El Consejo de la Nación Charrúa (Conacha) nació en junio de 2005 por la necesidad de agrupar a pequeñas asociaciones, agrupaciones y organizaciones que ya trabajaban por la reivindicación de las raíces indígenas en Uruguay.
En junio de este año se estrenó el documental "El país sin indios" dirigido por Nicolás Soto y Leonardo Rodríguez, que aborda esta temática a través de la historia de Roberto y Mónica, dos descendientes de charrúas que vuelven la mirada hacia la historia para buscar su identidad en una sociedad que les niega su origen.
Mónica Michelena milita por esta causa desde 1989. En diálogo con Montevideo Portal, la activista y asesora en Asuntos Indígenas del Ministerio de Relaciones Exteriores, explicó que la idea de realizar la película surgió por la necesidad de Conacha de hacer llegar a la sociedad sus reivindicaciones de forma "más efectiva" que a través de discursos o acciones de otro tipo.
Michelena afirma que la causa indígena ha pasado por diferentes etapas: "Cuando el movimiento comenzó, solamente teníamos reivindicaciones de la memoria histórica, era una lucha memorial por Salsipuedes, por correr el velo para que se cuente la verdadera historia del genocidio".
En esta etapa, durante la década de los noventa, "había más visibilización", señala. Sin embargo, sostiene que una vez conformado el Conacha, desde 2005, el movimiento tomó un tenor político que le "cerró las puertas" en los medios de comunicación, la opinión pública y el Estado.
"Sentimos que la sociedad nos rechaza porque cree que estamos demandando algo que no nos corresponde", apunta la también profesora de matemática.
"El tema indígena en Uruguay rompe demasiados esquemas, rompe con los fundamentos de lo que es la nación uruguaya y cómo se concibe nuestra identidad. Resquebraja la ideología fundacional del país que es ‘Uruguay, país sin indios' y a la sociedad le cuesta acostumbrarse a algo totalmente nuevo", explica Michelena.
"Para los demás, nosotros salimos de abajo de las piedras, como que empezamos a brotar, y es algo incomprensible", expresa.
El primer reclamo de los activistas indígenas es el reconocimiento de que hay población india en Uruguay y que se la reconozca como tal, como el pueblo charrúa. Para esto, piden que se realice un estudio sociodemográfico profundo sobre la población con ascendencia indígena. En segundo lugar, el reconocimiento de la matanza del Salsipuedes como genocidio.
"El Estado debería hacer una reparación histórica respecto del genocidio y del ocultamiento, una reparación simbólica. Nosotros no exigimos dinero, exigimos una reparación a través de la educación y a través de los discursos oficiales", señala Michelena.
En este sentido, en abril del año que viene solicitarán que Salsipuedes sea nombrado Sitio de Memoria por ley y que a partir de esto se investigue el paradero de los restos de los indios asesinados en ese episodio, que fueron alrededor de 50, y los restos en sí para conocer más sobre el linaje charrúa. Hasta ahora no se ha encontrado ninguno.
"Se tiene que reconocer que hubo sobrevivientes y que a esos sobrevivientes no se los dejó practicar su lengua, su cosmovisión, su cultura. Y ahí fue que nos desperdigaron, nos desmembraron como pueblo. Y ahora estamos reencontrándonos".
¿A quién le sirve el discurso "Uruguay, país sin indios"?
"No solo nos dicen que no quedó linaje charrúa, nos dicen que no quedó linaje indígena: ni charrúa ni guaraní. Ese discurso le sirvió en su época a los gobernantes, empezando por el gobierno de Rivera", explica Michelena. Pero ese discurso se transmitió sobre todo mediante la educación formal, de generación en generación.
"Para Varela, si bien reconoce la presencia indígena en Uruguay, el deber de la escuela era la homogeneización y cortar con todo lo que en ese momento era la barbarie, lo atrasado, las supersticiones, las creencias en el mundo rural y en todo lo que eran los saberes populares. Que llegara el iluminismo de la época y la razón. Y los indígenas eran parte de ese mundo rural que se pretendía acabar".
"Así fue que se produjo ese ocultamiento o silenciamiento de nuestra identidad nacional", relata la asesora del MRREE.
Asimismo, expresa que este discurso le sirve también "a un país que se concibe europeo". Llegado este punto, Michelena manifiesta su preocupación por algunos mensajes políticos vertidos durante la campaña política de este año, como los del candidato colorado Ernesto Talvi, quien ha expresado reiteradas veces su idea de volver a hacer de Uruguay "un país modelo" con los ojos puestos en Europa.
"Así se formó Uruguay, con la mentalidad de Talvi", señala Michelena, y agrega con pesar que los gobiernos progresistas "habían dado algunos pasos para empezar a mirar hacia adentro, hacia América Latina". "Antes Uruguay era ‘la excepción', la ‘Suiza de América', siempre mirando a Europa. Por eso este tipo de mensajes son un atraso, volver atrás, a una forma racista de exclusión de nuestras verdaderas raíces indoamericanas".
Romper el mito es un trabajo lento
-¿Hay un componente racista en este discurso?
- Sí. El racismo estructural tiene diferentes formas: una es la educación y la transmisión de generación en generación. Los mismos indígenas descendientes tenemos un "autoracismo". Salsipuedes fue un corte, un silencio en la memoria de nuestro pueblo. No quiere decir que no haya habido una continuidad histórica, porque hubo 300 o más sobrevivientes, pero en esa continuidad histórica, en la que los charrúas se hicieron gauchos, hubo un silenciamiento como estrategia de sobrevivencia. Esto implicó no contar a los hijos o a los nietos sus raíces indígenas. El autoracismo y la autoexclusión fue una estrategia de sobrevivencia. Es muy difícil, es como no mirarnos al espejo, como cuando uno se mira y no se ve a sí mismo tal cual es. A uno le enseñan desde chiquito a mirarse europeo, a mirarse blanco, aunque no lo sea.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, la población actual con ascendencia indígena en nuestro país es de cerca del 5% y 2,4% de los uruguayos se identifica como indígena. "No es un dato menor, porque para nosotros es mucha gente comparado con los que estamos organizados, que somos 600 personas más o menos entre Conacha y otras organizaciones", explicó Michelena.
"Casi todos nosotros venimos de las estancias, si no es por madre, abuela, abuelo o padre, todos venimos de alguien que trabajó en las instancias y esa condición, que se va pasando también de generación en generación, es la realidad del mundo rural, que impide salir de la exclusión y la determinación social. Estamos en condiciones de exclusión y de pobreza, aunque parece no ser tanto como la de la población afro", añadió, "pero tampoco estamos al mismo nivel que los de ascendencia blanca".
A nivel gubernamental también perciben poca voluntad. "Uruguay ha dado algunos pasos hacia la ratificación del convenio internacional (el 169 de la OIT sobre los pueblos indígenas y tribales), pero el Ministerio de Trabajo permanentemente ha trancado la ratificación del convenio", acusa la activista, quien manifiesta que esta actitud le sorprende por tratarse de un gobierno de izquierda.
El Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), del año 1989, refiere en gran parte a la aplicación de la justicia y a las obligaciones del Estado de garantizar los derechos de los pueblos indígenas.
Para ser ratificado tiene que tener el consenso de la tripartita: Estado, Cámara de Comercio e Industria y el PIT-CNT. Michelena destacó que este año el PIT-CNT apoyó la ratificación, "lo cual es un gran avance". "Pero no se ha logrado que ningún ministro se la haya jugado porque la que se opone es la Asociación Rural (ARU), por el miedo de la demanda de los territorios ancestrales", observó.
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