Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Javier Nocetti
Daniel estaba arrastrándole el ala a una chiquilina que le gustaba mucho, hasta que se pusieron de novios. "Noviecitos" dice él hoy, a los 60 años, como restándole importancia. Ya había cumplido la mayoría de edad y por aquella época, se había puesto a pensar en seguir un par de carreras que le gustaban -Derecho y profesorado de Historia- y luego, como Dios manda, formar una familia. Pero una idea que le había sugerido un cura dos años antes le había quedado repiqueteando, y no se le iba: ¿y si tomaba el camino religioso y se entregaba por entero a Jesucristo?
Fue entonces cuando por dos vías distintas le llegó una frase del Evangelio, que para él fue una señal divina: "Nadie, que después de poner la mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios". Y se decantó por la Iglesia. Fue ordenado sacerdote en noviembre de 1987, y ejerció varios cargos en la congregación salesiana: en los talleres Don Bosco, en el movimiento Tacurú, y en el liceo Juan XXIII donde estudió, hasta llegar a inspector para Uruguay. Con la renuncia de Nicolás Cotugno por motivos de edad, el papa Francisco lo nombró arzobispo de Montevideo en febrero de 2014. Y menos de un año después, lo ungió como cardenal de la Iglesia Católica, el segundo uruguayo desde monseñor Antonio Barbieri.
En medio de una Semana Santa particular, el cardenal Sturla reflexionó sobre celebrar misa sin fieles -en tiempos de coronavirus- pero divulgada por Zoom y redes sociales, la lección que Dios le está dando a la humanidad ("Sean más humildes, nos está diciendo"), hasta el aborto -él insiste en no calificarlo como un derecho de la mujer-, su aprobación a cómo el gobierno está liderando el combate a la pandemia y la "fragmentación social" que todavía sigue viendo en la sociedad uruguaya.
-¿Cómo nació su fe católica? ¿Recuerda algún episodio puntual que haya sido el germen de su creencia en Dios?
-Nació en el seno de mi familia. Una familia católica con cinco hermanos (yo era el más chico) y siempre íbamos a misa. Después en el colegio San Juan Bautista. Y después, como experiencia que me marcó, a partir de segundo de liceo, por participar en el Movimiento Castores, que todavía existe, lo tienen los jesuitas, ahora muy centrado en el colegio Seminario. Es una experiencia de ir a trabajar a muchos lugares, un trabajo físico, de solidaridad. Íbamos al hospital infantil Pedro Visca, después al Cottolengo Don Orione, y después a una cooperativa de viviendas, íbamos a trabajar. A la cooperativa de viviendas íbamos los domingos a hacer una planchada, a poner ladrillos, esas cosas.
-¿Pero hubo un episodio puntual en el que usted dijo: "A partir de hoy, creo en Dios"?
-No, desde siempre.
-¿Y en qué momento se decidió a tomar los hábitos y dedicarle su vida a Dios?
-Esa fue una decisión más larga en el tiempo. Entré a la congregación salesiana a los 19 años, pero ya a los 17 ya un sacerdote del colegio al que yo iba, el Juan XXIII, me hizo un planteo, me preguntó si yo no había pensado en ser cura. ¿Por qué me hizo ese planteo? Bueno, me habrá visto con ciertas condiciones. También porque hubo un episodio concreto en un retiro, con los chicos de la clase, y algunos me dijeron que yo tendría que ser cura. Pero en ese momento, cuando el cura me lo planteó, le dije que no, que pensaba formar una familia y hacer una carrera. Pero me quedó picando la idea por dos años...
Después de dos años dije: "Bueno, lo tengo que resolver". Yo estaba entrando a Facultad de Derecho y profesorado de Historia. Y me saqué la duda en una experiencia de acompañamiento espiritual, de dar catequesis, hasta que entro en el noviciado de los salesianos.
-¿Tuvo novia? ¿Se enamoró alguna vez?
-No, tuve noviecitas, más de chiquilín. Te hablo de los 13 o 14 años. No fue una novia en serio. Y no, nunca me sentí enamorado. Cuando al final me decidí a comenzar el camino religioso había una chica que estaba ahí, tuve que tomar la decisión entre seguir saliendo -había empezado a salir con una chica- o entrar (en la Iglesia). Tendría 18 años.
-A esa edad, las hormonas empiezan a picar...
-Desde los 13 ya pican bastante. Pero digamos que en ese momento tomé una decisión tomada muy conscientemente. Ahí hay un episodio que me marcó mucho... En ese año de decisión -18, 19 años- yo me plantee el dilema, y hubo una frase del Evangelio que me llegó por dos lados distintos y fue determinante. Es una frase que Jesús dice en el Evangelio: "El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no es apto para el reino de Dios". Yo todavía no había ingresado, y pensaba: "Bueno, encaro con esta gurisa, formo una familia con ella...". Y esa frase en un mismo día me llega por dos vías. Primero me la dice un cura, y después yo tenía que buscar un librito para una catequesis, agarro el librito y en la tapa estaba esa frase.
-Lo interpretó como una señal divina...
-Sí, fue una señal. Fue como decir "si metiste la mano en el arado, ahora es cuestión de mirar para adelante y no mirar hacia atrás".
-¿Qué cambió en usted cuando fue distinguido como cardenal, más allá de ser arzobispo de Montevideo? ¿Tuvo un mayor compromiso?
-Lo primero fue sorpresa. Yo llevaba un año de arzobispo, es muy poco tiempo para el que el papa te nombra cardenal. Se anunció el 4 de enero de 2015, y a mí me había hecho arzobispo el papa Francisco el 11 de febrero de 2014, o sea que no llevaba ni un año. Yo lo interpreté como un regalo del papa a la Iglesia (Católica) uruguaya. Él tiene un cariño especial por la iglesia uruguaya, sabe de sus dificultades, de su pobreza... Fue un gesto del papa hacia la iglesia uruguaya: hago cardenal al arzobispo de Montevideo.
"Nunca me sentí enamorado. Cuando al final me decidí a comenzar el camino religioso había una chica que estaba ahí, tuve que tomar la decisión entre seguir saliendo con una chica o entrar (en la Iglesia). Tendría 18 años"
Me cambia en que me pone en un compromiso de mayor adhesión al papa, y al mismo tiempo me compromete a integrar algunas comisiones que se llaman dicasterios o congregaciones de la Santa Sede, y eso significa ir a Roma tres o cuatro veces al año.
-¿Quién es el papa Francisco?
-Es un hombre creyente, que vive de la fe fuertemente. Él le dedica todas las mañanas una hora a la oración. Reza mucho. Y es un hombre que va a dejar a la Iglesia una marca muy linda, por esa opción por los pobres, que él la materializa después en acompañar la situación de los últimos: el caso de los migrantes, de gente en situación de calle, como decimos acá. Y también con una vida austera en lo personal. Y no es una pose, porque cuando él era arzobispo de Buenos Aires él andaba en subte y en colectivo, como dicen los porteños, y vivía de una forma muy austera en la casa del Arzobispado.
-Hace un par de años, en un documento de la Conferencia Episcopal Uruguaya se elaboró un documento -en su momento criticado por el entonces secretario de Presidencia, Juan Andrés Roballo- que alertaba de la "fragmentación social" que vivía el país. Cuando se le consultó, usted dijo que esa fractura social rompía los ojos. Esa fractura, si se quiere, se vio durante la campaña electoral. ¿Todavía sigue viendo esa fragmentación social? ¿En qué cosas la ve?
-Yo separaría la fragmentación social de la división política. Fragmentación social es ver la cantidad de gente que está en situación de calle, es ir a las cárceles y ver ese mundo de los que están presos y también de las familias de los presos, y entonces es una realidad que uno recorre barrios y ve situaciones... Por ejemplo, en la costanera del arroyo Miguelete, es una zona por la que he ido mucho, ahí del 40 Semanas para abajo, y eso rompe los ojos. No puede haber uruguayos que estén viviendo en esa situación.
Otra cosa es la división más política, que se puede dar... A mí no me gusta hablar de "grieta" que es un término de los argentinos. Yo creo que lo que hay a nivel político es una división natural que se da. Acaban de reunirse el presidente y la oposición, tuvimos una transición ejemplarísima. No hay que ahondar en lo de la grieta porque no es real. Hay confrontación, pero es la normal. Cuando yo tenía 12 años, en el año 71, ahí sí había una división con violencia. Eso no está. No me vengan a decir con que ahora es peor. No, no es peor.
-Para el pasado 8 de marzo, la Iglesia del Cordón -vandalizada durante dos años consecutivos, el día de la marcha- colocó en su fachada imágenes de cuatro mujeres católicas célebres (Juana de Ibarbourou, la Madre Teresa de Calcuta, la médica judía que se convirtió al catolicismo y fue la primera en ganar un Premio Nobel, Gery Cori, y la madre Francisca Rubato, monja a la que el Papa le reconoció un milagro realizado en el año 2000). La iglesia, además, fue fuertemente vallada y tuvo una fuerte custodia policial, esto último algo muy criticado. ¿Hoy ve como un acierto la cartelería y la custodia junto al vallado?
-La custodia policial no dependió para nada de nosotros. Fue iniciativa del Ministerio del Interior y no fue a pedido nuestro. Hubo uno que publicó "Me avergüenzo de ser cristiano". Pero la Iglesia no pidió la guardia ni el vallado. Fue una decisión del Ministerio del Interior. Ahora, ¿si dio resultado? La iglesia (del Cordón) fue vandalizada todos estos años, y este año no. Bueno, resultó. Ahora, ¿qué hubiera pasado si no hubieran estado los vallados pero sí la cartelería? No sé, ojalá que la cartelería, que quería ser un mensaje de apoyo al Día de la Mujer, pero también de manifestación de que la Iglesia ha sido un ámbito donde la mujer ha tenido su dignidad, dentro de una sociedad donde, ya sabemos, es de tipo patriarcal.
Pero la mujer en la Iglesia siempre ha tenido un ámbito de realización personal, y colectiva, por ejemplo, a través de las congregaciones religiosas femeninas.
-Sin embargo, una mujer no puede llegar a ser sacerdotisa...
-Exacto. Ahí viene entonces lo de ¿qué queremos hacer? ¿Igualar en el sentido funcional o igualar en dignidad? La persona humana de más dignidad en la Iglesia es una mujer: la Virgen María. Después hay santas de todos los gustos desde el principio de la historia, veneradas en la Iglesia.
-Desde el feminismo se entiende que la Iglesia Católica es una institución conservadora respecto a los derechos de las mujeres, y que ha perpetuado la sociedad patriarcal. ¿Usted qué cree?
-Lo de la sociedad patriarcal... ¿Que la Iglesia haya contribuido? Yo creo que no, creo que ha sido algo de la humanidad toda. Me parece a mí. Más bien la Iglesia ha defendido la dignidad de toda persona humana, y la dignidad de la mujer como persona humana. Eso es incontestable. Desde la Biblia, la palabra de Dios, está San Pablo diciendo: "Ya no hay esclavo ni libre, varón ni mujer, todo es uno en Cristo Jesús". En la Iglesia hay una presencia femenina importantísima, mayoritaria además. Yo no creo que la Iglesia haya sido un ámbito donde la mujer haya sido discriminada. Sí, bueno, actuó en una sociedad donde el varón tenía primacía o preponderancia, pero el cristianismo, el Evangelio, por contrario, han contribuido a exaltar la dignidad de la mujer. Y a la vista está: otras culturas que no están impregnadas de cristianismo, miren cómo lo viven.
"El papa le dedica una hora diaria a la oración. Y es un hombre que va a dejar a la Iglesia una marca muy linda, por esa opción por los pobres. Y no es una pose, cuando era arzobispo de Buenos Aires él andaba en subte y en colectivo"
-Iniciativas educativas con fuerte impronta católica como los liceos Providencia y Jubilar han sido muy elogiadas, pero también muy criticadas desde sectores de la izquierda, que creen que los aportes que les da el Estado deberían destinarse a la educación pública. Usted dijo que esas críticas no se sostienen "con dos dedos de frente". ¿Por qué?
-Porque lo primero que importa es la educación. Y especialmente, la educación de los sectores más vulnerables de la sociedad. Entonces, quienes están haciendo algo, y bien hecho (como ha quedado demostrado), ¿para qué lo vamos a criticar? En un momento en que la educación tiene grandes baches, y sobre todo en los barrios más populares. Más bien la sociedad y el Estado tienen que promover esas experiencias, como de hecho lo hace. Muchas experiencias de ONGs, la mayoría de ellas católicas, sos sostenidas a través del Inau por el Estado: Club del Niño, centros juveniles, Caifs... El Estado se da cuenta de eso. Eso llevalo también a la educación formal. Gran parte de la energía en el caso del Jubilar o de otra experiencia linda como la Fundación Sofía se gasta en conseguir recursos, y no en enfocarse en los chicos.
-Ya hace varios años que el aborto se despenalizó en Uruguay y es un derecho que tienen las mujeres de este país. ¿Con qué ojos ve usted que el aborto sea un derecho de las mujeres en el Uruguay de hoy?
-Yo creo que no es un derecho, y ahí está el error. La ley despenalizó el aborto, no promovió un derecho. Una cosa es despenalizar un delito y otra cosa es darles un derecho, promoverlo.
-Bueno, la ley hoy les garantiza el derecho a abortar que antes no lo tenían...
-No el derecho, les garantiza la posibilidad de abortar.
-¿Pero por qué no es un derecho?
-No es un derecho porque un derecho es una... me faltarían las palabras adecuadas. (Piensa unos segundos) Un derecho es una posibilidad que tiene la persona garantizada y promovida por el Estado y la sociedad, porque es algo inherente a la persona. En cambio acá se está diciendo: "El aborto es algo malo, pero no lo penalizamos". No se penaliza. Pero no es algo que tengo que promover. El Estado no lo promueve como un derecho. La ley despenaliza, pero en ningún momento en la ley se habla del "derecho a". Esa lectura se empezó después, cuando se empezó a hablar de "los derechos sexuales y reproductivos (de la mujer)", pero el aborto no es uno de ellos.
"¿Que la Iglesia haya contribuido a una sociedad patriarcal? Yo creo que no, creo que ha sido algo de la humanidad toda. Más bien la Iglesia ha defendido la dignidad de toda persona humana, y la dignidad de la mujer como persona".
Saliendo de este tema, ¿por qué no puede serlo nunca (un derecho)? Porque voy contra la vida de otro ser humano que es distinto de la madre. ¿Cómo puede ser un derecho quitarle la vida a otro ser humano? O, digamos, otra vida humana. Nadie puede contradecir que es una vida humana. Si uno va al decreto del Dr. Tabaré Vázquez cuando vetó el aborto, él daba argumentos científicos como médico, dijo que él como médico no podía aprobar que se eliminara una vida y que eso fuera una ley del Estado. Yo comparto lo que dijo el Dr. Vázquez.
-Vengo al presente, ¿cuánto ha impactado el coronavirus a la Iglesia en Uruguay? ¿Cómo podría ilustrarme su impacto?
-Si lo más importante que hace la Iglesia es celebrar misa, y la ley que viene desde los 10 mandamientos es santificar la fiesta, en este caso santificar la misa del domingo, el hecho de que no se pueda cumplir ese precepto es una cosa durísima. Ahí está lo más importante. Es una tragedia. Y eso tiene consecuencias. La Iglesia es asamblea congregada, hasta la palabra "iglesia" que viene del griego y significa "asamblea convocada". Bueno, la iglesia deja de ser una asamblea convocada.
-Por lo pronto, impacta en Semana Santa, porque las misas se celebran sin la presencia de los fieles... Como un partido de fútbol sin hinchas. Pero se van a transmitir por redes sociales, ¿no?
-Sí, hace cuatro o cinco años tenemos un canal web -ICM TV- que se puede ver por YouTube, y por ahí se están pasando las misas todos los días, y también ahora en Semana Santa. También llegamos a un acuerdo con VTV, y por ahí se va a pasar la misa del domingo de Ramos (el domingo pasado) y el domingo de Pascuas, y después, muchas parroquias también lo van a hacer por Facebook, o filmado por celulares y están pasando las misas. Hay toda una movida en ese sentido, y está bueno porque sabés cuántos te están viendo. Y es un número muy importante. Te diré que entre semana es más la gente que está siguiendo la misa en estas plataformas que la que va a misa entre semana.
-Hay un retiro para jóvenes también de lunes a miércoles, que tendrá se emitirá online.
-Es una iniciativa de la Pastoral Juvenil de Montevideo. Va a haber predicación, para la cual hay 500 jóvenes anotados. Después el rosario, la misa, después va a haber un momento de trabajo en grupos de los chicos. Y hay un momento de hacer preguntas a quienes vamos a predicar día por día. Eso se va a hacer por la app Zoom.
-¿La Iglesia ha colaborado con el gobierno para combatir el Covid-19? ¿Ha ofrecido parroquias o sitios para refugios, o quizás su fuerza de voluntariado?
-Nosotros le ofrecimos un edificio al Mides, agradecieron la oferta, pero han tenido otros ofrecimientos que le han resultado más práctico, sobre todo por las duchas. La primera pregunta que nos hizo el ministro (Pablo Bartol) fue: "¿Tiene duchas?" "No, no tienen", le dije. "Bueno, mirá, lo tendremos en cuenta, pero tenemos otros ofrecimientos que nos resultan mejores".
"El aborto no es un derecho. Un derecho es una posibilidad que tiene la persona garantizada y promovida por el Estado. Acá se dice: 'El aborto es algo malo, pero no lo penalizamos'. No se penaliza. Pero no es algo que el Estado promueva como un derecho"
Y después, muchas parroquias se están moviendo con la recolección de alimentos para hacer canastas, en algunas parroquias ollas populares (lo cual es complejo, por la juntada de la gente).
-¿Qué medidas toma la Iglesia con los sacerdotes que están entre la población de riesgo? ¿Ellos, que tienen actividades comunitarias, se quedaron en sus casas?
-Por un lado la Iglesia tiene el Hogar Sacerdotal, que es una institución donde están los sacerdotes que padecen alguna enfermedad o ya muy mayores que se retiran. Ahí en el hogar no se puede ir a visitarlos. Y después, los sacerdotes mayores que están en las parroquias están bastante guardados, están sin actividad.
-¿Qué mensaje tiene usted para los fieles en tiempos de coronavirus?
-Yo creo que hay una llamada de Dios a distintas actitudes, pero subrayo tres: una es la humildad. Dios nos está diciendo, a toda la humanidad: "Sean más humildes". Parece mentira que un microorganismo ponga de rodillas al mundo entero, a las grandes potencias, haga colapsar los servicios médicos de países del primer mundo y haga temblar la economía del mundo. Después, también es un llamado a la confianza. El creyente no sólo dice: "Uy, soy frágil y débil", sino que al mismo tiempo, confía en que hay un Dios que dirige la historia.
Después también un llamado a la gratitud, porque en este momento hay mucha gente que se está rompiendo el lomo para sacar adelante a los que están enfermos, el gobierno ha demostrado una vitalidad y se puso el tema al hombro, la oposición demostró que puede colaborar. Tenemos que ser agradecidos también. Y la solidaridad, obviamente. La solidaridad con el prójimo, que se ve en tantas facetas, desde el cuidado propio para cuidar a los demás, hasta el voluntariado o gente que se ofrece a hacerle las compras a los mayores de su edificio.
-Y para los que no tienen fe, ¿hay algún mensaje?
-Sacale que es Dios quien llama, y creo que igual hay un llamado a la humanidad entera. Quizás en lo de la confianza, sería una confianza más humana; yo creo que hoy en Uruguay hay un grado de confianza en las autoridades que es importante. En Brasil no sé, no sé si yo fuera brasileño si confiaría en (Jair) Bolsonaro... Y lo de la humildad, la gratitud y la solidaridad, creo que es para todos.
-Algunos escépticos, viendo lo que ha golpeado esta pandemia en el mundo entero, y máxime en Italia (donde está el Vaticano, precisamente), se preguntarán: ¿Y Dios dónde está?
-Es el eterno problema de los que somos creyentes. Una vez salí en un programa de radio y un ateo me dijo: "Yo envidio a los creyentes". Y yo a veces envidio a los ateos, porque para los ateos no es un problema, es un tema de suerte: mala suerte o buena suerte. "Tocó, qué le vas a hacer". El problema del mal es para los creyentes: ¿cómo puede ser posible? ¿Dónde está Dios, que permite estas cosas?
"Creo que hay una llamada de Dios a distintas actitudes, pero subrayo tres: una es la humildad. Dios nos está diciendo, a toda la humanidad: 'Sean más humildes'. Parece mentira que un microorganismo ponga de rodillas al mundo entero"
Y no tiene una solución, tiene una realidad. El hijo de Dios se hizo hombre y asumió el sufrimiento humano. Y le dio un valor, un sentido, al sufrimiento humano, cargándolo de amor. Y un creyente cree, además, que termina venciendo la vida sobre la muerte. Pero el problema es para los creyentes, en realidad.
-¿Es feliz?
-Sí. A mí me gusta más decir que vivo la alegría de la fe, más que decir que soy feliz. Básicamente sí, pero también con mucho dolor, y cargas, y pesos.
Por César Bianchi
@Chechobianchi
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