Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Rocío Frávega
Recibida como licenciada en Comunicación entró a trabajar en El País y le tocó escribir en El Escolar, tiempo después presentó un proyecto que terminó siendo la revista Upss que salía con el diario. Ya ahí, Curbelo empezó a coquetear con el público infantil y sobre todo, el adolescente. Pero más que una simple escriba (“cagatintas” dirían veteranos periodistas de la época del linotipo), ella quería ser escritora. Por eso empezó a escribir ficción y, claro, tuvo el berretín de querer publicar. Pero, en un principio, no le fue bien.
Las editoriales nacionales le decían que no, una y otra vez. Entonces pidió un préstamo de 1.000 dólares y los imprimió por su cuenta. Después, ella misma, y con su hija a upa, los vendía puerta a puerta y hasta sobre una mantita tirada en el piso en una feria de frutas y verduras. El colmo del fracaso fue cuando “gente grossa” le dijo que lo suyo no era la escritura, que mejor se dedicara a vender. Qué curioso el destino: hoy Cecilia Curbelo (46) es escritora y vaya si vende, sólo La decisión de Camila, su principal éxito en librerías, vendió 30.000 ejemplares en Uruguay y un número mayor en el exterior. Hoy está siendo traducido a otros idiomas.
Curbelo asegura que ya no puede vivir solo de la escritura y que se cuestiona salir de la zona de confort de escribir para un público adolescente, pero es que eso la mueve, es “el gusanillo” que la “carcome” por dentro y la impulsa a teclear. Así, este 2021 lanzó su vigésimosegundo libro: Emma y Matías en una jaula de oro (Montena, Penguin Random House), una historia que pasa por la convivencia en pandemia de dos liceales con sus padres separados y que aborda temas como el suicidio adolescente y la trata de personas.
Ella no se identifica como autora de literatura comercial. Dice que, en todo caso, ese rótulo es para youtubers, que escriben buscando sacar una mayor tajada económica su momento rutilante. Ella, en cambio, escribe porque la mueve la pasión. Más allá del poder de las historias, Curbelo asegura desde Maldonado, donde vive, que más allá de lo que se cuenta, el éxito de sus libros radica en el tono que ella elije, la calidez, la forma de acercarse a los chiquilines. Y asegura que éstos -como generación- no siempre son felices, aunque “muestren” felicidad en Instagram y Tik Tok. Por eso hay que estar atentos y saber ver más allá de la fachada.
"Yo estaba muy perdida, estaba muy angustiada por distintas cosas. Me quedé sin trabajo nuevamente y tuve algunos temitas familiares. Así fue que dije: 'Tengo que salir de esto', y me propuse escribir. Y así nació Matías y Emma"
-¿Qué querías ser de chica cuando fueras grande?
-Gimnasta olímpica. Había una gimnasta (rumana) que yo admiraba que era Nadia Comaneci, y ella daba triples mortales para atrás y cosas increíbles. Y yo pensaba: “¡Lo tengo que lograr!”, y me anoté en academias, y ensayé. Pero no tenía la capacidad. Siempre fui muy perseverante, de pelear por lo que quiero. Yo era gordita, es más, fui discriminada por gordita. Me fui a anotar en el Ateneo y en aquel momento la profe de Ballet dijo: “No, no, tú sos una niña pasada de peso”. Y no me anotó, porque era una niña gordita. Yo insistí con la gimnasia olímpica; un día hice un triple salto mortal para atrás ¡y me maté, me di en la nuca! Y ahí reventó mi ilusión, uno tiene que aprender a aceptar sus limitaciones. Hoy en día te dicen: “Si luchás y perseverás, tus sueños se harán realidad”. Es una gran mentira. Los chiquilines se creen eso, y eso también es peligroso. No siempre las cosas salen como uno las planea, por más perseverancia que haya.
-Estudiaste para escribir guiones literarios para cine en la Escuela del Cine. ¿Se puede vivir de escribir guiones en este país?
-No. Como no se puede vivir de ser escritor. No se puede…
-Pensé que eras una de las privilegiadas que podía vivir del oficio de escritora…
-Eso fue antes, hace unos años, cuando todavía la venta de libros te proporcionaba, cada seis meses cuando uno cobra, una cifra que te permitía vivir. Pero de cinco años a esta parte cambió muchísimo y la venta de libros cayó dramáticamente, no solo en Uruguay sino en el mundo entero. Lo vemos en el cierre de librerías. Al principio lo atribuí a la piratería, hoy en día es un toque bajar libros, se los pasan por grupos de Telegram. En la editorial me han dicho que eso es ínfimo, yo creo que no, que realmente está haciendo estragos como ha pasado con músicos que ya no pueden vivir de la venta de sus discos.
-También sos guionista de teatro y TV. ¿Qué es lo que más te gusta de redactar guiones?
-Me permite crear un universo que me permite escaparme de la realidad. Y esa es una herramienta que estoy agradecida de haber heredado. Creo que lo heredé de mi padre, y él de su primo, Abel Soria, un gran payador de San José. Creo que es una gran herramienta que me ha permitido mantener el equilibrio en momentos desequilibrados, a lo largo de la vida. Por ejemplo, mi último libro, Matías y Emma en una jaula de oro, se gestó en un momento en el que yo estaba muy perdida, muy mal, estaba muy angustiada por distintas cosas. Una de ellas fue la llegada de la pandemia. Me quedé sin trabajo nuevamente y tuve algunos temitas familiares, y se dio todo junto. Así fue que dije: “Tengo que salir de esto”, y me propuse escribir. Y así nació Matías y Emma…
"A mí las editoriales nacionales me patearon. No fue una elección mía ir a Planeta o a Penguin. Hubo gente muy grossa que manejaba revistas, que me contrató. Yo le dije: 'Yo lo que quiero es escribir'. Esa persona me dijo: 'Vos para escribir no servís. Dedicate a otra cosa'”.
-Te recibiste de licenciada en Comunicación Social. ¿En qué momento advertiste que te habías convertido en escritora?
-Me llevó años pensarme como escritora. Yo creo que más que escritora soy creadora de universos. Escritores somos todos los que escribimos. ¿Qué es ser escritor? Si es solo escribir, escritores somos todos. Ahora, si vas a algo específico y me preguntás si soy novelista, te digo que sí, soy novelista. Porque creo que el novelista tiene que crear este universo de personajes y de ficción que se cruzan, que se entrelazan, donde además hay una línea temporal, que puede estar rota o no. Ser novelista es diferente a ser escritor. Pero no me pasó con el primer libro, me pasó años después.
-Ya habías publicado Mujeres simples (2005), Terapiadas (2006), y Secretos bien guardados (2010), pero el libro que se convirtió en un boom editorial fue La decisión de Camila (2011). Esta novela juvenil fue un verdadero best seller. ¿A qué atribuís el éxito de esa novela? ¿Qué tuvo esa novela que no tuvieron las anteriores?
-Cambió el público al que iba dirigido el libro. Los tres anteriores estaban dirigidos a un público adulto, y ese libro fue dirigido a un público pre-adolescente y era un nicho de mercado que no estaba explotado acá en Uruguay. Creo que tuvo que ver con eso. Yo no lo hice a conciencia. No fue que dije: “A ver a qué nicho de mercado puedo apuntar” y después escribí. Fue algo que me surgió y me nació, y la editorial dudó mucho si publicarlo, porque no sabían si ese público funcionaba o no. ¿Cuál es el público pre-adolescente? ¿Funcionará o no? Hasta ese momento no habían salido ninguno de los libros de vampiros…
-O los libros de Guillermo Lockhart, también exitosos en ese público adolescente.
-También. Lo de él es más específico, va a un grupo que le gusta lo sobrenatural, le gusta el terror. Pero sí se comunica perfecto con ese público. Hoy en día el escritor o novelista tiene que tener ese plus. Ya no alcanza con escribir, además tenés que comunicarte con ese público de una manera efectiva, mantener un público.
-Ahora, me decís que lo que tuvo de especial La decisión de Camila es el público al que iba dirigido. ¿Y la historia en sí? ¿No tuvo nada de especial?
-Yo creo que ya está todo inventado en cuanto a historias. Lo que cambia es el tono y la manera de llegar a través de las palabras, y creo que fue eso lo que produjo esa magia. Los chiquilines me decían: “Yo siento que Camila está al lado mío, me está hablando”. Yo creo que la historia en sí que cuenta Camila no es una historia que vos digas: “ay, qué gran creatividad en cuanto a la trama”. Fue más la forma de contarlo, por el tono, por la calidez.
-Pero el éxito no llegó de un día para el otro. Estuviste 10 años intentando que una editorial te publicara, ¿no?
-Fue una época difícil, complicada. Viste que también hay una pica: “si publicás en una editorial internacional vs. si publicás en una editorial nacional”. Como si fueras menos uruguayo por publicar en una editorial internacional. El hecho es que a mí las editoriales nacionales me patearon. No fue una elección mía ir a Planeta o a Penguin. Recuerdo perfectamente cuando dejé mis manuscritos en editoriales uruguayas. Me acuerdo en una que vos entrabas y había una bandeja en la entrada. ¡Y no sabías si lo iban a leer o no! Había una pila de manuscritos apilados. “Cualquier cosa te llamamos”. Y en realidad, nunca te llamaban. A mí me habían pateado de todos lados, ¿qué iba a ir a golpear la puerta de una internacional? También el cansancio que te da que te rechacen permanentemente. Hubo gente muy grossa que manejaba revistas, la revista de Pluna, por ejemplo, que me contrató. Y yo le dije: “Yo lo que quiero es escribir”. Y esa persona me dijo: “Vos para escribir no servís. Dedicate a otra cosa”.
-¿Te dijo que no servías para escribir?
-No solo esa persona, varias, y grossas. Me decían: “Vos sos muy simpática, tenés que dedicarte a las ventas”. “Pero yo no quiero vender; quiero escribir”.
-Qué curioso: hoy sos una escritora, que vende muchísimo…
-Sí… Fue todo un camino de aprendizaje. Esta esa cosa de que vos dependés mucho del crítico, del que sabe -supuestamente- y después te das cuenta que no hay tal persona, que no hay alguien que sepa qué va a funcionar o no. La escritura es muy subjetiva. A esa persona que me dijo eso después lo crucé en un lanzamiento y el hombre se escondía por todos lados, porque me había pateado mal…
Estaba tan cansada de las negativas y los rechazos que pedí un préstamo a un banco. Me acuerdo que pedimos 1.000 dólares con Diego, mi esposo, que eran 13.000 pesos en aquel momento. Y con esos 13.000 pesos publicamos Mujeres simples, mi primer libro. Yo fui a la imprenta, hice todo, aprendí todo el proceso, y después con los libros en la mano salí a vender puerta a puerta. Yo tenía a mi hija chiquita, y la llevaba a upa porque no quería caminar. La cargábamos y salíamos a vender. Recuerdo que llegué a vender en una feria de frutas y verduras, en un puestito. Yo ponía una manta, los libros y al lado llevaba a mi hija (ya tenía 3 o 4 años) y ella tenía un muñeco de Mickey. ¡Y había gente que paraba a preguntar cuánto salía el Mickey! Yo lloraba de la angustia. Decía: “Qué fracaso soy”.
"Vos viste lo que es Amazon, hay cada vez más autores que se autopublican. Tengo como proyecto escribir literatura para adultos bajo un seudónimo. Ahora, lo que me mueve es escribir para adolescentes".
-Tras La decisión de Camila vinieron La confesión de Micaela, La otra vida de Belén y La búsqueda de Lucía. Por lo pronto, veo que tienen en común que todos tienen un nombre femenino en el título. ¿Se repite otro patrón en estos libros, todos muy vendidos?
-Esos libros conforman una serie que se llama Decisiones, y lo que tienen en común es que llegás a un punto en la lectura en la que el propio lector tiene que decidir algo, una consigna que yo les pongo. En el caso de La decisión de Camila es si ella tiene que perdonar a su mejor amiga o lo que hizo la mejor amiga es imperdonable, ese vínculo ya no se puede regenerar. Si el lector o lectora decide que tiene que perdonarla, debe ir a la página tal, y si no, va a la página tal y tendrá otro final. Eso pasaba en Viví tu propia aventura, libros que me fascinaban, y me inspiró. Yo lo hice a propósito, ese juego de que el lector tenga una participación mucho más activa porque ya en aquel momento, hace 10 años, las redes estaban recién empezando a crecer.
Entonces pensé: ¿cómo puedo hacer para competir con algo movible lleno de luces y colores, como la tele? Ellos al libro lo veían como algo estático. El libro es algo súper dinámico, pero para el lector, que sabe que esconde una magia. Es el lector el que le da vida. De esa forma quise que se copen los que no estaban copados con la lectura: que ellos elijan el final.
-Llevás 22 libros publicados, 19 de ellos con los adolescentes y púberes como público objetivo. ¿No te animás a salir de tu zona de confort?
-Para escribir necesito sentir esa felicidad que me da la previa a escribir, ese gusanillo que me empieza a carcomer por dentro, y me da esa necesidad imperiosa de contar esa historia. Sí me he cuestionado muchas veces… De hecho, en 2019 salió mi primer libro para más chiquitos, que se llama Maju, pará de hablar. Es un libro para niños de 7 a 9 años, y este año salió el siguiente. Ahí salí de mi zona de confort porque nunca me había animado a escribir para niños. Para mí, escribir para niños es dificilísimo, al contrario de lo que piensan los críticos que te ningunean, porque (para ellos) la literatura infantil y juvenil es el último orejón del tarro. Yo creo que es uno de los públicos más difíciles. Para el público adulto escribí mis primeros tres libros…
-Bueno, eso les daría la razón a los críticos: ¿te quedaste en lo que funciona y da rédito económico, entonces?
-No, no porque me diera rédito económico, sino que a partir de La decisión de Camila descubrí lo que realmente me motiva, ese gusanillo que yo tenía por dentro. Pero no descarto escribir para adultos. Tengo un proyecto, de hecho, en el que escribiría de manera gratuita y bajo un seudónimo para adultos. Porque es una necesidad que tengo y sé que económicamente no me va a dar nada… Vos viste lo que es Amazon, hay cada vez más autores que se autopublican y lo hacen muy bien, otros no. Pero sí tengo como proyecto escribir literatura para adultos bajo un seudónimo. Ahora, lo que me mueve es escribir para adolescentes.
Y con Guillermo (Lockhart) quisimos escribir entre los dos una novela de terror. Para mí también era un desafío escribir literatura de terror, porque a mí como lectora me gusta muchísimo el suspenso y todo eso. Pero después de trabajar durante casi un año en una novela en conjunto, me di cuenta que no me hacía feliz. Quizás me hubiera reportado buena plata, pero la dejé porque no me hacía feliz.
-En 2018 una nouvelle tuya fue publicada fue estudiantes de secundaria de español en Francia. ¿Qué tiene ese texto que lo hizo elegible para estudiantes franceses del idioma español?
-¡No sé qué tiene! Ese texto después se transformó acá en una novela que salió el año pasado y se llama Lo que Natalia no sabe. La novela que se publicó en Uruguay se basó en esa nouvelle trata sobre la crianza de una adolescente con una mamá con trastorno bipolar. Esa montaña rusa de emociones que esta chiquilina vive conviviendo con su madre: un día llega del liceo y su madre está bailando por la casa, ATR, y al día siguiente está acostada en una cama y no se levanta por una semana. Esa es la historia que se vendió para Francia. Por el feedback que tuve, el éxito se lo atribuyo a cómo estaba contada, porque, de hecho, fue la que tuvo más descargas en la plataforma francesa y a través de esa nouvelle, firmé el contrato por tres libros más, ahora ya se tradujo La decisión de Camila, y estamos en tratativas de traducir Las dos caras de Sofía y se va a traducir uno de Maju para los más chiquitos. Hemos tenido charlas con los estudiantes y el feedback que ellos me dan es esa cercanía al momento de contar los sucesos.
-¿Hacés literatura comercial? Y en todo caso, ¿tiene algo de malo eso?
-Yo creo que los que más hacen literatura comercial son los youtubers, y toda esta camada de personas que están buscando sacarle rédito económico al momento en el que están. No me parece mal. Hay muchos chiquilines que han entrado al mundo de la literatura a través de un libro de un youtuber. Me lo han dicho: “Yo antes no tocaba un libro, leí el de Fulanito y ahí empecé a leer”. ¿Y quién soy yo para decir que eso está mal? Si él lo metió en el mundo de la literatura, bienvenido sea. Lo mismo pasa con los cómics, cuando se discute si eso es literatura o no. No hay que desmerecer otras formas de llegar a la lectura.
Yo no me siento identificada cuando hablan de literatura comercial; yo escribo porque tengo la pasión de escribir. Yo hace unos años podía vivir de esto, pero vos sabés bien que los autores no tenemos seguro de paro, no tenemos sueldo fijo, ni jubilación. Entonces si nos dedicamos a esto es porque nos moviliza la pasión por escribir.
-Te has convertido en una observadora de los adolescentes, de su conducta, de su forma de hablar. ¿Cómo hiciste ese trabajo de investigación? Seguro fuiste ayudada por tu hija adolescente, pero, ¿en qué consiste tu metodología de trabajo previa a la escritura?
-¿Sabés que no? Rocío (19) no me ayudó en nada, ella es una adolescente atípica, ella ni siquiera es lectora. De todos mis libros quizás leyó tres. A ella le interesa más un auto o la mecánica de un avión, la música, va por otro lado. No me basé en ella para nada. Creo que inconscientemente me nutro de los adolescentes; al tener este contacto diario con ellos por redes sociales, sobre todo con Instagram. Ellos me escriben, yo les respondo, y me voy acoplando a los términos que utilizan, y se van aggiornando mes a mes. Creo que pasa por ahí.
-Pienso que es todo un mérito tener éxito en un público objetivo acostumbrado al todo ya, a lo inmediato, a los clics y los me gusta. Digo, hacer que compren un libro en papel… ¡y encima lo lean!
-O que lo pidan para el Día del Niño, o que ahorren para comprar un libro. Me lo han dicho, y no me deja de sorprender y maravillar que un chiquilín de 14 o 15 años ahorre para comprar un libro, y no un celular, que es decir: “ya está”.
"Un profesor de Florida me dijo: 'Tengo una estudiante así y asá, ella está muy metida en la droga, ha estado en rehabilitación, pero no la puede dejar, etc, y le presté tu libro'. A ella se le había muerto el padre, como al personaje. Hoy ella es una futura profe de Literatura"
-A propósito, ¿tenés un método? ¿Cumplís horarios para escribir, escuchás determinada música, lees determinados textos para inspirarte, o ves series específicas?
-Algunas veces intenté leer determinados libros o mirar series para adolescentes, pero no, a mí no me resulta. Yo lo que hago es dejar fluir. Esto de la pandemia, por ejemplo, yo veía lo perdido que estaban los chiquilines, el hecho de la convivencia 24/7 con familiares con los cuales, quizás, no está todo bien. Enseguida me pongo en el lugar de ese adolescente y veo esa necesidad de cuando yo era adolescente, cuando el número 1 era estar con tus amigos, no con tus padres. Respecto a un método, si estoy ya metida en un proyecto de escritura, me pongo la alarma a las 7 de la mañana y Diego llega de trabajar a las 20 y yo sigo ahí, y ni comí. Soy muy obsesiva con el trabajo.
-Has ganado el Premio Cervantes que da la Institución Cervantes de Uruguay, el el Bartolomé Hidalgo, has sido Libro de Oro varias veces. ¿Cuál es la distinción que más valorás?
-No son los premios que podés poner en una repisa o colgarlos en una pared. Lo que más atesoro son experiencias de vida de los chiquilines que han cambiado a través de la lectura de uno de mis libros. Pienso en un caso: un profesor de Florida me escribió y me dijo: “Me está pasando esto con tal libro tuyo” (el libro era Aunque él no esté, que trata el tema del duelo, de un papá que fallece y son dos hermanos que tratan de lidiar con el duelo). Uno de los hermanos se tira más a la música y encuentra esa conexión con su papá que ya no está a través de la música, y el otro a través de la droga, porque son muy diferentes en sus personalidades. Pero este profesor me dijo: “Tengo una estudiante así y asá, ella está muy metida en la droga, ha estado en rehabilitación, pero no la puede dejar, etc, y le presté tu libro. A partir de eso, ella hizo un trabajo que yo pedí en clase y me escribió un texto”. Y ahí me mandó el trabajo que había hecho la gurisa. Hasta el día de hoy la chiquilina me escribe y me dice que gracias a que leyó este libro, tuvo la fuerza necesaria para ponerse las pilas y dejar las drogas. Ella tenía a su padre fallecido también. Se sintió cercana al personaje. Y hoy en día es una futura profesora de Literatura. Ese tipo de cosas son mejores que los premios.
-Este año publicaste Matías y Emma en una jaula de oro (Montena, Penguin Random House). una historia de adolescentes -para variar- pero donde tocás temas delicados como el suicidio adolescente o la trata de personas, y con la pandemia como telón de fondo. ¿Cómo nació tu inquietud por abordar estos temas?
-El tema del suicidio adolescente me viene pegando desde que yo era adolescente, y era (es) un tema muy difícil de tratar, un tema delicado. Pero ha sucedido que la sociedad ha evolucionado para bien, y si bien hay una corriente que dice que no hay que hablar de suicidios porque puede “contagiar” las ganas de autoeliminarse, hay otra corriente que va por el lado de hablarlo y hablar más del tema.
Yo he tenido charlas en ciudades y en pueblitos del interior del país, y cuando entrás en confianza los chicos te cuentan sus depresiones, los intentos de suicidio… Y te preguntás: ¿qué pasa con el sistema? Y te cuentan que cuando pidió una entrevista con el psicólogo (de la mutualista) le demoraron seis meses en atender. Bueno, tenemos que mejorar urgente todo lo que tiene que ver con la salud mental. Creo que hasta ahora nos preocupamos por la salud del cuerpo, y no de mente, cuerpo, alma, que es a donde tenemos que apuntar. Por eso ahora estoy dando talleres de escritura creativa e inteligencia emocional, porque es lo que nos hacen falta para abordar todas estas temáticas. Los chiquilines no pueden quedar solos.
-¿Y la trata de personas? ¿Por qué?
-Es un tema que he investigado, así como investigué el rol de la mujer en el Medio Oriente (ahora estoy leyendo Quemada viva, de Souad). El libro que me hizo reflexionar y darme cuenta que quería abordar ese tema en uno de mis libros fue uno de Ruperto Long, donde contaba la trata que hay en Punta del Este, donde yo vivo (NdeR: se llama La mujer que volvió del abismo), y después leí tu libro y me voló la cabeza (Sugar Daddy, la trama de la Operación Océano, de Penguin Random House), que si bien no habla de la trata de personas en sí, tiene una correlación con lo que es el sexo como moneda de intercambio.
El adolescente hoy está más vulnerable que nunca. Vos antes tenías un conflicto con tus padres, salías y le dabas patadas a las paredes. Hoy en día te juntás en un grupo de Instagram y te dicen que te vayas para México, que allá la vas a pasar bárbaro, y te pagan los pasajes. Entonces, hoy hay muchos más peligros: ese tema es candente, es actual. Quise tener una entrevista con la directora de Inmujeres (Mónica Bottero), nunca me contestó ni nada, pero no importa, porque yo averigüé por otro lado la ruta que, por lo general, se hace para traer chiquilinas o para captarlas y llevarlas al exterior. Esto es algo que está pasando ahora.
"Yo estaba muy sobrepasada, y no estaba siendo feliz con ese trajín. A mí la pandemia me hizo evaluar muchas cosas, y tomar algunas decisiones que me parece que están buenas, como bajar un poco la pelota"
-Como dije, la pandemia tiñe todo tu último libro. ¿Cómo la has vivido vos y tu familia? ¿Cómo te ha afectado el coronavirus?
-En mi familia nadie lo tuvo, mi hija es una histérica que se baña en alcohol en gel, y en lo particular hasta me ayudó. Yo venía de un ritmo de vida con salidas y charlas allá, y otro seminario más allá, y lo que hizo fue bajarme. Yo tenía organizada una gira por Perú, Ecuador y Bolivia, que tuve que cancelar. Pero no me puso mal; me permitió estar más en casa y crear más. Yo estaba muy sobrepasada, y no estaba siendo feliz con ese trajín. Yo soy muy sociable, y hablo mucho, pero soy muy introspectiva, me gusta mucho la soledad. Y defiendo la soledad como un modo de vida. Se los digo a los chiquilines: estén solos, analícense, sin nadie alrededor, siendo vos, sin la mirada del otro, ahí te conocés en serio. A mí me hizo evaluar muchas cosas, y tomar algunas decisiones que me parece que están buenas.
-¿Cómo qué?
-Como bajar el ritmo de vida, bajar un poco la pelota.
-¿Cómo fomentarías la lectura entre los liceales, si fueras la directora de Secundaria?
-En cada liceo debería haber una biblioteca, algo que no siempre pasa. En las escuelas no siempre pasa. Hay mucha carencia de libros. Hay escuelas que no tienen libros. Eso primero que nada: el chiquilín tiene que tener un lugar donde ir y elegir un libro, algo que a mí me fascinaba hacer. Y después, llevar a la práctica lo que ellos están leyendo, que lo trasladen a su propia vida. Poder generar debates en clase, hacer una obra de teatro donde cada uno pueda interpretar un rol, tener un canal de Youtube… Yo generaría ese tipo de movidas. Hay un liceo que trabaja muy bien, en La Teja, con Silvia Bocchi, que es una genia, y hacen bastante este tipo de cosas. Es por ese lado que hay que ir.
-¿Son felices los adolescentes uruguayos?
-Yo te diría que “muestran” felicidad. Cuando hay un intento de suicidio o hay autoflagelaciones, la gente se pregunta: “¿y cómo pasó? Si es una chica súper sociable, que siempre está riéndose con amigos”. ¿Y vos supiste ver más allá de esa fachada? Se muestra mucha felicidad, pero el interior de cada uno es otro. El desafío está en ver más allá, poder tratarlo y poder ayudar.
-¿Sos feliz?
-Soy feliz. Creo que estoy en una de las etapas más felices de mi vida, donde tengo más armonía.
Por César Bianchi
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