Era principios de siglo y Carlos Alberto Ramos no sabía qué hacer. Él y su banda tocaban cada uno con su instrumento, hacían temas melódicos y baladas románticas, y no tenían cuerpo de baile alguno. Habían hecho inversiones a pulmón para comprar cada guitarra o acordeón, cada equipo de sonido, cada pasaje al interior del país para quedarse en hoteles de mala muerte. Para peor, escuchaban todo el tiempo en la radio y veían en TV el éxito ajeno de conjuntos del “pop latino”, todos tan jóvenes, tan bien emperifollados, tan bailarines, que cantaban canciones tituladas “La cumbia tanga” o “Uka Shaka”.
Era 2002 cuando Carlos Alberto casi abandona. Pensó que ellos, los músicos, tal vez debían pasar al fondo de los escenarios y que adelante se movieran otros más carilindos, más virtuosos en la danza. También pensó en dejar la música y dedicarse a otra cosa. Su socio en Sonido Caracol, Guillermo Píriz, se opuso. Le dijo que no, que la música tradicional nunca muere, que las modas son eso y, como tales, son pasajeras. Lo convenció de que había que continuar por el camino escogido: había que apostar a la música que los había llevado hasta ahí.
Y en ese 2002, cuando el país se caía a pedazos con la crisis económico-financiera más importante de los últimos 30 años, pegaron una canción en la radio: “Una copa de más”. Atrás de esa vinieron otras: “Llamada urbana”, “Qué tiene la noche”, “El borrachón”, y la orquesta despegó. Todo el sacrificio de años, por fin, había dado sus frutos.
Chacho Ramos (52), como lo conocen sus fans (y se cuentan por miles en el interior), recorrió todo el país centenares de veces con Caracol, hasta que eligió emprender su camino propio. Y la gente lo acompañó.
Archipopular en el Uruguay profundo, Chacho tocará por segunda vez en el Antel Arena el 3 de setiembre, cuando interpretará “Otra historia” junto a 16 músicos en el escenario. Además, desde hace meses está grabando un disco con un afamado productor internacional que lo hará compartir voces con elencos de artistas encumbrados que lleven su voz fuera de fronteras.
El niño que iba a clases de guitarra con intermitencias hoy es un artista tan profesional como comprometido. Por eso, dice, no quiere limitarse a tocar la guitarra con una zurda todavía dolorida. “Estamos tratando de enriquecer el género, nos hemos planteado eso: enriquecer el género. ¿Cómo? Con armonías, experimentando los sonidos, uniendo flautas con violines, cuerdas con saxos, trompetas con guitarras, acordeones con pianos. Buscando, escuchando, echando pa’ atrás y corrigiendo, volviendo a poner algo. Al género nuestro queremos aportarle cosas”, dijo.
“Cada vez rendía menos en la cancha: con 15 años jugaba en Primera, y con 20 era suplente. Lo que me sedujo fue hacer música: tocar, cantar, componer, interpretar, juntarte con otros para trocar. Eso me atrajo.”
Tu madre te regaló una guitarra un 6 de enero, Día de Reyes, cuando tenías 8 años. ¿Ahí comenzó tu relación con la música?
Sí. Bueno, yo crecí escuchando a mamá tocando, o sea que capaz que mi relación con la música empezó antes… Pero a esa edad empecé a estudiar, no muy constante o perseverante: iba una clase, faltaba otra... Pero es probable que mi relación con la música haya empezado antes.
Hasta ahí aprendiste guitarra como muchos niños, como otras niñas aprendían solfeo y a tocar el piano, y otros iban a inglés. ¿La vocación por la música cuándo se despertó?
La vocación es innata. Pero después se impulsa porque mi madre me regala la guitarra y me pone a estudiar. Ella se “percató” de que yo tenía, supuestamente, condiciones para la guitarra, y dijo: “Vamos a ponerlo a estudiar”. Ella veía que cuando sonaba una canción, yo cantaba y afinaba, tenía condiciones, dice.
De adolescente andabas bien en el Estrella América de Casupá. ¿Era solo un hobby o podías haber tenido una carrera como futbolista?
No andaba bien… hacía deporte, corría atrás de la pelota. Yo creo que no tenía las condiciones como para hacer una carrera profesional. Me hubiera gustado, porque el fútbol es una pasión en este país para todo muchacho.
¿Y por qué dejaste el fútbol?
Porque el trabajo en la música empezó a apretar. Cada vez había más salidas, cada vez estaba peor dormido, cada vez llegaba más tarde a mi casa de tocar de noche. Llegaba mal dormido, y de mañana un domingo me tenía que ir a jugar. Y cada vez rendía menos en la cancha: con 15 años jugaba en Primera, y con 20 era suplente. Ahí tenés.
“Nosotros tocamos una música que tiene raíces folclóricas latinoamericanas. Es una fusión de ritmos latinoamericanos, con el vallenato, con la cumbia, con la música cubana, con el son, todo adaptado a nuestro medio.”
¿Y qué te atrajo de la música? Me refiero a vivir de la música, al ambiente de la música, a que sea tu modo de vida.
Lo que me sedujo fue hacer música: tocar, cantar, componer, interpretar, juntarte con otros amigos para tocar. Eso fue lo que me atrajo.
¿Y la noche? ¿Qué tiene la noche?
“Un amor que sueña deshojando margaritas”… La noche es el ambiente donde, generalmente, se efectúa la música. Se puede tocar de día también, pero en la noche están los bailes, los eventos, los casamientos, los cumpleaños de 15.
Pero muchos artistas se tuercen en la noche, por sus tentaciones…
Cuando tú eres una persona adulta, que decides lo que quieres para tu vida, tienes claras las cosas y sabes qué opciones tomar y cuáles no.
¿Vos siempre las tuviste claras?
(Piensa exactamente 7 segundos, y luego contesta) Pienso que sí, por las personas de las que me rodeé siempre, que influyeron mucho en mí, en ese sentido. Pensé unos segundos porque trato de responderte con total sinceridad. No recuerdo haberme apartado del camino, que es netamente el musical.
Te definís tímido. Algo raro para una persona que canta sus canciones frente a miles de personas. ¿Fue tu forma de exorcizar la timidez?
No lo sé… pero soy tímido, sí. Creo que a base de repetición y repetición fui dando pequeños pasos para vencer esa timidez, que igual la tengo. De repente probás el sonido toda la tarde y está perfecto, y cuando vas a tocar no te marcha el cable de la guitarra… Esos temores los tengo. Para vencer la timidez fui dando pequeños pasos.
Y hoy por hoy, con tu veteranía, ¿te pasa de que antes de un show repleto de gente te preguntes qué hacés acá?
A veces sí, me ha pasado. Pensamientos así, de ese tipo, se te puede cruzar, está en la naturaleza humana.
Mucha gente no lo recuerda, pero sufriste un siniestro de tránsito que afectó tu forma de tocar la guitarra. ¿Cómo recordás esa noche?
(Piensa mucho la fecha, luego dirá que fue por 2003 o 2004). Estaba muy cansado, me quería venir a mi casa… Llevaba 11 días tocando, sin parar. Estaba relativamente cerca de casa, confié en que iba a llegar perfectamente, pero en la mitad del camino me dormí y tuve un accidente. Tuve triple fractura expuesta del brazo izquierdo y me quebré la clavícula.
¿Y por qué ese accidente cambió tu forma de relacionarte con “el instrumento”, como decía Darnauchans?
Primero estuve un año con operaciones, yeso, fijadores externos, hasta que al final se optó por ponerme una plaqueta en cada hueso del brazo izquierdo. Y después de todo eso pasaron ocho o nueve meses, en los que perdí toda la movilidad del brazo y los dedos. Empecé la fisioterapia para recuperar todo eso y bueno, ya empecé a tocar de nuevo… ya salía con el yeso a tocar. Estuve mucho tiempo con fisioterapia (no logré terminarla, porque tenía que salir a tocar, ya que vivía de eso), y el brazo no quedó con el movimiento que tiene el brazo derecho. Entonces, hace que me tenga que inclinar un poquito para poder tocar las notas. Me dificulta bastante.
¿Cómo podrías definir tu música? ¿Es “música tropical”? ¿Es charanga?
Mirá, nosotros consideramos que tocamos una música que tiene verdaderas raíces folclóricas latinoamericanas. Es una fusión de ritmos latinoamericanos, con el vallenato, con la cumbia, con la música cubana, con el son, todo adaptado a nuestro medio. Pero la música tiene una verdadera raíz folclórica en sus letras, en sus contenidos, en los instrumentos que usamos, en los textos, en las armonías.
La palabra “charanga” viene de Francia. La charanga fue en Francia un formato musical que tenía instrumentos de cuerda y piano. Francia lleva ese formato musical a sus colonias, entre ellas, a Haití. Esa isla, Haití, fue el segundo país americano en independizarse, en 1804. Muchos haitianos van a Cuba, por su cercanía, y llevan el formato de la charanga francesa, adoptando en Haití, a Cuba. Y en Cuba se le anexan los instrumentos de percusión: timbales, congas, güiros, más piano, cuerdas y todo ese tipo de cosas. Si nos fijamos en eso, nosotros hacemos charanga, sí. Pero para los grandes eventos ya sumamos elementos de viento, ahí dejamos de ser charanga y somos una banda.
“Yo creo que Guillermo [Píriz] fue fundamental en decir: ‘Nosotros tocamos un tipo de música tradicional, que por más que vengan movimientos que son modas, lo tradicional siempre va a seguir’. Y nos aferramos a nuestra línea de trabajo”.
La mayoría de las canciones de tu repertorio no son propias. ¿Cada cuánto componés?
El 90% de las canciones de todos los artistas del mundo no son escritas por ellos. Yo en Caracol compuse un disco entero con canciones mías. Después seguí componiendo, pero esporádicamente.
¿Y qué te inspira para escribir?
Muchas cosas… Las vivencias, lo que me pasa, lo que se me cruza por la cabeza. Y a veces me falta una canción para un disco, me falta un tema romántico, me siento y compongo un tema romántico. Me gusta todo, pero me tira más el swing, los temas bailables.
Uno de tus primeros hits fue “Sol negro”, que grabaste con Mogambo, de Artigas. Lo que mucha gente no sabe es que no la querías grabar, pensabas que no iba a funcionar. ¡Sos un visionario!
(Ríe) Mi visión comercial queda estampada en ese ejemplo. Pero explotó… no sé por qué… Por lo pegadiza de la canción, por la letra, por el ritmo, por cómo se grabó, por la armonía. No hay un libreto para eso, no hay un manual.
En 1995 nació Sonido Caracol, pero recién varios años después despegaron. ¿Cómo recordás a Caracol?
¡Despegó en 2002! Tuvimos siete años de sacrificios absolutos para todo: para comprar los equipos, para grabar, para viajar… para vivir. Recién en 2002, una serie de canciones se transformaron en éxito y potenciaron el trabajo de la orquesta. Fue una época muy linda, de mucho afecto, con mi compañero Guillermo [Píriz], cariño que todavía continúa. Era una relación casi familiar, primero en una época de mucho sacrificio y, después, de muchas satisfacciones.
Después nos separamos, yo entendí que era un momento ideal para poder armar un grupo en el que yo pudiera estampar una idea que pasara enteramente por mí, una etapa más personal. Y así lo hice.
Una vez me contaste que las bandas de “pop latino” como Chocolate, Los Nietos del Futuro, Monterrojo y similares te hicieron dudar de si ustedes, que estaban por grabar Convivencias con Caracol, iban por el camino correcto. ¿Qué los decidió a seguir con lo que estaban haciendo? Pregunto porque la tentación de seguir el camino de otros que ves que lleva al éxito estaba...
La tentación estaba, sí. Pero decidimos seguir por nuestro trillo. Fue muy grande el movimiento del pop latino, y nosotros éramos lo opuesto a lo que hacían ellos: ellos eran una orquesta de 10 tipos, instrumentos de viento, cuatro o cinco cantantes que tenían un cuerpo de baile y todos bailaban; nosotros éramos cinco, cada uno con un instrumento, y estábamos quietitos. Y el éxito lo tenían ellos, nosotros no. Más de una vez pensamos en la posibilidad de dejar la orquesta y no tocar más… O irnos para el fondo del escenario, poner cuatro o cinco cantantes que se lucieran.
Yo creo que Guillermo, mi exsocio, fue fundamental en eso, en decir: “Nosotros tocamos un tipo de música tradicional, que por más que vengan movimientos que son modas muy fuertes, lo tradicional siempre va a seguir, o va a volver”. Y nos aferramos a nuestra línea de trabajo. Y dio resultado. Ahí empezamos a tener éxito con algunos temas: “Qué tiene la noche”, “Una copa de más”, “Llamada urbana”, “Quién pudiera”, “Borrachón”, “Queriéndote”, que la compuse yo, y después vinieron muchas más.
“Si supiera cómo hacer un hit, buscaría hacerlo todos los días”, me dijiste en 2019 para este espacio. ¿Seguís sin saber cómo hacer uno? Mirá que cantás unos cuántos...
Sí, he grabado unos cuántos, pero ¿cuántos he grabado que no han sido hits? Muchos más.
“Hablamos con Raniero Palm y nos planteó realizar un disco de nivel internacional. Va a llevar un tiempo, por las distancias y otras cosas. Va a ser un disco precioso, con diferentes artistas latinoamericanos”
Hace un año, más o menos, te vino a buscar el afamado productor musical venezolano Raniero Palm, un hombre que ha trabajado con Juan Luis Guerra, Ruben Blades, Ricardo Montaner. ¿Cómo nace ese vínculo?
A través de Alejandra Carrillo, una de mis violinistas, que había ganado Grammys con Raniero, y le pareció buena idea que nos conociéramos, vio que podía ser positivo. Entonces, a través de la compañía discográfica Montevideo Music Group, hablamos con Raniero y nos planteó realizar un disco de nivel internacional. Y empezamos con ese proyecto, que venimos realizando y que va a llevar un tiempo, por las distancias y otras cosas. Va a ser un disco precioso, con diferentes artistas latinoamericanos, todos muy reconocidos. Va a ser un disco de música tropical, pero con mucho vallenato, reggaetón, muchos instrumentos de viento, muy “caribe”. Tendrá versiones de temas conocidos, y otras de inéditos, cada tema grabado en conjunto con algún grupo o artista latinoamericano. Y será un disco grabado en los mejores estudios de América. Se grabaron algunos temas en Victoria Records, el estudio más grande en Latinoamérica, ubicado en Monterrey (México), otra parte en Romaphonics Studios, en Buenos Aires, y otras cosas las grabamos acá. Vamos a grabar 10 canciones. Yo soy el cantante, pero son feat con otros músicos invitados. Por ejemplo, “Qué tiene la noche” la grabé con Los Rabanes de Panamá.
¿Se viene el salto internacional de Chacho Ramos?
No lo sé, no lo sé… eso nunca se sabe. Tampoco sé si habrá una gira después. Se va a grabar el disco, eso sí; es una experiencia muy linda. Y Dios dirá si van a pegar o no, si a la gente le va a gustar o no.
¿Te inquietaba trascender Uruguay y que tu música se escuchara en otros países del continente?
Nunca me inquietó, y tuve muchas oportunidades de hacer algo así antes, hace 5, 10 o 15 años. Tuvimos muchas oportunidades de ir a tocar a Argentina y a otros países durante mucho tiempo, pero preferimos quedarnos acá. Por evitar los viajes largos, y estar una semana o dos lejos de nuestra casa. Extrañás a tus hijos, el deporte, cosas que a vos te hacen feliz… y teniendo, a su vez, mucha actividad aquí. Entonces, ¿para qué sumar más?
La pandemia nos cambió la cabeza en un montón de cosas. Nos hizo pensar que la vida se va, que a veces aparecen cosas inesperadas que te cambian la vida de un golpe. La pandemia nos bajó a tierra en muchos aspectos. Entonces, bueno, pasó la pandemia, empezamos a tocar, y ahora empezaron a llegar oportunidades como esta de grabar con Raniero Palm, o toques en el exterior: el pasado fin de semana fuimos a Córdoba a tocar en el estadio Kempes, vamos como invitados en un evento para 50.000 personas. Entonces, algo cambiamos la cabeza: estamos más receptivos, por lo menos para estudiar aquellas propuestas que sean serias.
No me digas que las chiquilinas van a “perrear” con un reggaetón tuyo...
Bueno... es cumbia, mucho vallenato y… un poquito de reggaetón, pero es más vallenato y cumbia.
“Es otra historia porque son 16 músicos en escena, de nivel académico; hay un cuarteto de cuerdas y las chiquilinas dan clases en el Sodre. Hay cinco músicos extraordinarios, con su instrumento. Es otra historia desde lo musical”
Volvés al Antel Arena el próximo 3 de setiembre. ¿Por qué se llama “Otra historia”? ¿Qué tiene esta historia de especial?
Cada presentación es una historia distinta. Otra historia es la orquesta nuestra, este grupo. Son Los Amos del Swing, pero en formato concierto. Es otra historia porque son 16 músicos en escena, de nivel académico; hay un cuarteto de cuerdas y las chiquilinas dan clases en el Sodre. Hay cuatro o cinco músicos extraordinarios, cada uno con su instrumento. Entonces, es otra historia desde lo musical.
Estamos tratando de enriquecer el género, nos hemos planteado eso: enriquecer el género. ¿Cómo? Con armonías, experimentando los sonidos, uniendo flautas con violines, cuerdas con saxos, trompetas con guitarras, acordeones con pianos. Buscando, escuchando, echando pa’ atrás y corrigiendo, volviendo a poner algo. Al género nuestro queremos aportarle cosas. Es algo que tengo en la cabeza hace tiempo, y ahora la estoy pudiendo plasmar.
¿Cuál es la clave del éxito y la permanencia en el tiempo, gustándole a un público tan variado?
Siento que no puedo darle consejos a nadie, pero sí puedo decir lo que hicimos nosotros. Recorrimos un camino largo, lo exactamente opuesto a un camino rápido. Un camino largo, sinuoso, de mucha lucha, de mucho sacrificio, por si nos iba bien… sin tener la certeza de que nos iba a ir bien. No pretender lograr las cosas al otro día, rápidamente, sino lucharla y pelearla durante añares, por si nos iba bien. De hecho, desde que empecé estuve peleándola, hasta el 2002, y no fue que en ese año nos cambió la vida enseguida. Ahí despegó la orquesta, pero no estábamos hechos, solo que se empezó a trabajar mucho mejor. En plena crisis, los temas empezaron a pegar.
¿Sos feliz?
La felicidad no es algo estable. Creo que la felicidad es por momentos. Lo que estoy es tranquilo.