Uno repasa su trayectoria como escritor y se encuentra con que Fernando Amado ya se metió con la Masonería - en dos ocasiones -, con el Opus Dei y con la colectividad judía en Uruguay, y con figuras difíciles de calificar como Oscar Magurno. Su convicción por "aportar información" sobre organizaciones o personajes de los cuales la mayoría de la población conoce poco lo llevó en 2013 a apuntar hacia otra corporación cuya realidad parece lejana a muchos uruguayos: las Fuerzas Armadas.
En diálogo con Montevideo Portal, el escritor, licenciado en Ciencia Política y actual diputado por el Partido Colorado, sostuvo que la elección del tema de Bajo Sospecha: Militares en el Uruguay democrático (Editorial Sudamericana) "encaja" en la misma línea que sus investigaciones anteriores. "Mi intención fue encarar la perspectiva que menos se conoce, que es el relacionamiento entre los militares y la sociedad y entre los militares y el poder político durante la democracia", explicó.
En efecto, para Amado la dictadura eclipsa la gran mayoría de la producción de conocimiento periodístico y académico sobre las Fuerzas Armadas, dejando de lado algunos aspectos que intentó abordar en el libro.
"Mi intención era ingresar a los cuarteles", enfatizó el autor, explicitando que "de alguna manera la invitación al lector es ingresar a ver lo que hay detrás de los muros, de lo que sabemos muy poco". Según Amado, la dificultad de la sociedad para acercarse a los temas militares radica en que "en general hay una visión negativa de los militares y por ende no nos interesa ni siquiera saber" y que "con mucho éxito los propios militares han logrado estratégicamente mantener a los civiles lejos de la cuestión militar, lo que es directamente beneficioso para ellos".
Pero a pesar de entrar dentro del criterio utilizado para sus libros anteriores, la temática militar no es una más para Fernando Amado. Hijo del ex comandante en jefe del Ejército Fernán Amado, el autor reconoce que tenía claro que Bajo Sospecha significaría "un dolor de cabeza" para su padre y que, en contrapartida, el lazo familiar le abriría algunas puertas con fuentes fundamentales para el trabajo.
"Las reacciones sobre el tema han sido un poco sorprendentes. Quizás desde afuera uno pensaría que el libro puede generar simpatía en el ámbito castrense pero a mí lo que me llegan son más bien molestias", admitió Amado. El escritor se mostró sorprendido porque "algunos creen que como soy hijo de militar tendría que ser una especie de sindicalista del Ejército y no tiene nada que ver".
"Soy hijo de militar, la carrera militar me parece preciosa pero no quiere decir que yo no investigue y no haga una investigación objetiva de lo que me parece importante de las Fuerzas Armadas", complementó, desestimando las valoraciones de personas que consideran que "si sos 'hijo de' tenés que pensar como tu padre y tenés que llevar la bandera del lugar en el que te criaste".
Amado aseguró que logró "llevar muy bien" la relación con su padre con respecto al libro, a pesar de la "reacción primitiva de muchos militares". Al respecto, señaló: "yo entiendo que cuando saco un libro de estos mi padre va a tener dos o tres meses de sufrimiento porque lo llaman amigos a decirle 'lo que escribió Fernandito', alguno con mejor onda y otros en tono más de recriminación. Él se come ese garrón".
Con ventaja
Amado no oculta que su condición de hijo de militar constituyó "una ventaja" a la hora de llevar a cabo el trabajo. De hecho, deja en claro que muchos de los generales y comandantes en jefe que entrevistó probablemente no accedieran a ser entrevistados por otros periodistas o investigadores o, de hacerlo, hubieran estado "a la defensiva".
"Creo que en el mejor sentido de la expresión intenté ser una herramienta o un vehículo para volcar toda la información", explicó Amado, admitiendo que los entrevistados "se abrieron más" al conocerlo. En el sistema político, el autor también fue bien recibido, sin que su papel como legislador del Partido Colorado le dificultara sentarse mano a mano con representantes de los demás partidos. "De entrada yo he sabido separar muy claramente lo que es mi actividad política de mi actividad como investigador", remarcó, destacando la "buena receptividad y mucho respeto" por parte de los ex presidentes y figuras del Frente Amplio como Lucía Topolansky o Luis Rosadilla.
En off
Una de las características que resaltan en Bajo Sospecha es la gran cantidad de militares que aceptaron dar declaraciones pero prefirieron que su nombre no fuera revelado. Amado tenía claro que esto podía suceder, al igual que ocurrió con sus investigaciones sobre la Masonería, producto de que "si a los militares los ponía con nombre y apellido no iban a poder decir lo que querían decir y el producto final no podría haber tenido éxito". Además, todos los militares se exponen a sanciones cuando dan opiniones políticas.
La sanción a Castellá
El actual jefe del Estado Mayor de la Defensa, Daniel Castellá, fue el único de los militares en actividad que estuvo dispuesto a que sus expresiones fueran recogidas "con nombre y apellido". Producto de su decisión, fue sancionado por el ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro apenas salieron a la luz algunas de sus expresiones con respecto a la búsqueda de detenidos desaparecidos.
"Quiénes viven conmigo son los únicos testigos de la ansiedad y la angustia que sentía yo porque me daba cuenta de que las consecuencias para Castellá podían ser muy importantes", reconoció Amado, aclarando que, terminada la redacción, había "chequeado" lo que se publicaría con el propio Castellá, recibiendo como respuesta que "era la verdad y si se enoja alguien que se enoje".
De todos modos, el autor estaba convencido de que la sanción para el militar podía llegar aún más lejos: "yo tenía mucho más miedo, creía que por el libro podían llegar relevarlo del lugar en el que estaba, porque hace declaraciones políticas de Sanguinetti, de Wilson, deja en offside a Rosadilla y al propio Huidobro, reconoce que fue ascendido por su hermano que era director de Secretaría y no por su talento, de la homosexualidad en el Ejército y de cómo fueron expulsados, no fue sólo lo que dijo de los desaparecidos".
"Mentiría si dijera que esperaba que no hubiera consecuencias, incluso pensé que iban a ser mucho peores", complementó, agregando que "como persona sentí un gusto raro porque nunca el objetivo es que haya consecuencias personales, sino aportar información".