Corea del Norte retomó el domingo los ensayos de armas al disparar un misil balístico que, por sus características, podría ser un proyectil de alcance intermedio, lo que apunta a que el régimen está volviendo a testar activos con un rango destacable.

"Nuestro ejército detectó un proyectil que se cree que es un misil balístico lanzado hacia el mar del Este (nombre que recibe en las dos Corea el mar de Japón) desde las cercanías de Sunan en torno a las 7:52 horas de hoy (19:52 del sábado en Uruguay)", explicó el Estado Mayor Conjunto (JCS) surcoreano en un comunicado publicado tras el ensayo.

Sunan, distrito del noroeste de Pionyang, alberga el aeropuerto internacional de la urbe y ha sido utilizado en otras ocasiones para realizar pruebas armamentísticas.

El JCS también detalló que calcula "que el rango de vuelo del misil fue de unos 300 kilómetros y la altura alcanzada de 620 kilómetros", estimaciones que están en línea con las expuestas también por el Gobierno japonés, que indicó que el misil cayó en aguas fuera de la Zona Económica Exclusiva (EEZ) japonesa.

Estas características podrían corresponder a un misil balístico de alcance intermedio (IRBM) lanzado en un ángulo muy abierto para trazar una parábola muy pronunciada.

Pionyang ya disparó el pasado 31 de enero un IRBM que mostró unos datos de vuelo similares y que supuso el arma de mayor rango testada por el régimen desde 2017.

Si se trata efectivamente de un IRBM esto apuntaría a que el régimen de Kim Jong-un, tras un lapso sin test que coincidió con los Juegos de Invierno de Pekín, ha decidido testar proyectiles de mayor calado en comparación con el tipo de armas —principalmente de tipo táctico— que ha venido probando desde el fracaso de la cumbre sobre desnuclearización de Hanói de 2019.

Eso no quita para que, pese a su menor alcance, los proyectiles con los que Corea del Norte ha ensayado en el último trienio hayan ganado en sofisticación, lo que hace que sean más difíciles de identificar y probablemente de interceptar para los países del entorno.

Pero ante todo, preocupa ahora que Pionyang pueda apostar por elevar la tensión regional probando armas capaces de alcanzar, por ejemplo, las bases estadounidenses en la isla de Guam, puesto que, además de realizar un número récord de ensayos de misiles en enero (siete), el régimen sugirió tras el Año Nuevo que podría acabar con su moratoria autoimpuesta en este terreno.

Ese veto, en vigor tras la primera cumbre que protagonizaron en 2018 el líder Kim Jong-un y el entonces presidente estadounidense Donald Trump, afecta al lanzamiento de misiles de largo alcance y a las detonaciones subterráneas de bombas nucleares.

Algunos expertos creen que Pionyang puede optar por tensar de nuevo la cuerda con Estados Unidos (EE. UU.) para tratar de lograr una posición más ventajosa en un hipotético retorno al diálogo, cuyo reinicio Washington lleva proponiendo desde la llegada al poder de Joe Biden.

Otros creen en cambio que, en un momento en el que Corea del Norte sigue totalmente aislada por la pandemia y sin intención de importar vacunas, el retorno a la mesa de diálogo es una posibilidad que ni contempla el régimen, que solo estaría tratando de normalizar sus pruebas de proyectiles a ojos de la comunidad internacional.

En todo caso, el lanzamiento, que llega apenas 10 días antes de las elecciones presidenciales en Corea del Sur, ha llevado a Seúl a convocar hoy una reunión del Consejo de Seguridad Nacional (NSC).

Los miembros del NSC "expresaron su honda preocupación y lamentaron el lanzamiento realizado hoy por Corea del Norte pese al hecho de que la República de Corea (nombre oficial de Corea del Sur) y EE. UU. han realizado esfuerzos conjuntos para alcanzar una solución diplomática", según un escrito emitido tras la junta.

A su vez, el Comando del Indo-Pacífico estadounidense condenó el ensayo e instó a Corea del Norte a dejar de llevar a cabo "actos desestabilizadores".

Con base en EFE