“Un escándalo sobre pasaportes falsos”, así definió este martes el periódico británico Financial Times al suceso que actualmente está siendo investigado por la justicia uruguaya relacionado con el excustodio presidencial Alejandro Astesiano. El medio asegura que el caso se convirtió en “acusaciones de espionaje político y corrupción” y que podría “amenazar la reputación de la nación como modelo de estabilidad en América Latina”.
El Financial Times hace un repaso cronológico de los hechos acontecidos, que comenzaron en setiembre, y que luego con el paso del tiempo se fueron dando a conocer los chats que mantenía el excustodio con diferentes personas, obtenidos luego de que iniciara la investigación.
“Un conjunto de intercambios sugirió que Astesiano aprovechó sus contactos en el gobierno para vender software desarrollado por el Ministerio del Interior a ejecutivos de negocios adinerados, quienes luego lo usaron para rastrear a los senadores de la oposición, una acusación que él ha negado”, destaca el artículo.
A continuación, comunica que estas controversias plantearon dudas sobre si “la corrupción del sistema político ha pasado desapercibida” y que la atención giró hacia lo que hará el presidente Luis Lacalle Pou para “salvaguardar el Estado de derecho” y responsabilidad a los implicados.
Entrevistado por el periódico, Ricardo Gil Iribarne, expresidente de la Junta de Transparencia y Ética Pública, aseguró que este es un “momento clave” para el país, ya que el caso es “mucho más que los pasaportes”. En tanto, la politóloga Vicky Gadea dijo que, en caso de que no se aborde adecuadamente el tema, “los costos a largo plazo podrían ser extremadamente altos” para las “relativamente jóvenes instituciones democráticas del país”.
Luego el medio destaca que Uruguay “sigue siendo el país menos corrupto de América Latina”, según el índice de Transparencia Internacional, pero recoge la palabra de Gil Iribarne, quien señaló que “somos los mejores estudiantes de una clase de niños mal educados” y que Uruguay “podría caer a los niveles de otros países” donde la desconfianza hacia las instituciones es creciente.
“Los uruguayos quieren ver que las acciones tienen consecuencias”, señala finalmente Gil Iribarne, y agrega que al pueblo uruguayo “todavía le importa” el asunto y que se “está enojando”.