Invitado por el Instituto Perinatal del Uruguay, el ginecólogo y obstetra brasileño Ricardo Jones está en nuestro país para dictar un curso extensivo y otro intensivo sobre "Humanización del nacimiento", dirigido profesionales de la salud.
Montevideo Portal dialogó con él sobre este abordaje "humanizado" del parto, el cambio cultural que requiere esta concepción que se extiende en varios países alrededor del mundo, y otros aspectos sobre el nacimiento, el parto bajo el agua y la experiencia del "parto orgásmico".
Según lo que pudo observar en sus reiteradas visitas a nuestro país, ¿cómo evalúa la forma en que se atienden los partos en Uruguay?
La realidad del nacimiento en Uruguay no es diferente de la realidad del nacimiento en el sistema público y privado de salud del Brasil, de México, de Argentina, de Estados Unidos y de Portugal, donde he dado conferencias en los últimos años. Uruguay tiene un sistema de salud que está relacionado con el modelo americano de intervencionismo, que es un modelo hospitalocéntrico, un sistema centrado en la figura del médico, en la atención a las enfermedades relacionadas con el parto y totalmente ubicado en el hospital.
Es el modelo principal de la modernidad, del siglo veinte, pero ahora necesitamos un nuevo modelo que sea más humanizado, que no trate a la paciente como un número o como un objeto y que ofrezca todas las alternativas posibles para la subjetividad de la comprensión del parto por parte de las mujeres.
El nuevo modelo que está surgiendo en el siglo veintiuno se centra en la figura de la partera, que es una especialista en la fisiología del parto; está centrado en las casas de parto, que están cerca de donde las personas viven y no en un centro altamente tecnológico donde las personas se sienten como si fueran cosas y no sujetos de su destino; y está centrado en la fisiología del nacimiento y no en la patología. Es un modelo que necesita ciertamente de hospitales, de médicos, de cirugías, pero es un sistema que va a priorizar la fisiología y la naturalidad del nacimiento, y que va a utilizar el modelo intervencionista cuando el parto no está ocurriendo de la forma que deseamos.
Este abordaje requiere un cambio cultural muy fuerte, ¿cómo se trabaja para incidir en este punto?
En primer lugar, la humanización del nacimiento es una síntesis de los paradigmas existentes, no es contraria a las intervenciones, a las tecnologías, a las cesáreas, no es contraria a los análisis, a los hospitales, nada de eso. La humanización del nacimiento pretende ofrecer una alternativa en la que se respete la naturaleza y la sabiduría innata que toda mujer posee para tener sus hijos, y al mismo tiempo ofrece la alternativa de una intervención cuando sea necesaria.
En segundo lugar, para hacer un cambio importante en los nacimientos no hay que modificar solo el modelo médico, hay que modificar la cultura. Y una modificación cultural tiene que ser necesariamente lenta, porque tiene que ver con la constitución inconsciente de las personas.
Una manera de hacer esto es mostrar a las mujeres que para parir sus hijos ellas tienen que tener alternativas que sean más adecuadas a sus características subjetivas. Por ejemplo, hay mujeres que se sienten bien y se sienten seguras si van a un hospital lleno de tecnología, de médicos, de especialistas en patología. Pero hay muchas mujeres que se sienten mejor en sus casas, entonces el sistema público y privado tiene que ofrecer a esas mujeres la seguridad para tener sus partos extrahospitalarios, sea en una casa de parto o en sus casas.
Es muy importante que a las mujeres se les ofrezca la mayor gama de posibilidades y siempre sobre dos pilares fundamentales que sustentan la humanización del nacimiento: el protagonismo restituido a la mujer y la medicina basada en evidencia.
¿Cómo sería entonces el proceso del parto con este tipo de abordaje?
En primer lugar, la mujer puede elegir cuál es el lugar en que se siente más segura para tener a su hijo. En el abordaje humanizado no se utilizan medicaciones innecesarias, no se utilizan intervenciones innecesarias, no se hacen procedimientos que no sean basados en evidencias.
¿En qué sentido?
Por ejemplo, no se hacen cesáreas porque el cordón umbilical esté alrededor del cuello, que es una indicación que no es verdadera. No se hacen cesáreas porque se imagina que el bebé es muy largo o que es muy pequeño, porque hay mucho líquido o poco líquido, que no son indicaciones verdaderas. No se hacen cesáreas porque el bebé se pasó de 40 semanas. Esas indicaciones no son basadas en evidencia.
Tampoco se hacen intervenciones como la episiotomía, que es una intervención que empezó en los años veinte sin jamás presentar resultados positivos, sin jamás presentar basamento científico para su utilización y que además puede perjudicar el transcurrir el proceso de parto.
¿Por qué cree que actualmente es tan común la práctica de la episiotomía?
Hay muchas razones de orden psicológico que determinan la utilización de un procedimiento que no está basado en evidencias, pero que ofrece al médico una posibilidad de intervención. El médico, cuando interviene en el cuerpo de la mujer, se siente más médico, se siente más cirujano, siente que está haciendo algo para ayudar al parto. El parto es un momento muy angustiante para el médico, eso hace que a veces nosotros hagamos procedimientos para disminuir nuestra propia angustia y uno de esos procedimientos es hacer episiotomías con la falsa idea, con la ilusión de que esta va a ayudar en el nacimiento del bebé y en la cicatrización de desgarros que puedan ocurrir en el perineo.
¿Y eso es falso?
Sí. En 1983 dos investigadores norteamericanos llamados Thacker y Banta produjeron una recolección de todos los trabajos realizados en todo el mundo al respecto de la episiotomía, y descubrieron que rutinariamente no produce ningún beneficio para apresurar el parto, para proteger el perineo, para un nacimiento más fácil. Las evidencias científicas tienen más de treinta años señalando que este procedimiento no es necesario.
Y en el caso de las cesáreas, ¿pueden darse ocasiones en que el temor de algunas madres al parto natural las impulse a desear tener una cesárea, aunque no sea necesaria?
El parto está vinculado a las creencias culturales de una determinada sociedad en un determinado tiempo. En el siglo veinte observamos el cambio de la confianza que las mujeres tienen en sus capacidades de parir con seguridad a la transferencia de esta confianza a la tecnología. Hoy las mujeres desconfían de su cuerpo y confían en las habilidades fantasiosas e ilusorias que la tecnología puede ofrecer.
Muchas veces las mujeres dicen: "yo soy incompetente para tener a mi hijo, entonces voy a ofrecerle al médico el derecho para abrir mi cuerpo y sacar a mi bebé de mi vientre". Pero la realidad es que cuando el médico hace muchas cesáreas aumenta la tasa de mortalidad materna y aumenta la tasa de mortalidad perinatal. Estudios en todo el mundo demuestran que cuando se hace más del 15 % de cesáreas en un determinado hospital, ciudad, país o continente, las tasas de mortalidad materna y perinatal se incrementan también.
Si una mujer decide tener a su bebé en la casa, ¿qué riesgos hay de que ese parto se complique o de que no se pueda atender a tiempo alguna patología que pueda tener el bebé?
En todo el mundo se han realizado trabajos para evaluar la seguridad del parto domiciliario y se demostró que es tan o más seguro que los hospitalarios. Cuando se comparan los riesgos los resultados son que la mortalidad materna es igual y que la mortalidad perinatal es igual. Siempre que una mujer está embarazada y va a tener a su hijo hay riesgos, sea en su casa, sea en el hospital, sea en el más tecnológico hospital del mundo. Siempre hay riesgo porque es un proceso muy delicado y muy complejo.
El protocolo de los partos domiciliarios establece que no se puede hacer un parto en la casa cuando una patología está presente: no se puede hacer un parto domiciliario si la madre es diabética, si tiene hipertensión, no se puede tener un parto en la casa con bebés prematuros, con bebés que tengan alguna patología o malformación. Cualquiera que sea la alteración en el embarazo, se excluye a la paciente del parto domiciliario.
Además, siempre que se programa un parto domiciliario es importante tener un plan B, un plan C y un plan D. Un plan B es cuando, por ejemplo, la madre no tiene contracciones muy buenas, el bebé no está descendiendo por el canal de parto, entonces se lleva al hospital a completar el proceso. El plan C es cuando en el hospital tampoco fue posible el parto, entonces tiene que poder hacerse una cesárea. El plan D es que la mamá tuvo su parto en la casa y el bebé nació pero está con problemas, entonces tenemos que tener un hospital cerca de la casa y un kit de resucitación en la casa de las pacientes.
Una de las alternativas es el parto debajo del agua. Desde su experiencia, ¿la considera la mejor de las alternativas?, ¿qué beneficios tiene?
Mi experiencia es que el parto en el agua es el más tranquilo, porque el agua tiene una propiedad analgésica tan o más importante que la morfina. Cuando la mujer entra en contacto con el agua se siente muy bien, muy tranquila, la musculatura se suelta y tiene más facilidad para permitir que el bebé baje por el canal de parto. Además, las mujeres me relatan que el parto en el agua es el más bello de todos.
¿Qué es el "parto orgásmico"?
El concepto del "parto orgásmico" está basado en los relatos de algunas mujeres que durante el proceso de parto, por la activación de la oxitocina (hormona importante en el trabajo de parto) mezclado con la endorfina (hormona cerebral que produce sensación de placer y tranquilidad), logran alcanzar un estado de éxtasis.
Muchas mujeres describen sus partos como momentos de placer, por lo que algunos especialistas empezaron a estudiar la posibilidad de que el parto sea un proceso placentero, ya que algunas mujeres describen sus partos como un gran orgasmo.
No es un método, no es un ejercicio, no es nada de eso: es una recopilación de casos y una manera de entender que el parto no es necesariamente un proceso doloroso. Puede suceder, en algunas circunstancias y para algunas mujeres que no son perjudicadas por una cultura que solamente percibe el dolor y el sufrimiento, que el parto se transforme en un momento de gran placer. Algunas mujeres relatan que el mejor orgasmo que tuvieron en su vida entera fue el parto de sus hijos.
La idea es mostrar que sí existe una posibilidad desde que el protagonismo sea restituido a la mujer, que se usen tecnologías e intervenciones solamente cuando son para proteger el binomio madre-hijo, y tratar de convencernos de que se puede tener una actitud positiva y de confianza en la capacidad femenina de parir con seguridad.