Consideradas históricamente como una de las tradiciones más populares del campo, las gauchescas jineteadas a caballo despiertan hoy un polémico debate en Uruguay, donde sus seguidores las apoyan como deporte hípico y los activistas piden abolirlas por ser maltrato animal.
Intrínsecamente asociada a la cultura de los gauchos que habitaron en zonas rurales de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay hasta el siglo XIX, la práctica de jinetear un caballo salvaje se volvió, con el paso de las décadas, uno de los espectáculos folclóricos más típicos de la región.
Si bien en el país desde 1925 se lleva adelante la principal competencia entre jinetes durante la tradicional Semana Criolla, fue recién en 2006, bajo el mote de "destreza criolla", que se las reconoció por ley como deporte nacional tras una votación unánime apoyada por todos los partidos.
¿Cultura o tortura?
A raíz de la muerte de dos caballos durante las jineteadas celebradas en el predio de la Rural del Prado en 2019, activistas por el bienestar animal impulsaron una petición a las autoridades para que la actividad deje de ser deporte nacional que reunió más de 92.000 firmas.
“Todos los años son varios los caballos que mueren en el ruedo, producto de la violencia física y psicológica. Resulta una actividad ancestral y retrógrada que se camufla tras la palabra 'tradición'”, se lee en el reclamo.
Tras la muerte de un equino al comienzo de la Semana Criolla el pasado domingo, los animalistas volvieron a protestar al grito de “no es cultura, es tortura”.
Demandan que las domas sean prohibidas primero en Montevideo para luego dar con el objetivo final, su abolición en todo el territorio, pues alegan que tienen más arraigo en los demás departamentos del país; sin embargo aún lo ven lejano.
“En Uruguay el maltrato animal no es un delito, ni siquiera es una falta. La sanción que hay es una sanción económica que ni siquiera se puede cobrar”, dijo a EFE Karina Kokar, vocera del colectivo Plataforma Animalista.
Preguntada sobre si la sociedad uruguaya está preparada para que las jineteadas dejen de ser un deporte nacional, Kokar responde que ese es “un debate que no existe” todavía y que su agrupación quiere hablar con todos los diputados “para ver cuál dice sí y quién dice no a esto”.
La activista destaca que el movimiento impulsa una ley nacional de protección animal pero presiona fuerte en Montevideo porque es donde se han conseguido avances como “sacar a los caballos que tiran de carros y hacer jornadas de adopción de perros y gatos”.
“La sensibilidad moral en torno a los animales ha incrementado vertiginosamente en los últimos años en el mundo entero y Uruguay no es ajeno a esa realidad”, indica por su parte la presidenta del Instituto Nacional de Bienestar Animal (INBA), Marcia del Campo.
“Esta mayor concienciación sucede con todos los animales y en todas las actividades que los involucran, por eso los aspectos éticos cobran cada vez más relevancia”, remarca.
Al ruedo o al matadero
La visión de los animalistas ante las también llamadas “caballadas” se contrapone con la de quienes participan de ellas, que la reivindican como tradición y estiman que, de no hacerse, el destino de muchos de esos caballos sin domar sería el matadero.
Así lo asegura al menos el jinete Sergio Jordán, quien enfatiza que si paran las jineteadas “los están condenando a que vayan a un frigorífico” porque a este tipo de caballos los estancieros “no los van a tener en un campo comiendo porque sí, sino que lo van a mandar a un matadero”.
Oriundo de Vichadero y criado en el campo, Jordán, cuya pasión por las jineteadas se remonta a cuando era niño, argumenta que para la competencia los equinos son “bien cuidados” y que los accidentes suceden.
“No queremos ni lastimarnos ni que los caballos se lastimen tampoco, pero es algo que puede pasar”, resalta.
Esto piensa también el integrante del jurado de las jineteadas de la Semana Criolla Carlos Casas, quien estima que los caballos “se defienden durante ocho segundos” pero que “no es maltrato” porque el resto del día “el animal está comiendo un buen forraje, está en un lugar cómodo y vive una vida placentera”.
El también veterinario asegura que pese a las protestas la “fiesta” sigue funcionando y que se toman medidas para que las pruebas se desarrollen “con la mayor seguridad posible”.
“Las jineteadas son un fenómeno que van como una bola de nieve y, aunque las protestas son entendibles y respetables, en porcentaje son mínimas”, redondea Casas.
En las redes sociales, en tanto, el debate continúa, a lo que los animalistas responden en comentarios las declaraciones del senador del Partido Nacional Sebastián Da Silva, quien escribió que sus protestas “estigmatizan al interior del país” y a una “preciosa tradición”.
EFE