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Entrevistas

El año de las medidas prontas

Demasi: “A Wilson le faltó punch (...) y fue lo que abrió espacio para el Frente Amplio"

El historiador presenta su libro “El 68 uruguayo: el año que vivimos en peligro” y habló sobre él con Montevideo Portal: “Muchos pensaron que cuando la represión empezara a actuar la sociedad se iba a tranquilizar y disciplinarse. Y no pasó”.

26.10.2019 09:17

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2019-10-26T09:17:00-03:00
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Por Agustín Zabala

Por Agustín Zabala

Los historiadores coinciden en decir que la historia reciente uruguaya tiene en el 68 un año que es punto concluyente de una época y punto de inicio de otro momento. Un año bisagra, podría decirse.

En esos meses, dice el historiador Carlos Demasi, confluye toda la tensión social de los años 50 y principios de los 60, con un Uruguay que empezaba, de a poco, a dejar de ser aquella excepción que algún día se dijo que fue.

En esos años, el comunismo, alentado por una profunda crisis social y económica que fue rompiendo las bases de la sociedad integradora, asustaba a una derecha cada vez más proclive a solucionar los problemas apelando a la represión y a la restricción de libertades.

En 1958, durante la discusión de la Ley Orgánica de la Universidad, ya se habían dado enfrentamientos entre el movimiento estudiantil y la Policía. Pero eso solo fue un presagio, un momento anterior, a los terribles episodios del 68, año en el que la Policía desplegó ese "rencor particular" que tenía guardado hace diez años.

La sociedad uruguaya, remarca el autor del libro "El 68 uruguayo: el año que vivimos en peligro" (Banda Oriental, 2018) en entrevista con Montevideo Portal, avizoraba una fractura.

Algo que de golpe le hizo dar cuenta a la sociedad amortiguadora, como decía Carlos Real de Azúa, que ya no era tan estable institucionalmente y que cometía los mismos pecados que sus países vecinos.

Crisis del modelo de industrialización, depresión de la moneda, crecimiento de las clases bajas y medias, y una clase política que ya no respondía a las demandas de la ciudadanía.

En fin, que ya no era aquella Suiza de América. Un baño de realidad y humildad, tal vez.

Y lo decía el propio Gestido en el 67, tal como recuerda el historiador: "Él es consciente en el discurso cuando asume la Presidencia que no se podía eludir la fractura. Dice: "Si una sociedad quiere suicidarse no hay manera de impedirlo".

***

¿Por qué escribir un libro sobre el 68 uruguayo, es una cuestión de aniversario nada más?

En parte está vinculado con eso porque deriva en que el año pasado di unas charlas sobre el tema en la Vivías Trías, y a Alcides Abella le gustó la idea y me pidió que escribiera un libro. Y yo, idiota de mí, pensé que iba a ser muy fácil. Tenía las charlas, desgrababa... y no, no fue así. El libro se transformó en otra cosa, pensó por sí mismo, siguió su propio camino. Y cosas, por ejemplo, que eran objeto de una charla me daba para fundamentar mucho más.

Lo que empecé a ver ahí son dos cosas: que a los libros del 68 los escribieron, casi siempre, los veteranos del 68; se transforman en libros testimoniales. Es muy importante transmitir las experiencias, pero digamos que las experiencias son infinitas. Y por otro lado, que había dimensiones del año 68 que en ese repaso tan testimonial habían quedado afuera de la vista. Por ejemplo, habían escrito sobre el 68 militantes estudiantiles, sindicales, cuentan la historia desde su lugar, pero había una dimensión más global de la sociedad que se perdía. Por ejemplo, uno encuentra que a veces se hablaba de los militares, de los tupamaros, vinculándolo con el 68 cuando ya poco tenían que ver. Y en cambio quedaba un poco oculta toda la dimensión de la política partidaria, más concretamente el Parlamento. Entonces, me pareció que allí había alguna cosa para decir, sacando la dimensión testimonial.

Yo soy un veterano del 68 (...) la idea fue que no era un testimonio, lo que yo recuerdo, si no lo verifico con alguna fuente no sirve, no vale, no cuenta. Entonces lo que me queda es un relato en el cual yo como veterano de la época puedo recordar muchas sensaciones, y momentos del imaginario social que las encuentro mencionadas en la prensa y puedo darle la dimensión que tienen por justamente haberlas vivido, pero en general se pierden de vista cuando se miran desde lugares más específicos. Dimensiones que comúnmente o se sobredimensionan, como es el caso de los tupamaros y los militares, o quedan olvidadas porque después no tuvieron continuidad, como son los grupos de religión católica.

¿Por qué elegiste una cita de Onetti para empezar y terminar el libro?

Primero por que es prestigioso, y uno trata de buscarse buenos amigos. El Lazarillo de Tormes dice una frase que es divina: "únete a los buenos y serás uno de ellos". Bueno, primero por eso. Después me significaba el esfuerzo de que no se notara el escalón cuando terminaba... pero por otro lado fue una frase que me impresionó cuando la leí. Es de aquellos artículos que escribió Onetti en Marcha, en aquella serie que se llamaba "Periquito El Aguador", donde hacía comentarios frívolos, pero muy certeros sobre la literatura, sobre lo que era escribir en Uruguay, el ambiente... y esa frase la dice referido al golpe de Estado de Terra. Me impresionó porque dice "nada había cambiado, pero todo era distinto, y todo aquello que antes tenía valor dejó de tenerlo".

Yo dividí la frase en dos partes, la puse una parte al principio y otra al final, porque me pareció que era resumir esa sensación de fractura del imaginario que se produce en el 68. Si vos mirás, la única diferencia que hay entre enero y diciembre del 68 es que hay algunos sectores fortalecidos, medidas prontas de seguridad, pero seguramente las van a levantar, etc, etc. Pero si vas a un nivel más profundo te das cuenta que ya nada es igual a lo que había sido. Algo se había roto, algo profundo, sutil, importante, y esa rotura que no fue visible fue perceptible. Reflejaba bien esa fractura del imaginario uruguayo del 68, que pasamos de ser la Suiza de América a ser parte de América Latina.

Hablabas recién de lo subdimensionado que había estado el Parlamento, ¿cómo es eso?

Encontré una cosa muy interesante que fue que a muchos de los que luego tomaron caminos muy claros, muy definidos en relación con el gobierno de Pacheco Areco y Bordaberry, tanto en la oposición como en el Partido Colorado, en ese momento estaban todavía un poco buscando su camino. Es decir, Flores Mora, por ejemplo, una figura muy defensora del battlismo tradicional, muy enfrentado a Jorge Batlle, allí todavía en julio todavía está en modo pausa, y va a seguir de esa manera casi todo el tiempo. Por otro lado, dirigentes como Ferreira Aldunate, que está todavía muy sometido a lo que puede ser la disciplina partidaria, y se transforma en un defensor director del gobierno. Personajes como Gutiérrez Ruiz están decididamente en contra y están buscando cómo ubicarse dentro del Partido Nacional, que está más bien en una situación de colaboración.

¿Fue un Parlametno que no supo leer la situación que se atravesaba?

Bueno, que la leyó de manera equivocada, porque por alguna razón entendían, la mayoría de los parlamentarios, sobre todo la mayoría del Partido Colorado y casi todo del Partido Nacional, que era una actitud patriótica apoyar al gobierno adaptando medidas de emergencias y de seguridad. Había que respaldar al gobierno en eso, invocando patriotismo. Como que represión y patriotismo fueran sinónimos, como si libertad y anti patria fueran por contraposición sinónimos. Creo que allí hubo una confusión muy grande, que durante el año 68 se trasformó en una represión muy fuerte contra la sociedad sin que el Parlamento, que es la institución que se supone defiende las garantías, tuviera un protagonismo ni una actitud relevante.

Por eso es que allí, algunos legisladores que se separaron de esa línea fueron casi expulsados de su partido poco menos. Michellini, Alba Roballo, Rodríguez Camou, son gente que empiezan a ser marginadas por el Partido Colorado y el Partido Nacional. Hay dos bloques muy importantes: la Unión Colorada y Batllista, que se transformó en el pachequismo, incorpora legisladores de otros sectores, y la Unidad y Reforma, que es la lista 15; y los dos están institucionalmente apoyando al gobierno de Pacheco, y las medidas que está tomando. Entonces, los que están en desacuerdo con eso quedan casi que marginados del partido. Vasconcellos tiene capacidad para permanecer en el Partido Colorado pero queda en una actitud marginal, al igual que Michellini y Alba Roballo.

¿Creés que el sistema político aprendió de esos errores?

¡Ojalá! Yo no estoy muy seguro; y sí veo que más de esos errores se aprendió  de la experiencia de la dictadura. Yo veo, por ejemplo, lo que son las palabras de Sanguinetti cuando está negociando en el Parque Hotel, refiriéndose a lo que son las medidas de seguridad, si se compara con la actitud de Sanguinetti con respecto a las medidas de seguridad cuando fue presidente. Sanguinetti fue presidente en un momento muy difícil, le tocó pilotear el final de la transición con muchas dificultades y nuca instaló medidas de seguridad, y creó con eso una practica gubernamental que hasta ahora se mantiene incambiada. Es decir, desde 1985 hasta acá es el lapso más largo de la historia del Uruguay sin medidas de seguridad, donde ha regido la Constitución dentro de eso. Creo que de allí hay un aprendizaje. El Sanguinetti que defiende las medidas de seguridad, poco tiempo después cuando las tiene que aplicar no las va a aplicar.

Pero en otras cosas no sé. Además las generaciones se renuevan y esa transmision de experiencia es muy difícil de transmitir. Lo que quería señalar con el libro es que cuando el gobierno no respeta la Constitución, o suspende momentáneamente la Constitución, la calidad de la democracia se deteriora. La deteriora el presidente de la República, el Pode Ejecutivo, y también la deteriora el Poder Legislativo o por acción o por omisión, y eso va llevando de manera insensible a aceptar como norma lo que debería ser excepcional o inaceptable. Directamente, las garantías nunca se suspenden por poco tiempo. No es el lapsus temporal de suspensión de las garantías lo que cuenta, sino el hecho de disponer de las garantías cuando alguien las reclama o necesita.

¿El Parlamento subestimó a Pacheco Areco?

Yo creo que sí. Un poco subestimaron y sobreestimaron el impacto de la represión. Es decir, Pacheco Areco parecía una figura gris, absolutamente desinteresada del gobierno. Le gustaba mucho la fiesta. En ese sentido, se lo reconocía como tal, pero cuando adopta las medidas de seguridad, y empieza a avanzar la represión, también pensaron muchos que cuando la represión empiece a actuar la sociedad se va a tranquilizar y disciplinarse. Y no pasó. Además, normalmente no pasa. Es decir, cuando se hecha mano a la represión hay que tener claro que va a haber sectores de la sociedad que no van a aceptar someterse a la represión. Y eso es obligar, o bien a negociar con ellos o bien enfrentar la represión. Y ese incremento de la represión puede no tener un final previsible a corto plazo, que fue un poco lo que pasó en el 68.

¿La aparición de los estudiantes como actores políticos tiene que ver con una cuestión global de lo que sucedía en el mundo?

Tiene que ver con dos dimensiones, que se cruzan. El 68, y la segunda mitad de los años 60, desde la Revolución Cultural de China en adelante son años de mucha activismo juvenil. Surge toda una cultura juvenil allí, que después va a imponerse como estable, pero que en ese momento se está abriendo camino, y que tiene como componente un activismo y un compromiso político muy fuerte; entonces uno lo ve en la Universidad de Columbia, detrás de la cortina de hierro, en Yugoslavia, en la música. Todo ese impulso, acá además tiene una coyuntura específica, creo yo que trataba de mostrar que el movimiento estudiantil es un movimiento muy dinámico. Está ocurriendo una movilización juvenil muy grande en todo el mundo, y acá el movimiento estudiantil prácticamente se ha quedado casi sin objetivos propios. Es decir, el movimiento estudiantil consiguió el cogobierno universitario en el 58, forma parte del estabilshment porque cogobierna la Universidad; no tiene nada que reclamar a la universidad estrictamente porque forma parte de esa institución. A diferencia de casi todos los movimientos estudiantiles del mundo, que le reclama cosas a su universidad en primer lugar, en Uruguay el movimiento estudiantil empieza a ser atravesado por otros movimientos sociales, como el movimiento sindical. Alli, el movimiento estudiantil, captó ese impulso vital. No es tanto racional, sino como una especie de vitalismo propio de la época, apoyando al movimiento sindical; más de lo que el movimiento sindical esperaba ser apoyado, porque el movimiento sindical tiene su propia estrategia. No es lo mismo. Entonces, allí el movimiento estudiantil entra en principio como respaldo del sindical, y después cuando el movimiento sindical adopta su propia estrategia y la sigue queda como despegado en un activismo muy, muy fuerte, y allí es donde se producen enfrentamientos fuertes con la Policía.

¿El gobierno no supo cómo contener ese movimiento?

Sí. allí Michellini le recuerda mucho a Jimenez de Aréchaga, que era el ministro del Interior, que diez años antes, en el 58, cuando Michellini era diputado y Jiménez de Aréchaga, como profesor de la Universidad, era uno de los que iba a exponer sobre la Ley Orgánica de la Universidad, de la que era uno de los redactores. En ese momento, usted defendía a los estudiantes y yo también, le decía Michellini. Ahora estamos en momentos enfrentados, qué fue lo que cambió. En el 58, dice Michellini, pasaba lo mismo que ahora: había manifestaciones, se rompían vidrios, parabrisas de los autos, salían los estudiantes a la calle pero no se implantaron medidas de seguridad y la represión de los estudiantes estuvo muy limitada. Porque en definitiva, no es más que eso: ¿qué pueden hacer los estudiantes? Un poco de ruido, tirar algunas piedras, y disolverse. Es la práctica del movimiento estudiantil estar desarmado en una manifestación. No van a aparecer balazos en una manifestación estudiantil disparados por ellos. No forma parte de esa cultura. De la misma manera que los sindicatos no ponen francotiradores en el techo, pero en cambio, sí se da que la Policía, que evidentemente tenía un rencor particular con los estudiantes desde el año 58, dirigida además por alguien que era el coronel Aguirre Gestido, que era un duro, se cobró la apuesta. Entendió que los estudiantes se burlaban de la Policía, lo que era cierto, y entonces decidió que eso debía ser castigado a balazos. 

Uno leyendo el libro se da cuenta de que la tensión va a en aumento, y ahora busco al testimonio, ¿esos años fueron así?

Sí, sí, sí. Había una electricidad particular en la segunda mitad del año 68. Eso se notaba. Notabas, por ejemplo, cuando llegabas a las facultades y se preparaba una movilización, todo estaba igual pero sentías una electricidad distinta en el ambiente. Además, estaba ese impulso vital de decir vamos a salir a manifestamos, vamos, sabiendo lo que podía ocurrir. Absolutamente era a suerte y verdad lo que podía pasar. Eso daba una sensación agonista muy particular, sobre todo creo yo, no tanto cuando mataron a Líber Arce, como cuando mataron a Susana Pintos, porque ahí fue una masacre. Fue una cosa terrible. Ellos dos terminaron muertos, pero hubo muchos heridos. En una de esas movidas terminó herido el presidente de la FEUU, que era Rodrigo Arocena, con una herida en la pierna. Estaba todo el mundo absolutamente regalado. Ea sensación de tensión de crecimiento, y de preguntarse hasta dónde íbamos a llegar, era una situación muy fuerte en la época. Que además se va a haber reforzada cuando los tupamaros secuestran... allí hay un episodio que está un poco olvidado por la historia posterior de los tupamaros, pero allí en octubre hay una caída importante de dirigentes y de refugios del MLN, que incluso llevó a pensar que era el golpe definitivo para el MLN, porque en ese momento eran pocas decenas de activistas. Y cuando Fernández Huidobro dice que en el año 68 fueron a los tupamaros una gran cantidad de estudiantes, gran cantidad en una organización de 30 integrantes, ¿qué quiere decir? ¿Quiere decir cinco, cuatro? Si entran diez ya se multiplica el total. Hubo una llegada, pero no tanto como ellos dicen. Yo recuerdo mucho más la captación que tuvo la UJC que la que tenía el MLN; es verdad que los del MLN eran muy discretos, pero conversando siempre pescabas por dónde venía. Además tampoco los tupamaros parecen darse mucha cuenta de que están teniendo una incorporación importante de estudiantes, porque en los documentos del movimiento hasta 1970 no los mencionan. Hay documentos del 68, 69, en donde analizan los problemas sociales, tienen la mirada del movimiento sindical, miran al PCU, miran la represión, el gobierno, pero los estudiantes no entran dentro.

¿Costó superar esa fractura?

Sí, costó mucho, mucho. Es decir, cuando la fractura se da y la sociedad queda enfrentada tan profundamente es muy difícil de soldar. Es más, te diría que  hay que esperar una generación para que los efectos de un trabajo persistente de soldadura se perciban. Los que vivimos la experiencia del 68, nos pasa a todos,  es una experiencia configuradora de la personalidad. Fulano de tal en el 68 estaba de tal lado o de tal lado. Como fue después con el golpe de Estado, o con el plebiscito del 80. De qué lado se pone la gente, de ahí ya supone qué clase de persona es o cómo piensa políticamente. Ese es el problema. Por algo, cuando empezás a hacer la historia de esos años arrancás del 68. No se puede eludir esa fractura. 

El año 68 tuvo que venir de algo anterior, porque una fractura no se produce porque sí, ¿cómo fueron los años anteriores al 68?

Los años anteriores al 60 son años de un acreciente tensión social. Se va configurando un imaginario social que enfrenta dos sectores en el marco de la Guerra Fría, que pone a la sociedad uruguaya en esa clave. Entonces, la derecha pasa a ser la democracia y la izquierda pasa a ser el marxismo. Pero todo lo que cuestione el estblishment impuesto por la derecha pasa a ser el marxismo. Es muy sintomático, por ejemplo, que Benido Nardone, uno de estos portavoces de este giro a la derecha cuando ve que Luis Batlle Berres no lo acompaña en ese giro, empieza a llamarlo como "comunismo chapa 15". Esa tensión se va produciendo, pero no hay una fractura profunda. Primero porque hay dirigentes, como Luis Batlle Berres, o como Daniel Fernández Crespo que tratan de ser más políticos, de reunir más que fragmentar. Pero ellos mueren en el 64. Muere Nardonde, pero también mueren ellos. Allí como que la división queda a la vista, y en vez de tratar para cerrarla se tomó como un dato de la realidad y se siguió trabajando desde allí. En algún momento, hasta el año 66, todavía en los discursos uno puede decir que se van a agrupando, etc, pero ya en el 67, cuando hay que tomar decisiones respecto a demandas económicas y sociales importantes allí se empieza a ver, ya en el gobierno de Gestido que la situación es muy difícil de compaginar. Él es consciente en el discurso cuando asume la Presidencia, dice: "Si una sociedad quiere suicidarse no hay manera de impedirlo". es decir, acá va a haber que hacer sacrificio y trabajar todos. Pero todos quiere decir todos. Y ello es lo que ya Gestido lo vio difícil. 

¿Se podría decir que todas estas cuestiones llevaron a la unificación, o su proceso, tanto del sindicalismo como de la izquierda?

sí, sí.. yo diría que sí. Es decir, hay un proceso de la unidad sindical que abre un poco el camino porque encuentra una formula de cómo hacer compatibles tendencias sindicales que son decididamente contrapuestas. Uno tiene la tendencia, si se mira el movimiento sindical como una unidad enfrentada a los patrones al Estado, pero si mirás la historia del movimiento sindical hay diferencias profundas. Muy muy fuertes, que la CNT logró configurar y encontró una formula institucional para que eso pudiera funcionar de manera fluida. que fue también la que después adoptó el Frente Amplio. En el año 68, cuando los partidos tradicionales asumen esa actitud de respaldo a Pacheco, donde la mayoría del Partido Nacional prácticamente todo y buena parte del Partido Colorado, respaldadan a Pacheco y no salen voces disonantes, allí queda un hueco que puede ser ocupado por algún movimiento, que es lo que empieza cuando Juan Pablo Terra ofrece el lema a fines de julio para hacer una elecciones si se disuelve el Parlamento. Creo que a partir de allí el PDC empieza a transformarse en un elemento nucleador que va a terminar derivando en el Frente Amplio. Después, en las elecciones del 71 y del 84, el FA tiene el lema Partido Demócrata Cristiano, allí fue un elemento nucleador. Si los tiempos políticos de algunos dirigentes del Partido Nacional, que se iban a proyectar después con mucha fuerza hubieran sido sincronizados con las demandas sociales de su momento, el Frente Amplio no hubiera tenido posibilidades de surgir. Pero es no ocurrió, y ese hueco fue lo que transformó, terminó con el núcleo fundacional del Frente Amplio que son los batllistas desencantados de Montevideo que se apartan del Partido Colorado. 

Después el Partido Nacional, con la figura de Wilson Ferreira Aldunate trata dcomo de llenar ese hueco...

A Wilson le faltó punch en ese momento. Le faltó sentido de la oportunidad. Tal vez todavía era una figura que no se consideraba suficientemente fuerte, o bien consideró que era mejor esperar a que se aclarara un poco la situación para iniciar su campaña. Lo que quiera que sea, me parece que fue una opción equivocada, porque es el hecho que abrió el espacio para el Frente Amplio. No pienso que el Frente Amplio haya sido una solución equivocada, sino que en esa contingencia podría no haber ocurrido si las decisiones de los dirigentes políticos de los partidos tradicionales hubieran sido más fuertes. 

¿Se podría decir que hay una crisis política, ahora?

No creo que haya una crisis política: los liderazgos están claros, están fuertes. Lo que hay es una fragmentación política muy grande. Es decir, no hay digamos liderazgos que sean capaces de abarcar un discurso amplio, como podía hacer Sanguinetti en el 84, Luis Alberto de Herrera toda la vida, o Luis Batlle Berres. Ahora, como que los discursos van más dirigidos, más orientados o bien el ciudadano espera, selecciona los discursos según la respuesta a sus demandas. Entonces, si no encuentra respuestas satisfactorias se va a volcar en busca de un liderazgo nuevo. La característica es que los liderazgos no pueden dar respuesta a toda la gama de demandas como ocurría anteriormente. 

Terminás el libro diciendo que los nuevos partidos políticos y liderazgos que surgían estaban naciendo en un tumulto de inseguridad, ¿cómo ves ahora el surgimiento de estos nuevos políticos?

Los partidos políticos en el Uruguay siempre estuvieron muy institucionalizados , y es la característica de reunir todas las tendencias de la sociedad dentro de sí. Lo que ahora está ocurriendo, y es la novedad, es que los partidos tradicionales ya no son capaces de abarcar todo lo que queda a la derecha de ellos. Ya se les escapó la izquierda cuando se formó el Frente Amplio, y ahora se están formando partidos a la derecha de los partidos tradicionales, cuando uno pensaba que esos partidos, por ser partidos policlasistas, que van desde el centro hasta la derecha en todo el rango. Bueno ahora, están apareciendo esos otros partidos que están cubriendo demandas sociales que evidentemente los partidos tradicionales no responden, o que la ciudadanía entiende que no están respondiendo. Los partidos que están más institucionalizados, está quedando, generándose, una área marginal de la ciudadanía que encuentra su identificación; además es muy volátil porque, y lo dice el propio Manini Ríos, muchos de los votantes de Cabildo Abierto votaron por Mujica de repente en la elección pasada o la otra. Es decir, gente que tiene un compromiso muy volátil y que en este momento se vuelva más bien hacia la derecha. No tiene tanto que ver, me parece, con una crisis objetiva, sino con la percepción de una crisis. Tenemos la sensación de que algunas cosas no están funcionando bien, entonces creemos que una buena solución sería elegir a quienes pueden resolver esos problemas. No sé hasta dónde va a llegar. 

Sos historiador, pero ¿cómo ves los próximos años en Uruguay?

Como historiador miro más hacia atrás que para adelante, y la proyección hacia adelante que hacemos nosotros es mirando atrás. Creo que la sociedad uruguaya es una sociedad fuertemente institucionalizada, que tiene una normalización política muy grande, partidos que funcionan, y en general captan la atención de los electores. Pero esto no es un compromiso vitalicio ni es una cosa para toda la vida. Es importante, digamos, que la democracia uruguaya se fortalezca todos los días. Los partidos políticos también tienen que refundarse todos los días. Confiar en que el electorado vuelve o que el electorado va a ser captado por los mismos es un error; estar alerta, atendiendo los cambios sociales, y ver cómo se puede responder. 

Siempre hay una luz amarilla que puede transformarse en una luz roja en cualquier momento. Nunca tenés la luz verde para darle para adelante. Siempre estás bajo escrutinio y ese escrutinio puede darte favorable o desfavorable.

Por Agustín Zabala