Seré curioso

Mañana es mejor

Christian Font en Seré Curioso: "Pensé: 'ahora agarrate que el Plan Atlanta viene con todo"

Se define obrero del entretenimiento pero su pasaporte dice periodista. Radio, tele, cine, carnaval y teatro: él no le hace asco a nada. Y tiene motivos.

02.08.2018 07:03

Lectura: 30'

2018-08-02T07:03:00-03:00
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Por César Bianchi

@Chechobianchi

Fotos: Juan Manuel López

            Un personaje de película, interpretando un viejo conservador de antaño, diría que parece mentira que semejante grandulón -literal- se ponga a moquear y hacer puchero delante de un periodista que lo está entrevistando. Si ni siquiera hay cámaras registrando el momento. En efecto, en el café Marilyn del Life Cinemas de Barreiro y Berro, Christian Eugenio Font Plasencia se quiebra cuando se le menciona a su padre Héctor, hace mohines cuando recuerda que por su familia es capaz de desnudarse en un escenario de teatro y termina de sensibilizarse, a llanto pelado, cuando dice que sus "enanos" lo hacen muy feliz.

            Y todo lo hace por ellos. Todo es todo: comunicador radial y televisivo, carnavalero, crítico de cine, actor y cuanta cosa se le aparezca delante que esté ligada a la comunicación. Tomando como excusa su renuncia al Sindicato Uruguayo de Actores tras el affaire Franklin Rodríguez vs. El Galpón, y para explicar cómo le cayeron las especulaciones cuando se conoció el pase de Franklin a El Espectador (la radio donde Christian trabaja, ahora en doble turno), mantuvimos esta extensa entrevista, prometida hacía un par de años. La charla también pasó por sus sueños de niño y adolescente con la banda sonora de los Beatles de fondo, el inicio en radio, la cara pintada, la teoría conspirativa tan dable para el tuitero tipo y por qué ahora el kamikaze le cedió terreno al adulto pudoroso.                    

 
-¿Tenés claro cuál es tu vocación?

 -Cada una de las cosas en que he incursionado son actos de comunicación. En los hechos, probé hacer muchas cosas antes de dedicarme a la comunicación. Pero si repaso esas tareas, eran otras formas de comunicación, no expuestas en un medio. Fui muchos años animador de fiestas infantiles, y de chico tuve un momento revelador que fue haber descubierto un cajón de vinilos en la casa de mis abuelos paternos. Y eso me abrió la puerta a la música, a escribir y por añadidura a empezar a leer de cine y música. Siempre fui un oyente de radio bien temprano, en todo sentido, porque me iba a la escuela y en casa se escuchaba a (Julio) Villegas en Sarandí. Siempre quise hacer esto...

"La BCG eran como murguistas en 3D, porque salían del campo visual del escenario para venir hacia vos. En el videoclub del barrio estaba para alquilar La BCG no engorda. Un día de atrevimiento, le dije (a Jorge Esmoris) si podía dar una mano y me dijo que podía cargar los pasacalles"

-¿"Esto"?

-Siempre quise hacer periodismo, crítica de cine, dentro del periodismo la rama cultural era la que más me apasionaba, siempre quise hacer comedia también. Creo que llegué a un punto en este momento donde pude aceptar que soy una mezcla de todo eso, y que en definitiva, el público no es unidimensional y los comunicadores tampoco. Acá durante mucho tiempo se cultivó eso de "vos sos periodista de fútbol, aquel es de política, y Mengano el de cultura, y las ramas no se mezclan". Yo resolví ser todo eso junto y se dio naturalmente. Yo leía medios de prensa, mientras leía a Fontanarrosa o Groucho Marx, y convivía en mis primeros tiempos de socio de Cinemateca con el cine de arte y ensayo y las escuelas europeas, al mismo tiempo que tenía el legado de mi abuelo Aníbal del cine de arte y entretenimiento y la matiné de aventuras.

-¿Pero qué dice tu pasaporte?

-Periodista.

-El bichito cinéfilo te picó temprano, ya en el liceo. ¿Te hacías la rata para ir a Cinemateca?

-No me hacía la rata, pero llevaba la cinefilia hasta las últimas consecuencias. Es decir, si había un ciclo que yo quería ver y tenía examen al otro día a las 7 de la mañana, es probable que yo fuera a ver todos los días el ciclo, y estudiara para el examen desde la medianoche hasta las 6.30, con el fin de salvar. En mi último tramo como estudiante de bachillerato fue a los ponchazos, con fotocopias arriba del ómnibus y alguna táctica poco elegante para salvar algún examen.

-El abuelo Aníbal tuvo mucho que ver en esa afición...

-Mi abuelo era talabartero, no era buen comerciante, pero era buen artesano. Era un oficio heredado, pero toda su pasión la volcaba en el cine. Era un tipo que contagiaba su entusiasmo por el cine. Había un proyecto en Súper 8 en la casa de mis abuelos, que era el formato de cine doméstico de fines de los 70 y principios de los 80, y los domingos llegábamos a almorzar con mis padres, primos, tíos, mi hermano y yo, y el tipo había redactado en máquina de escribir los programitas de mano y los pegaba en la puerta de la habitación. El cine improvisado era donde mi abuelo tenía el comercio, en 8 de Octubre entre Silvestre Pérez y Félix Laborde, La Unión. Y los domingos, cuando el comercio no abría, eso era el cine. Es una etapa que además de ser muy feliz, la recuerdo como clave a la hora de decidir el camino que yo iba a tomar en el futuro.

"El foco (de las murgas) debería estar en las estructuras de poder, pero en determinados tablados te va a dar más rédito hacer chistes sobre Verónica Alonso. Cuanto más se acercan las elecciones parece establecerse un código tácito: 'Ojo, no peguemos mucho, mirá si generamos descrédito"

-Tu pasión por la radio llega antes, cuando de niño escribías cartas a las radios pidiendo temas, o querías ser el que seleccionara vinilos para reproducir por la radio.

-En una época en que no había redes sociales, tampoco había teléfono en mi casa, entonces en las hojas Tabaré de hacer los deberes yo escribía música que quería escuchar y mi viejo, que era visitador médico, iba dejando en algunas radios los pedidos. Yo le mentía a los amigos del barrio, como que alguna vez algún programador me había hecho caso a alguna sugerencia, y mi fantasía era  hacerle creer era que ese tema lo había elegido yo para pasarlo en la radio... un gurí de 11 años. Yo iba a contracorriente, mientras ellos escuchaban lo que estaba de moda, tipo Technotronic o los New Kids On the Block, yo les salía con Jimi Hendrix, vino un primo mío de Australia y me trajo toda la discografía de AC/DC y me explotó el marote. Pero devoraba todo lo que era cultura pop, era como una esponja que chupaba todo.

-Animabas cumpleaños infantiles, hasta que se te da una oportunidad en la radio del Sodre, casi de casualidad, como llegan las mejores cosas...

"Yo no podía avalar mi permanencia como afiliado de una institución que le estaba diciendo a sus afiliados: 'ojo con lo que van a hacer'. Esa cosa entre paternalista y amenazante yo no la puedo avalar de ninguna manera"

-La culpa es de los Beatles, una vez más. Lo primero que leí con espíritu de bucear en una posible explicación del fenómeno fue en el libro que escribió el periodista Hunter Davis en el año 68, cuando ellos estaban en actividad. Y estaba el programa Una Noche de Locos en CX 26 que lo conducía Eduardo Rivero, y él es un especialista en los Beatles. Lo escuchaba todos los días. Un día habilitó las líneas, y empecé a participar desde el humor. Yo escribía lo que iba a decir. Él decía: "hoy vamos a hablar de la nomenclatura de las calles de Montevideo" y yo me apuntaba lo que quería decir si me ponían al aire, y todo era para el lado del humor y el absurdo. Me sacó al aire una, dos, tres veces hasta que un día me invitó a ir a la radio, para hacer una colaboración, un personaje, dentro del programa. Y mi primer personaje humorístico fue Eugenio Garpandi, un crítico de cine (Eugenio es mi segundo nombre) que estaba empeñado en pasar cine por radio. Hablamos del año 96, yo tenía 18 años. Y así hice personaje y co-conduje como tres años, hasta que Eduardo se fue a Setiembre FM, y yo me quedé en el Sodre ocupando ese espacio (okupando, con k, como usurpándolo). Me permitió foguearme y aprender la mayor cantidad de errores posibles para aprender. 

-¿Y cómo te deslumbra la murga? ¿O debería decir Antimurga?

-Fue la Antimurga BCG antes que la murga. Aunque en mi lectura, es mucho más murguera que cualquier otro conjunto. A mí me impactaba mucho esa cosa señorial de los murguistas y la fuerza del canto. De niño empatizaba más con los parodistas, porque cantaban, bailaban, hacían chistes. Es como que la murga me llegó más en la adolescencia. Pero la BCG siempre tuvo una comunión especial con los niños. Lejos de la incomodidad de los adultos cuando bajaban a la platea y te dejaban expuesto, en los niños eso era juego, funcionaba a la perfección. Eran como murguistas en 3D, porque salían del campo visual del escenario para venir hacia vos. Por otro lado, fue uno de los primeros grupos en incursionar en el audiovisual, y en el videoclub de mi barrio estaba para alquilar "La BCG no engorda", que era un documental que había hecho el Centro de Medios Audiovisuales. No estaba la BCG en carnaval y yo alquilaba ese video para seguir viéndolos en casa. Y te digo que estaban los Beatles como vaso comunicante, porque yo estaba en AEBU, tenía una banda de rocanrol con amigos del liceo, tenía el pelo largo, tocábamos covers de varias bandas, entre ellas los Beatles, y ahí mismo empezó a ensayar la BCG en su regreso al carnaval en el año 94. Y bueno, otro gran beatlero (Jorge) Esmoris, empezamos a trabar relación y un día de atrevimiento, le dije si podía dar una mano y me dijo que sí, que podía cargar los pasacalles en el desfile inaugural por 18 de Julio. Y cuando terminó el desfile me dijo: "Vamos a precisar gente para el Teatro de Verano también, para hacer la platea, la bajada del público", así que unos días después estaba haciendo mi debut en el Teatro de Verano, como extra privilegiado de la Antimurga BCG.

-Antes fuiste hincha de Los Adams. ¿Ya te proponías hacer reír o hacer reflexionar?

-Los Adams me habían cautivado porque se habían tomado el parodismo de una manera nada solemne. Por ejemplo, recuerdo una presentación de Los Adams donde el actor y músico Carlos García hacía todo un monólogo muy gracioso previo a que ellos subieran al escenario, y hacían coreografías donde bailaban mal a propósito. Te hablo del 86, 87, y en el 88, ganaron el primer premio. Y me acuerdo que canal 4 pasó un especial con los conjuntos que habían ganado, y la actuación de Los Adams la grabé en un VHS que gasté de tanto mirarla... Yo los seguía realmente, iba a ver los ensayos. Entre otras cosas, mi primer ídolo en carnaval es Luis Alberto Carballo. Después mi mayor honor fue haber actuado con él.

-Diablos Verdes, Patos Cabreros, pero me da la impresión que Demimurga fue algo especial porque eras el padre de la criatura, y pasaron de ser algo entre amigos a competir realmente.

-Sí, y fue duro el paso, otros grupos lo transitaron mejor: eso de la cosa lúdica entre amigos a la competencia oficial fue muy duro. Primero porque ligamos mal. Habíamos salido segundos en la prueba de admisión, pero en las dos primeras etapas que nos teníamos que presentar llovió, y el carnaval se fue estirando y estirando. Entre tanto fuimos haciendo tablados, pero nunca pudimos pegar de una. Y llegamos con muchísima ansiedad al Teatro de Verano, que era la tercera oportunidad porque había llovido las dos anteriores. Fijate que íbamos a abrir la primera fecha y terminamos cerrando la última rueda, cuando se habían suspendido seis o siete etapas por lluvia ese 2002. Y tuvimos una actuación en el Teatro donde nos mató la ansiedad y nos atropellamos, y quedamos eliminados esa misma noche, noche de fallos. Demimurga proviene del primer encuentro de Murga Joven, del año 98, va a hacer 20 años de eso. Me llena de alegría evocarla, pero si me preguntás si lo volvería a hacer, te digo que no.

-¿Está bastardeado el carnaval como expresión artística, o ahora ha logrado un respeto del que antes no gozaba?

-Creo que tiene una valoración muy justa, se ha convertido en un evento masivo. También tenemos una perspectiva muy metropolitana del asunto. Nuestra condición de montevideano afecta nuestra mirada. Creo que el carnaval nunca tuvo la exposición y la aceptación popular que tiene hoy. Yo lo celebro, estoy muy lejos de decir "carnavales eran los de antes". Aparte me gusta esa condición itinerante, que te permite sacar una mejor foto del estado de las cosas. Es como una gran enseñanza del Uruguay como sociedad: estás actuando en el Velódromo para 3.000 personas o más y 20 minutos después estás en un tablado, donde sabés que el micrófono está atado con alambre y la gente hizo un esfuerzo muy grande para pagar 50 pesos de la entrada. Eso me encanta. Esa es la esencia: en los barrios. Un día en el tablado Brisas del Plata, en el Montevideo rural, estábamos cantando con los Diablos y éramos más arriba del escenario que abajo. Nos miramos y éramos 17 arriba y 12 abajo mirándonos. Pero al irnos de ahí, me paró una señora mayor y me dijo: "Gracias por venir hasta acá".

-¿Ya sabés por dónde vas a estar el carnaval que viene?

-En Las Toscas o Parque del Plata. No voy a hacer carnaval. Por suerte tengo mucho trabajo y trato de ser un padre muy presente en la vida de mis hijos. En algún momento hay que parar. Le voy a dedicar tiempo a mi familia.

-Con 14 años de la izquierda en el poder, ¿ya se puede decir que el carnaval uruguayo se adaptó a criticar un gobierno de izquierda? ¿Es tan crítico como lo fue con gobiernos de derecha? 

-Eso ha mejorado, pero aún le queda mucho por explorar. Yo considero que la murga es orejana, crítica contestataria en su naturaleza. Eso es lo que debiera ser. ¿Si lo ha logrado? Parcialmente. Hay grupos que se cuidan mucho en sus formas, porque es bravo también cuando el público de carnaval está asociado a una corriente de pensamiento. Y el carnavalero quiere gustar, quiere la aprobación inmediata. El foco debería estar en las estructuras de poder, pero sabés que en determinados tablados te va a dar mucho más rédito hacer chistes sobre Verónica Alonso. Mirá, yo fui componente de Diablos Verdes varios años, una murga maravillosa porque es murga-barrio (La Teja) pero en los ensayos de los Diablos vos veías en una misma mesa a Jorge Gandini y Juan Castillo en la misma mesa. Y con el tiempo es como gradual: cuanto más se acercan las elecciones parece establecerse un código tácito de "ojo, no peguemos mucho, porque mirá si terminamos generando descrédito". A veces lo que aparece es la autocensura. Nosotros con Diablos Verdes en 2013 teníamos una canción que era muy dura con la gestión de la Intendencia. Agarrábamos una canción a Montevideo de Mauricio Ubal, retomando un clip de la intendencia resaltando sus méritos, y nosotros le cambiamos la letra tomando para el otro lado, crítica hacia la gestión. La empezamos a hacer en los tablados y la gente no acompañó. Pero atrás venía A Contramano que le pegaba los tales viandazos a Tabaré Vázquez y la gente aplaudía a rabiar. Y ahí es cuando me di cuenta: hay grupos o conjuntos que están tan insertados en el imaginario colectivo en un lugar, que no se pueden correr de ese lugar. A los Diablos no le permitían ser críticos con la izquierda, nos llegaron a chiflar en el Defensor Sporting, pero si atrás venía otra murga y le pegaba a la izquierda, la aplaudían por lúcida. Era como si dijeran: "Ustedes no, no nos pueden hacer esto". Y eso es desestimulante. Tu credibilidad no se puede ver afectada si le pegás a uno o al otro.

-Hace un tiempo vi que le contestaste en Twitter a una colega que se quejaba de que en tele siempre están las mismas caras  y si no tenés padrino, no llegás. ¿Vos también pensabas así cuando no estabas en TV, y después cambiaste de parecer?

-Es probable. Cuando yo no estaba en tele, miraba algunos programas y pensaba: "Yo podría estar ahí y hacerlo mejor". En la época en que incursioné en los medios, estuve 8 o 9 años sin siquiera cobrar un peso. Es algo terrible. Estuve años con la típica: "Bueno, pero si consigo un aviso...". Me fui a Brecha con un diskette de tres y medio, con una crítica de un recital que había visto para tratar de escribir ahí. Yo estaba con todos los radares prendidos. Tuve la chance de grabar un piloto de radio para Buenos Aires y para mi cumpleaños pedí que me regalaran plata para grabar el piloto. Y de hecho, viajé y fui, estuve trabajando en radio Palermo en 2005. Hoy por hoy hay otros canales: canales de YouTube, plataformas de streaming, blogs, cualquiera con su teléfono celular puede filmar algo y generar un video, editarlo. Yo provengo de una era analógica, donde era todo más artesanal.

-Cuando yo estaba en primero o segundo de Facultad de Comunicación Social, Tomás Linn decía que para entrar a un medio primero había que "gastar mucha suela de zapato". Y hoy esa metáfora no tiene sentido, porque basta enviar mails desde tu casa a los medios.

-¡Claro! Ahora basta con mandar muchos mails, o generar algo de impacto viral. El intercambio al que aludís en Twitter fue con Belén Fourment y Kristel Latecki y no les falta razón, pero, a ver... es muy fácil instalar eso de que "es todo muñeca" como decía Yiye Goyén, el personaje de (Luis) Orpi. La verdad que no. Eso de que es todo acomodo no es verdad, o la que he escuchado: que "algún sector político te banca los trapos". Yo, la verdad, lo que he conseguido hasta ahora me lo ganado laburando. Pero sí es un reclamo con asidero el de la presencia de las mujeres en los medios.

-Estudiaste Comunicación en la UTU. ¿Por despotricar contra las universidades privadas?

"Ni el público ni los comunicadores somos unidimensionales. En mi caso, el humor y el periodismo conviven ya sin ningún tipo de conflicto. Digo 'ya' porque antes lo tuve. No hay una cosa tan antagónica entre periodismo puro y duro y comunicación"

-No tenía plata para pagar la cuota... Es cierto que fui un adolescente enojado, como muchos. Primero pasé por la licenciatura en Comunicación de la Udelar, actual FIC, donde no enganché... Yo sentía un entusiasmo bárbaro, a tono con mi vocación, pero ahí en la Liccom me la bajaban. Por suerte después iba a la radio del Sodre y la recuperaba. En la UTU fue distinto. Con menos recursos todavía, tuve la suerte de dar con algunos docentes que nos motivaban. Un día entramos a clase, había paro de futbolistas, y el profesor nos mira y nos  dice: "¿Qué hacen acá? Salgan a buscar historias". Y minutos después estábamos en la Mutual hablando con el Indio (Héctor) Morán, para después redactar en clase.

-¿Y por qué nunca terminaste la carrera?

.-Porque el mercado laboral me absorbió temprano. Es la única ventaja que le he encontrado. Es un pendiente... me inspiró mucho lo que te dijo Pipe Stein (en Seré Curioso), eso de recibirse de grande para darle un ejemplo a tus hijos.

-¿Cuál es tu opinión sobre la tarjeta Socio Espectacular? Porque en la polémica reciente se formaron dos bandos: quienes la defienden -básicamente gente vinculada a El Galpón y el Circular- y del otro lado, quienes creen, como Franklin Rodríguez o Alberto Restuccia, que es un mecanismo injusto para quienes intentan vivir del teatro y cobran una miseria.

-No tengo una opinión formada sobre la tarjeta. Fui usuario mucho tiempo porque imaginate que si por un precio módico podés ir a Cinemateca, Cine Universitario, ver los partidos de Peñarol y algún otro beneficio. Yo no tengo elementos de juicio para opinar sobre Socio Espectacular, entiendo que ellos tienen mucho más elementos para argumentar. Lo que me preocupó tremendamente de lo que ocurrió a partir de la nota a Franklin en Voces, y muchas cosas quizás yo no estaba de acuerdo... a ver, no es un tema de estar de acuerdo o no, sino de qué hacemos con la opinión divergente.

-¿Por qué decidiste renunciar a la Sociedad Uruguaya de Actores (SUA)?

-Porque entendí que tenía que tomar postura de forma pública a partir de algo que trasciende una sanción. Es a partir de una sanción, pero es rebelarse ante algunas estructuras que están privilegiando una forma de pensamiento autoritario, hegemónico y donde vos no podés discrepar, porque te puede ir mal, se te va a señalar. Me parecieron desatinados los comunicados de El Galpón y de FUTI (Federación Uruguaya de Teatros Independientes) y ni que hablar la resolución de SUA. Hay dos cosas complicadas: uno, la sanción de seis meses a Franklin Rodríguez tomada por un tribunal de ética. En el fondo lo que hay es encono...

-Preocupa más lo otro: advertirle a los socios que evalúen seriamente si trabajar o no con Franklin a futuro, y consulten a SUA... (En concreto, el comunicado decía: "Solicitaremos a nuestros asociados tener en cuenta esta situación a la hora de comenzar nuevos trabajos en el plazo estipulado -la sanción de 6 meses- y solicitaremos que en tal oportunidad se comuniquen con el SUA").

-Sí, a mí también, eso me preocupa mucho más. Yo no podía avalar mi permanencia como afiliado de una institución que le estaba diciendo a sus afiliados: "ojo con lo que van a hacer". Creo en la libertad de expresión, podrá Franklin estar equivocado en cómo ha formulado algunas cosas, pero esa cosa entre paternalista y amenazante yo no la puedo avalar de ninguna manera.

-Lo curioso es que entre el sábado y domingo pasados se conoció la noticia de que Franklin Rodríguez pasaría a integrar la mañana de El Espectador, radio en la que vos trabajás, y en Twitter comenzaron las especulaciones respecto a que tu solidaridad con Franklin tenía que ver con ese pase y el de Leonardo Haberkorn (que publicó la noticia de la declaración de persona no grata de El Galpón hacia Franklin), y les cerraba que estaba "todo armado". "Mirá por donde iba la cosa", era uno de los comentarios. Vos saliste a aclarar cómo se había dado todo en Twitter.  ¿Cómo lo tomaste?

-La sucesión de hechos es un festín para la teoría conspirativa. Servir la mesa para una de las vocaciones más marcadas del internauta uruguayo. Pero no hay relación entre mi decisión de renunciar a SUA y la vinculación de Franklin Rodríguez a El Espectador. Mal podría yo incidir en la contratación de nadie. Una semana antes Walter Pernas, gerente de Programación de la radio, me comunica que Daniel Castro se va a radio Carve y me pide autorización para manejar mi nombre como sustituto a las 6 de la mañana en una reunión que tendría con los directores de la radio. Le dije que lo hablaría con mi familia y luego le dije que sí. Sobre el miércoles de la semana pasada tuve una reunión con la dirección de la radio donde acordamos que yo iba a pasar a estar a las 6 de la mañana desde el lunes 30 de julio, y de ahí me iba a Buen Día Uruguay (BDU).  Yo no lo quise hacer público porque Daniel aún estaba trabajando en la radio. Iba a esperar a que él se despidiera para hacer pública mi incorporación a la mañana. El jueves a la noche salgo del ensayo de una obra que estoy por estrenar, tomo en contacto con la resolución de SUA, llamo a un integrante de ahí para hacer un reclamo foral y después de meditarlo mucho y ver lo que me rompía los ojos esa advertencia a los afiliados, dije: "tengo que renunciar". Presenté mi renuncia el viernes de mañana por carta, lo comenté en BDU y lo expresé en Twitter, y ese mismo día tuve una reunión a la tarde donde me confirman que viene Leonardo Haberkorn a la mañana. El sábado, a través de un tuit que leí a la noche y me mandan por WhatsApp, veo que se suma también Franklin Rodríguez. Era una nota con un collage con la foto de los tres. Lo primero que pensé es: "Ahora agarrate, porque el Plan Atlanta se viene con todo". Y traté de tomármelo con humor, hasta que la saña de algunos usuarios me sacó. Tengo que decir dos cosas: por un lado, recibí mucho apoyo por mi decisión, me escribió gente de teatro para decirme que vivió situaciones similares de tener opiniones divergentes respecto a algunas estructuras y fueron muy hostigados por ello, y claro, al otro día, para los fanáticos de la teoría conspirativa... Hasta un querido amigo me decía: "Yo no dudo de vos, pero admitime que es raro". Y le dije: "Te puedo admitir lo que vos quieras, pero en los hechos no hay relación entre una cosa y la otra". Si yo hubiera sido el encargado de comunicación de la radio, no habría revelado esa noticia el fin de semana, después de lo que había pasado. Era dejarnos en evidencia en algo que no tuvimos intención de generar.

-¿Te importa lo que la gente opine sobre vos? ¿Te afecta?

-Cada vez menos. Pero uno no está solo en este mundo. A mí se me endureció el cuero con el tema de las críticas. En mi caso, además, la gente puede pegarme por donde quiere, le doy un amplio abanico de posibilidades: el carnavalero, el humorista, el conductor de canal 4, para algunos soy el comunista o ahora el "facho". Yo me gané el derecho a elegir estar donde yo quiera estar. Al entorno le entristece que yo esté involucrado en estas cosas, porque por fuera del área laboral, soy de perfil bajo, soy de quedarme dentro de mi casa. Mi suegro me contaba que en una charla informal tuvo que salir a defenderme, y yo le dije: "¿De qué vas a defender? Yo no hice nada malo, y el público puede pensar lo que quiera". Yo actué según mis convicciones y creo no estar perjudicando a nadie. Pasa que el medio es tremendamente chico y se presta para quienes elaboran la teoría conspirativa.

-Sigamos con la radio: ahora te tiene en un nuevo desafío, madrugando a las 6 de la mañana para compartir las noticias, en un rol más periodístico. ¿Te sentís cómodo en ese rol?

"Me frustra no poder tomarme un café con mi viejo... Eso me frustra. A la hora de agarrar un laburo nuevo, tomarte un café con tu viejo tiene su valor, ¿viste?"

-¿Por qué más periodístico, César? Esa es la noción del producto televisivo que tiene el uruguayo y no se sustenta para nada con los hechos. Que yo sea idóneo para los temas culturales no me inhabilita para hablar de tú a tú con nadie. Para buena parte del público uruguayo, la tele de la mañana es para hablar de bricollage y de cocina, y no es así. Hace por lo menos cinco años o más que no es así, he entrevistado a todo el espectro político, los principales actores de temas de actualidad pasan por BDU. Entonces, no es que en BDU tengo más perfil de comunicador y en la radio más periodístico.

-Pero en la mañana de El Espectador se te va a exigir cierta compostura, que la podés perder en BDU con algún chiste o humorada, y se te perdona, como es distinto al rol que ocupabas el año pasado en Justicia Infinita...

-Son roles muy diferentes. Ni el público ni los comunicadores son unidimensionales. En mi caso, el humor y el periodismo conviven ya sin ningún tipo de conflicto. Digo "ya" porque antes lo tuve. Veré si mecho el humor con las noticias... hay noticias que se prestan para una lectura más humorística. No hay una cosa tan antagónica entre periodismo puro y duro y comunicación. Yo me defino como obrero del entretenimiento, primero porque soy un laburante, segundo, porque suscribo el concepto de entretenimiento, y hoy por hoy, el término de "infotainment"... No, a mí me puede divertir mucho la información pura y dura. No tenés por qué ponerme entertainment en la información, pero por otro lado, la radio y la TV cada vez mezclan más los lenguajes y los perfiles. Los periodísticos de esta era tienen tapes con mirada humorística, un editorialista que se permite salir a hacer pasos de comedia, y eso yo lo tenía claro hace 12 años atrás. El tema es que todo el tiempo se me hacía notar que no estaba bien. El mercado y el paso del tiempo me dio la razón. Recuerdo una columna de (la periodista) Analía Filosi, a quien aprecio y respeto, en 2007 escribió una columna en Sábado Show donde me criticaba porque yo no era ni lo uno, ni lo otro. Y decía: "¿Cómo le podemos creer a este tipo que está entrevistando a Daisy Tourné, que era ministra del Interior, y después agarra una guitarra y hace una payada con Guillermo Ramis sobre el estado del tiempo?". Como diciendo: "Es uno o es el otro". Y yo creo que no, soy los dos, y (esos perfiles) pueden coexistir perfectamente". Yo sigo haciendo comedia, sigo saliendo en carnaval, y puedo entrevistar a quien me pongas enfrente provenga de donde provenga, porque mi formación es periodística.

-Profesionalmente te le animás a todo: radio, tele, prensa, libros, murga, actuación. ¿Pero por dónde pasan tus inseguridades? ¿A qué le dirías que no, porque no es para vos?

-A lo que seguro le diría que no es a volver a trabajar en la ingeniería de un informativo. Pero no porque no pueda hacerlo, sino porque no lo disfruto. Me gusta mucho el deporte y el fútbol en particular, pero no haría periodismo deportivo. No sé lo que la vida pueda llegar a deparar... Me he preguntado: ¿Qué haría si no tuviera o no pudiera hacer esto? Y me contesté: ¿Y por qué no seguir haciéndolo, desde el lugar que sea? Es lo que sé hacer. 

-¿Con qué no tranzás, en los medios?

-No negocio y no negocié -y me ha valido algún problema- en traicionar mi perfil o la manera en que concibo la comunicación. No me guardo opiniones, tampoco. En algún momento por opinar tuve cruces. También aprendí a ser más transversal y tratar de tener una mirada amplia sobre la audiencia, por eso Twitter es traicionero, porque es una burbuja, un micromundo.

-Pensé que me ibas a hablar de una censura, que has contado te sucedió en canal 12...

-Ah claro. Lo experimenté, en canal 12, cuando me dijeron que no entrevistara a (Jorge) Denevi. El día que me llamaron para decirme que no podía entrevistar a Denevi se instaló en mí la idea de que yo no tenía nada que hacer ahí. Se me dijo: "A Denevi no se lo entrevista porque no estamos de acuerdo con él" y un año después lo llamaron para un homenaje por los 50 años de Telecataplum. Fue tremenda frustración profesional. Y cuando saqué una página web de cine, mi primer entrevistado fue Denevi.

-El domingo de mañana, cuando uno piensa que podría ser tu día libre, el día para dedicarle a la familia, te ibas a ensayar para Sinvergüenzas, obra del productor Diego Sorondo a la que te subiste como reemplazo de Carballo. ¿Cuál es la motivación?

-(Suspira y se le llenan los ojos de lágrimas) Eso soy yo... Por un lado, te diría que disfruto mucho actuar, disfruto mucho hacer comedia, y por otro lado, soy claro y contundente: yo vivo de mi laburo. Tengo esposa y tres hijos, uno de mis hijos tiene un trastorno de aprendizaje, y requiere dos o tres especialistas distintos. Entonces, a mí me decís "laburo" y no le hago asco a nada. En este caso, además de disfrutar de hacer comedia, si le querés poner como metáfora, lo que puedo llegar a hacer por mi familia: me voy a desbolar.

-¿Te generó algún dilema ese desnudo cuidado que pide la obra?

-Tengo muy poco pudor respecto a mi propio cuerpo. Por primera vez, apareció un poco de pudor esta vez... Acepto que mi masa corporal es generosa y tengo sobrepeso, pero esta vez apareció un poco de pudor, sí. Apareció menos el kamikaze. Esta vez puse una condición, ante una posibilidad de que en el juego teatral se avale todo porque es teatro y no la vida real, yo dije: "No, esta es la era de la viralización y no quiero que las maestras de mis hijos me vean en pelotas". (En tal caso, que me vean en slip atigrado).

-En 2016 decías en una entrevista que tu padre, Héctor, todavía no había conocido a tu hija Manón, porque él vive en Nueva Zelanda, a donde se fue en la crisis de 2002. ¿Cómo te tiene eso?

-No te acostumbrás nunca... Ese mismo año conoció a Manón, que había nacido en 2014, por suerte ya se vieron en un par de ocasiones, y la tecnología con Skype y WhatsApp ayuda a acortar las distancias.

-¿Te frustra que el abuelo no esté en contacto con sus nietos?

-Me frustra no poder tomarme un café con mi viejo, César... Eso me frustra. Que a la hora de agarrar un laburo nuevo, tomarte un café con tu viejo tiene su valor, ¿viste? (Se quiebra).

-¿Con qué frecuencia lo ves?

-Ahora, una vez cada dos años. La mayoría de las veces ha venido él, y los nietos lo están tirando cada vez más para acá... pero vive en un país donde hay un nivel de vida y un respeto muy grande por la mano de obra de inmigrantes. Es una sociedad que ve al inmigrante como alguien que viene a sumar, no a usurpar un puesto de trabajo.

-¿Qué cosas te hacen reír de tus hijos?

-Todo... (Christian no para de llorar, y confieso, me sentí culpable). Todo, bo. Son los tipos más divertidos y más ocurrente que yo pueda tener enfrente. Yo hago todo por ellos, me cago de la risa con esos enanos.

-¿Sos feliz?

-Pfff... Totalmente. Fui depresivo, autodestructivo y me boicotee muchas veces. Desde hace algunos años, tendré mis momentos de tristeza y de desazón, pero siempre estoy pensando en lo que formuló (Luis Alberto) Spinetta en una canción que se llama "La cantata de los puentes amarillos": "Mañana es mejor".