“Se está quemando todo”, dice Pedro al bajarse de su avioneta en un hangar del Aeropuerto Internacional de Carrasco para repostar combustible. Son las 16 horas y el calor no amaina a pesar de los 31 kilómetros por hora de viento que soplan del este. Rápidamente, el piloto y dos ayudantes que lo esperan en el hangar cargan combustible a su pequeño monomotor de dos plazas antes de salir al tercer y último vuelo del día, que recorre algunos miles de kilómetros sobre el sureste del país en busca de focos de incendios en una ruta determinada por el Operativo de Protección Anti-Incendios Forestales (O-PAIF), financiado por empresas asociadas a la Sociedad de Productores Forestales (SPF).
Este es el noveno verano consecutivo que la SPF organiza este operativo privado, que cubre el 90% de los bosques destinados a la producción forestal del país —lo que representa cerca del 6% del territorio nacional—. A los socios de la SPF que financian este plan les garantiza una vigilancia constante sobre sus predios. En caso de que se detecte un foco ígneo, se activa un protocolo que despliega el transporte en helicóptero de una brigada de bomberos contratados por la sociedad de productores que, en teoría, puede llegar en menos de 45 minutos a cualquier punto del país.
“Novecientas mil hectáreas efectivas [de bosque productivo] participan del operativo, lo que más o menos significa 1,2 millones de hectáreas entre áreas afectadas, la efectiva y todo lo que es área de servicio, caminos y cortafuegos”, explica a Montevideo Portal Rafael Sosa, coordinador del O-PAIF.
El operativo, que este año tiene un costo estimado de US$ 3,8 millones y está declarado de interés por el Sistema Nacional de Emergencias, divide el territorio nacional en tres partes: la zona norte (que cubre al norte de la ciudad de Tacuarembó y Rivera), el litoral y la parte occidental del país, y el sureste. Al sur del Río Negro, donde las forestaciones están más dispersas en el terreno, vuelan cinco aviones hasta tres veces al día, dependiendo del riesgo de incendio que se reporte desde la central de monitoreo del plan, ubicada en la ciudad de Durazno.
Un enero excepcionalmente volátil
“Normalmente nosotros detectamos durante el período de verano, de diciembre a marzo, entre 1.000 y 1.200 focos. Este año llevamos hasta el 10 de enero 436 focos detectados. Es decir, tenemos un 30% más, tanto de detecciones como de salidas de combate, comparado con el mismo período el año pasado, sobre todo pensando en que el momento en que más focos se detectan es marzo”, asevera Sosa.
El coordinador asegura que el plan que dirige garantiza el ataque precoz a cualquier foco que se detecte en las áreas protegidas, debido a que cuentan con aviones fumigadores y helicópteros que hacen las veces de extintores aéreos, ya que pueden almacenar agua en sus depósitos y liberarlas sobre las zonas incendiadas.
En esto plantea una diferencia con el trabajo de la Dirección Nacional de Bomberos. “Ellos [Bomberos] no tienen recursos especializados en el combate de incendios forestales. El personal sí, pero no tienen vehículos, no cuentan con helicópteros ni aviones. Entonces nosotros creemos que, en ese sentido, les aportamos lo que ellos no tienen, y ellos, a su vez, nos aportan su expertise y su personal para poder trabajar en las brigadas”, apunta Sosa.
Ricardo Riaño, director nacional de Bomberos, dijo por su parte a Montevideo Portal que, hasta el momento, han registrado entre unos 1.300 y 1.400 incendios e intervenciones “de orden de campo y forestales” desde el 1º de diciembre hasta el 20 de enero, entre los que se cuentan los que intervino el plan privado de la SPF. “Una cantidad importante de esos incendios, la gran mayoría, han sido incendios que han representado un movimiento logístico y de recursos humanos importante”, expresa Riaño.
Consultado sobre la coordinación de este plan con el grupo de empresas privadas, Riaño dice: “Nosotros los apoyamos con unidades operativas que están desplegadas estratégicamente en todo el país, y nosotros tenemos la obligación legal de acudir y comandar los incendios, porque son los destacamentos de Bomberos los que tenemos en todo el interior los que comandan. Nosotros tenemos la facultad de comandar, no la tiene la SPF”, insistió.
Bomberos cuenta con su propio plan estatal para atender los focos generados fuera del área de cobertura de la SPF, que es el Sistema Operativo para Prevención y Represión de Incendios Forestales (Soprif), el cual se desplegó en los últimos días en el incendio de Lascano. Allí trabajaron en conjunto con la SPF por la cercanía del incendio, de relativamente grandes dimensiones, a un predio forestal protegido. “El Soprif es un soporte que nosotros tenemos de guardia con una estructura instaurada para poder desplegar en cualquier territorio del país donde ocurra un incendio forestal de importancia. Nuestro personal, que está abocado a ese sistema, tiene un tiempo de respuesta de dos horas por vía terrestre”, explica el director nacional del cuerpo.
La impotencia de observar focos desde el aire
No obstante, con la cantidad de focos detectados en las últimas semanas por el operativo de la SPF, a menudo no se pueden combatir algunos incendios que se dan en simultáneo, como sucedió el pasado jueves, cuando el personal y el helicóptero destinados para el sector sureste del país se encontraban combatiendo un incendio que consumió unas 600 hectáreas cerca de Lascano, en el departamento de Rocha, mientras se reportaba otro foco cerca de la Laguna del Sauce.
Pilotos como Pedro tienen la tarea de detectar estos focos, que a menudo no son atacados a tiempo debido a este problema.
Desde la altura, el campo uruguayo se revela debajo del horizonte: está amarillento. Seco. El viento que agita el avión es el mismo que hace que las llamas y brasas que arden en un pasto se expandan rápidamente, quemando todo material combustible que encuentre a su paso.
Los principales arroyos parecen hilos de agua a la baja altura a la que vuela Pedro. La desembocadura del arroyo Pando, el primero que se divisa al despegar cuando se mira hacia el sur, no alcanza a tocar el Río de la Plata. Mirando al norte, el campo está amarillo tirando a marrón, a excepción del verdor de las arboledas que coinciden con las plantaciones protegidas que aparecen como recuadros de una veintena de colores en el mapa que revisa Pedro en su celular. Cada color significa la empresa a la que pertenece el campo. Visto ampliado, UPM y Montes del Plata dominan la carta como las dos empresas con más predios: son “los dos principales motores” del financiamiento del operativo, según Sosa.
Luego de volar unos minutos en dirección este, pasando la Sierra de las Ánimas, en el departamento de Maldonado, el smog se confunde con el piso de nubes y la visibilidad baja considerablemente. El piloto desciende un centenar de metros para no perder de vista el campo.
Justo después de terminar de nivelar la aeronave, Pedro se desvía de la ruta y se aproxima al norte de la Laguna del Sauce, de donde emergen un par de columnas de humo. Un foco quema las proximidades de un predio forestado y el fuerte viento amenaza con saltar los cortafuegos —caminos o espacios sin vegetación pensados para que el fuego no se propague— e incendiar una arboleda cuya empresa propietaria participa del operativo. El piloto le saca una foto con su celular para enviarla por WhatsApp al comando de Durazno. Sin embargo, la cobertura no es buena y la fotografía no se envía. Toma la radio del avión y se comunica con el helicóptero y los otros aviones de fumigación que se encuentran en pleno combate del incendio que quemó cientos de hectáreas cerca de Lascano.
Les pregunta si tienen señal en sus celulares para dar aviso a la base y, por consiguiente, a Bomberos. Hay confusión, pues el pedido queda relegado en medio de una charla en la que comunican que el helicóptero se estaba quedando sin combustible y debía retornar a la base. El piloto de otro avión fumigador interrumpe y pregunta por la locación del incendio que debía combatir en Rocha, hasta que se resuelve cada cuestión y alguien le responde finalmente a Pedro:
—Lo intentaremos.
La aeronave de reconocimiento retoma la dirección determinada por el mapa y pone rumbo al departamento de Rocha; deja activado el piloto automático, y sigue observando el campo en busca de focos, dejando atrás el humo del incendio en Laguna del Sauce del que acaba de dar cuenta a sus compañeros.
Según el portavoz de la Dirección Nacional de Bomberos, Simón Burlón, el riesgo de incendios forestales en el contexto de una sequía excepcional, las altas temperaturas y el fuerte viento, es muy alto. “Cualquier elemento con temperatura en contacto hace que se inicie un incendio y que se propague rapidamente”, explicó Burlón a Desayunos informales del Canal 12.
“El incendio se inicia porque alguna persona prende fuego por algún motivo; para quemar basura, para quemar restos de poda. Hay un menor porcentaje que es accidental […] pero principalmente es la mano del hombre la que está en los inicios del incendio”, declaró Burlón.
600 hectáreas ardiendo
Al aproximarse por el sur de la represa de India Muerta, ubicada entre las localidades rochenses de Velázquez y Lascano, el esmog se vuelve a hacer más espeso y el característico olor del humo entra por la ventilación del avión de Pedro.
Pedro ya había sobrevolado ese incendio ese día, y ahora vuelve para dar su punto de vista (a mayor altura que la del helicóptero) sobre el progreso del incendio y de los bomberos que trabajan en el lugar.
Un diminuto camión de Bomberos aparece estacionado al borde de un camino debajo de la avioneta que pilota Pedro. La línea de fuego, de varios kilómetros de extensión, incinera rápidamente el pasto seco de un campo ganadero. El helicóptero con el que se comunicó Pedro unos minutos antes da vueltas alrededor del humo antes de retirarse para repostar combustible en la base ubicada en José Pedro Varela, al norte del departamento de Lavalleja.
Segundos después aparece un avión fumigador amarillo volando bajo. Se aproxima a la línea de fuego cercana al lugar donde trabaja el camión de Bomberos y libera una carga de agua sobre la línea antes de retirarse para recargar su depósito hidrante.
—Qué relajo —dice Pedro por la radio—. Se ve que achicó bastante.
—Sí, pero mucho pasto, che —le replica el piloto del otro avión.
Pedro da algunas vueltas sobre el incendio y da indicaciones desde el aire sobre qué parte del foco tiene llamas que representan un mayor riesgo de que se siga expandiendo hacia una zona con combustible vegetal. Minutos más tarde, pone rumbo al oeste para continuar por la ruta.
¿Por qué se usan aviones?
La razón por la que se contratan pilotos y empresas aeronáuticas privadas, según Sosa, es que los hasta 6.000 kilómetros de recorrido que hacen por día esos aviones —multiplicado por unos 50 kilómetros de ancho, dependiendo de la visibildiad del día— “no es viable hoy vigilarlos por drones”, por ejemplo.
“Los pilotos nos dan muy buena información con respecto a los focos porque no vamos a combatir todos los incendios. Combatimos los focos que están dentro de un predio protegido [por el plan] o lo amenazan […] porque si no tendríamos que estar enviando todos los recursos a todos los focos y no tenemos capacidad para hacerlo”, expresa Sosa.
De 17,6 millones de hectáreas de su territorio, Uruguay tiene alrededor de 1,09 millones de hectáreas de bosques destinados únicamente para la producción forestal. Desde la aprobación de la Ley Forestal, legislada en 1988, durante el primer gobierno de Julio María Sanguinetti, el país pasó de tener 60 mil hectáreas destinadas a tal sector al millón en 30 años, según datos de la Dirección Nacional de Forestación del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca.
Con el impulso económico de la llegada de plantas de celulosa en 2007, la producción forestal se multiplicó en el interior del país. Con ello, el interés por parte de privados en proteger sus bosques de incendios forestales. Es así como se impulsó el operativo y cada año añade nuevas tecnologías, como el uso de cámaras basadas en la inteligencia artificial en el litoral oeste. En el mismo orden, la Dirección Nacional de Bomberos implementó el año pasado un sistema de cámaras que vigilan la costa atlántica uruguaya.
“La utilización de las cámaras de detección temprana en la costa atlántica nos han dado un muy buen resultado porque han detectado muchos incendios en forma precoz y hemos podido responder rápidamente, y eso ha marcado la diferencia también”, explica Riaño a Montevideo Portal.
“On fire”
Pedro aterriza su avión nuevamente en Carrasco ya caída la tarde y se dirige al hangar de la aeronáutica que dirige. Cuando no se turna con otros pilotos realiza tres vuelos diarios haciendo el mismo recorrido.
—Está on fire —expresa al bajarse de la pequeña avioneta y estirar las piernas, tras la consulta de un compañero sobre el estado del campo.
Con el 40% del país bajo los efectos de la sequía severa, según reporta el Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet), y con la sequía extrema y excepcional afectando el 20,51% y 1,85% respectivamente del territorio nacional, la temporada de incendios aún no llega a la mitad. Pedro reporta focos prácticamente todos los días aunque, según Sosa, solo el 40% de los que detectan están dentro del plan de protección que manejan, ya que el restante 60% ocurren fuera de las áreas protegidas por el operativo contra incendios más grande del país y solo les queda comunicarlo a Bomberos.