Por The New York Times | The New York Times
Desde el 6 de enero, el ahora expresidente estadounidense Donald Trump y altos mandos del Partido Republicano, el cual todavía sigue bajo su control, han buscado reescribir la historia.
Han cambiado su discurso de insistir en que la turba que asaltó el Capitolio ese día no hizo nada malo a culpar a los demócratas de no proteger el inmueble. Ninguna de esas aseveraciones es verdadera.
El violento rechazo de los resultados de una elección presidencial no tiene precedentes en la historia estadounidense y sus efectos a largo plazo en el experimento democrático del país aún no quedan claros. Sin embargo, lo que sí podemos saber son los hechos de lo que ocurrió.
Durante más de cuatro horas, mientras albergaba la certificación de la victoria de Joe Biden, el Capitolio sufrió un ataque. Cientos de personas en la turba se grabaron a sí mismas y publicaron en línea los videos.
The New York Times analizó esa evidencia durante seis meses (miles de horas de videos, cada uno verificado, geolocalizado y estampado con la hora) y publicó los hallazgos en un documental de 40 minutos.
Los videos muestran a hombres jalando a policías hacia el interior de la turba y golpéandolos con una bandera estadounidense, las muertes violentas de dos mujeres que atacaron el Capitolio, la reiterada insistencia de los vándalos en que su esfuerzo para derrocar al gobierno surgió a raíz de la invitación de Trump y cómo los legisladores escaparon por segundos de aquellos que exigían su muerte.
Un comité selecto de la Cámara de Representantes encabezado por demócratas para investigar los eventos de ese día comenzó a trabajar el 27 de julio y ha usado estos videos para empezar a establecer una narrativa oficial. Los líderes republicanos han tratado de obstaculizar tales investigaciones.
Durante una entrevista con Fox News en julio, Trump dijo que la multitud que se abrió paso hasta llegar a los pasillos del Congreso ese día fue “grandiosa” y “pacífica”.
“Hubo tanto amor en ese mitin”, dijo.
Los hechos muestran lo contrario.
9 a. m. a 12:53 p. m.
La turba preparada para atacar, incitada por el presidente
Motivadas por dos meses de desinformación proveniente de Trump y sus asociados sobre el resultado de la elección, muchas personas en la multitud que se reunió en Washington el 6 de enero dicen que están convencidas de que frenar la certificación de la elección de Biden es un deber patriótico. Las palabras que Trump declaró ese mismo día contribuirían a incitarlas a la violencia.
La principal atracción por la mañana es el “Mitin Salvemos a Estados Unidos” en el Ellipse, un parque cerca de la Casa Blanca, donde Trump pronunciará un discurso. Sin embargo, una segunda reunión, llamada la “Protesta Salvaje”, se realizará en el área verde del noreste del Capitolio, donde está programado que el Congreso certifique los resultados de la elección. Además, antes de que Trump siquiera suba al escenario, sus simpatizantes se mueven en esa dirección. Eso incluye grandes cantidades de Proud Boys, el grupo nacionalista de derecha conocido por sus peleas callejeras. Durante un debate en septiembre de 2020, Trump les dijo a miembros del grupo que “retrocedieran y esperaran” y ahora están a la caza de contramanifestantes de extrema izquierda.
No obstante, uno de ellos sugiere otro motivo. “Tomemos el maldito Capitolio”, exclama en una transmisión en directo captada por otro miembro. Otro integrante de los Proud Boys lo reprende: “Demonios, no gritemos eso. ¿Está bien?”.
Al mediodía, Trump comienza su discurso. “Nunca nos rendiremos. Nunca concederemos”, dice. Conforme rechaza el resultado de la elección y declara que sus simpatizantes deberían combatirlo, la emoción de la multitud se incrementa.
“¡Asalten el Capitolio! ¡Invadan el Capitolio!”, gritan los simpatizantes a medida que él habla. Cuando el presidente les dice que todos van a “caminar” los 2,4 kilómetros del Ellipse al Capitolio, un hombre que transmitía en directo desde el Capitolio informa a aquellos que lo rodean que “hay cerca de un millón de personas en camino en este momento”.
A las 12:51 p. m., dos minutos antes de que comience el ataque a la Policía del Capitolio, Eddie Block, un integrante de los Proud Boys que transmite en directo los hechos, observa a la turba empujar la barricada de la policía y anuncia: “Miren esto, amigos. Estamos tomando el Capitolio”.
12:53 p. m. a 2:13 p. m.
Manifestantes irrumpen en el Capitolio en 80 minutos
Cuando comienza el ataque al Capitolio, se vuelve complejo e impredecible, un movimiento orgánico por parte de una turba en su mayoría oportunista que al final involucró a miles de personas. Al usar los propios videos de los manifestantes para identificar y rastrear a los más activos entre ellos durante la jornada, descubrimos que la mayoría eran simpatizantes de Trump, fervientes pero desorganizados, que estaban reaccionando a los acontecimientos y aparentemente no seguían un plan. Sin embargo, grupos más organizados, como los Proud Boys, desempeñaron papeles de gran importancia en momentos clave.
Los agresores superan con facilidad a las casi dos docenas de policías del Capitolio que resguardaban el patio oeste y atraviesan las barreras en diversos puntos. Billy Chrestman es uno de muchos integrantes de los Proud Boys que lidera a la turba del Monumento a la Paz a la escalinata del Capitolio. Los agentes de la Policía del Capitolio se ven obligados a replegarse al borde de la plataforma de la toma de protesta, donde andamios sostienen filas de gradas. En unos minutos llegan los refuerzos de la Policía Metropolitana de la ciudad.
Un informe del Senado descubriría posteriormente que el FBI y el Departamento de Seguridad Nacional fallaron al no emitir alertas sobre amenazas de violencia identificadas en línea antes del 6 de enero y que los altos mandos de la Policía del Capitolio no hicieron circular informes de inteligencia sobre tales amenazas ni vislumbraron la posibilidad de que una turba atacara el Capitolio. Como resultado, la Policía del Capitolio no había autorizado a sus elementos a vestir equipo protector ni a emplear sus armas antidisturbios más potentes.
La policía y los manifestantes se enfrentan en la escalinata del lado oeste durante poco más de una hora. El combate a menudo es mano a mano y los agresores atacan a los agentes con aerosol químico y palos de banderas. Uno lanza un extintor de incendios que golpea a un agente en la cabeza.
Un grupo de vándalos se separa y rodea el lado este del inmueble, donde inspira a una multitud de cientos a empujar para derribar las barricadas policiacas a la 1:59 p. m. En un lapso de 20 minutos, los agresores empujan contra dos entradas en el este del Capitolio y rompen ventanas. En el lado oeste, los Proud Boys irrumpen y suben por una escalera muy importante debajo del andamiaje de la ceremonia de toma de protesta. A las 2:10, logran acceder a la terraza que recorre el edificio entero. La batalla para evitar que irrumpan en el Capitolio se ha perdido.
La primera persona en ingresar al Capitolio, a las 2:13, es Michael Sparks, un hombre de 43 años que está casado, tiene hijos y es originario de Kentucky. No tiene ninguna afiliación conocida con ningún grupo organizado. Sin embargo, la ventana a través de la cual Sparks brinca para lograr acceder al inmueble fue rota segundos antes por un integrante de los Proud Boys llamado Dominic Pezzola, quien utilizó un escudo robado a un policía.
2:13 p. m. a 2:44 p. m.
Toman el edificio mientras los agentes se ocultan
La investigación del Times precisó al menos ocho ubicaciones en las que los agresores irrumpieron y entraron al Capitolio (más de las que hasta hace poco se conocían).
Los abrumados policías respondieron diferente en varios puntos: enfrentaron a los agresores en algunos lugares y se hicieron a un lado en otros para permitirles el paso.
La vulnerabilidad del Capitolio viene de su estatus único en la política estadounidense: por su diseño, está abierto al público; además, la policía jamás había enfrentado un ataque como este. A pesar de las puertas cerradas y, en ciertos lugares, las ventanas gruesas, los agresores irrumpen con facilidad sin equipo especializado. Un acto de valentía del agente Eugene Goodman de la Policía del Capitolio lleva a parte de la turba a una línea de agentes, lo que detiene su avance, pero cientos de agresores se extienden dentro del inmueble. Después de que superan una línea policial en un cuarto central en la planta baja llamado la Cripta, obtienen acceso a todo el edificio. Algunos ingresan a la sala de la oficina de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, piden verla y golpean las puertas cerradas detrás de las cuales se ocultan algunos de sus asistentes. Otros se dirigen a la Cámara Baja, en el lado opuesto del edificio donde se encuentra el Senado.
A diferencia del Senado, el desalojo de la Cámara de Representantes no es inmediato, incluso se reanudan los trabajos legislativos de manera breve conforme los agresores invaden el edificio. Cuando los representantes finalmente comienzan a desalojar la cámara guiados por el personal de seguridad, los manifestantes ya están del otro lado de una puerta cercana con ventanas de vidrio. Entre ellos está Ashli Babbitt, una simpatizante de Trump y seguidora de la teoría de conspiración conocida como QAnon. La mujer muere cuando un agente de la Policía del Capitolio vestido de civil le dispara cuando ella intentaba trepar e ingresar a través de la ventana rota de la puerta.
El disparo contra Babbitt detiene el avance de la turba y, tres minutos después, la policía comienza a despejar el complejo del Capitolio. Trump, otros republicanos y grupos de derecha se llegaron a referir a Babbitt como una “heroína” y una “mártir”, y describieron su muerte como una “ejecución”.
Los procuradores federales cerraron la investigación sobre el tiro en su contra tres meses después y afirmaron que no encontraron evidencia de que el agente no había actuado en defensa propia y de miembros del Congreso cuando le disparó.
2:47 p. m. a 8 p. m.
Regresa el orden después de horas de caos
Las policías Metropolitana y del Capitolio comienzan a despejar el Capitolio alrededor de las 2:47 p. m., tan solo media hora después de que los insurrectos irrumpieron en el edificio, forzándolos a abandonar la terraza y a alejarse de la puerta rota por la que obtuvieron acceso en un inicio. Sin embargo, los enfrentamientos continúan en partes del complejo durante horas.
La violencia más brutal ocurre en la entrada de un túnel en el lado oeste, por encima del andamiaje que Biden utilizó para su ceremonia de toma de posesión dos semanas después. La turba exhala en una aglomeración enorme para intentar abrirse paso mientras aplasta a agentes y otros insurrectos. Arrastran a cuatro agentes dentro de la multitud y los golpean. Rosanne Boyland, una simpatizante de Trump de 34 años de Georgia y una creyente en la teoría de conspiración QAnon, colapsa dentro del saturado túnel y posteriormente se declara su muerte.
Una pregunta que se destacó en nuestra investigación fue cómo la policía logró recobrar el control del edificio a pesar de haber sido superada por los insurrectos con tanta facilidad previamente. El Times encontró una respuesta relativamente fácil: cuando la Policía del Capitolio fue reforzada por la Policía Metropolitana y elementos de otras agencias que portaban equipo antidisturbios y emplearon gas lacrimógeno, pudo expulsar con facilidad a los agresores. En varias ubicaciones, despejar el área tomó menos de una hora.
La policía logra sacar a los insurrectos del perímetro del Capitolio cerca de las 5:30 p. m. Poco después, llegan los primeros soldados de la Guardia Nacional. Una modificación reciente a los protocolos de autorización causó que altos funcionarios del Pentágono tuvieran que aprobar su despliegue. Según un informe del Senado, el proceso fue retrasado por preocupaciones sobre cómo se interpretaría enviar a la Guardia Nacional a la capital de la nación. Los funcionarios del Pentágono niegan esto.
Aunque han sido derrotados, muchos miembros de la turba suenan animados o preparados para un mayor conflicto. “Verdaderamente creo que estamos en guerra”, dice un hombre que se enfrentó a la policía en el túnel hacia el lugar de la toma de posesión.
“Los patriotas están regresando, ¿eh?”, dice otro.
A las 6:01 p. m., Trump tuitea: “¡Recuerden este día para siempre!”. . es escasamente defendida. Los elementos de seguridad son rebasados por ambos lados cuando los insurrectos dentro del edificio ayudan a jalar la puerta para abrirla a la turba que se encuentra afuera. También rompen una ventana cercana.
Además, otros insurrectos abren desde el interior una entrada en el sureste del complejo. Dicha entrada conduce al sitio de la Cámara de Representantes donde, minutos después de que la puerta se abre, Ashli Babbitt muere de un disparo. Durante cuatro horas el 6 de enero, la sede del gobierno de Estados Unidos estuvo bajo ataque. Ahora se presentan los hallazgos de una investigación visual de seis meses de The New York Times.