Por The New York Times | Alisha Haridasani Gupta
Lo que más echa de menos Nataliya Pleshkova de su casa de la infancia en el centro de Ucrania son los olores.
En 2011, Pleshkova, de 42 años, se mudó con su hija a Estes Park, Colorado, en busca de mejores oportunidades de trabajo y, en septiembre de este año, se le unió su madre, quien huyó de su patria devastada por la guerra.
“Mi mamá empacó parte de la ropa que dejé en Ucrania y lo primero que hice fue hundir la cabeza y la nariz en aquella pila porque olía a mi hogar. Los recuerdos de mi infancia se agolparon en mi cabeza. Recordaba haber jugado a las escondidas en el armario donde estaban colgadas aquellas prendas”, relató.
Lo que su madre, Tamara Plieshkova, extrañará es la tumba de su marido en el camposanto de su país y a sus mascotas, un perro y un gato, a los que tuvo que dejar con un vecino.
“Dijo sentirse como si fuera un árbol viejo y maduro que se replanta en suelo nuevo”, dijo Pleshkova, traduciendo para su madre de 69 años que no habla inglés y acababa de llegar de un viaje de 96 horas de Ucrania a Estados Unidos, vía Polonia y Francia.
Muchos inmigrantes conocen el sentimiento de desarraigo, de sentirse divididos entre el aquí y el allá, entre el impulso para asimilarse y el tirón para conservar partes de sí mismos y de su cultura. Y a menudo lo que añoran es lo intangible de su hogar: los aromas y los sonidos, las metáforas y las bromas en su lengua natal que no se pueden traducir y los rituales adorados.
Aunque no es muy conocido, ese sentimiento tiene un nombre: duelo cultural. Este término, acuñado en 1991 por Maurice Eisenbruch, psiquiatra y profesor de la Universidad de Monash en Melbourne, Australia, mientras entrevistaba a refugiados camboyanos, es más complejo que el choque cultural. En un artículo de la época, Eisenbruch explicó que sintió que necesitaba un vocabulario más preciso para captar las emociones y la salud mental de los refugiados; sus experiencias no encajaban de manera exacta con la ansiedad, la depresión o el trastorno de estrés postraumático. Una investigación realizada en 2005 amplió el concepto más allá de los refugiados para incluir a todos los inmigrantes y a los hijos de inmigrantes.
“La tragedia de los migrantes es que la identidad que les da su condición suele prevalecer sobre todo lo demás”, comentó Dinesh Bhugra, profesor de Salud Mental y Diversidad Cultural del King’s College de Londres y autor principal del estudio de 2005. “No eres un médico que solo sucede que es migrante; te conviertes de repente en un médico migrante”. Esa “reorganización del ser” puede provocar “múltiples capas de estrés”, así como depresión o altos niveles de ansiedad.
En este momento, el término está cobrando reconocimiento poco a poco. Investigadores de todo el mundo están empezando a explorar el fenómeno más a fondo, aplicando el marco original de Eisenbruch a otros grupos de refugiados y migrantes. Un pequeño estudio sobre refugiados etíopes en Corea del Sur, publicado en enero, confirmó que el duelo cultural se caracteriza por un complejo malestar mental. Las organizaciones sin fines de lucro que suelen trabajar con refugiados inmigrantes recién llegados están empezando a abrir conversaciones sobre este fenómeno.
Pero todavía se enseña poco en la esfera de profesionales de la salud mental que se forman en Occidente o casi no se comprende entre médicos y terapeutas. “Cuando estudiaba el posgrado, tomé una clase de terapia de duelo y no había nada que cubriera el duelo cultural en lo que estaba aprendiendo”, dijo Sahaj Kaur Kohli, quien obtuvo un título de maestría en Terapia Clínica de Salud Mental y creó Brown Girl Therapy, una cuenta de redes sociales que analiza las dificultades específicas de salud mental que experimentan las personas de color.
Este verano compartió en sus redes sociales que estaba pasando por un duelo cultural y dijo en una entrevista que esa publicación se había vuelto de las más populares en su cuenta, ya que decenas de personas se solidarizaron en los comentarios.
Kohli comentó: “Asumí que siempre iba a haber una parte de mí que se sentiría sola y aislada. Me sentiría avergonzada por no saber más sobre mi familia o mi historia. Pero cuando hablé de ello abiertamente en Brown Girl Therapy, me di cuenta de que, Dios mío, todos estamos pasando por esto en mayor o menor medida”.
Por qué el duelo cultural pasa inadvertido
Muchas veces, el duelo cultural puede manifestarse como una depresión amorfa o una ansiedad sin una causa evidente, lo cual, según los expertos, complica las cosas. Y cuanto más se asimila un inmigrante, más intenso puede ser el dolor por “la pérdida de las estructuras sociales familiares, los valores culturales y la identidad propia”, como lo describe Eisenbruch.
“Cuando los refugiados o inmigrantes venimos a Estados Unidos, sabemos que hemos perdido nuestro país, la comida, el idioma, todos esos objetos tan evidentes, pero de inmediato nos volcamos hacia la asimilación”, explicó Shinhee Han, psicoterapeuta en el centro de psicoterapia de The New School en la ciudad de Nueva York y coautora de “Racial Melancholia, Racial Dissociation”. “Pensamos: ‘No debo hablar con acento’ o ‘No debo oler a mi comida’, sin detenernos a pensar en las consecuencias de desprendernos de esas partes de la identidad”.
Es probable que la pandemia, que dificultó las reuniones familiares, haya intensificado esos sentimientos. “Las pérdidas incurridas con el paso del tiempo o entre generaciones se exacerbaron durante la pandemia porque, de manera repentina, ya no podíamos visitar a nuestras familias. Tengo pacientes que todavía no han podido ir a Hong Kong o a otras partes del mundo a ver a sus familiares”, comentó Han, y agregó: “Esas personas sentían una especie de melancolía y había un trasfondo de duelo”.
En el documento en el que consignó su investigación de 1991, Eisenbruch observó que una gran parte de la tristeza asociada con el duelo cultural surge de la incapacidad de completar ritos y rituales significativos, como las ceremonias de nacimiento o los entierros, en formas culturales específicas.
Paurvi Bhatt, una mujer de 56 años y ejecutiva de atención médica en Mineápolis, dijo que una de las partes más difíciles de perder a sus padres —quienes migraron de la India en la década de 1960— fue recrear los funerales como su familia lo habría hecho en casa. “Tenemos que esparcir las cenizas en el agua”, comentó. En Estados Unidos, eso es difícil de hacer porque hay que obtener un permiso para arrojar algo al agua, lo cual le impide llevar a cabo esa tradición hindú. ‘Me duelen los pies’
El hecho de que la gente de distintas culturas tienda a manifestar la tristeza de distintas maneras puede complicar aún más cómo buscan ayuda, agregó Kohli. Suele pasar que muchas personas no se sienten cómodas pidiendo ayuda, dados los estigmas culturales en torno a la salud mental.
“Cuando mi padre se siente rebasado por alguna situación, nunca lo reconoce; dice: ‘Me duelen los pies’. O mi madre dice: ‘Me duele la cabeza’. Nunca va a decir que se siente abrumada”, manifestó Kohli. “Y eso va a suceder en la consulta también y no existe ningún manual para un médico occidental que diga: ‘Aquí están los criterios para este tipo de dolor, así es como medicarlo, tratarlo, etc.’”.
Kohli sugiere buscar terapeutas que tengan un conocimiento más profundo de las diferentes manifestaciones culturales del duelo o de la ansiedad y la depresión. Durante la pandemia, cada vez más seguidores de Brown Girl Therapy se pusieron en contacto con ella para pedirle recomendaciones de terapeutas que entendieran su origen cultural, así que compiló una lista de nombres a la que se podía acceder desde su perfil de Instagram. También hay formas de afrontar la adversidad más allá de la terapia. Aunque puede ser diferente para cada persona, afrontar el duelo cultural suele implicar variaciones de dos cosas. La primera es redescubrir o reaprender la historia, la cultura y el propio ser, dice Han, y la segunda es encontrar y construir nuestra comunidad.
Por ejemplo, suele recomendarles a sus pacientes estadounidenses de origen asiático que lean libros de autores de su mismo origen o vean películas que representen sus diferentes culturas para que puedan ver reflejadas sus propias experiencias y sentirse menos solos en su duelo. Esto también ayuda a revivir aquello que tal vez se dejó de lado en el intento de asimilación, como la comida, el idioma o los aromas. Bhatt dice que sus padres se empeñaron en crear una comunidad a su alrededor. “Mi madre y yo organizábamos una jornada de puertas abiertas para el Diwali”, relató, refiriéndose al festival anual hindú de las luces de Año Nuevo. “Abríamos las puertas de nuestra casa, invitábamos a nuestros vecinos, todo el mundo podía venir. Eso se convirtió en una forma de sentirnos todos un poco más cerca”. Nataliya Pleshkova, quien huyó de Ucrania, con una fotografía de su abuela, tomada en 1937, para recordar su hogar, en Estes Park, Colorado, el 29 de septiembre de 2022. (Theo Stroomer/The New York Times). Nataliya Pleshkova, quien huyó de Ucrania, con su hija en su hogar en Estes Park, Colorado, el 29 de septiembre de 2022. (Theo Stroomer/The New York Times).