Jorge Costigliolo | Montevideo Portal
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2002. Ayer, en términos históricos, el Uruguay comenzaba a atravesar una de las crisis económicas más fuertes de su existencia como país. Argentina se derrumbó, como coletazo de un colapso global, y en su caída arrastró a su vecino más pequeño. La crisis bancaria, precipitada por la estafa del Banco Comercial, las exigencias del Fondo Monetario y el agujero negro de la deuda pública plantearon una problemática que parecía no tener solución.
Una década después, Carlos Steneri, actor y testigo de aquellos días, intenta echar luz sobre el asunto. El resultado es "Al borde del abismo" (Ediciones de la Banda Oriental, 2011), donde narra, en primera persona, las vicisitudes, dudas y certezas que vivió a lo largo de aquellos meses.
El año que vivimos en peligro
Carlos Steneri es licenciado y Master en Economía. Entre 1989 y 2010 fue Agente Financiero de Uruguay en Estados Unidos y Canadá. En ese lugar lo halló la crisis financiera que, entre 2002 y 2003, puso en jaque a nuestro país y tuvo consecuencias sociales, políticas y económicas que hasta hoy se sienten, y desde allí tuvo que ponerse al frente de las negociaciones con organismos de crédito para que no desahuciaran a Uruguay.
"En términos futbolísticos, yo era como un mediocampista. Era el que hacía más tiempo que estaba en Estados Unidos, y el único profesional establecido de forma permanente. Por eso me tocó a mí: no por mejor, sino por haber estado", recuerda Steneri.
Con humildad, explica que "ahora se está escribiendo mucho, y está bien, sobre personajes muy importantes como Batlle, o Herrera, que marcaron los principios del siglo pasado. Después ya los 40,50, 60, están un poco olvidados, y del período militar hay bastante escrito, pero desde el punto de vista político. Y de la democracia para acá también; hay muchísimo escrito, pero nada de economía. Creo que para entender lo que pasa, para no repetir errores, hay que escribir historia económica. Y en lo modesto que me tocó actuar hice este relato, que creo, es de un momento importante del país".
De este lado del mapa, la situación no era alentadora. Mes a mes, miles de personas abandonaban el país y otra vez sonaba aquel viejo eslogan al revés de tiempos de la dictadura: ‘el último que apague la luz'. Para los que se que se quedaban, el panorama era desolador. El desempleo alcanzaba guarismos cercanos al 20%, en menos de un lustro se había duplicado el número de pobres y mucha gente pasaba hambre. De verdad, sin metáforas. "El libro cuenta lo que yo vi desde allá. Yo no viví, no sentí el calor de acá, las presiones, la angustia", explica Steneri.
Sin embargo, señala que, por esos días, se sorprendía de que el impacto de la realidad en la clase política no fuera mayor. Desde el gobierno había señales, sí, pero no eran captadas, por inocencia o mala intención, por quienes marcaban la agenda cotidiana. "Yo puse el gato arriba de la mesa, pero conté, honestamente, lo que veía desde afuera", dice Steneri, que luego afirma que, para el pequeño grupo de profesionales que se encontraba en Estados Unidos, "la única presión que había era la cuestión personal y moral de quienes estábamos en eso entendíamos que lo que estábamos haciendo estaba bien, pero nadie nos llamaba por teléfono para decirnos ‘tenés que hacer esto'. Capaz que si hubiera habido otra persona en mi lugar lo hubiera hecho distinto, pero la presión era mía. Quizás estaba ‘jugando mal', pero nunca hubo un director técnico que me corrigiera, que me dijera lo que tenía que hacer. Sí había una conjunción de personas que pensábamos lo mismo, algunos más desde el punto de vista político, otros desde un enfoque más profesional".
Lo cierto es que se sentía "con la bomba en la mano. Lo que estaba viendo desde allá era como leer el diario de pasado mañana, pero el sistema político, acá, parecía no darse cuenta, o se hacía el distraído. No veía, al principio de la crisis, que estuvieran muy angustiados, más bien parecían espectadores. Todo ese tema dio para un juego político, y tuvo sus costos, no hay que ser tan inocentes. No nos olvidemos de que el Frente Amplio estaba casi por llegar al gobierno, y entendía que lo que pasaba era consecuencia ‘del desastre de esta administración'.
Se hunde la nave
Meses antes, Argentina, nuestro vecino más parecido, comenzó a mostrar los síntomas de una crisis que luego se extendería hasta contagiarnos. La convertibilidad se iba a pique, la recesión se instalaba, previa al corralito, y el presidente Fernando De La Rúa dejaba, en su huída, un tendal de muertos, heridos y desesperados.
En Uruguay se fueron dando distintos acontecimientos que llevaron al descalabro económico, la mayoría precipitadas luego de la caída argentina. Si bien la sequía y el brote de aftosa no auguraban buenos tiempos, "el tema empezó en el año 2002", dice Steneri, "cuando hay que salvar bancos que estaban quebrados. El Banco Hipotecario fue el primero, en el que hubo que reprogramar depósitos, y que era lo menos malo, lo menos nocivo que se podía hacer frente a la otra alternativa que el Fondo (Monetario Internacional) estaba pidiendo. El único del Frente Amplio que apoyó explícitamente al gobierno en ese tema fue Danilo Astori y su sector. El resto del Frente Amplio se opuso y votó en contra. También reconozco que nadie salió a ‘prender fuego la pradera', que podría haber sido nefasto", señala, y recuerda la actitud de quien luego sería presidente, Tabaré Vázquez.
"En la segunda mitad del 2002, cuando empezamos con el tema de la deuda, el Frente fue militante de la idea de que el país estaba fundido. Claro que me puedo poner en sus zapatos y pensar que el gobierno podía estar jugando a la mosqueta; ‘Atchugarry dice que está todo bien, que la va manejando', pero ahí lo que se estaba planteando desde el gobierno era una actitud heroica, se estaba tirando contra el FMI, Argentina ya había pasado al default por completo, y Uruguay trataba de ver si se podía escapar como gato entre la leña. También se podía pensar ‘por qué estos tipos no hacen lo que tienen que hacer y bajan la cortina'. Desde esa óptica, el Frente Amplio, durante todo el segundo semestre de 2002 y hasta mayo de 2003 insistió en que estábamos mal y de esa no salíamos. Hay que acordarse de que en febrero, marzo, Tabaré Vázquez viaja a Estados Unidos y va a preguntarle al Fondo si era verdad lo que decíamos. Y el Fondo le dijo ‘hay que hacer default', y él vuelve y dice ‘estamos perdiendo el tiempo, hay que hacer default'", coincidiendo con la tesis de que el país no tenía un problema de iliquidez, sino de insolvencia.
Para Steneri, haber aceptado ese planteo, que al mismo tiempo realizaban el FMI y amplios sectores del FA, hubiera sido un error: "mirá lo que está pasando ahora. Hace tres años todavía había gente que preguntaba por qué no habíamos hecho default. Si quedaba alguna duda, mirá ahora a Argentina, qué bien le va, que no tienen plata y no pueden pedirle un cobre a nadie, y nosotros, en ese ínterin, somos grado de inversión. En la historia es muy difícil hacer pruebas de laboratorio, pero en este caso se puede decir que hay un experimento controlado: entre la alternativa de Argentina y la de Uruguay, con los mismos precios internacionales y los mismos productos, uno pasó a ser grado de inversión y el otro está con el crédito cerrado. Hay que reconocer que el Frente Amplio, del 2005 a la fecha, hizo políticas correctas. ¿Por qué? Porque ya venía sobre una plataforma que le permitía hacerlo".
La caída
El sistema bancario jugó su papel fundamental en esa historia. En ‘Al borde del abismo', Steneri explica claramente qué fue lo que precipitó la crisis, y las responsabilidades de las distintas instituciones financieras en el desastre de 2002. Pero el autor vuelve sobre el punto y dice que "ahí hay para hacer otro libro. ¿Por qué cayeron los bancos en Uruguay? No por tener poco capital con respecto al riesgo que habían asumido, se cayeron porque había muchos depósitos de extranjeros que, en el pasado, fueron la fortaleza del sistema bancario uruguayo. Cuando había crisis en Argentina, los bancos en Uruguay se enriquecían, al Banco República le salían los dólares por las orejas. Pero en este caso ocurrió lo inverso: los bancos se hicieron ilíquidos por una crisis en Argentina, contrariando lo que había ocurrido en los últimos 100 años", explica.
"Además, en la técnica de la regulación bancaria, lo que se hace es fijar normas del capital que estén acordes con el riesgo que asumen los depósitos, lo que se presta. La parte de los pasivos que es la más grande, que son los depósitos, se la considera un dato del problema. Los depósitos se van si la relación entre los activos y el capital se descompone. En este caso, el balance de los bancos se destruyó porque se iban los depósitos por el susto, o por el corralito de Argentina. Hoy, que los argentinos no pueden sacar dólares... si los hubieran tenido acá, ¿qué habría pasado? Por lo tanto, la lección que se aprendió es que los depósitos que vienen de argentinos quedan encajados al 100 por ciento, no se pueden prestar. Eso se aprendió en el 2002, a los golpes. Después, la estafa del Banco Comercial, no fue por desregulación, ahí hubo mala fe, delito. Se maquillaron los balances. Es como un ladrón: vos ponés alarmas, rejas, pero te encuentran el punto débil y te roban. Y el Banco de Montevideo era una institución totalmente integrada por negocios de Argentina. Cuando Argentina se destruye empiezan a perder valor los activos del banco".
Steneri reflexiona y señala que "el que roba tiene que ir preso, el que hace prácticas bancarias arriesgadas es como el que maneja de manera imprudente. Puede perder su capital, pero si además perjudica a los demás, va preso", y agrega que "esta es una polémica que no está en el libro, pero que hay darla. Si en este mostrador pagan el 3% y en el otro el 8%, no hay magia. A llorar al cuartito. El que colocaba la plata en el TCB (Trade & Commerce Bank, que operaba en las Islas Caimán) no era doña María. No te aceptaban 500 dólares. Ahí ‘la ficha mínima' eran 25, 30.000 dólares. Y hoy doña María está pagando el IVA para devolverle esa plata a los ahorristas. Puede haber alguno al que agarraron desprevenido, alguno al que le falsificaron la firma, pero son los menos", opina.
La lección de Economía
El equipo que negoció con el FMI logró demostrar, finalmente, que el problema uruguayo era de liquidez, por lo que aplicar la ‘receta' que el Fondo tenía para toda situación hubiera sido, en el mejor de los casos, inútil. Steneri cree que "no era un tema ‘personal', del FMI con Uruguay. No es una institución que acostumbre tomar nada ‘personal' con nadie, no hay que creérsela. El Fondo Monetario es una máquina, vieja, que no estaba preparada para este tipo de crisis, este fuego. Y hoy lo ves, en Europa hay un problema bancario y el FMI no puede hacerle frente. ¿Qué pasó, entonces? Le tocó la crisis argentina, entraron, la empezaron a resolver con lo que tenían, hasta que se dieron cuenta de que se les fue de las manos. Ahí fueron parte del problema: fueron, vinieron junto con ellos durante años, todo bárbaro, todo fenómeno, hasta que se terminó el amor y engendraron un Frankenstein al que había que darle de comer. Un día el monstruo rompió todo y el Fondo quedó en shock. Había puesto mucha plata y prestigio. Y aparece Uruguay: chiquito, al lado de Argentina, y dijeron ‘ta, son lo mismo'. Va a ser igual, estos no salen".
Pero se salió, a la manera uruguaya, y con una fuerte dosis de suerte y respaldo por parte de Estados Unidos. No fue fácil, hubo altos costos y luego "el Fondo estudió el caso de Uruguay, el de Argentina, y otros, y sacó sus conclusiones, entre ellas, que no estaba preparado para este tipo de situaciones. Sacó como conclusión que hay que ser más flexible, que hay que creer más en los países, que no hay que ir con un estándar A, B y C, y aprendieron. Tiene que haber una reforma en el Fondo, que se va dando lentamente".
Tesis de grado
En febrero de 2002, y en medio del huracán de problemas que afrontaba el país, Uruguay perdió el grado inversor. En la avalancha de malas noticias, la novedad no fue de las más comentadas, pero el tiempo se encargó de ponerla nuevamente en agenda. Poco más de diez años más tarde, en marzo de 2011, la agencia Standard & Poor's, una de las principales calificadoras de riesgo, fue la primera en devolverle a la deuda uruguaya el mentado ‘investment grade'. Steneri señala que "hay más mercado, hay más demandantes, lo que redunda en mejoras para la deuda uruguaya. Además, es un estándar que te pone en una liga... ¿Qué fue lo que nos llevó al grado de inversión? Yo creo que los grados de inversión se ganan y se pierden por un proceso. Nuestro grado, obtenido en el 97, se fue perdiendo de a poco hasta el 2002. Y ahora es lo mismo. Desde 2004, despacito, fuimos lográndolo de nuevo. Si no hubiéramos tenido la salida de 2002-2003, creo que hoy sería muy difícil tener el grado inversor. Quizás cuatro años más adelante, pero no ahora".
Para Steneri, la recuperación del grado inversor "fue rápida. No nos olvidemos que en 2003 éramos CC, casi default. Habíamos cambiado las normas de los contratos. La recuperación también se dio en función de la calidad de las políticas que se siguieron, que fueron buenas, y también ayudó la coyuntura internacional. La madre de todas las virtudes es el crecimiento: a partir de 1999 empezamos a tener tasas de crecimiento muy bajas; éramos demasiado dependientes de la región, no estaba China... el resto del mundo nuestro era Argentina y Brasil, hasta que vino la crisis y nos tapó el agua. Ahora es a la inversa: tenemos tasas de crecimiento muy altas, el mundo ‘creció', y la crisis que por ahora no nos tocó generó altos niveles de liquidez. Desde México, que hace 5 años estaba en la lona, hasta Tierra del Fuego, tenemos tantas reservas que ahora los problemas son de tipo de cambio. Tenemos una moneda fuerte por sobre otras monedas que se debilitan, sobre lo cual no hay demasiada cosa para hacer, más que aumentar la productividad del país".
"Como gran conclusión", dice Steneri, "las políticas buenas pagan. A la suerte hay que ayudarla, pero si no hay conejos no hay magia", y concuerda con los dichos del vicepresidente Danilo Astori y del equipo económico en cuanto a que el país está bien preparado para enfrentar una nueva crisis. "El sistema bancario financiero está bien regulado para ciertas vulnerabilidades que antes no se regulaban por desconocimiento del riesgo que implicaban", explica.
No obstante, recuerda la tesis de ‘el cisne negro' planteada por Nassim Nicholas Taleb, en cuanto a que hay problemas que se desconocen hasta que ocurren. "Hay una incertidumbre, cosas que son desconocidas hasta que se conocen. En materia de crisis siempre hay que estar preparado. Hay cosas que nos parecen que no pueden ser factibles" y que luego pueden darse. Steneri se pregunta, por ejemplo, qué habría pasado si el tsunami que afectó a Japón el año pasado hubiera sido peor, si se hubiera desatado una crisis energética, una explosión del precio del petróleo, o algo similar, y dice que nadie estaba preparado para ello. "Pero es como no salir a la calle por miedo a que se nos caiga una maceta en la cabeza. Se trata de ir inmunizando al país para que, si las crisis ocurren, tengan el menor impacto. Creo que siempre hay que actuar con cautela. En materia de política económica siempre hay que dejar un margen, nunca ‘jugarlo' todo. Hemos aprendido que hay imponderables", opina.
Capitalismo salvaje
Steneri recuerda que su carrera profesional estuvo signada por crisis económicas que el país atravesó con suerte dispar y varias de ellas lo tuvieron como actor involuntario. Sin embargo, no se atreve a afirmar que la hecatombe de 2002 haya sido su trabajo más difícil. "Fue único. Pero sin dramatizar. Me tocó eso, no fue nada heroico. Podrá haber eventos similares, y vuelvo al principio: la historia, cuando se vive, hay que escribirla".
Pero, vista desde una perspectiva histórica, la crisis del 2002 fue la primera del Siglo XXI, al menos para esta parte del mundo, y marcó no solo un jalón en lo económico: también dio el puntapié inicial para una serie de cambios y reacomodos políticos y sociales que aún están en proceso. Quizás la historia con mayúsculas algún día bucee en las características de esta crisis, en su ferocidad y originalidad, para encontrar las grandes respuestas.
"Había visto el ‘tiroteo' de la salida de la dictadura, yo trabajaba en el gobierno y recuerdo que no había un mango, y había que salir a buscar plata. El país estaba quebrado, el Banco Central no tenía para pagar los vencimientos inmediatos, y a mí me tocó ir a buscar ese dinero. En ese momento yo era joven, tenía 35, 36 años, y me preguntaba ‘¿siempre será así la vida del economista?'. Y era. Después vino el Plan Brady, que armó Estados Unidos, que fue otro ‘tiroteo', aunque muy educado. Esto del 2002 no, fue la guerra total, con tiros, tiros. Podía pasar cualquier cosa. Yo pensaba que, si la negociación salía mal, íbamos todos presos", recuerda Steneri, y hace una encendida defensa del ex presidente Jorge Batlle, a quien define como "un político de raza", que, varias veces, en el correr de los meses de la crisis, "se plantó y tiró el resto": "Batlle es de los tipos que tienen la capacidad de, cuando todo parece perdido, levantar la mirada y ver más allá del horizonte", dice.
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