Por Valentina Temesio
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Ese día, por momentos, parecía el principio del fin. La incertidumbre reinaba y todas las respuestas estarían, quizá, a las 19:00 y llegarían a través de una televisión. Entonces, los uruguayos esperaron. El 13 de marzo de 2020, después de haberse reunido con la Junta Nacional de Emergencia, con ministros —ahora casi todos ex— y autoridades de los distintos partidos políticos del país, el flamante presidente Luis Lacalle Pou comenzaría con la primera de las varias conferencias de prensa que se replicarían en las pantallas de gran parte de la población uruguaya. A su lado, su amigo, Álvaro Delgado, a 13 días de haber asumido como secretario de Presidencia; al otro, el ministro de Salud de aquel entonces, Daniel Salinas.
Aquella fue una de las veces en las que Lacalle Pou anunció medidas que pautaban una etapa difícil para los uruguayos. Pero, otras veces, fue Delgado el que llegó a las pantallas, a las televisiones de los uruguayos, el que exhortó a la población al distanciamiento social, a la paciencia, el que transmitió calma y también malas noticias.
Con los anuncios de Presidencia, con su rostro ante la incertidumbre, Delgado, que ya tenía años de trayectoria política, se terminaba de consolidar como una figura clave dentro del Poder Ejecutivo de la nueva gestión blanca. Es que su cara, su imagen, su voz, comenzaron a ser parte de la cotidianidad de las muchas personas que tenían —y elegían— estar encerradas.
El pasado 21 de diciembre de 2023, tres años después de aquellos días, Delgado, el sucesor cantado de Lacalle Pou, renunció a su cargo para dedicarse a la campaña electoral. En marzo de este 2024, desde el Palacio Peñarol oficializó su precandidatura y planteó “el segundo piso de transformaciones”, con el que se propone continuar con el legado del gobierno actual.
De todos modos, y a pesar de que las encuestadoras lo dan como el favorito dentro de la interna blanca, el exsecretario insiste en que las elecciones del próximo 30 de junio son “de las más importantes de los últimos tiempos”. Y él, de forma inevitable, aunque según dijeron allegados a Montevideo Portal nunca se lo había planteado antes, será uno de los protagonistas.
Un paso en la ciudad, otro en el campo
Como gran parte de la población uruguaya, Delgado es hijo de inmigrantes. La familia de su padre, Omar, llegó de España, de las Islas Canarias; la de su madre, Celeste Ceretta, llegó del norte de Italia y se instaló en Paysandú.
Delgado, montevideano, pasó sus días entre el verde de la naturaleza y el gris del asfalto citadino. “En mi familia Ceretta todos tienen una veta muy vinculada al campo. Siempre me encantó, desde chico me gustó. En 4° y 6° de liceo tuve test vocacionales y los dos me dieron lo mismo: Veterinaria y Derecho”, dijo en 2020 al programa radial Abran cancha.
La primera parte de la vida de Delgado transcurrió en Pocitos, donde fue al jardín y a una escuela pública. Después, su familia se mudó a “una casa más grande” en el Prado, ubicada sobre la intersección de las calles General Enrique Martínez y Grito de Asencio, a unos metros de Bulevar Artigas y la calle Suárez, donde vivieron sus padres, su hermana Adriana y su abuela. También estaban su perro Toby, al que alguna vez le festejaron un cumpleaños, y su tero, Picky.
Durante su infancia no faltaron los juegos en la calle ni las juntadas con los amigos del barrio y del colegio —primero del Divina Providencia, luego del Sagrado Corazón y por último del Juan XXIII—. Tampoco los deportes: fue a clases de natación en el club Neptuno y también de karate.
Una vez, jugando al fútbol, a Delgado le pegaron un pelotazo en la panza, y quedó “amarillo”. Recuerda que todo el mundo se preocupó, que pensaron que era hepatitis, pero el resultado de sangre indicó que no. Sin embargo, al poco tiempo, volvió a recibir otro golpe que también lo dejó “amarillo”. Con la tecnología de otra época, a sus 13 años, Delgado tuvo que someterse a la medicina nuclear, que al principio dijo que el preadolescente padecía leucemia, aunque no era así. Entonces, después de varios estudios, descubrieron que los glóbulos rojos del niño se morían muy rápido, por lo que tuvieron que sacarle el bazo. Hasta hoy, dice el exsecretario de Presidencia, tiene que darse unos tres benzetacil por año. Aunque duelen menos que los de otras épocas.
La mística wilsonista
Nacido en 1969, cuatro años antes del golpe de Estado, Delgado creció en plena dictadura. Para 1984, cuando resonaba la apertura democrática y volvía Wilson Ferreira Aldunate del exilio, el candidato blanco se sumó “a la efervescencia” de un país libre, uno que del que nunca había tenido conciencia hasta ese entonces. A pesar de que sus padres fueron, más bien, “apolíticos” —su madre votaba a la Unión Cívica y su padre era batllista—, aquel adolescente que comenzaba 5° biológico se convirtió también en militante, y ese mundo “lo llenó”.
De todos modos, a pesar de que tenía familia en Paysandú, dice que “fue a escuchar a todos los partidos”. Pero lo “cautivó toda la mística wilsonista, la de los cassettes, esa mística que generaba Wilson”. Para Delgado, haber escuchado el discurso que Ferreira Aldunate dio el 1° de diciembre de 1984 en la explanada de la Intendencia de Montevideo fue como “tocar el cielo con las manos”.
Entonces, empezó a militar en las filas del Partido Nacional, que nunca dejó, y con la militancia gremial.
Las letras y los animales
Así como su infancia entre el campo y la ciudad, los intereses profesionales de Delgado también estaban divididos en dos. Por un lado, la abogacía, la tradición de la familia que siguió su primo lejano Juan Ceretta; por el otro, el campo, los animales. A pesar de que dudó varias veces, eligió la segunda, aunque, después de terminar el bachillerato, se anotó a las dos carreras en la Universidad de la República (Udelar).
Eligió veterinaria, por el campo. “Los primeros ahorros que hice, sumado a un préstamo que le pedí a mi padre, fue para ganado de capitalización o de pastoreo. En las vacaciones, entre la playa y el campo, yo elegía el campo. Pero en el liceo, empezó toda la apertura democrática en el 84, y me enrosqué en política en Paysandú, con algunos grupos de jóvenes, y la verdad, tuve la duda entre Veterinaria y Derecho. Ya había hecho quinto biológico, por lo que tenía que hacer sexto de medicina o agronomía para entrar a Facultad de Veterinaria. Trabajé como veterinario, hice certificaciones de campos y de frigoríficos”, dijo a Seré Curioso de Montevideo Portal en 2019.
Pero la duda no se esfumó. Cuando cursaba 3° de facultad volvió a pensar en el mundo de las leyes, pero implicaba “desmontar cinco años”, que incluían el liceo y la Udelar, y se arrepintió.
Cuando se inició como universitario, también lo hizo como militante estudiantil. Fue parte de la Corriente Gremial Universitaria, que lo llevó a integrar el claustro, integrar el consejo de la Facultad de Veterinaria y el consejo directivo central de la Udelar.
El exsecretario de la Presidencia considera que la militancia gremial le marcó el carácter, un estilo de administrar las discrepancias, de buscar las coincidencias y, sobre todo, de dialogar mucho, según consigna su página web.
Es que la vida universitaria lo forjó. Fue en ese entonces, entre fogones, cumbias y las carpas de los militantes de la CGU, cuando conoció a su esposa, Leticia Lateulade, con quien tiene tres hijos: Agustina, Felipe y Pilar, todos integrantes de la lista de Delgado para convertirse en el candidato blanco este 2024. Delgado se recibió de veterinario en 1995, y se casó dos años después.
Política partidaria
La militancia política partidaria de Delgado comenzó en Paysandú, en la lista 904. En el departamento sanducero de encontró con Juan Carlos Raffo, padre de la también ex precandidata blanca Laura, para quien luego, a sus 19 años, trabajó como secretario durante la campaña electoral de 1989, así como en su gestión como senador.
Cinco años más tarde, en 1994, Delgado fue designado como secretario de la bancada nacionalista. En 1999, después de haber comenzado su segunda vida política de la mano de Álvaro Volonté, trabajó por primera vez dentro del Poder Ejecutivo: fue inspector general del Ministerio de Trabajo y Seguridad (MTSS) durante el gobierno de Jorge Batlle.
Delgado dice que durante su paso por el MTSS defendió y protegió el derecho de los trabajadores, se relacionó con sindicatos y empresarios, evidenció la importancia del diálogo para resolver los problemas, y aprendió que “nada está arreglado hasta que todo está arreglado”. Desde aquellos tiempos, forjó, además, un vínculo con el presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, quien en aquel entonces integraba el secretariado ejecutivo del Pit-Cnt, con quien tiene una amistad que data de otro siglo.
Tras su gestión ejecutiva, Delgado se presentó para ser diputado por el sector Correntada Wilsonista, que fundó Francisco Gallinal, al que Manos a la obra —el sector de Volonté— se unió. Su primera gestión como diputado fue en 2005, cuando el Frente Amplio ganó por primera vez una elección y venció a Luis Lacalle Herrera, a quien Delgado apoyaba con la lista 33. En ese entonces, integró la comisión de Industria, Energía y Minería, a la que volvió durante su segunda reelección como legislador.
En 2008, durante su segundo período dentro de Poder Legislativo, Delgado dejó Correntada Wilsonista y se declaró “independiente”. Ese mismo año, apoyó la candidatura a la presidencia del histórico intendente de Durazno, Carmelo Vidalín, una intención que nunca se cumplió. Ese mismo año, también, Gallinal le pidió la banca mediante un comunicado público, pero él no cedió.
“Yo fui segundo titular en la lista de diputados de Montevideo, me dedico a hacer política positiva y no a canibalizar blancos […] Me quedo en la banca, fui electo yo, no era suplente de nadie”, dijo en aquel entonces a Montevideo Portal.
Un año más tarde, Delgado tomaría una decisión determinante para su carrera política: la que, probablemente, hizo que este 2024 fuera el favorito de la interna blanca. En 2009, se unió a Aire Fresco, el sector que fundaron con Luis Lacalle Pou, que llegaba a Montevideo a través de la lista 404.
“La 404 empezó en setiembre de 2008, yo me integré en diciembre, por ahí, y ahí en marzo de 2009 lanzamos Aire Fresco, sacamos lista en cinco departamentos solamente. ¿Por qué no sumarnos a la 71? Porque queríamos ser la renovación. La 71 estaba muy asociada a [Luis Alberto] Lacalle Herrera”, dijo Delgado.
En tanto, en 2015, Delgado asumió como senador de la República. Durante ese período, además de conciliar con los otros partidos, fue también un legislador enredado entre polémicas.
La primera: las denuncias sobre Ancap. El 27 de julio de 2015, apenas unos meses de su primera vez como legislador en la Cámara Alta, Delgado presentó un documento con las denuncias de hechos “irregulares” dentro de la empresa estatal durante los gobiernos del Frente Amplio. Es decir, desde 2005. Bajo la premisa de que ese oficialismo “nunca se había investigado a sí mismo”, la bancada blanca presentó un documento de 12 páginas con situaciones “irregulares” y “gastos inoportunos”. El candidato blanco fue el protagonista de la comisión investigadora de Ancap.
Después de aquella denuncia, que golpeó al Frente Amplio, Delgado recibió otra: en medio del segundo televisivo entre Daniel Martínez y Luis Lacalle Pou, el frenteamplista cuestionó al veterinario. “Todos sabemos que hace poco, vía judicial, el gobierno logró recuperar un campo que tenía, a partir del año 1994, cuando era secretario del ministro de Transporte el senador Álvaro Delgado”, dijo el exintendente de Montevideo, y el ahora presidente de la República le dijo que estaba equivocado, que se informe “bien”.
Según Delgado, sucedió lo siguiente: “Cuando yo entré a facultad me inscribo como aspirante a colono. Tenía ganado y no tenía campo, tenía ganado, capitalización o pastoreo. Yo me recibo en el 95, así que era imposible que hubiera sido antes. Haciendo el posgrado trabajo mucho en Paysandú. En el 97 accedo a una transferencia —97 eh, no tiene nada que ver con el 94 como dijo él, está el acta además—, de 339 hectáreas de [índice] Coneat 60 en Paysandú. Tenías que presentar un proyecto, ibas a una selección y finalmente podías acceder a una transferencia. Era un campo que estaba abandonado. Y accedí a eso, pagando la deuda del anterior dueño que tenía medida judicial. Obviamente no tenía ni alambrados perimetrales, ni agua, ni galpón, tenía una taperita, pero estaba abandonado”. El candidato blanco aseguró que los informes posteriores fueron “favorables”, que tiene todos, que la acusación de Martínez tuvo que ver con su denuncia a Ancap.
Del Legislativo al Ejecutivo
En las elecciones de octubre 2019, cuando Lacalle Pou y Martínez fueron al balotaje de noviembre, Delgado fue reelecto senador. Sin embargo, después de que su amigo y “compañero de ruta” se convirtiera en presidente, dejó el Poder Legislativo, para pasar al Poder Ejecutivo, donde ejercería uno de los roles más relevantes: ser el secretario de la Presidencia.
Antes de asumir, el 12 de diciembre de 2019, Delgado fue consultado sobre cuáles creía que fueran sus principales desafíos como secretario de la Presidencia. “Primero, por darle apoyo al presidente. Segundo, tratar de que las cosas sucedan, o sea que no se lo coma la burocracia. Tercero, hay una coordinación del gabinete que hay que hacer, porque normalmente hay tensiones en un gobierno, y hay que resolver estas cosas, más allá de las responsabilidades institucionales como responsable del inciso 01 del Presupuesto Nacional de Presidencia de la República, que de hecho, es casi un ministerio”.
Durante su gestión, llevó a cabo proyectos como el Plan Avanzar y el proyecto Arazatí. Fue, además, guía durante la pandemia y la sequía, dos crisis que tuvo que enfrentar el gobierno de Lacalle Pou. También enfrentó a la oposición y fue protagonista de intercambios controversiales, como cuando tras una pregunta incisiva cuestionó a una periodista y sentenció: “Te mandan, eh”, y después se disculpó. Y se asumió como persona pública: a fines de 2023, igual que en 2021 y 2022, compartió su playlist del año, en la que no faltaron las canciones de Ricardo Arjona.
En los últimos años, además, Delgado se forjó como la mano derecha del presidente, a quien conoció por amigos en común y recibió en 1989 en Paysandú.
“Teníamos algunos amigos comunes. Me acuerdo que cuando iba en gira por el 89, yo en Paysandú lo recibí, éramos jóvenes y aprovechamos a ir juntos a un boliche, aprovechando la gira, y el trato era más social. Lo traté mucho más cuando coincidimos siendo diputados los dos. Te hablo del 2005 al 2010, y ahí a fines de 2008, aquel me dice: ‘Bo, ¿vamos a armar una agrupación?’. Ya había una afinidad personal y de ideas políticas. Había otra gente que ya venía trabajando con él como Nicolás Martinelli y Martín Lema, de unos meses antes. Él quería un candidato a diputado por Montevideo, yo me había ido de Correntada Wilsonista y estaba medio independiente. Y ahí me propone ese nuevo sector, siendo Lacalle Herrera el candidato, es decir, pudiendo él tener una serie de ventajas, prefirió armar un sector diferente”, dice Delgado.
Ninguno de esos dos jóvenes de visita en un departamento que no era el suyo hubiera imaginado que décadas después estarían liderando un país. Quizá tampoco que compartirían sueños.
El segundo piso
“Tenemos juntos que reelegir este modelo. Antes era un sueño, ahora es una realidad. Quiero ser presidente de los uruguayos para poner un segundo piso de transformaciones en este país”, dijo Delgado en el acto de lanzamiento de su campaña.
Junto a él, estuvieron nombres conocidos: a vicepresidenta de la República, Beatriz Argimón; la ministra de Economía, Azucena Arbeleche; el ministro de Transporte, José Luis Falero; el de Interior, Nicolás Martinelli, junto con su subsecretario Pablo Abdala; el exministro de Defensa, Javier García; el exministro de Desarrollo Social, Martín Lema; la senadora nacionalista Graciela Bianchi; el intendente de Durazno, Carmelo Vidalín; la militante nacionalista integrante del grupo D Centro Valeria Ripoll.
Delgado insiste en que si el Partido Nacional es el más votado el 30 de junio, será el ganador de las elecciones nacionales; que sus integrantes deben apelar a la unidad; que quieren una nueva oportunidad en el gobierno; que se juegan el futuro.
Por eso, quizá, sea también que siga que sueña con el próximo 1° de marzo, con su amigo dándole la banda presidencial y “un abrazo eterno”, y “y sentir la responsabilidad histórica”.
Por eso, quizá, sueñe con ese día en el que podrá entrar como protagonista en el período de la historia del país, de devolverse la bandera entre blancos y convertir a Uruguay en “el país más desarrollado de América Latina”. Aunque nunca se lo había planteado antes y solo siguió el camino que ya estaba trazado.
Por Valentina Temesio
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