Cuando Robert Silva piensa en la educación como su gran vocación, cita dos ejemplos puntuales para graficarla. El primer recuerdo es de su infancia: cuando era niño y vivía en una zona rural de Tacuarembó, este hijo y nieto de maestras rurales se ponía a dibujar mientras su madre planificaba cómo aplicar su magisterio en el aula. Cuando alguien le preguntaba qué estaba haciendo, el niño Robert invariablemente contestaba: “¡Planificando!”. El segundo recuerdo es de su adultez: cuando vivió de cerca la reforma educativa de Germán Rama, en el segundo gobierno de Sanguinetti, y se convirtió en su mejor discípulo.
“El tipo [Rama] trabajaba 14 o 16 horas por día. Y trabajaba con algo que para mí es clave: trabajaba por la educación más allá de lo que vos votes, no le importaba tu filiación partidaria”, dijo Silva en julio de 2019 a la revista Noticias, cuando estaba en carrera para las elecciones nacionales como compañero de fórmula del colorado Ernesto Talvi.
Más de 25 años después de haber acompañado a Rama en aquella reforma educativa —tan denostada por el Frente Amplio y los sindicatos de la enseñanza—, hoy Silva se erige en el heredero de aquel espíritu reformador que tuvo su mentor. Pero, ¿quién es este profesor de 51 años que pretende mejorar los guarismos de la educación pública uruguaya? ¿Solo le interesa la educación o mira de reojo las elecciones del 2024 como potencial figura del histórico Partido Colorado?
El aprendiz de Rama
Robert Silva García se crio en una escuela rural de San Gregorio de Polanco, junto a su hermano Romin, su madre Martha y su abuela Eulalia, ambas maestras rurales. Los fines de semana, él y su hermano se trasladaban a Tacuarembó, la capital departamental, para ver a su padre, Neri, quien atendía un bar.
Al terminar el bachillerato en el Liceo departamental 1 de Tacuarembó, Robert quería mudarse a Montevideo para continuar sus estudios. Quería ser docente, como su madre. Pero su padre le aconsejó: “Eso lo podés estudiar acá. Si querés ir a la capital, seguí una carrera que no tengas acá en la zona”. Y Robert le hizo caso. Hizo casi 400 kilómetros para estudiar Derecho y, años después, se recibió de abogado. Fue el primer universitario de la familia.
Silva fue fundador del Foro Universitario, la versión universitaria del Foro Batllista que conducía Julio María Sanguinetti. Trabajó unos años como procurador y luego ingresó al INET (Instituto Nacional de Enseñanza Técnica) para ser profesor técnico en Administración. El título sería, por fin, la legitimación a su gran vocación.
Sandra Armingaud, quien hoy es su secretaria personal, lo conoció al promediar la década del 90, cuando ella acompañaba al consejero Jorge Carbonell. En 1996, las autoridades de la educación designaron a Silva como secretario general del ex Consejo de Secundaria. “En el equipo hacíamos trabajos técnicos en conjunto, y ahí lo conocí. De entrada, me impresionó lo joven que era para el cargo. Tenía 25 años y había quedado al frente del Consejo de Secundaria, en un país donde los jóvenes no suelen tener oportunidades como esa”, dijo.
En aquellas épocas, vio cómo el joven Robert aprendía rápidamente todo lo que hasta ese momento le era ajeno. “Fue impresionante ver cómo aprendía todo con una facilidad asombrosa. Se reunía con uno, se reunía con otro, se adaptó rápido a la dinámica del Consejo, y estuvo ahí hasta que Germán [Rama] se lo llevó como secretario general del Codicen, cuando Pedro Achard se fue a otro puesto”, contó en una sala del edificio de la ANEP (Administración Nacional de Educación Pública).
Este muchacho, que había visto el magisterio más artesanal de cerca en su madre y su abuela, ahora tenía pavada de profesor particular de magisterio: Germán Rama, el hombre señalado por el entonces presidente Sanguinetti para liderar la reforma educativa, imperiosa en los 90.
“Robert aprendió mucho de mucha gente, pero le gustaba la pasión que Rama le imprimía a aquello”, confesó su secretaria Sandra, quien trabajó con él en la segunda mitad de los 90 y volvió a acompañarlo en 2017. “Tomó de Germán la convicción de que había que cambiar, hacer algo diferente, porque no se podía seguir así… Un poco lo que está pasando ahora”, dijo.
Quien ofició de cazatalentos, de alguna forma, y descubrió a Robert Silva como una prometedora figura colorada con especial interés en la educación, fue el ex presidente Sanguinetti. “Yo lo conocía primero de la vida política, casi desde que era adolescente, y luego de la actividad universitaria, el Foro Universitario de la época, donde él fue muy activo. Por eso mismo se lo propuse a Rama, fue por el 95 cuando empezamos nuestro segundo gobierno”, dijo.
Cuando Robert tenía 13 años y empezaba el liceo, en 1984, recuerda haber ido a Tacuarembó a recibir a la fórmula Sanguinetti-Tarigo, que estaba de gira por el norte. Él repite que sus padres Neri y Martha eran batllistas, por lo que fue colorado “primero por herencia, y luego por convicción”.
“¿Qué vi en Robert Silva? Me parecía que en la educación, en Secundaria, se precisaba una figura como él. Creo que ahí daba clases de Formación Cívica en Secundaria. Vi que era una persona inteligente, capaz, equilibrada, que podía tener futuro. Yo lo propuse, y luego él siguió su derrotero”, agregó el actual secretario general del Partido Colorado.
En esa entrevista de 2019, Silva dijo que haber trabajado al lado de Germán Rama es uno de los grandes orgullos profesionales de su vida. Más recientemente, el 6 de setiembre pasado, en La entrevista de 970 Noticias, recordó aquellos años en que la izquierda y los sindicatos pretendían obstaculizar como fuera los cambios en educación: “Decían que Rama era una tecnócrata que venía a privatizar la educación y a trabajar por mandado del BID y el Banco Mundial. A la reforma de Rama la trancaron, la hostigaron, y luego la destruyeron a partir de 2006, cuando fue una reforma que potenció fuertemente la educación pública”, dijo.
Y continuó. “No dejaban entrar las bandejas con comida para los escolares, le pusieron vidrios a algunas de ellas. No querían los Centros Regionales de Profesores [Cerp], que en 2008 los fulminaron”. Y como en la actualidad, el escenario parece un déjà vu de aquella época, Silva contraatacó: “Le digo a la gente que si vamos a hacerle caso a esos discursos, a esos escenarios catastróficos hipotéticos, a esa atribución de oscuras intencionalidades, vamos a seguir teniendo una educación que no logra cambiar, que está estancada. Y mientras, son miles los que no logran terminar el liceo, pasan a engrosar los cinturones de pobreza o pasan a integrar bandas delictivas. Esa es la verdad, guste o no, porque la educación es la herramienta fundamental para la efectiva integración social”.
Su secretaria, Sandra Armingaud, entiende que con el paso de los años se terminaron valorando las cosas buenas que dejó la reforma de Rama, como las escuelas de tiempo completo o el horario extendido en Secundaria, donde se pasó a tener más minutos por clase. “Robert incorporó de Germán la habilidad para armar equipos y dejar trabajar, saber delegar. No tenía buena comunicación hacia el exterior, lo que complicó un poco la reforma, desde mi punto de vista”, opinó.
“Germán se relacionaba muy bien y dejaba hacer, pero no se comunicaba bien hacia afuera. Robert también es un jefe muy exigente, pero es comprensivo y muy humano. Jamás te va a juzgar si te equivocás, lo que no le gusta es que no se cumpla. Todo eso él lo vivió junto a Rama, con esa pasión y esas ganas de mejorar la educación”, afirmó.
De las diferencias a una sociedad
Pablo da Silveira y Robert Silva se conocen hace más de 20 años. Empezaron a cruzarse en seminarios y paneles para discutir sobre educación. Y aunque suene curioso, solían chocar. Uno blanco, el otro colorado, solían discrepar en sus visiones sobre la enseñanza pública. Silva era un gran defensor de la reforma de Rama y Da Silveira había sido muy crítico con ella. Por eso mismo solían invitarlos juntos a cuanto conversatorio hubiera en la vuelta, para que debatieran en público.
“A partir de ahí fuimos generando una relación personal, de simpatía, de comprensión de los puntos de vista del otro, y desde entonces hasta hoy tenemos acumulados centenares o miles de horas de charlas sobre temas educativos”, contó el ministro de Educación y Cultura.
Primero se encontraban en los debates mencionados, y luego fueron invitándose a tomar mate o almorzar, para continuar las charlas sobre el tema que a ambos apasionaba: la educación. “Fuimos construyendo una visión común, un conjunto de ideas compartidas acerca de lo que era necesario hacer. Eso hace que entre nosotros haya un vínculo de confianza personal, de afecto, de convergencia de puntos de vista, que empezó con posiciones diferentes hace muchos años”, agregó el secretario de Estado.
Con el triunfo de la coalición que lidera Lacalle Pou, fue el Partido Colorado el que propuso su nombre para presidir el Codicen. Da Silveira se limitó a convencer a sus pares del Partido Nacional de que el nombre estaba bien elegido. Silva era el indicado para liderar la reforma educativa. “Es un hombre comprometido con la educación desde siempre. Vivió en el seno de su familia lo que significa el ejercicio del oficio, los esfuerzos que hacen los docentes para sacar adelante a sus alumnos. Luego se capacitó mucho, tiene mucha experiencia”, argumentó Da Silveira.
Sanguinetti complementó: “Es la persona indicada, primero porque conoce la administración, la conoce de adentro. Y también fue consejero del Codicen, electo por los docentes, con lo cual adquirió allí una visión cercana de las necesidades del sistema educativo, de sus debilidades y fragilidades”, dijo.
“Él siempre tuvo una idea de cambios imprescindibles. No es fácil ese cargo, porque por un lado hay que tener el conocimiento y la experiencia en lo posible, para que el medio lo respete. Pero además de esas condiciones técnicas, hay que tener condiciones de carácter político en un sentido amplio, porque toda actitud de cambio en el sistema educativo es conflictiva”, añadió el dos veces presidente de la República.
Sanguinetti y Da Silveira coinciden, por separado, en señalar lo “conservadores” que son los sindicatos de la educación, cuando las autoridades amagan con instrumentar cambios. “Los gremios son extraordinariamente conservadores, y el rechazo al cambio es casi la norma. Por eso hay que tener condiciones particulares para el cargo”, opina el líder colorado.
Da Silveira, en tanto, cree que Robert Silva “tiene vocación transformadora, en un país donde muchos de los que se interesan en la educación son tremendamente conservadores, y se escandalizan ante la idea de cambiar algo. Me impresiona que en el debate educativo se acusa al otro de querer cambiar las cosas, como si cambiar fuera un crimen, cuando cambiar es lo que hay que hacer”, sentenció el ministro.
Esta visión también la comparte el técnico Héctor Bouzón, director ejecutivo de Gestión Institucional de ANEP. Gestión Institucional es el área que se ocupa de la infraestructura, la informática, la gestión humana y el presupuesto de la institución. Por eso, Bouzón es como un gerente general de ANEP. De filiación frenteamplista, ya se había desempeñado en administraciones de izquierda, y en este gobierno fue llamado por designación directa por su conocimiento de la institución y la logística.
Bouzón también cree que la pobre situación de la educación ameritaba un modelo de conducción alternativo. “En el diseño de la reforma yo no tengo nada que ver. Yo estoy para que los sistemas informáticos funcionen y que los centros educativos tengan personal. Pero como ciudadano preocupado por la educación, creo que había que hacer un cambio. Por eso participé de EDUy21 —donde llegué a ver a Robert— y desde mi lugar trato de contribuir para que las cosas mejoren. Si este es el cambio correcto o no, no lo sé. Pero había que hacer un cambio”, opinó.
Cómo es el reformador
Si Rama trabajaba entre 14 y 16 horas por día, como dijo Robert Silva, él mismo parece haberle copiado la receta para encarar otra reforma educativa. Según confirmaron fuentes allegadas al presidente del Codicen, es un adicto al trabajo que nunca se va a su casa antes de las 20. Más bien lo hace cerca de la medianoche.
“Trabaja todo el tiempo, está todo el tiempo conectado. Trabaja muchísimas horas, y su agenda está siempre saturada. Hoy no trabaja solo en su oficina. Lo hace en su casa, lo hace por WhatsApp. ¡Ni los fines de semana se desconecta! Es una persona que dedica todo el tiempo de su día a trabajar”, dijo su secretaria.
Para sobrellevar sus largas jornadas laborales no apela al café, sino al mate. Va con su matera a todos lados, a veces llega a la oficina tomando mate y lo vuelve a preparar en la tarde. Casi nunca sale a almorzar afuera: apela al tupper que le manda su esposa Ana (comida balanceada, muchas veces con algo de carne) o pide algún delivery, que le alcanzan hasta el tercer piso del edificio de la ANEP.
“¿Un break en el día? No, no… Te almuerza en plena reunión igual. Ningún break. No baja la cortina y se toma un tiempo para comer. Y además es familiero, si estamos en una reunión y llama alguien de su familia, los atiende. La familia está primero”, contó Héctor Bouzón, director de Gestión Institucional. “Eso sí, muchas veces es el último en irse. Puede comenzar el día con una reunión o dando una nota periodística, y hasta la noche no se va”.
En sus días libres, le gusta recibir amigos en su casa y oficia de asador. “¡Es un gran asador! Y hace unos chivitos espectaculares: los mejores de Montevideo y adyacencias”, lo promociona Sandra Armingaud.
Tacuaremboense orgulloso, no es un gran amante del fútbol y no le tira ninguna de las camisetas de los grandes. En su oficina luce un banderín del Tacuarembó Fútbol Club, la institución que aúna a todo el departamento y que alguna vez brilló con los tranques de Amaranto Abascal y los goles de Aldo Díaz.
Para días de relax, el fin de semana, su refugio es el balneario Cuchilla Alta, a donde va con su familia. Si bien todos los consultados lo definen como “un trabajador incansable”, siempre se hace tiempo para sus hijos Bruno (21), estudiante de abogacía, y Agustina (14), en segundo año de liceo. Wikipedia menciona un tercer hijo: Joaquín. Sus allegados cuentan que fue un hijo que la pareja perdió cuando era apenas un bebé, de púrpura fulminante.
Silva evita hablar de la pérdida prematura de ese bebé, y cuando lo recuerda, se le empañan los ojos. Cuando el velorio de la criatura, el líder Sanguinetti se le acercó y le dijo: “Cosas como estas destruyen una familia, o la pueden unir para siempre”. “A nosotros nos unió”, le ha confiado Robert a sus amigos.
Cuando Robert Silva se toma un fin de semana en Cuchilla Alta, el búnker familiar, suele bajar a la playa a pasear a su perro. Pero siempre lleva el celular, y trabaja también en su casa de la costa. No sigue ninguna serie (“no tiene tiempo”) ni mira películas. Lee, “estudia” siempre cosas vinculadas a la educación, o lee sobre historia, el otro tema que le apasiona.
Precisamente, estaba en Cuchilla cuando le avisaron que la fachada de su casa en La Comercial había aparecido con grafitis agresivos. El sábado 20 de agosto, su hogar amaneció con pintadas hechas con aerosoles que decían: “La educación es del pueblo” y “Robo Silva CNTRL+C CNTRL+V”. Se subió a su auto y se vino de inmediato a Montevideo. Dicen allegados a la familia que quien más sufrió el hecho fue su esposa, Ana. Su hija Agustina, estudiante liceal, fue quien tomó la iniciativa de limpiar la fachada y, entre todos, lo hicieron.
“Lo peor es que sufra la familia. Atemorizar es lo que pretende un accionar así. Fue un impacto, porque no estamos acostumbrados. Es un comportamiento que procura amedrentar, es decir: ‘Sabemos dónde vivís’. Y además, tiene una raíz totalitaria, que no es propia de nuestro país”, opinó Robert Silva en 970 Universal con este periodista.
Unos días después, el jueves 1° de setiembre, Silva fue víctima de otro episodio de violencia, cuando al salir de una reunión con vecinos en el Cerro para explicar el contenido de la reforma educativa, un manifestante le arrojó un objeto contundente a la camioneta donde iba el titular de la ANEP y rompió un vidrio del vehículo.
“Esa charla en el Cerro hubiese pasado sin pena ni gloria, como hubo otras charlas ‘Cara a cara’, como las llamamos. Hicimos una en La Unión, otra en Colón, un evento en el Club Español, y varias charlas en el interior del país, donde participaron los sindicatos con sus manifestaciones, pero de forma pacífica, sin el intento patoteril de querer ingresar con palos y banderas”, sostuvo Silva.
Tanto Sandra Armingaud como Héctor Bouzón coincidieron en que al otro día de los episodios de violencia sufridos, no notaron al jerarca afligido o perturbado por lo ocurrido. “Su actitud fue: ‘Esto pasó, es triste, porque toca la familia, que es lo más sagrado, pero ya pasó. Hay que seguir’. No se quedó empantanado en eso”, dijo su secretaria personal. “Yo lo vi bien a él. Y eso deriva en el convencimiento de que lo que se está haciendo”, apuntó el segundo.
Sanguinetti concuerda: “El ataque del que fue víctima es lamentable desde el punto de vista de la vida democrática. Ahí él demostró su capacidad para el ejercicio del cargo. Primero, porque no lo llevó a hacer ningún cambio en sus propuestas, y además, ha tenido la templanza para que esas agresiones no lo arrastren a una actitud de exaltación, sino todo lo contrario, apeló siempre a la comprensión y al diálogo”.
Días después de esos episodios, Silva viajó a San José para continuar explicando los pormenores de la reforma. Al salir se topó con varios grupos de sindicalistas que protestaban con pancartas que decían “La educación del pueblo no se vende, se defiende”. Silva cruzó la calle, saludó a cada uno con la mano y se acercó al dirigente de Fenapes, Marcel Slamovitz. “Las diferencias, con respeto, ningún problema. Lástima que no entraron [a la reunión] a plantear las cosas”, les dijo.
Robert, el político
Al otro día del episodio del Cerro, dirigentes frentistas comenzaron a especular con que Robert Silva estaba teniendo un perfil más alto, en procura de irse consolidando como figura política de cara a las próximas elecciones. “Tiene pinta de eso; parece una campaña personal más que otra cosa, pero será la gente la que juzgue este tipo de cuestiones”, dijo el senador del FA (y profesor), José Carlos Mahía.
Por su parte, el diputado frentista Sebastián Valdomir eligió comparar a Silva con Rama, y también sostuvo que el titular de la ANEP estaba ya en campaña. El 6 de setiembre, Valdomir escribió un hilo en Twitter: “Allá por inicios de julio del 96, el segundo (y último, por suerte) gobierno de Sanguinetti se le ocurrió mandar en la rendición de cuentas 5 tomos de anexo con la ‘Reforma Educativa’: cero discusión, cero participación, cero diálogo con estudiantes. El resultado fue el conocido: motivó el mayor movimiento social de resistencia en la segunda mitad de la década de los 90. Sanguinetti tuvo que adelantar su venida de Santiago de Chile porque había más de 50 centros ocupados”.
“¿Qué diferencias hay entre Rama y Robert Silva?”, se preguntó el diputado del MPP. “Rama fue de los que más investigó sobre la sociedad uruguaya. Tenía poca experiencia política y fracasó en su reforma. Robert Silva… quiere ser candidato a presidente nomás. Y está haciendo lo mismo: una reforma con cero participación”.
El profesor Silva le contestó en La entrevista de 970 Noticias. “Es un modus operandi que han tenido en otras circunstancias. Primero, personalizan a alguien como el responsable de absolutamente todo. Luego le atribuyen intencionalidades políticas, bajo un discurso que no es cierto: que hay recorte, que no hay participación, un discurso de ‘privatización’ o ‘mercantilización’ de la educación”, dijo.
“Todo ese relato lo hicieron primero los sindicatos, ahora lo toman otros actores. Las oscuras intenciones son querer ser candidato en las próximas elecciones. Pretenden con eso deslegitimar el proceso de transformación que estamos llevando adelante. ¿Qué pretenden generar (y ojalá no lo logren)? Decir: ‘Todo esto que se está haciendo no es por el bien de la educación, es porque Fulano quiere ser candidato’”, agregó.
Sanguinetti salió al cruce de los legisladores del Frente Amplio. “Que desde la oposición digan que es porque Silva se está perfilando es halagador, porque quiere decir que hay gente que está percibiendo que es una gestión exitosa. Si no, nadie estaría hablando de eso, ¿no? De ahí a caer en que se está montando una campaña… La oposición lo dice para dificultar su gestión”, añadió el veterano líder del partido, para quien todavía no es momento de hablar de candidaturas a la interna colorada.
Vale recordar que Silva, como titular de ANEP, está inhibido por ley de hacer política partidaria. Venía de la educación y de un fuerte compromiso con el think tank EdUy21 cuando el precandidato colorado Ernesto Talvi lo eligió como su compañero de fórmula de cara a las elecciones de 2019.
Una voz política de relevancia confió: “Cuando Sanguinetti no soñaba con ser candidato y aparece el fenómeno Talvi, es el propio Sanguinetti el que le propone a Robert acercarse a Ernesto para orientarlo y darle conexión con el Partido Colorado, porque Talvi venía de afuera, del mundo académico. Por eso terminó ahí, en la fórmula. Cuando después Sanguinetti decide dar el paso de competir en la interna, Robert Silva ya estaba con Talvi y no se iba a ir. Y Sanguinetti estuvo de acuerdo”.
La misma fuente contó que la relación de Silva con Talvi no fue buena, la campaña “fue un suplicio” y cuando Talvi abandonó la política, ellos “no terminaron nada bien”. Silva sigue siendo una pieza del sanguinettismo, y tiene diálogo frecuente con el líder colorado. “Hablamos de los proyectos, de las acciones a realizar. Pero ni él me pide consejos, ni yo se los doy”, dijo el propio Sanguinetti.
Su secretaria personal dice que hoy su jefe solo piensa en llevar adelante la reforma educativa, y no piensa en las elecciones de 2024. “Te diría que nada de lo que hace es pensando en eso. Él se preparó, estudió, se metió de cabeza en hacer cumplir la reforma. Su pasión es esto. Ya llegar a estar en el lugar en el que estuvo Germán [Rama] es un reto, un desafío, para él”.
Le han preguntado al propio Silva si está perfilándose como precandidato, y Sandra cree que eso lo pone “incómodo”. “Es como invertir la carga de la prueba: tiene que demostrar que es inocente, parece”.
Él insiste en negar proselitismo alguno: “No hay nada peor que se le pueda hacer a la reforma educativa que teñirla con el debate político-electoral. Esa es la mejor manera de hacer que todo esto fracase”, ha dicho.
Por estos días, las manifestaciones en contra de la reforma educativa merecen un espacio diario en todos los noticieros: marchas, movilizaciones con pancartas y cánticos y ocupaciones de centros educativos se han convertido en expresiones rutinarias.
Cuando, la semana pasada, la ANEP presentó el nuevo plan de estudios a implementarse en 2023 (que irá hasta noveno grado, en un marco curricular común, con asignaturas nuevas), 1.200 profesores de Física y Química firmaron una carta pidiendo que se revea el plan y se revise la carga horaria de Ciencias Físicas, algo soslayada para los docentes firmantes.
Pero lo que parecen grandes problemas, no lo son para Robert Silva García. Un funcionario que trabaja muy cerca de él lo ilustra con esta anécdota: “Cuando estábamos en plena pandemia, se tomaron decisiones complejas y siempre en base a los parámetros del MSP. Pero hubo momentos complicados. En una de esas jornadas largas, ya era de noche, le hablé a Robert de un asunto administrativo, que no viene al caso, pero que en ese momento parecía complejo. ‘Pah, qué problema, Robert’, le dije. Y él me respondió: ‘No, es un inconveniente al que le encontraremos una solución, no es un problema’”.
La charla derivó en cosas de la vida, hasta que le contó que hacía unos años había perdido un hijo. “Eso es un problema”, lo aleccionó Robert Silva. La moraleja no precisa mayores explicaciones.