El objetivo del plan diseñado por esa cartera en cooperación con el ministerio de Sanidad es mantener los colegios abiertos y lograr "tanta normalidad como sea posible", explicó el titular en rueda de prensa en Viena.
Para el ministro, quien recientemente había considerado "absurda" la petición de algunos sindicatos de maestros de imponer la mascarilla en clase, "es difícil imaginarse que se pueda transmitir entusiasmo" a los alumnos por una materia si tienen que estar dos horas seguidas con la nariz y la boca cubiertas.
Pero sí se impondrá esa medida a la entrada y en los pasillos de los centros educativos cuando las autoridades sanitarias adviertan de un aumento de riesgo en la zona, según un llamado "sistema de semáforo", con cuatro grados de alerta por colores.
Así, la mascarilla en el recinto será necesaria con el color amarillo y naranja (segundo y tercero de la escala, después del verde), mientras que el rojo obligará probablemente a cerrar el colegio y trasladar las lecciones a la red electrónica.
Por otro lado, el ministerio recomienda ventilar las aulas cada 20 minutos, y por un mínimo de 5 minutos cada vez, una disposición que, junto al plan de que se intente trasladar al aire libre el mayor número de clases posible, obligará a los chicos a ir muy abrigados al "cole".
A todo ello se suma una política de información y contención de grupos de alumnado que busca evitar un contacto demasiado amplio entre los estudiantes.
Además, se exhorta a los padres a que no envíen a sus hijos a la escuela si tienen síntomas semejantes a los de la COVID-19, al tiempo que, para la detección temprana de los casos asintomáticos, se harán testados a gran escala.
En cooperación con las universidades de todo el país, se prevé testar a unos 15.000 alumnos y 1.200 profesores cada tres semanas, y para ello se hará uso de un nuevo procedimiento en el que, para tomar la muestra, la persona tiene que hacer gárgaras durante 20 segundos.
Con información de EFE