Por The New York Times | Choe Sang-Hun and Pablo Robles

SEÚL, Corea del Sur — Cuando Kim Jong-un, el líder de Corea del Norte, ascendió al poder hace más de una década, formuló las dos mismas promesas que su familia ha hecho desde que fundó el país en 1948: fortalecer el ejército y mejorar la economía.

En el frente militar, Kim, de 38 años, ha producido más que su padre y su abuelo, quienes gobernaron antes que él, acelerando en el país los programas de desarrollo nuclear y de misiles.

En el frente económico ha tenido problemas porque Corea del Norte era un país aislado, y su situación empeoró después de años de sanciones internacionales que se aplicaron en respuesta a su programa nuclear; después ocurrió el cierre de fronteras desde la pandemia de coronavirus.

Ahora que su comercio con el mundo exterior quedó devastado, Corea del Norte lucha por acumular dólares estadounidenses y otras monedas fuertes, no solo para alimentar a su gente, sino también para financiar las ambiciones militares y económicas de Kim. Además, contrabandea carbón y roba criptomonedas. También está tratando de sacarle todo el dinero al público, vendiendo teléfonos inteligentes y otros productos importados a la clase adinerada, así como recaudando donaciones de “lealtad” a cambio de favores políticos.

Las tiendas estatales son una pieza fundamental. Los clientes pueden usar dólares estadounidenses para pagar marcas internacionales de fideos instantáneos, desodorantes, pañales y champú, mientras que el cambio se devuelve en won, la moneda oficial del país.

Tales transacciones y otras actividades ilícitas le han permitido a Kim mantener el flujo de dólares estadounidenses en sus arcas, lo que le ha dado los medios para expandir el arsenal y las capacidades del país, incluida la prueba de un nuevo misil balístico intercontinental este mes.

Corea del Norte ahora está disparando misiles a un ritmo acelerado, a veces a diario. Washington, Seúl y Tokio han advertido que Kim pronto podría realizar una prueba nuclear, la primera desde 2017. Ascenso al poder

El 15 de abril de 2012, Kim reunió a una gran multitud en Pionyang para pronunciar su primer discurso público como líder de Corea del Norte. Dijo que guiaría al país a través de cualquier obstáculo o desafío hacia la prosperidad, pero dejó en claro que su primera prioridad sería “fortalecer al Ejército Popular en todos los sentidos”.

Mientras persigue sus objetivos duales, ha utilizado una mezcla de propaganda y terror, purgando o ejecutando a cualquiera que se interponga en su camino, mientras se presenta en los medios de comunicación estatales como un líder “amante de la gente”. Ha hecho que el gobierno sea relativamente menos opaco, pronunciando discursos frecuentes y tomando decisiones a través de amplias reuniones del partido. Kim incluso se disculpó por sus defectos, dejando de lado el mito de un líder divino e impecable.

Pero Kim también sabía que solo se podría lograr un avance real para su país a través de negociaciones con Estados Unidos, país que lideró el impulso de las sanciones internacionales. Cuando conoció a Donald Trump en 2018, se convirtió en el primer líder norcoreano en celebrar una cumbre con un presidente estadounidense. Un arsenal en expansión

Aunque Corea del Norte ha pasado décadas desarrollando sus armas, Kim puede atribuirse la mayor parte de los avances en esta área. Durante su gobierno, el país se convirtió en el primer adversario de Estados Unidos desde la Guerra Fría en probar un misil balístico intercontinental y lo que dijo que era una bomba de hidrógeno. Cuatro de las seis pruebas nucleares subterráneas del país ocurrieron bajo su gobierno.

En 2017, Corea del Norte realizó su primer lanzamiento de prueba exitoso de un misil balístico intercontinental (ICBM, por su sigla en inglés), el Hwasong-15, que Kim dijo que era capaz de alcanzar a los Estados Unidos con una gran ojiva nuclear. Desde que colapsó su diplomacia con Trump, se ha centrado en hacer que su arsenal sea más diverso y sofisticado, revelando y luego probando una serie de nuevas armas, desde un ICBM de última generación, el Hwasong-17, hasta misiles de corto alcance con capacidad nuclear.

En enero de 2021, en un congreso del partido, Kim ordenó a su gobierno construir “ojivas nucleares supergrandes” y hacer “armas nucleares más pequeñas, livianas y tácticas”. Kim ha pedido que se desarrollen misiles hipersónicos, misiles balísticos intercontinentales que puedan lanzarse desde submarinos, submarinos de propulsión nuclear y satélites espía. En abril, prometió expandir sus fuerzas nucleares “a la mayor velocidad posible”.

Aunque algunas pruebas recientes del ICBM han fallado, se cree que Corea del Norte tiene suficiente plutonio y uranio enriquecido para producir de 45 a 55 armas nucleares y es posible que ya haya ensamblado de 20 a 30 ojivas, según una estimación del Proyecto de Información Nuclear de la Federación de científicos estadounidenses. Kim parece haber llegado a la conclusión de que cumplir su promesa de poderío militar es su mejor esperanza de ganancias económicas, al intercambiar parte de su arsenal por el alivio de las sanciones. El reciente torrente de pruebas de misiles, dicen los analistas, fue parte de su intento por hacer alarde de su creciente amenaza y llevar a Washington de regreso a la mesa de negociaciones. La ruta del dinero

Para cumplir sus promesas, Kim necesita dinero con urgencia. Él le dijo al parlamento en septiembre que la tarea más importante del gobierno era resolver el problema del nivel de vida de la gente. Las pruebas de misiles este año le costaron a Corea del Norte cientos de millones de dólares, según estimaciones de investigadores surcoreanos y estadounidenses.

Ya no le quedan muchas opciones. El déficit comercial combinado del país (la brecha entre los bienes y servicios que importa y la cantidad que exporta) ascendió a un estimado de 8300 millones de dólares entre 2017 y 2021. Incluso teniendo en cuenta el contrabando de carbón, la venta de derechos de pesca, el robo de criptomonedas y otras actividades ilícitas, el déficit comercial aún podría ascender a por lo menos 1900 millones de dólares, según investigadores del Instituto para la Estrategia de Seguridad Nacional, un laboratorio de ideas vinculado al Servicio de Inteligencia Nacional de Corea del Sur. Para atraer a los derrochadores que tienen ahorros en moneda extranjera, los grandes almacenes están llenos de productos importados, entre ellos relojes de pulsera Rolex y Tissot, cámaras digitales Sony y Canon, así como cosméticos Dior y Lancôme, todos artículos de lujo prohibidos por las sanciones de las Naciones Unidas.

Vender teléfonos celulares y tiempo de conexión también se ha convertido en un negocio lucrativo para el régimen de Kim. Se cree que más de 1 de cada 5 norcoreanos tiene teléfonos móviles.

Una variedad de teléfonos celulares, ensamblados en Corea del Norte con componentes importados de China, está a la venta y son promocionados en la televisión estatal. Llevan diccionarios preinstalados y propaganda estatal, pero también ofrecen aplicaciones para navegar en el tráfico y juegos, incluidas unas versiones no oficiales de Super Mario y Angry Birds, e incluso una aplicación que promete repeler mosquitos con sonido. Cuando Kim Jong-un, el líder de Corea del Norte, ascendió al poder hace más de una década, hizo las dos mismas promesas que su familia ha hecho desde que fundó el país en 1948: fortalecer el ejército y mejorar la economía