Periodista de vasta experiencia, escritor con una decena de libros publicados y, desde 2010, alcalde de la localidad canaria de Aguas Corrientes, Álvaro Alfonso acaba de sacar a la luz ‘Los dos demonios', un libro sobre la historia reciente (o ‘historia presente', como gusta decir al autor), que pretende revelar que los "dos grandes cucos" del Uruguay del 70 para acá no son solo militares y tupamaros, y, además, que esos actores han mantenido encuentros en las sombras una vez terminada la dictadura.
‘Los dos demonios', dice Alfonso, es un libro que hace tiempo quería escribir, con material acumulado durante 15 años, datos publicados en libros anteriores y "otras notas que nunca habían sido publicadas, documentos que tenía inéditos".
Escribir sobre el pasado reciente implica, más allá del desafío periodístico, llenar espacios en blanco de una historia repleta de interrogantes, lagunas y omisiones deliberadas. Es, también, para Alfonso, "una gran responsabilidad, y hay que asumirla". Crítico con el ejercicio contemporáneo del periodismo, cree que hoy "se actúa con mucha irresponsabilidad cuando se informa a la ciudadanía. Por ejemplo, cuando aparecieron los restos de Ricardo Blanco Valiente, (N. de R: encontrados en el Batallón 14 el 16 de marzo, e identificados en abril), los canales de televisión dijeron que era el cuarto desaparecido que recuperaba la identidad, cuando en realidad era el quinto. El primero, Roberto Gomensoro Hoffman, fue encontrado durante el gobierno del doctor Jorge Batlle (N. de R: sus restos aparecieron en la década del 70 en Tacuarembó, en una tumba NN, e identificados en 2001 en el marco de los trabajos de la Comisión para la Paz). Hay una gran irresponsabilidad en el manejo de la información. Solo basta ver los libros de historia en el liceo para agarrarse los pelos, porque la historia está totalmente tergiversada. No estoy hablando de si está la foto de Tabaré Vázquez, del Che Guevara o de Gregorio Álvarez. El problema es el contenido, la información que se le da a los jóvenes, que, en vez de pedagogía, es ‘engañería'", apuntó.
Los tupamaros, uno de los 'dos demonios'
Alfonso duda que estos errores sean deliberados, pero cree que ocurren "cada vez más. Me preocupa... hay otro ejemplo; hay algo que, al parecer, ya quedó instalado en la cabeza de la gente, y es que el IRP, el Impuesto a las Retribuciones Personales, el viejo impuesto a los sueldos, lo puso el gobierno de Lacalle, cuando, en realidad, fue impuesto en la época de la dictadura. El que pone el IRP es el contador Valentín Arismendi. Recuerdo, porque yo trabajaba en ese entonces en Radio El Espectador, que dio una conferencia de prensa, en la que, en un pizarrón, nos dio una especie de clase de Economía, en la que nos decía que acá no iba a pasar nada, y después pasó lo que pasó con ‘la tablita'. Después Lacalle utiliza ese instrumento impositivo y aumenta las tasas, pero a los tres años vuelve a las tasas iniciales, y después los distintos gobiernos lo subieron y lo bajaron según la situación fiscal. Luego llega el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas, el 1º de julio de 2007. Son errores que se incorporan a la opinión pública y quedan establecidos".
Secretos a voces
Alfonso dice que "nadie" es dueño de la verdad, y que, aproximarse a ella requiere escuchar todas las campanas, comparar, estudiar. Para el autor, ningún texto es descartable en ese sentido. "Toda la información hay que mirarla y tenerla en cuenta. Desde ‘Testimonio de una nación agredida' a los libros de Eleuterio Fernández Huidobro, y los que escribieron y escriben otros colegas. Es más, en muchos casos, en esos libros aparecen elementos en los que profundizar, y es lo que intento hacer. No está bien ese prurito de decir que, porque lo escribió Fulano, no se lee. Si uno quiere contar la historia como fue realmente, o acercarse a ella, hay que mirar todo. Acá lo más grave es la postura de los actores, que ahora están un poco más abiertos. Hoy sabemos apenas el 5% de la historia reciente. Yo la llamo ‘historia presente' porque todos los días está pegando coletazos, y gente de 18, 20 años, está sufriendo por cosas que pasaron hace cuatro décadas. Falta conocer un margen muy grande de información que los actores no dan. Hay pactos ocultos entre los tupamaros y militares, es realmente así. Hay información que puede ser útil, preciada, que no trasciende".
Peor aún, dice Alfonso, ese ‘secretismo' está enquistado; "el sistema político está basado en el secretismo" señala. "Muchas veces, las discusiones que se dan, conversaciones que mantiene el presidente de la República con los líderes políticos, nunca sabemos realmente de qué hablaron. Desentrañarlo lleva tiempo de dedicación, de investigación. El secretismo está instalado en la sociedad uruguaya".
Demonios & Cia.
El ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro y el presidente José Mujica, tupamaros
‘Los dos demonios' (Planeta, 2012), plantea que, en la historia de los últimos años, se pretendió circunscribir la responsabilidad de los acontecimientos del país a dos actores carismáticos e identificables: militares y tupamaros. "Fueron más de dos demonios", dice Alfonso.
El periodista coincide con las recientes declaraciones del ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro, que dijo que podría sentarse en una mesa a pedir perdón por los hechos del pasado, pero si estuvieran "el embajador de Estados Unidos, el embajador de Rusia, los directores del diario El País, las grandes gremiales patronales tienen que estar, porque convocaron al golpe de Estado y los partidos tradicionales, mucho de cuyos afiliados fueron golpistas".
Alfonso recuerda que, "hace unos 8 años le dije al ahora ministro Fernández Huidobro, en ocasión de un reportaje que le hice, si no le parecía bien que yo juntara a las partes y filmara a ver qué se decían sobre historia reciente. Me dijo que tenía que estar también la Embajada de Estados Unidos, y yo le agregué que debería estar la de Rusia. ‘También', me dijo, pero eso quedó ahí. Hoy se habla de perdón, y yo no estoy de acuerdo con que ninguna institución pida perdón. ¿Perdón de qué van a pedir? Lo correcto es que los actores se sienten en una mesa, todos. Los ‘dos demonios', militares y tupamaros, seguidos por todo el sistema político, los medios de comunicación, los trabajadores, los empresarios, las embajadas de Estados Unidos y lo que fue la Unión Soviética, y alguna más. Que cada uno diga cuál fue su responsabilidad en los hechos del pasado. Después, si quieren, que pidan perdón. Pero lo primero que tienen que hacer es darle explicaciones a la opinión pública, cada uno sobre su responsabilidad. Después de que informen, y la gente tenga conciencia de lo que realmente ocurrió, si quieren, que pidan perdón".
Además, apuntó que "todos los partidos deberían hacer una autocrítica. Para empezar deberían hacer su mea culpa de lo ocurrido en febrero de 1973, porque ahí está el meollo de todo lo que vino después".
Alfonso cree que, pese a que los hechos del pasado reciente estuvieron influidos y enmarcados por la Guerra Fría y las disputas entre Occidente y el bloque comunista, la historia podría haber sido distinta, y que los militares "se dejaron mover" como piezas de ese juego, y apunta que "no son un centro de poder desde hace 20 años. Hoy no lo son, como sí lo eran a la salida de la dictadura y durante el primer gobierno del doctor Julio María Sanguinetti, donde presionaron mucho al sistema político, incluso para que se votara la Ley de Caducidad. Es más: cuando se impulsa la ley de amnistía, cuando se delineaba ese proyecto de ley, se pensaba incluir a los militares. Y ellos dijeron que no. Y hasta le van a decir que no a Wilson Ferreira Aldunate, y Wilson les dice ‘qué burros que son'. Creo que, en eso, Ferreira Aldunate tenía razón. Los militares, en ese entonces, venían con aquella aureola de que no podían estar en la misma bolsa, ser comparados con los tupamaros, pero creo que fue un mal cálculo político".
Y luego enumera algunos episodios que fueron jalonando la pérdida de poder de los militares: primero presionaron para que se aprobara la Ley de Caducidad, pero luego, "con Sanguinetti empieza a menguar su poder. A Sanguinetti no se le ha dado nunca el valor que merece. Se dice que en su presidencia se consagró la impunidad, pero el que empezó a ‘matar' a los militares fue el propio Sanguinetti cuando les fue recortando el presupuesto militar. Es ahí donde comienzan a perder poder; luego sigue con el gobierno de Lacalle. Después de la Ley de Caducidad, en el primero gobierno que va un militar a declarar a la Justicia civil es en el de Lacalle, y es el coronel Juan Antonio Rodríguez Buratti por el caso de Simón Riquelo. Esto fue en el año 1994, y hubo casi hasta un levantamiento militar por esta situación. Cuando el doctor Jorge Batlle crea la Comisión para la Paz, claramente todo lo que pudieron cosechar tanto Tabaré Vázquez como José Mujica, salió de ahí. Los militares la masticaron pero nunca la tragaron. Se pudieron encontrar los restos de desaparecidos, y además, el Estado uruguayo dice ‘oficialmente' cuántos son los desaparecidos: 26. Pueden haber sido 300, pero el Estado dice que son 26, y la primera vez que el Estado lo reconoce y lo hace oficial es a través de la Comisión para la Paz, donde estuvieron todos los partidos políticos y los representantes de los familiares. Entiendo que se hizo un buen trabajo, y que nunca fue bien reconocido. Creo que sería bueno, en los textos de historia, que el trabajo de la Comisión, las carpetas con la información que recogieron sea publicada", dice.
Si esta cárcel sigue así
Aunque en ‘Los dos demonios' no está planteado explícitamente, Alfonso tiene una opinión diferente de la ‘historia oficial' que llevó a que varios ex militares y policías estén presos hoy por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura.
General Gregorio Álvarez, procesado por varios delitos de lesa humanidad
"Acá, el único general preso, es Gregorio Álvarez", dice. "Tenemos preso al soldado Ernesto Soca, que, en la dictadura, era motonetista, y llevaba sobres de un lado a otro, y lo acusan casi de negociar directamente con Videla y Pinochet sobre los desaparecidos... ¡una locura total! Ese hombre está muy mal preso; son decisiones de la Justicia que toma, creo, con muy mala información. (N. de R.: Ernesto Soca, conocido como ‘Drácula', fue procesado con prisión por 28 delitos de ‘homicidio muy especialmente agravado', por su responsabilidad en los traslados clandestinos de presos políticos en 1976, en el caso conocido como ‘Segundo Vuelo').
Alfonso no niega que quienes fueron procesados por la Justicia deban cumplir penas de prisión, aunque sostiene que "no" por la causas por las que cumplen condenas, y sostiene que están presos por figurar en una lista elaborada "el 3 de diciembre de 1985, cuando se cita a los militares ante la Justicia, antes de aprobarse la Ley de Caducidad. En la primera lista de citados a declarar ante la Justicia por violaciones a los Derechos Humanos están todos los que ahora están en Domingo Arena. Esa lista fue una decisión de la Justicia de aquel momento, en base a denuncias. Pero está probado que Jorge Silveira nunca fue a Buenos Aires. Es más: una vez le pregunté a Hugo Cores por él, y me dijo que nunca lo había visto; que le habían dicho que podía ser él, pero me daba una descripción física que no tenía nada que ver con Silveira, a quien se lo puede meter preso por muchas otras cosas, pero no por haber estado en Buenos Aires".
En su último libro dice, sí, que, en oportunidad del procesamiento del general Miguel Dalmao, como coautor de un ‘homicidio especialmente agravado' por la muerte de la militante comunista Nibia Sabalsagaray, los jefes de Brigada y de Regimiento de la División de Ejército IV, le dijeron que ‘si no quería ir preso, no iba'. Alfonso cree que esos militares estaban dispuestos a tomar medidas para evitar que Dalmao fuera encarcelado. "Eso es así; no sé si levantarse en armas, pero le dijeron ‘si usted no quiere ir preso, no va'. Y Dalmao no aceptó porque entendió que no quería involucrar a los subalternos, pero, además, porque tenía la información de que no iba a ir preso".
Ese procesamiento sorprendió no solo a Dalmao, sino también al presidente José Mujica y al ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro, ambos convencidos de su inocencia.
Un alcalde que escribe
Álvaro Alfonso, periodista, escritor y alcalde
"Hoy solo escribo libros. No trabajo en ningún medio de difusión, por primera vez en treinta y pico de años. No me entusiasma trabajar en un medio", dice Alfonso, que en 2010 fue elegido alcalde de la localidad canaria de Aguas Corrientes. Ahora, apunta, está "dedicado a Aguas Corrientes, pese a que los alcaldes de Montevideo ganan diez veces más que yo, que cobro 20.000 pesos. No me quejo, porque, cuando uno quiere hacer algo, el dinero no tiene nada que ver".
Para Alfonso, "los municipios son la herramienta más formidable que ha tenido la historia de la república para las poblaciones pequeñas, y creo que esa era la intención del doctor Tabaré Vázquez. Yo lo hablé con él, era para las poblaciones pequeñas. Él lo impulsó, y recuerdo que decía que era ‘para darle mucho aire' a los pueblos chicos, a los que veía totalmente sumergidos. Después se crearon los alcaldes de Montevideo, no sé para qué. No estoy en contra de las personas que son alcaldes, que quede claro. Pero en Montevideo la Intendencia puede manejar todo sin necesidad de alcaldes. Es más, creo que tampoco son necesarios en las capitales departamentales".
Sin embargo, no todas son rosas, y dice que "en las localidades pequeñas, el alcalde y los concejales luchan por su población, y todos los días tienen que poner la cara delante de los vecinos para dar explicaciones. En Aguas Corrientes tenemos algo especial: yo me llevo lo más bien con el concejal Carlos Junco del Frente Amplio y con Carlos García del Partido Colorado. Nuestros abuelos fueron amigos, nuestros padres, lo más probable que también, y no estamos en esa hojarasca estúpida de los partidos políticos, sino que tenemos la camiseta de Aguas Corrientes. No estamos en la chicana de votarnos o no votarnos. Pero es excepcional, en otras partes no es así. Me ha servido para conocer la miseria humana. El periodismo y la Justicia son excelentes lugares para conocer la miseria humana, y pensé que ya sabía bastante, pero estaba recién empezando".
Ahora, mientras trabaja en su pago natal para rehabilitar un gimnasio en el que "hacen fierros los gurises que tenían un pie en la pasta base", delinea sus próximos libros. Uno de ellos, dice, tratará sobre "el papel jugado por los civiles durante la dictadura; los militares nunca firmaron nada; cuando se disuelve el Parlamento el que firma esa disolución es un civil; cuando deciden las proscripciones también las firma un civil", fue "una dictadura rara, en la que, de once años de dictadura, los civiles gobernaron ocho". Pero hay un libro que le quedará en el tintero, y es "sobre el caso Feldman: no hay nada en ningún lado, y cada vez queda menos, El expediente no tiene nada de nada, es muy interesante, porque está vacío".