agropecuarias. Entonces se debe actuar sobre todo a ese nivel, comenzando por asegurar prácticas adecuadas en el manejo de los químicos, para terminar así con las repetidas historias de quienes exageran las aplicaciones o dejan tirados los recipientes de esos productos. Y el país no puede seguir engañándose, y debe comenzar a discutir en serio la producción de alimentos sanos, que es la tendencia inevitable en todo el mundo. En ese frente se necesitarán cambios, pero la ganadería de pastizal u orgánica muestra los potenciales de cambios sustanciales que pueden tener una amplia cobertura territorial.
Los argumentos económicos para defender el deterioro ambiental son insostenibles. Es que toda esa degradación ecológica tiene costos económicos que ya son muy visibles. Pero quienes lo producen los transfieren a otros que no logran poder evitarlos, al menos por ahora. Por ejemplo, la fumigación desaprensiva que mata abejas está liquidando a todo un sector que era económicamente potente; hasta hace pocos años el país recibía más dinero por las exportaciones de miel que de vinos. Allí hay un costo que se transfiere desde un productor rural que contamina al sector apícola, y el Estado está ausente en entender y arbitrar esas disputas.
También me gustaría mencionar el caso de Finlandia, ya que está la moda de compararnos con ese país. En esa nación, el porcentaje del territorio bajo áreas de protección ecológica es de casi el 9%. En Uruguay es apenas, siendo generoso, un 0,84%. Menos del uno por ciento. Es el más bajo de América Latina y uno de los más bajos del mundo. Finlandia muestra un camino para proteger su biodiversidad que Uruguay todavía no logra concretar.
Observatorio de los Derechos de la Naturaleza
A nivel internacional, Eduardo Gudynas está participando en el lanzamiento en estos días del Observatorio de los Derechos de la Naturaleza. Es una iniciativa para evaluar la condición del ambiente a nivel global, y que en su primera etapa abordará América Latina. Así como existe Human Rights Watch, en este caso es un Nature Rights Watch que parte de considerar a la Naturaleza con derechos propios como ha sido sancionado por ejemplo en Ecuador, o para ciertos ecosistemas en Colombia, Australia y Nueva Zelandia. El observatorio además analizará los sitios donde la violación de los derechos de la Naturaleza está asociada a violaciones en derechos de las personas, una situación grave que ocurre con frecuencia en Brasil y Colombia. La iniciativa se apoya en centro de investigación y universidades de Ecuador, Bolivia, Colombia y Uruguay, y en su comité asesor cuenta con destacados participantes como el mexicano Gustavo Castro, quien logró sobrevivir al atentado que le costó la vida a la líder ambientalista hondureña Berta Cáceres.
Martín Otheguy/[email protected]
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