Por Federica Bordaberry
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Fotos: Javier Noceti | @javier.noceti
Su primer recuerdo es el día en que llevaron a su padre preso durante la dictadura en Uruguay. Era 1973. Él tenía cuatro o cinco años, y recuerda algún colchón que salía de su casa y a su madre muy alterada, porque se llevaban preso a su marido. Danilo Astori Sueiro, hijo de Danilo Astori, ha pensado mucho en ese momento.
Es hijo de un ex ministro y vicepresidente, de un político, de un frenteamplista durante y después de la dictadura. Y se llama de la misma forma que su padre.
Por eso, desde chico, tenía un entendimiento sobre la escena política, cultural y social uruguaya. Esa inocencia que los niños tienen sobre lo que está pasando, Danilo no la tenía. Siempre estuvo bien enterado de su contexto.
De a poco, se fue encontrando con un Uruguay con una cosa muy negra: aquello que generaba una dictadura. Todo lo que generaba.
Lo entendía porque vivía en un centro neurálgico político cultural que era su casa. No solo su padre era el actor fundamental de eso, sino que su madre también tenía una conducta social progresista. Fue nutrido de todo eso. "Por suerte", dice.
Creció en un Malvín con mucha calle. En realidad, él vivía en la calle. Jugaba mucho al fútbol y a la pelota con sus amigos del barrio mientras iba a la escuela pública a unas cuadras de su casa. Después, pasó a un colegio privado.
Siempre estuvo rodeado de música.
La discoteca de su padre era totalmente ecléctica. Eso lo diría él, casi cuarenta años después, en esta entrevista. Heredó casi todo lo que le gusta de ahí, de una casa en la que sonaba jazz, música clásica, los Beatles, música brasilera, de todo un poco.
Danilo tiene un hilo conductor en su vida, en los pasos de su cronología: siempre fue muy audaz, muy de tirarse al agua. Eso nunca cambió, aunque sí fue mutando con sus edades. También fue rebelde: se fue a vivir con un amigo a los 18 años y no terminó su carrera de arquitectura.
Mientras estudiaba y vivía solo tenía dos trabajos. Estaba en Estudio 5, un estudio importante de esa época, y era DJ de una discoteca en Pocitos que se llamaba La Luna. Además, lo contrataban para eventos privados.
Dejó su veta de arquitecto porque empezó con la noche. Empezó con los bares y con la música, que lo transformarían en productor musical y lo harían responsable, más adelante, de shows en Uruguay como Roger Waters, Nick Cave, Iggy Pop, Patti Smith, Gorillaz, Blur, Fito Páez, Gustavo Cerati, Charly García, Babasónicos, Buenos Muchachos y Rubén Rada. Y otros tantos más.
¿Cuál fue el primer bar que abriste?
Fue en el `86 con el amigo con el que me mudé. Tuvimos durante un año el bar Caras y Caretas en Pocitos, en la esquina Av. Brasil y Berro. Ese fue nuestro durante un año y después tuve una pausa por como un año. Mi primer bar que duró varios años fue el Vaughan, que era en Mitre y Guayaquí. Inauguró en el año `96.
¿En qué momento dejaste los bares?
Me costó mucho dejar los bares. Después de ese vino el Cuidadano. La propuesta era bastante ambiciosa porque incluía gastronomía y, en paralelo, empiezo a meterme de lleno en producción musical que es lo que hago hasta el día de hoy. Después, tuve el Bar Tabaré. Todos esos años dedicados a la gastronomía terminaron en el año 2005.
¿Cuál fue tu primer trabajo de producción musical?
Fue un poco sin querer en el `86. Fue un un show improvisado que hicimos en Caras y Caretas a fin de año con Los Tontos. Después, me di cuenta que había producido ese show. Ese fue el primero.
¿Te gustó hacerlo?
Me gustó mucho. Tanto, que terminó siendo lo que construí y lo que hago, de lo cual estoy totalmente convencido.
Después de todo esto, ¿cómo llega La Trastienda?
La Trastienda inauguró en el año 2008. Ahora voy para atrás: ese germen nace en el Ciudadano. Duró muy poco y fue increíble todo lo que pasó en ese año y medio. Fue entre el 2000, el 2001, y un poquito del 2002. Ahí hubo conciertos todas las noches, durante ese intenso año y medio que duró
El Ciudadano se fundió, terminó en el medio de la fatal crisis de esa época y ahí me quedó todo ese bagaje que en un año y medio logré hacer, porque todos esos shows los produje yo con diversas personas involucradas.
Eso terminó cuando empezó La Trastienda, pero en el medio, entre el Ciudadano y La Trastienda, yo empecé a hacer una serie de conciertos en diversos lugares. Ahí empezó mi carrera de productor y el germen de La Trastienda está ahí.
¿Producías solamente rock?
En el Ciudadano hubo de todo, absolutamente todo: jazz, tango, rock, pop, murga. De todo. Cuando terminó el Ciudadano y di un pasito más, empecé a armarme y a hacer shows grandes. Básicamente, trabajé con algunos artistas argentinos, la mayoría de ellos con los que trabajo hasta el día de hoy. Por suerte, ya tengo una relación de veinte años con ellos, como con Fito Páez, Gustavo Cerati, que ya no está más con nosotros, Charly García, Babasónicos.
En esa época apareció, también, mi relación con Jaime Roos, que empezó allá por el 2006.
¿Cómo te llegó la propuesta de La Trastienda?
En realidad, fue una idea mía. A mí me gustaba mucho el concepto de La Trastienda. Su matriz es argentina y era un lugar que a mí me gustaba mucho ir y siempre tenía que ver con lo que hacía antes en el Ciudadano. En esa época ya existía La Trastienda argentina y traté de hacer algo así, parecido, solo que tenía una apuesta gastronómica más importante de la que tenía La Trastienda, siendo un lugar específicamente de conciertos.
A mí me gustaba mucho estar ahí y respirar eso. Eso me quedó latente todo el tiempo y, en esa época, yo trabajaba mucho con una productora muy grande argentina que se llamaba Pop Art Music, que existe hasta el día de hoy. Ahí se unen diversas aristas para lograr abrirla. Y, por supuesto el lugar adecuado, que me costó bastante.
¿Cómo llegaste a ese lugar?
Después de pasar por lugares. Soy muy de ver de afuera y, después, de entrar a algunos y ver lo que era adentro, porque el edificio no es solo lo que uno ve de afuera sino que adentro se tiene que adaptar a la idea de lo que va a suceder allí.
Creo que fue por el año 2006, que paso por Fernández Crespo y veo el edificio. Ahí, históricamente, era el cine Miami y después pusieron una Cinemateca. Cuando yo pasé por ahí, unos años antes de fundar La Trastienda, había una iglesia de Jesucristo. Pensé que era una macana que estuviera eso, que se hubiera perdido todo eso del cine. Además, la fachada es hermosa, un poco art decó, y estaba esa iglesia, así que descartado.
Pocos meses después paso y veo que estaba todo tapeado, como cerrado. Habían logrado cerrar una iglesia, que después me entere que fue por ruidos molestos. Gritaban en las ceremonias y había un edificio al lado, lo cual es muy curioso porque no tenemos denuncias hasta el día de hoy, así que imagínate lo que gritaban. Todo se alineó, se logró alquilar y así fue.
¿Ahí pasaste a dedicarte solo a La Trastienda?
En paralelo hice conciertos. Desde que empecé con el Ciudadano, hice Teatros de Verano con Charly, hice Cine Plazas con Fito y con Cerati. Yo ya hacía conciertos. Con La Trastienda, que en unos días cumple 12 años, hacía shows en paralelo. Hasta el día de hoy hago conciertos en otros lugares más grandes.
¿En qué momento empezás con Gaucho?
En realidad, el nombre de mi productora fue cambiando en los años, pero siempre hizo lo mismo. Yo empecé solo en el año 2013, cuando hice mi primer show grande, fue un Teatro de Verano con Charly García y Rubén Rada. En ese mismo año hice uno con Cerati en el Cine Plaza. Después, me asocié con Pop Art Argentina, fundamos Pop Art Uruguay. Terminó la relación con Pop Art y mi productora pasó a llamarse Gaucho, hace ya unos cuantos años. En realidad, siempre hizo lo mismo que fue producir espectáculos.
¿Hasta ahora Gaucho hizo solo producción musical?
Ha coqueteado en el teatro también, pero en un 95% somos una productora de espectáculos musicales.
¿Con qué han coqueteado específicamente?
El año pasado nos llevamos una hermosa sorpresa porque produjimos los shows de Ricardo Darín y Pietranera de Escenas de la vida conyugal. Hicimos cinco funciones sold out y me encantó la experiencia, espero repetirla. De cualquier manera, en La Trastienda he hecho mucho teatro, más que nada comedia.
¿Cuál es el artista más importante que trajiste o el show más importante que produjiste?
El de Roger Waters, en el Estadio Centenario, sin duda. Por el lugar donde fue y por todo el significado que tiene.
¿Cómo lograste que viniera Waters a Uruguay?
En la producción de shows internacionales, de ese calibre, que estamos trabajando hace un tiempo, uno no decide que quiere traer a tal artista, mucho menos a uno de estos. En realidad, son las agencias que los representan que salen a escuchar ofertas en diversos territorios.
Primero tiene que haber una gira y después una propuesta.
En realidad, sale un pedido de oferta de una agencia, en este caso de Londres, y ahí empezamos con la idea. Eso desemboca en este caso, tuvimos la suerte de ser los elegidos y los responsables. Pero, por lo general, esto no sale de uno. Muchas veces hay deseo pero no se mueve así la industria.
¿Y cómo te llegó la propuesta de ese show?
La matriz de ese show es Daniel Grinbank, que es un productor legendario argentino, que trabajó con Roger Waters durante toda su carrera. Buscando aliados estratégicos en América Latina, nos contactó a nosotros para mandar una oferta global a Londres que incluía diversos países de Latinoamérica. La pata uruguaya incluía a Gaucho y ese es el germen de por qué sale el negocio.
El show fue, si no recuerdo mal, en noviembre de 2018. El trabajo empezó un año y medio antes, a mediados de 2017. Un trabajo muy duro, con muchísima gente implicada en Uruguay. Más allá de la gente que siempre trabaja para nosotros, tuvimos que salir a contratar en diversos sectores de la producción a muchísima más gente para que esto se hiciera correctamente. Un año y medio de trabajo durísimo, con un resultado alucinante. Creo que es uno de los shows más importantes de Uruguay. Uno de los tres más importantes, junto con Mc Cartney y Los Rolling Stones.
¿A quién, que no hayas traído, te gustaría traer?
Muchísima gente. Pero ahí se mezcla lo del deseo y el poder hacerlo. No olvidemos que esto tiene que ser un negocio. Yo he aprendido, con el tiempo, a separar la parte fan del deseo, de lo que me gustaría, con lo que realmente pueda, o deba, tener éxito popular. También tengo que vender las entradas.
Por ahí trato de establecer un camino de equilibrio entre algo que a mí no me altere mi parte melómana de respeto artístico y de que, a la vez, sea deseado por la gente. Hay varios que tengo en carpeta: The Cure, Bruce Springsteen, Neil Young y a varios más.
Pasando a tu padre, Danilo Astori, ¿cómo es tu relación con él?
Mi relación con mi padre es maravillosa, hablamos a diario y vivimos muy cerca. Nuestra relación siempre se forjó conmigo de niño metiendo mano entre sus vinilos. Mi padre viajaba mucho en esa época. Siempre viajó mucho, pero en esa época yo me moría cuando él llegaba de viaje con los vinilos abajo del brazo comprados en alguna cuidad del mundo. Me gustaban los que se traía para él y siempre había un par para mí.
¿Lo llevaste a algún concierto?
No es que lo lleve, él va. Dentro de su eclecticismo de gustos, dentro de su discoteca me ha apoyado muchísimo y ha ido a muchísimos shows. La primera vez que vino Mc Cartney a Uruguay fuimos juntos.
¿Alguna vez te influyó profesionalmente que tu padre fuera Danilo Astori?
Sí. No voy a entrar en detalles, pero toda mi vida me influyó llamarme Danilo Astori. Mi padre ha estado en la primera línea de imagen de este país en los últimos quince años. Es casual, cronológicamente hablando, cuando yo estuve más expuesto en mi trabajo. Esto no es ni bueno, ni malo, pero desde chico he estado inmerso en eso. Hay cosas buenas y malas, pero porto con ese nombre.
¿Un sueño por cumplir?
No pienso así, no tengo un sueño por cumplir. Vivo el presente lo mejor que puedo, trato de estar lo más presente posible y no veo mucho para adelante. Honestamente. Quizá en mi inconsciente haya cosas que no he hecho, que quiero hacer, pero estoy muy bien así y no tengo una cosa guardada adentro que aún no he hecho. Sé que hay cosas que no hice y que voy a hacer, pero no tengo ningún sueño.
¿Cuál fue el momento más triste de tu vida?
Cuando falleció mi madre, hace un año.
¿Y el más feliz?
No sabría decirte. Eso no quiere decir que no lo haya tenido. Por suerte tuve un montón de momentos felices, pero no me viene a la cabeza uno.
¿Qué es felicidad para ti?
Incluye un poco de tristeza también, que es el devenir de la vida propiamente dicho. Creo que tanto lo de arriba, como lo de abajo, es algo que te hace bastante pleno y presente. Tengo mis alegrías y mis tristezas todos los días, y creo que esa es una buena definición: saber caminar todo eso, curtirlo, lo de arriba y lo de abajo. Me gusta que la felicidad incluya un poco la tristeza, o el estar mal. No todo es color de rosas en la vida, por lo menos, no en la mía.
¿Algo que la vida te haya hecho aprender a golpes?
Nada, a golpes nada. Si pienso, no en mi vida personal afectiva porque no tengo nada que decir al respecto, pero un poco en lo que tiene que ver con mi carrera de empresario, aunque no fue a los golpes, un poco de eso del equilibrio. También tiene que ver con la felicidad y la tristeza. Saber separar o equilibrar lo que uno desea con lo que uno puede, y debe hacer, o lo que es más conveniente.
¿Un artista uruguayo que hay que conocer, si sos del extranjero?
Eduardo Mateo. Primero, la palabra artista es muy amplia, se me ocurrió Mateo porque yo vivo en el mundo de la música. Es la piedra fundacional de la música nacional, por lo menos, de la música nacional moderna. Entonces, me parece menester que cualquier persona del exterior conozca su música.
Si murieras hoy, ¿irías al cielo o al infierno?
Espero que al cielo, aunque espero que haya algo intermedio. Me gusta un poco del infierno y un poco del cielo, me gustaría estar de los dos lados.
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